Vida simple, teología de paz y libros de cocina de la comunidad mundial del CCM

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Hace una década, cuando el CCM cumplió noventa años, tuve la oportunidad de reflexionar sobre la importancia de los libros de cocina del CCM dentro de la historia institucional del CCM y el impacto de esos libros de cocina en todo tipo de comunidades en todo el mundo. Me sorprendió lo profundo a que me llevó mi reflexión y qué tanto de mi identidad como cristiana está relacionada con la trilogía de los libros de cocina de la comunidad mundial: More-with-Less Cookbook, Extending the Table y Simply in Season.

Doris Janzen Longacre y su hija Cara Sue Longacre preparando un plato en un seminario en 1976. El libro de cocina de Janzen Longacre, More-with-Less, se publicó por primera vez en 1976, popular por recetas simples y nutritivas y su énfasis en compartir recursos y elegir vivir con menos. (Foto del CCM/ Ernie Klassen)

Mi análisis y aprecio por estos libros de cocina comienzan con el ensayo de 2005 de Matthew Bailey-Dick sobre “La cocina de todos los creyentes”, en el que argumentó que no hemos podido apreciar cómo las colecciones de recetas son más que artefactos culturales, históricos o sociológicos, sino que también pueden ser recursos útiles para la reflexión teológica. Algunas personas Menonitas en Estados Unidos y Canadá podemos ser pésimas anabautistas-podemos centrarnos tanto en cómo los libros de cocina tienen tradiciones étnicas culinarias particulares que no nos damos cuenta de que incluso un libro de cocina puede “ser testigo del Evangelio” y servir como “un compañero de misión para la obra de Dios en el mundo”. Bailey-Dick continúa identificando al menos ocho formas diferentes en que los libros de cocina Menonitas en Canadá y Estados Unidos comunican las fuerzas que dan forma a nuestra fe: la vida simple, globalización de las personas Menonitas, recordar el pasado, patrones de migración Menonita, roles de género, historia anabautista, aculturación y cooperación intermenonita.

Cuando se trata de los libros de cocina de la comunidad mundial, podría tratar cada uno de estos temas por separado. La idea misma de “más con menos” tiene sus raíces en la crisis alimentaria mundial y las expresiones de la vida simple de la década de 1970. Como organización, el CCM ha contribuido a la experiencia colectiva de globalización de las personas Menonitas, moldeó los patrones de migración Menonitas, sirvió como base organizativa para la justicia de género y figuramos prominentemente en el siglo pasado de la historia Ana bautista mientras hemos trabajado para integrar quiénes han sido las personas Menonitas y en quiénes nos estamos convirtiendo. En este artículo, sin embargo, prefiero mezclar estos temas en una especie de cóctel de fiesta sobre la teología de la paz. Es decir, cuando miro esta trilogía de libros de cocina, veo que todos estos temas contribuyen a una conversación más amplia sobre cómo vivimos como Menonitas anabautistas que buscan practicar y predicar el evangelio de la paz en la aldea global de un planeta que gime.

Algunas palabras sobre lo que quiero decir con “teología de la paz” están en orden. La teología de la paz es un enfoque para interpretar las escrituras cristianas, articular una cosmovisión religiosa y proclamar una forma de fe cristiana que se manifieste en un compromiso de renunciar a la violencia y seguir a Jesucristo, el Príncipe de Paz. La teología de la paz no es solo una cosa, ni tampoco hay solo una forma de teología de la paz Menonita. En 1989, por ejemplo, el CCM patrocinó un proyecto colaborativo de su Comité de Paz y Grupo de Trabajo de Teología Ecuménica de la Paz para describir los diversos tipos de pensamiento Menonita sobre la paz y explicar sus fundamentos teológicos. Con el objetivo de “buscar un consenso sobre una perspectiva que sería útil para el CCM”, como se esforzó por “articular [su] perspectiva en contextos ecuménicos/entre iglesias”, el proyecto produjo la modesta publicación impresa, Teología Menonita de la Paz: Un Panorama de Tipos, publicado por la Oficina de Paz del CCM en 1991. En 2005, el CCM inició otra ronda de este proyecto original, que culminó en una conferencia y libro titulado At Peace and Unafraid: Public Order, Security, and the Wisdom of the Cross. Al igual que el panorama anterior, esta conversación buscó resolver preguntas difíciles sobre la vida cristiana diaria y sobre qué sistemas ayudan a crear y mantener comunidades pacíficas. El equipo del proyecto propuso siete “líneas continuas de investigación”, la primera de las cuales fue un llamado para obtener más evidencia empírica: “Podríamos proponer otro proyecto que combine los métodos populares de Doris Janzen Longacre y los métodos académicos de Gene Sharp para reunir más ejemplos de “mejores prácticas” no violentas que contribuyen a la seguridad humana”. Menciono todo esto porque considero que Doris Janzen Longacre, editora y compiladora del libro original More-with-Less y su volumen complementario sobre la vida simple, Living More with Less, es una de las contribuyentes a la teología Menonita de la paz en el siglo XX menos elogiada.

En la década de 1970 el CCM estaba desafiando a sus constituyentes a comer y vivir de manera más simple al disminuir los presupuestos de alimentos del hogar en un diez por ciento. Este llamado a la acción provino del reconocimiento de que los patrones de consumo excesivo en Canadá y Estados Unidos estaban alimentando la injusticia global.

Si bien su capacitación formal fue dietética, el enfoque de Longacre en su trabajo en la Oficina de Asuntos de Alimentación y Hambre del CCM también fue pastoral. En la década de 1970, el CCM estaba desafiando a sus constituyentes a comer y vivir de manera más simple al disminuir los presupuestos de alimentos del hogar en un diez por ciento. Este llamado a la acción provino del reconocimiento de que los patrones de consumo excesivo en Canadá y Estados Unidos estaban alimentando la injusticia global. Longacre se enfrentó a la “sagrada frustración” de querer recortar pero no saber por dónde comenzar, y en ese enfrentamiento surgió un descubrimiento: es posible que desperdiciar, comer y gastar menos realmente nos dé más. En las páginas iniciales de More-with-Less Longacre describe a los Menonitas (blancos) en EE.UU. y Canadá como buenos cocineros que se preocupan por el hambre del mundo, convirtiendo hábilmente un lugar social en uno teológico y ético: “Estamos buscando formas de vivir de manera más simple y alegre, formas que surjan de nuestra tradición pero que se formen a partir de la fe viva y las demandas de nuestro mundo hambriento”. La seguridad alimentaria y la soberanía alimentaria son cuestiones que la teología de la paz debe abordar. El evangelio cristiano, encontrado a través de los libros de Cocina de la Comunidad Mundial, es un mensaje de bienestar encontrado a través de la interdependencia.

A través de More-with-Less y Living More with Less, Longacre identificó formas de saber, ser y hacer que nos ayudan a ver y hacer conexiones entre nuestras vidas, las comunidades de todo el mundo, el mundo natural que necesita tanto nuestro respeto y ternura y el llamado de Dios a la justicia y a las vidas no conformadas que también son vidas de libertad. More-with-Less invita a aquellas personas en el Norte global que son ricas a mirar hacia adentro y hacer preguntas como: “¿Cómo puede mi comunidad redimensionar su huella ecológica para que podamos vivir más libremente?”. En Extending the Table, mientras tanto, volvemos nuestra mirada hacia el mundo, pero con una nueva conciencia de que el mundo de Dios está lleno de recursos. El hecho de que las personas ricas dan a las pobres no es justicia. Se hace justicia cuando las personas ricas y las pobres comparten lo que tienen entre sí. Finalmente, Simply in Season reúne lo externo y lo interno porque la invitación a comer local y estacionalmente se trata de obtener una mejor comprensión de los ritmos y estaciones de los lugares donde vivimos y las complejidades del sistema alimentario global en los lugares donde compramos. De hecho, la coeditora de Simply in Season Cathleen Hockman-Wert nos insta a pensar en comer y comprar comida como disciplinas espirituales porque el primer regalo de Dios para todas las criaturas de la Tierra es la comida y no todas las comidas son moralmente neutrales. Cada vez que recurro a este trío de libros de cocina, algo que hago semanalmente como parte de mi propia práctica espiritual de preparar comidas para mi familia y amistades, estoy muy agradecida de estar despierta y viva ante los desafíos de vivir más con menos.

Malinda Elizabeth Berry es profesora asociada de teología y ética en el Seminario Bíblico Menonita Anabautista en Elkhart, Indiana.


Bailey-Dick, Matthew. “The Kitchenhood of all Believers: A Journey into the Discourse of Mennonite Cookbooks.” Mennonite Quarterly Review. 79/2 (April 2005): 153-1 78.

Burkholder, John Richard and Barbara Nelson Gingerich. Mennonite Peace Theology: A Panorama of Types. Akron, PA: MCC Peace Office, 1991. Disponible en: https://uwaterloo.ca/grebel/sites/ca.grebel/files/uploads/files/Panorama-of-Types.pdf.

Friesen, Duane K. and Gerald W. Schlabach. Eds. At Peace and Unafraid: Public Order, Security and the Wisdom of the Cross. Scottdale, PA: Herald Press, 2005.

Longacre, Doris Janzen. Living More with Less. 30th anniversary edition. Scottdale, PA, 2010. More-with-Less Cookbook. Scottdale, PA: Herald Press, 2000.

Hockman-Wert, Cathleen. “Preaching the Good News with Our Mouths Full.” Vision: A Journal far Church and Theology. 9/1 (Spring 2008): 69-75.

Lind, Mary Beth and Cathleen Hockman-Wert. Simply in Season. Scottdale, PA: Herald Press, 2005. Schlabach, Joetta Handrich. Extending the Table: A World Community Cookbook. Scottdale, PA: Herald Press, 1991.

Evaluando la evolución del trabajo de desarrollo del CCM: reflexiones del personal del CCM

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

La mayoría de las personas trabajadoras del CCM de Canadá y EE.UU. en los programas globales del CCM generalmente han servido por períodos de uno, tres y, a veces, cinco años. Mientras tanto, un número relativamente pequeño ha continuado en servicio durante más de cinco años. Los programas del CCM han experimentado un flujo continuo de personal. En medio de estas interrupciones cíclicas, el “personal nacional” del CCM (personal del CCM que sirve dentro de sus propios países, como una mujer india que supervisa el programa educativo del CCM India o un hombre boliviano que dirige el programa de desarrollo rural del CCM Bolivia) han brindado una estabilidad vital indispensable, profundidad de conocimiento contextual y amplia experiencia a los programas del CCM. En este artículo, el personal del CCM de Bangladesh, Bolivia, Haití, India, República Democrática Popular Lao (Laos) y Nigeria, que en conjunto tiene más de 150 años de experiencia con el CCM, reflexionan sobre los cambios dentro del programa del CCM, desafíos enfrentados, éxitos celebrados y lecciones aprendidas del trabajo de desarrollo del CCM realizado en nombre de Cristo.

Bangladesh

El programa del CCM en Bangladesh comenzó en 1970 como un esfuerzo de ayuda para responder a las necesidades de las víctimas de desastres naturales. El CCM respondió a inundaciones, ciclones y mareas gigantescas con dinero, materiales y personal. Con el paso del tiempo, esta respuesta de ayuda se convirtió en actividades de desarrollo agrícola y económico. Los esfuerzos de desarrollo se centraron en dos iniciativas principales: educar a las personas agricultoras pobres sobre cómo aumentar la producción de cultivos y empoderar a las mujeres desfavorecidas para ganarse la vida para mantener a sus familias.

El CCM realizó su investigación agrícola en los años setenta y ochenta en colaboración con institutos de investigación de Bangladesh. Sus publicaciones anuales de investigación fueron muy valoradas por investigadores(as) nacionales.

El programa agrícola del CCM introdujo verduras de invierno y soja (un nuevo cultivo) en su área operativa. El CCM introdujo estos cultivos para aumentar los ingresos de las familias de las personas agricultoras y ayudar a aliviar la desnutrición generalizada entre la población rural. Los cultivos introducidos por el CCM continuaron siendo cultivados por la personas agricultoras mucho después de que el CCM dejó de trabajar en el área, proveyendo ingresos para sus familias y alimentos. Casi todos los cultivos producidos por personas agricultoras en Bangladesh se cultivan con la intención de vender algunos o todos por dinero en efectivo. En muchos casos, las personas agricultoras venden toda su cosecha para pagar deudas y luego vuelven a comprar su comida de esa misma cosecha vendiendo su trabajo. En el caso de Bangladesh, el enfoque del CCM en la agricultura fue muy apropiado.

El CCM llevó a cabo su investigación agrícola en colaboración con los institutos de investigación agrícola del país. Las publicaciones de investigación anuales del CCM fueron muy valoradas por investigadores(as) nacionales. Desde principios de los años setenta hasta los ochenta, las instituciones agrícolas de Bangladesh no contaban con personal adecuado, ya que el nuevo país carecía del personal y recursos financieros necesarios para satisfacer las necesidades de las personas agricultoras y sector agrícola en general. Se utilizaron recursos gubernamentales limitados principalmente para impulsar la producción de arroz y trigo. El trabajo del CCM con la investigación y extensión de cultivos de vegetales y soja fue muy apreciada por investigadores(a) agrícolas y extensionistas gubernamentales por igual.

Las mujeres desfavorecidas se definieron como aquellas que fueron abandonadas, divorciadas o viudas y que, en la mayoría de los casos, tenían hijas e hijos que criar. En una sociedad conservadora, el empleo normal fuera del hogar no era una opción viable para estas mujeres. Por lo tanto, el programa se centró en crear empleos donde estas mujeres pudieran trabajar desde sus propios hogares o en áreas enclaustradas no muy lejos de sus hogares.

El programa de creación de empleo del CCM Bangladesh ayudó a crear Aarong, una tienda departamental ahora exitosa en todo el país creada para vender productos hechos principalmente por mujeres desfavorecidas. El programa de creación de empleo también generó otras iniciativas comerciales, incluyendo Saidpur Enterprises, Jute Works y Prokritee. Estas empresas de comercio justo ahora son independientes del CCM y siguen creando empleos para mujeres desfavorecidas y aportando cientos de miles de dólares para sus familias.

El programa de creación de empleo el CCM Bangladesh generó otras iniciativas comerciales, incluyendo Saidpur Enterprises, Jute Works y Prokritee. Estas empresas de comercio justo ahora son independientes del CCM y siguen creando empleos para mujeres desfavorecidas y aportando cientos de miles de dólares para sus familias.

En sus primeros años de participación en Bangladesh, el CCM trabajó a través de otras organizaciones privadas de desarrollo voluntario (PVDO por sus siglas en ingés) y con diferentes agencias gubernamentales para implementar sus programas de ayuda y desarrollo. Sin embargo, hacia mediados de los setenta, el CCM comenzó a implementar directamente programas de agricultura y creación de empleo. Durante este período, que duró hasta después de 2000, el CCM colocó personal altamente calificado para realizar investigaciones sobre la producción agrícola y creación de empleo. Estos investigadores e investigadoras trabajaron a nivel de base para encontrar soluciones a los problemas en estos sectores.

Durante este tiempo, el CCM adoptó el enfoque de que el personal nacional de Bangladesh no debería hacer de su trabajo con el CCM una carrera profesional, sino que debería salir del CCM después de unos años. Este sesgo, junto con una política de personal expatriado de tres años en el programa, condujo a una memoria institucional a corto plazo que a su vez causó algunas debilidades innatas en la organización. Una de estas debilidades fue la falta de liderazgo continuo debido a operar con personal puramente voluntario. Los cambios en el liderazgo cada tres o cinco años causaron que el programa sufriera. Una organización grande como el CCM Bangladesh se habría beneficiado enormemente de un liderazgo a largo plazo para proporcionar estabilidad, dirección constante y moral mejorada.

De 1972 a 2000, el voluntariado expatriado fue el pilar de las actividades de investigación y extensión tanto en la creación de empleo como en la agricultura para el CCM Bangladesh. Después de 2000, la metodología del CCM cambió drásticamente de “programación directa” a trabajar a través de “organizaciones asociadas”. Este enfoque tenía la desventaja de que eliminaba al CCM del contacto directo con las personas a las que intentaba ayudar. Tampoco tuvo mucho éxito al colocar a personas trabajadoras expatriadas con organizaciones asociadas para realizar actividades de investigación o extensión, ya que las organizaciones asociadas elegidas carecían de los recursos para: 1) invertir en investigación y desarrollo de nuevos enfoques tecnológicos y 2) trabajar con departamentos gubernamentales para emplear a personas expatriadas. A pesar de estas desventajas, este cambio en la metodología hacia la asociación se volvió más atractivo a medida que Bangladesh desarrolló su propia gente calificada que creó y abasteció de personal las organizaciones Bangladeshís y el gobierno se volvió cada vez más reacio en permitir a personas expatriadas servir en el país como personal de desarrollo o ayuda humanitaria.

Independientemente de los muchos cambios en el programa a lo largo de los años, los esfuerzos del CCM en Bangladesh siempre se han centrado en las personas pobres, desfavorecidas y necesitadas de ayuda. Su preocupación siempre ha sido por aquellas personas que se sienten impotentes para progresar por su cuenta, dándoles las herramientas que necesitan para salir de la pobreza hacia una existencia sostenible.

Derek D’Silva trabajó con el CCM Bangladesh en múltiples puestos desde 1974 hasta 2011, más recientemente como director del CCM Bangladesh.


India

El Comité Central Menonita en India ha cambiado significativamente a lo largo de las décadas. Mi vida también ha cambiado a través de mi asociación con el CCM. Después de recibir asistencia a través del programa de Formación Profesional del CCM cuando era joven, me uní al personal del CCM India, donde he servido durante más de 39 años. Este servicio ha sido un gran honor-un viaje de amor, cuidado, esperanza, fortaleza y fe firme en el amor de Dios.

Nuestros patrones de trabajo han cambiado y también el entorno de la oficina. Hoy tenemos muchos más aparatos electrónicos en comparación con nuestras viejas máquinas de escribir. Si bien hoy casi siempre tenemos electricidad, en el pasado trabajamos en medio de cortes de energía durante varias horas al día.

Más de 300 instituciones indias recibieron aceite de canola, leche en polvo, jabón, pollo enlatado y trigo a través de estas distribuciones del CCM, brindando atención esencial para muchas personas menores en las escuelas y adultas mayores en hogares de ancianos.

El trabajo del CCM en Calcuta es bien conocido por residentes, especialmente debido a los elementos de recursos humanitarios que el CCM distribuyó durante muchos años a escuelas, orfanatos y hogares de ancianos. Más de 300 instituciones indias recibieron aceite de canola, leche en polvo, jabón, pollo enlatado y trigo a través de estas distribuciones del CCM, brindando atención esencial para muchas personas menores en las escuelas y adultas mayores en hogares de ancianos.

El cierre del programa de distribución en la década de 1990 trajo mucha ansiedad. El CCM comenzó a centrarse más en el trabajo de desarrollo y, por lo tanto, no quería que sus instituciones asociadas se volvieran dependientes del CCM, sino que miraran más allá de las distribuciones. El CCM les alentó a desarrollar propuestas para actividades de generación de ingresos. Sin embargo, esto no siempre funcionó como se esperaba. Por ejemplo, la misión de las Hermanas de la Caridad, misión de la Madre Teresa, con la que el CCM trabajó, es alimentar a las personas pobres y hambrientas. No tienen los medios para comenzar un programa de generación de ingresos. Más bien están llamadas a prestar servicio y, hasta la fecha, siguen ocupándose de personas menores huérfanas, personas con discapacidad mental, indigentes y moribundas.

Nuestro programa educativo ahora está más centrado en el acceso a una educación de calidad que simplemente en el acceso, pero aún en India el simple acceso a la educación, es una necesidad urgente. El patrocinio educativo individual que el CCM India solía operar tenía un toque personal y fomentaba las relaciones entre patrocinadores y menores. Cada año, cada estudiante enviaba saludos navideños con una carta y una tarjeta, que disfrutaba haciendo. Esta relación de uno a uno entre estudiante y patrocinador se perdió con el cambio de enfoque hacia el fortalecimiento de las escuelas como instituciones. En la oficina de Kolkata todavía mantenemos contacto con estudiantes. El hecho de que un(a) estudiante obtenga un trabajo después de años de dificultades estudiando y capacitándose, trae satisfacción y alegría a nuestro trabajo y el cambio que vemos en la familia más tarde es notable. El CCM India ha transformado muchas vidas y traído sonrisas a estudiantes y sus familias. La compasión y el amor han marcado la diferencia en las vidas individuales.

El CCM se destaca entre otras agencias de financiación porque respeta a cada agencia asociada con la que trabajamos. Nos preocupamos por las personas y escuchamos e implementamos nuestro trabajo de manera justa. Confiamos en el buen trabajo de nuestras organizaciones asociadas. Trabajamos como organizaciones asociadas y no les hacemos sentir que una es la donante y las otras son las receptoras. Sí, también necesitamos hacer nuestro trabajo, por lo que somos transparentes desde el comienzo del proyecto con las organizaciones asociadas, miembros de su junta y participantes sobre nuestras expectativas. También compartimos con nuestras organizaciones asociadas sobre el trabajo del CCM y quién apoya al CCM.

El CCM lleva a cabo su misión sin predicar la palabra de Dios. Más bien,
nuestro personal vive la Palabra de Dios, que se puede ver a través de su actitud, comportamiento, respeto mutuo, compasión, trato justo y amor. Es por eso que muchas de las personas con las que nos encontramos quieren unirse al personal del CCM o quieren hacerse Menonitas. Oro para que esta misión continúe trayendo fe en Cristo.

Achinta Das (izquierda) y Ayesha Kader como personal del CCM presentan una comedieta, junto con sus familias, celebraron la Navidad de 2017 en la oficina del CCM en Kolkata, India. (Foto del CCM/ Colin Vandenberg)

En nuestra oficina, siempre decimos: “Esta es la obra de Dios y Él seguramente nos guiará”. El CCM es muy afortunado de haber trabajado con personas temerosas de Dios como la Madre Teresa, el difunto hermano T.V. Mathews, la difunta hermana Florence, el Dr. Johnny Oommen y muchas otras que han servido y continúan sirviendo con compasión, amor y esperanza. Estos asoociados y líderes espirituales son nuestra fortaleza y nos ayudan a ser agradecidos, amables, humildes y serviciales en momentos de necesidad.

El CCM sigue siendo un gran apoyo para las personas pobres y marginadas y trabaja arduamente para satisfacer las necesidades de las personas. El CCM es conocido por su simplicidad, justicia, actitud de escucha y compromiso para desarrollar la capacidad de las personas pobres. ¡Dios bendiga al CCM!

Ayesha Kader es coordinadora del sector educativo para el CCM India. Ha trabajado con el CCM durante cuatro décadas.


Bolivia

He trabajado con el CCM Bolivia desde 1995, primero como promotor técnico y más recientemente como coordinador de programas rurales. En estos roles, he llevado a cabo evaluaciones de los programas de desarrollo del CCM. Estas evaluaciones han revelado que las fortalezas del trabajo del CCM son: su énfasis en las conexiones, relaciones interpersonales y amistades. Las comunidades bolivianas han reconocido el compromiso y dedicación mostrados por las personas trabajadoras del CCM durante todo el proceso de implementación de los proyectos. Desde el principio hasta el final de sus períodos de servicio, se les recuerda a las personas trabajadoras del CCM la importancia de acompañar a las comunidades marginadas, a las iglesias y a las organizaciones comunitarias con las que trabajan. Las relaciones que las personas trabajadoras del CCM construyen con las personas bolivianas continúan incluso después de que el personal del CCM regresa a sus países de origen.

La implementación directa ha dado paso en la última década o dos al acompañamiento de organizaciones asociadas.

A lo largo de mi tiempo con el CCM, hemos trabajado constantemente para mejorar la seguridad alimentaria y acceso a instalaciones de agua potable y saneamiento y para minimizar el riesgo de violencia que enfrentan las comunidades vulnerables. Incluso en medio de este enfoque constante, sin embargo, uno puede notar cambios. Por ejemplo, en el pasado, el CCM implementó sus propios proyectos en comunidades rurales y urbanas, con un enfoque en la ciudad y provincias del departamento de Santa Cruz. La implementación directa ha dado paso en la última década o dos al acompañamiento de organizaciones asociadas. Un cambio relacionado durante las últimas dos décadas ha sido una reducción en el número de personas trabajadoras de servicio del CCM asignados a vivir dentro de comunidades rurales como parte del programa de desarrollo rural del CCM en Bolivia. El CCM continúa colocando personas trabajadoras, pero ahora se centra en apoyar y acompañar a las organizaciones asociadas, ya que esas organizaciones, en vez de personal del CCM, implementan proyectos de desarrollo rural en el este y oeste de Bolivia.

Patrocinio Garvizu (a la izquierda), Doug Beane y Cresencia García se reunieron con una familia local en Juan Ramos, una comunidad montañosa aislada en Bolivia, para clasificar los frijoles que acababan de cosechar. Edwin y Maricela Calderón, dos de los cuatro niños de la familia, ayudaron con la tarea. Garvizu y García, ambos miembros del personal nacional, trabajaron con miembros de la comunidad para establecer prioridades para proyectos relacionados con la agricultura. (Foto del CCM/Linda Shelly)

En el pasado, el CCM Bolivia centró su programa en el reasentamiento de familias de bajo alemán Menonitas, quechuas y aymaras que llegaron al este del país en busca de tierras para construir casas y cultivos. La migración actual sigue siendo un desafío para las comunidades rurales, ya que estas comunidades luchan por satisfacer las necesidades de agua y seguridad alimentaria. El CCM continúa caminando junto a las comunidades agrícolas, tanto indígenas nativas como Menonitas de bajo alemán, para apoyar la diversificación agrícola, la adaptación a los climas cambiantes y la colaboración y aprendizaje entre comunidades.

El CCM hablaba de proteger los recursos naturales y la importancia de los árboles desde que comenzó a trabajar en Haití, mucho antes de que otras ONG y organizaciones locales comenzaran a preocuparse por la erosión y deforestación en el país. Siempre ha tenido una visión a largo plazo para la sostenibilidad.

Las visitas de intercambio con otros programas del CCM han sido extremadamente valiosas para el personal del CCM Bolivia y nuestros asociados. Así, por ejemplo, una visita de intercambio con los programas del CCM en Bangladesh y América Central nos permitió compartir ideas sobre cómo apoyar y fortalecer a las organizaciones locales, cómo son los programas de agricultura de conservación eficaces, cómo planificar el trabajo de desarrollo agrícola de una manera que maximice la seguridad alimentaria y cómo acompañar a las comunidades rurales mientras enfrentan climas cambiantes.

Aunque los proyectos de desarrollo de ONG internacionales son bienvenidos en Bolivia, deberían ser parte de un plan de desarrollo promovido por el estado boliviano. Los proyectos del CCM, como el trabajo de otras ONG internacionales, son monitoreados más cuidadosamente hoy que antes por las autoridades gubernamentales. El CCM ha trabajado duro para cumplir con las expectativas del gobierno boliviano, mientras se mantiene constante en su compromiso de acompañar a las comunidades marginadas y se mantiene firme en su llamado a servir en nombre de Cristo.

Patrocinio Garvizu ha trabajado para el CCM en Bolivia durante veinticinco años, más recientemente como coordinador del programa rural del CCM Bolivia. Originario de una comunidad quechua en el oeste de Bolivia, ha vivido durante muchos años en el este de Bolivia con su esposa y sus dos hijos.


Haití

He visto muchas cosas en mis años con el CCM en Haití. La historia del CCM aquí es larga: es un legado de sesenta años de centrarse en las personas y desarrollar la capacidad local en Haití. Yo mismo soy un ejemplo de la inversión del CCM en el desarrollo sostenible a largo plazo a través de las personas. Cuando fui llamado a trabajar para el CCM cuando era joven, hace casi cuarenta años, no tenía idea de que esta sería mi vida. No podía imaginar todo lo que sucedería en el Valle de Artibonite de Haití a través del CCM.

Cuando pienso en el legado del CCM en Haití, pienso en los árboles verdes que cubren tantas montañas que solían ser desiertos áridos, arroyos que ahora corren nuevamente en los lechos de los ríos que habían estado secos durante décadas, aves que han regresado y rostros de las personas con quienes hemos trabajado para que esto suceda.

El trabajo del CCM en Haití siempre ha puesto un fuerte énfasis en construir organizaciones locales y equipar a la gente local. Esta ha sido siempre nuestra fortaleza. El CCM ha mantenido un enfoque en la construcción de la comunidad y la movilización de grupos de cooperación comunitaria llamados gwoupman en el kreyol haitiano. El CCM ha priorizado acompañar a las personas más vulnerables y ha trabajado para empoderar a las mujeres a través de sus programas. Ha generado respeto por los recursos naturales y el medio ambiente y siempre ha mantenido un enfoque en la paz, justicia y cambio a largo plazo.

El CCM hablaba de proteger los recursos naturales y la importancia de los árboles desde que comenzó a trabajar en Haití, mucho antes de que otras ONG y organizaciones locales comenzaran a preocuparse por la erosión y deforestación en el país. Siempre ha tenido una visión a largo plazo para la sostenibilidad. El trabajo del CCM es mejor cuando nos aferramos a esa visión empoderadora. Un compromiso con la sostenibilidad a largo plazo es la razón por la cual el CCM Haití siempre ha invertido en árboles. El CCM ayuda a las personas a aprender a cuidar sus propios recursos naturales, como el suelo, los árboles y las fuentes de agua, ayudándoles a comprender la necesidad de proteger estos recursos esenciales. Construir sobre lo que la gente tiene, en lugar de importar siempre soluciones desde el exterior-ese ha sido nuestro enfoque. Si no podemos proteger lo que tenemos, no podemos vivir bien o por mucho tiempo en Haití.

Los momentos más desafiantes para el CCM fueron durante los años de control militar después de los gobernantes Duvalier. Fue muy difícil para el CCM trabajar en estos años. Durante ese tiempo, hubo desafíos prácticos que nos impidieron hacer el trabajo, así como desafíos espirituales y psicológicos que resultan de vivir con miedo y represión. No pudimos plantar árboles ni organizar capacitaciones de conservación del suelo para ayudar a las personas a cultivar mejor. Pero lo más difícil fue que no pudimos celebrar reuniones o juntar a los miembros de la comunidad. No pudimos movilizarnos. No pudimos juntar nuestras manos para apoyarnos mutuamente. Esta fue la realidad durante los años militares. Hoy nos enfrentamos nuevamente con problemas políticos, los peores desde entonces. Este es siempre nuestro desafío en Haití, estar en el campo, haciendo el trabajo a pesar de los problemas políticos que nos rodean y la gente que quiere dividirnos y separarnos.

Jean Remy Azor trabajó con Jefte Saingelus, hijo de Joseph Saingelus (también miembro del personal del CCM Haití), para descargar bolsas de alimentos para ayuda después del terremoto de enero de 2010 que devastó partes de Haití. La foto fue tomada a fines de enero de 2010 en la oficina del CCM en Puerto Príncipe. (Foto del CCM/Ben Depp)

Cuando pienso en el legado del CCM en Haití, pienso en los árboles verdes que cubren tantas montañas que solían ser desiertos áridos, arroyos que ahora corren nuevamente en los lechos de los ríos que habían estado secos durante décadas, aves que han regresado y rostros de las personas con quienes hemos trabajado para que esto suceda. Hemos demostrado a las personas que un futuro sostenible y esperanzador es posible y es uno en el que vale la pena invertir. La gente ahora cree que los árboles pueden ser una fuente de ingresos y tienen suficiente valor para que las personas los compren y los planten con el poco dinero que tienen. Hay comunidades donde trabaja el CCM que ahora tienen sus propios viveros de árboles autosuficientes. Hemos creado un espíritu empresarial alrededor de los árboles, para que las personas ingresen al negocio de los árboles, para que inviertan en sus propias comunidades. El CCM ha creado un espíritu de esperanza que motiva a las personas a invertir en el futuro. Ahora ven la compra de árboles como algo importante porque los árboles tienen un valor económico y ambiental-las personas quieren invertir en árboles porque tienen esperanza y creen que tienen el poder de cambiar su futuro. No se puede poner precio a este cambio de mentalidad.

El personal y asociados del CCM, en la forma en que hacen su trabajo, su pasión por su trabajo y la forma en que viven sus valores a través del servicio, están realmente comprometidos con el servicio en nombre de Cristo. Tal servicio es el mayor éxito del CCM y es la semilla del desarrollo duradero plantado aquí en Haití.

Jean Remy Azor es director ejecutivo de la organizción asociada del CCM Haití, Konbit Peyizan. Trabajó anter iormente con el CCM Haití durante 37 años.


Nigeria

Al revisar la historia del CCM Nigeria, se pueden ver varios cambios programáticos. Por ejemplo, el compromiso principal del CCM durante sus primeros años en Nigeria implicó la colocación de docentes de Canadá y Estados Unidos en escuelas nigerianas como parte del Programa de Maestros en el Extranjero (TAP) del CCM. A medida que Nigeria comenzó a graduar a más docentes de universidades y colegios de enseñanza, el programa del CCM se expandió a una variedad de otros sectores, como desarrollo agrícola, extensión de atención médica, forestación y más. Las semillas de nuevas ideas fueron plantadas, algunas brotando, floreciendo y creciendo en robles y otras muriendo. Otros cambios en las últimas décadas incluyen:

  • una transición de involucrar principalmente a organizaciones nigerianas para las asignaciones de servicio de personas trabajadoras del CCM a también otorgar contribuciones financieras para apoyar las visiones de las organizaciones asociadas;
  • un cambio de ser las iglesias las organizaciones asociadas primarias o incluso exclusivas del CCM al desarrollo de asociaciones con organizaciones identificadas con otras religiones (en el caso de Nigeria, Islam);
  • un movimiento de la construcción de relaciones como el modo programático primario del CCM hacia la adopción de programación basada en resultados;
  • un cambio de liderazgo del programa del CCM proveniente exclusivamente de Canadá y Estados Unidos a personas nigerianas, tal como yo, capaz de asumir un papel de liderazgo en mi propio país, un cambio que valora la profundidad del conocimiento cultural y contextual que las personas nigerianas aportan al trabajo del CCM en Nigeria.

A pesar de los cambios en algunas áreas de las operaciones del CCM en Nigeria, algunas cosas se han mantenido constantes, tales como:

  • trabajar junto a organizaciones asociadas en relaciones de mutualidad;
  • estar presente para compartir las alegrías, sufrimientos y desafíos del pueblo nigeriano en las comunidades donde opera el CCM;
  • construir relaciones con iglesias y comunidades vulnerables;
  • valorar y conectarse con las personas nigerianas como personas hechas a imagen de Dios.

Matthew Tangbuin es representante del CCM Nigeria. Ha trabajado para el CCM durante 21 años.


Laos

Durante las cuatro décadas de su presencia en Laos, el CCM ha participado activamente en proyectos que van desde abordar el problema de los artefactos sin detonar (UXO por sus siglas en inglés), organizar la capacitación de docentes, proporcionar los suministros necesarios para la educación de niñas y niños e implementar complejos proyectos de desarrollo rural integrados destinados a mejorar la seguridad alimentaria, nutrición y saneamiento en aldeas remotas. A lo largo de estos variados proyectos, lo que se ha mantenido constante es un énfasis en la construcción de paz. Sin embargo, el enfoque de la construcción de paz del CCM ha cambiado a lo largo de los años, pasando de ayudar inicialmente a las personas agricultoras a enfrentar las muertes por las minibombas a ayudar, más recientemente, a resolver problemas de tierras y ofrecer capacitación en resolución de conflictos en comunidades rurales.

Lo que creo que caracteriza al CCM en su mejor momento, ha sido trabajar estrechamente con las personas de las aldeas, compartiendo sus triunfos y angustias, aprendiendo de ellas y presenciando una mejora lenta pero constante en sus vidas.

Al reflexionar sobre mis años con el CCM, lo que más se destaca, y lo que creo que caracteriza al CCM en su mejor momento, ha sido trabajar estrechamente con las personas de las aldeas, compartiendo sus triunfos y angustias, aprendiendo de ellas y presenciando una mejora lenta pero constante en sus vidas. Nuestra recompensa ha sido una sensación de satisfacción al ver una esperanza renovada, empoderamiento y gratitud en los ojos de aquellas personas a quienes ayudamos, como el niño cuya vista fue restaurada después de que una explosión de una minibomba lo lesionara y el CCM lo llevara de emergencia al hospital.

Si alguna vez hubo una necesidad desesperada en Laos, fue eliminar las minibombas (artefactos sin detonar) lanzadas por el ejército de EE.UU. a los campos agrícolas en el norte del país en el apogeo de la guerra liderada por EE.UU. en el vecino Vietnam. Los agricultores no pudieron cultivar sus coshechas de arroz debido a las bombas-o, cuando lo intentaron, muchos resultaron muertos y heridos. En 1975, en colaboración con el Comité de Servicio de Amigos Americanos (AFSC por sus siglas en inglés), el CCM inició esfuerzos para reducir el daño continuo causado por bombas y minibombas sin detonar. En el verdadero espíritu del CCM, el equipo del CCM trabajó directamente con los agricultores, suministrando palas, bueyes, arados y un tractor blindado para limpiar la tierra. Este método de despejar las minibombas, aunque tuvo un impacto positivo, fue ineficiente y, aparte de los tractores blindados, no siempre fue seguro.

Tengo innumerables recuerdos de ver a las personas aldeanas llevando a sus hijas e hijos con dolencias a ver al médico del CCM temprano en la mañana, antes de que se abriera el dispensario, agradecidas por el acceso a la atención médica.

A través de la incidencia y participación en las políticas públicas, el CCM buscó durante los siguientes veinte años crear conciencia sobre cómo las mimibombas sin detonar ponen a los agricultores de Laos y sus familias en riesgo diario. Luego, después de dos décadas de esfuerzo, el CCM se asoció con el Mines Advisory Group (MAG) del Reino Unido. ¡Solo en 1994, el CCM y MAG destruyeron más de 4,000 artefactos sin detonar!

En sus proyectos de salud y desarrollo rural integrado, el CCM ha utilizado el mismo enfoque efectivo de trabajar estrechamente con las personas aldeanas en distritos remotos de provincias como Huaphan, Phong Saly, Vientiane y Saysomboun. Trabajando con el liderazgo de las aldeas, determinamos y abordamos sus necesidades más apremiantes. Nuestro enfoque funcionó, ayudando a aliviar la pobreza y enfermedad. Tengo innumerables recuerdos de ver a las personas aldeanas llevando a sus hijas e hijos con dolencias a ver al médico del CCM temprano en la mañana, antes de que se abriera el dispensario, agradecidas por el acceso a la atención médica.

Tuvimos muchos desafíos. Viajar para visitar a familias pobres en aldeas remotas consumía mucho tiempo y era costoso. Para el despeje de las minibombas, el CCM y el gobierno de Laos carecían de experiencia técnica, por lo que la búsqueda de formas eficientes y seguras de eliminar las bombas llevó mucho tiempo. Crear conciencia sobre el problema de las minibombas tomó demasiado tiempo-fueron casi veinte años después de la guerra que el problema de las minibomba se hizo globalmente reconocido.

A lo largo de las décadas, el personal del CCM Laos ha aprendido el valor de trabajar estrechamente con las comunidades, desarrollar habilidades de construcción de paz comunitaria, colaborar amigablemente con organizaciones asociadas y diversas entidades gubernamentales (desde los consejos de las aldeas hasta los departamentos y ministerios del gobierno) y la centralidad del bienestar de quienes estamos aquí para ayudar. Cuando hemos tenido en cuenta estos principios, hemos tenido éxito en todos los esfuerzos que hemos emprendido.

Hien Phammachanh trabajó con el CCM Laos desde 1984 hasta 2010, más recientemente como ca-representante.


Klassen, George. The Rower Pump. Dhaka: MCC Bangladesh, 1979.

Simple living, peace theology and MCC’s World Community Cookbooks

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[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

A decade ago, as MCC turned ninety, I had the opportunity to reflect on the importance of MCC cookbooks within MCC’s institutional story and the impact of those cookbooks on all kinds of communities around the world. I was surprised by how deep my reflection took me and how much of my identity as a Christian is connected to the World Community Cookbooks trilogy: More-with-Less Cookbook, Extending the Table and Simply in Season.

My analysis and appreciation for these cookbooks begin with Matthew Bailey-Dick’s 2005 essay on “The Kitchenhood of All Believers,” in which he argued that we have failed to appreciate how collections of recipes are more than cultural, historical or sociological artifacts, but can also be useful resources for theological reflection. Some of us Mennonites in the U.S. and Canada can be lousy Anabaptists—we can get so focused on how cookbooks carry on particular culinary ethnic traditions that we fail to notice that even a cookbook can “stand as a witness to the Gospel” and serve as “a mission partner for God’s work in the world.” Bailey-Dick goes on to identify at least eight different ways Mennonite cookbooks in Canada and the U.S. communicate the forces that shape our faith: simple living, the globalization of Mennonites, remembering the past, Mennonite migration patterns, gender roles, Anabaptist history, acculturation and inter-Mennonite cooperation.

Doris Janzen Longacre and her daughter Cara Sue Longacre demonstrate preparing a dish at a seminar in 1976. Janzen Longacre’s More-with-Less Cookbook was first published in 1976 and quickly embraced not only for simple, nourishing recipes but also for its inspiring emphasis on sharing resources and choosing to live with less. (MCC photo/Ernie Klassen)

When it comes to the World Community Cookbooks, I could treat each of these themes separately. The very idea of “more-with-less” has its roots in the world food crisis and expressions of simple living of the 1970s. As an organization, MCC has contributed to Mennonites’ collective experience of globalization, shaped Mennonite migration patterns, served as an organizing base for gender justice and figured prominently in the last century of Anabaptist history as we have worked to integrate who Mennonites have been and who we are becoming. In this article, however, I prefer to mix these themes together into a kind of peace theology party mix. That is, when I look at this trilogy of cookbooks, I see all these themes contributing to a larger conversation about how we live as Anabaptist Mennonites seeking to practice and preach the gospel of peace in the global village of a groaning planet.

A few words about what I mean by “peace theology” are in order. Peace theology is an approach to interpreting Christian scripture, articulating a religious worldview and proclaiming a form of Christian faith that manifests in a commitment to renounce violence and follow Jesus Christ, the Prince of Peace. Peace theology is not one thing, nor is there one form of Mennonite peace theology. In 1989, for example, MCC sponsored a collaborative project of its Peace Committee and Ecumenical Peace Theology Working Group to describe the various types of Mennonite thinking about peace and explicate their theological foundations. With a goal “to seek a consensus on a perspective that would be useful to MCC” as it strove to “articulate [its] perspective in interchurch/ecumenical contexts,” the project produced the modest print publication, Mennonite Peace Theology: A Panorama of Types, published by MCC’s Peace Office in 1991. In 2005, MCC initiated another round of this original project, culminating in a conference and book entitled At Peace and Unafraid: Public Order, Security, and the Wisdom of the Cross. Like the earlier panorama, this conversation sought to sort through difficult questions about daily Christian living and about what systems help create and maintain peaceable communities. The project team proposed seven “continuing lines of inquiry,” the first of which was a call for more empirical evidence: “We could use a further project combining the folk methods of Doris Janzen Longacre and the scholarly methods of Gene Sharp to gather more examples of nonviolent ‘best practices’ that are contributing to human security.” I mention all of this because I consider Doris Janzen Longacre, editor and compiler of the original More-with-Less cookbook and its companion volume on simple living, Living More with Less, to be one of the insufficiently praised contributors to Mennonite peace theology in the twentieth century.

While her formal training was dietetics, Longacre’s approach to her work staffing MCC’s Food and Hunger Concerns Desk was also pastoral. In the 1970s, MCC was challenging its constituents to eat and live more simply by decreasing household food budgets by ten percent. This call to action came from the recognition that patterns of overconsumption in Canada and the U.S. were feeding global injustice. Longacre grappled with the “holy frustration” of wanting to cut back but not knowing where to begin, and in that grappling emerged with a discovery: it is possible that wasting, eating and spending less actually gives us more. In the opening pages of More-with-Less, Longacre describes (white) Mennonites in the U.S. and Canada as good cooks who care about the world’s hungry, deftly turning a social location into a theological and ethical one: “We are looking for ways to live more simply and joyfully, ways that grow out of our tradition but take their shape from living faith and the demands of our hungry world.” Food security and food sovereignty are indeed matters to which peace theology must attend. The Christian gospel, encountered through the World Community Cookbooks, is a message of well-being found through interdependence.

In the 1970s, MCC was challenging its constituents to eat and live more simply by decreasing household food budgets by ten percent. This call to action came from the recognition that patterns of overconsumption in Canada and the U.S. were feeding global injustice.

Through More-with-Less and Living More with Less, Longacre identified ways of knowing, being and doing that help us see and make connections among our lives, communities around the world, the natural world that needs both our respect and tenderness and God’s calls for justice and for nonconformed lives that are also lives of freedom. More-with-Less invites those in the global North who are affluent to turn our gazes inward and ask questions like: “How can my community resize its ecological footprint so that we can live more freely?” Extending the Table, meanwhile, turns our gaze back out at the world, but with a new awareness that God’s world is full of resources. The rich giving to the poor is not justice. Justice is done when the rich and poor share what they have with each other. Finally, Simply in Season brings the outward and inward together because the invitation to eat locally and seasonally is about gaining a better understanding of both the rhythms and seasons of the places where we live and the complexities of the global food system in the places where we shop. Indeed, Simply in Season co-editor Cathleen Hockman-Wert urges us to think of eating and shopping for food as spiritual disciplines because God’s first gift to all Earth’s creatures is that of food and not all foods are morally neutral. Whenever I turn to this trio of cookbooks, something I do weekly as part of my own spiritual practice of preparing meals for my family and friends, I do so grateful that I am awake and alive to the challenges of living more with less.

Malinda Elizabeth Berry is associate professor of theology and ethics at Anabaptist Mennonite Biblical Seminary in Elkhart, Indiana.


Bailey-Dick, Matthew. “The Kitchenhood of all Believers: A Journey into the Discourse
of Mennonite Cookbooks.” Mennonite Quarterly Review. 79/2 (April 2005): 153–178.

Burkholder, John Richard and Barbara Nelson Gingerich. Mennonite Peace Theology:
A Panorama of Types. Akron, PA: MCC Peace Office, 1991. Available at https://uwaterloo.ca/grebel/sites/ca.grebel/files/uploads/files/Panorama-of-Types.pdf.

Friesen, Duane K. and Gerald W. Schlabach. Eds. At Peace and Unafraid: Public Order, Security and the Wisdom of the Cross. Scottdale, PA: Herald Press, 2005.

Longacre, Doris Janzen. Living More with Less. 30th anniversary edition. Scottdale, PA, 2010.

More-with-Less Cookbook. Scottdale, PA: Herald Press, 2000.

Hockman-Wert, Cathleen. “Preaching the Good News with Our Mouths Full.” Vision: A Journal for Church and Theology. 9/1 (Spring 2008): 69–75.

Lind, Mary Beth and Cathleen Hockman-Wert. Simply in Season. Scottdale, PA: Herald
Press, 2005.

Schlabach, Joetta Handrich. Extending the Table: A World Community Cookbook. Scottdale, PA: Herald Press, 1991.

Assessing the evolution of MCC’s development work: reflections from MCC’s global staff

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[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Most MCC workers from Canada and the U.S. in MCC’s global programs have typically served for one-, three- and sometimes five-year terms. A relatively small number, meanwhile, have continued in service for more than five years. MCC programs have thus experienced ongoing flux in staffing. Amidst these cyclical disruptions, MCC’s “national staff” (MCC workers who serve within their own countries, such as an Indian woman who oversees MCC India’s education program or a Bolivian man who directs MCC Bolivia’s rural development program) have provided indispensable and vital stability, depth of contextual knowledge and breadth of experience to MCC programs. In this article, MCC staff from Bangladesh, Bolivia, Haiti, India, Lao People’s Democratic Republic (Laos) and Nigeria, who together have over 150 years of MCC experience, reflect on shifts within MCC’s program, challenges faced, successes celebrated and lessons learned from MCC’s development work carried out in the name of Christ.

Bangladesh

The MCC program in Bangladesh began in 1970 as a relief effort to respond to needs of victims of natural disasters. MCC responded to floods, cyclones and tidal bores with money, materials and personnel. As time went on, this relief response progressed into agricultural and economic development activities. Development efforts focused on two main initiatives: educating poor farmers how to increase crop production and empowering disadvantaged women to earn a living to support their families.

MCC’s agricultural program introduced winter vegetables and soybeans (a new crop) in its operational area. MCC introduced these crops to increase income for farming families and to help alleviate the widespread malnutrition among the rural population. The crops MCC introduced continued to be grown by farmers long after MCC stopped working in the area, providing income for farm families and food. Almost all crops grown by farmers in Bangladesh are grown with the intent of selling some or all of them for cash. In many cases farmers sell their entire crop to pay off debts and later buy the same food back by selling their labor. In the case of Bangladesh, MCC’s focus on agriculture was very appropriate.

MCC carried out its agricultural research in the seventies and eighties in collaboration with Bangladesh’s research institutes. Its annual research publications were valued greatly by national researchers.

MCC carried out its agricultural research in collaboration with the country’s agricultural research institutes. MCC’s annual research publications were valued greatly by national researchers. From the early seventies through the eighties, Bangladeshi agricultural institutions were not staffed adequately as the new country lacked the personnel and financial resources necessary to meet the needs of farmers and the agriculture sector in general. Limited government resources were used primarily to boost rice and wheat production. MCC’s work with vegetable and soybean crop research and extension was greatly appreciated by governmental agricultural researchers and extensionists alike.

Disadvantaged women were defined as those who were abandoned, divorced or widowed and who, in most cases, had children to raise. In a conservative society, normal employment outside the home was not a viable option for these women. The program therefore focused on creating jobs where these women could work from their own homes or in cloistered areas not far from their homes.

MCC Bangladesh’s job creation program helped bring about Aarong, a now nationwide and hugely successful department store created to sell products made primarily by disadvantaged women. The job creation program also spawned other business initiatives, including Saidpur Enterprises, Jute Works and Prokritee. These fair-trade businesses are now independent of MCC and are still creating jobs for disadvantaged women and bringing in hundreds of thousands of dollars for their families.

In its early years of involvement in Bangladesh, MCC worked through other Private Voluntary Development Organizations (PVDOs) and with different government agencies to implement its relief and development programs. However, towards the mid-seventies, MCC began to directly implement agriculture and job creation programs. During this period, which lasted until after 2000, MCC placed highly qualified personnel to conduct research into agricultural production and job creation. These researchers worked at the grassroots level to find solutions to problems in these sectors.

During this time, MCC adopted the approach that Bangladeshi national staff should not usually make a career working for MCC, but should typically move on from MCC after a few years. This bias, coupled with a policy of three-year expatriate personnel circulating through the program, led to short-term institutional memory which in turn caused some innate weaknesses in the organization. One of these weaknesses was the lack of sustained leadership at the top due to operating with purely voluntary workers. Changes in leadership every three-to-five year caused the program to suffer. A large organization such as MCC Bangladesh would have benefited greatly from long-term leadership to provide stability, consistent direction and improved morale.

MCC Bangladesh’s job creation program spawned several business initiatives, including Saidpur Enterprises, Jute Works and Prokritee. these fair trade businesses are now independent of MCC and are still creating jobs for disadvantaged women and bringing in hundres of thousand of dollars for their families.

From 1972 to 2000, expatriate volunteers were the mainstay for research and extension activities in both job creation and agriculture for MCC Bangladesh. After 2000, MCC’s methodology changed drastically from “direct programming” to working through “partners.” This approach had a disadvantage in that it removed MCC from direct contact with the people it was trying to help. It was also not very successful in placing expatriate workers with partners to conduct research or extension activities as the partners chosen lacked the resources to: 1) invest in research in and development of new technological approaches and 2) work with government departments to employ expatriates. Despite these disadvantages, this shift in methodology towards partnership became more attractive as Bangladesh developed skilled people of its own who created and staffed Bangladeshi organizations and the government became more and more reluctant to allow expatriates to serve in the country as development or relief workers.

Regardless of the many changes to the program over the years, MCC’s efforts in Bangladesh have always focused on the poor, disadvantaged and those in need of aid. Its concern has always been for those who feel powerless to progress on their own, giving them the tools they need to rise out of poverty into a sustainable existence.

Derek D’Silva worked with MCC Bangladesh in multiple capacities from 1974 to 2011, most recently as MCC Bangladesh director.


India

Mennonite Central Committee in India has changed significantly over the decades. My life too has been changed through my association with MCC. After receiving assistance through MCC’s Vocational Training program as a young woman, I joined MCC India’s staff, where I have served for over 39 years. This service has been a tremendous honour—a journey of love, care, hope, strength and strong faith in God’s love.

Our work patterns have changed and so has the office environment. Today we have many more electronic gadgets compared to our old typewriters. While today we almost always have electricity, in the past we worked amidst power cuts for several hours a day.

More than 300 Indian institutions received canola oil, milk powder, soap, canned chicken and wheat through these MCC distributions, providing essential care for many children in schools and the elderly in old age homes.

MCC’s work in Kolkata is well-known by residents, especially because of the humanitarian resource items that MCC distributed for many years to schools, orphanages and old age homes. More than 300 institutions received canola oil, milk powder, soap, canned chicken and wheat through these MCC distributions, providing essential care for many children in schools and the elderly in old age homes.

The closing of the distribution program in the 1990s brought a lot of anxiety. MCC began to focus more on development work and thus did not want its partner institutions to become dependent on MCC but rather to look beyond handouts. MCC encouraged them to develop proposals for income generation activities. However, this did not always work as hoped. For example, the mission of the Sisters of Charity, Mother Teresa’s mission, with which MCC worked, is to feed the poor and hungry. They do not have the means to start an income generation program. Rather they are called to give service and to date they are still taking care of orphans, the mentally challenged, the destitute and the dying.

Our education program is now more focused on access to quality education than simply on access, but still in India access to education, period, is a pressing need. The one-to-one educational sponsorship that MCC India used to operate had a personal touch and fostered relationships between sponsors and children. Each year the students sent Christmas Greetings with a letter and card, which the students enjoyed doing. This one-to-one relationship between student and sponsor got lost with the change in focus towards strengthening schools as institutions. We in the Kolkata office still maintain contact with students. When we see a student get a job after years of struggle through schooling and training, that brings satisfaction and joy to our work and the change we see in the family later is remarkable. MCC India has transformed many lives and brought smiles to the faces of students and their families. Compassion and love have made a difference in individual lives.

Achinta Das (left) and Ayesha Kader present a skit as MCC staff, along with their families, celebrated Christmas 2017 at MCC’s office in Kolkata, India. (MCC photo/ Colin Vandenberg)

MCC stands out among other funding agencies because MCC respects each partner agency with whom we work. We care for people and we listen and implement our work in a just way. We trust our partners’ good work. We work as partners and do not make them feel that we are the donors and they are the receivers. Yes, we need our work done, too, so we are transparent from the beginning of the project with partners, their board members and participants about our expectations. We also share with them about MCC’s work and who supports MCC.

MCC carries out its mission without preaching the word of God. Rather, our staff live out the word of God, which one can see through their attitude, behaviour, respect for each other, compassion, just dealing and love. That is why many of the people whom we come across want to join MCC’s staff or want to become a Mennonite. I pray that this mission carries on bringing faith in Christ.

In our office, we always say, “This is God’s work and He will surely guide us through.” MCC is so fortunate to have worked with God-fearing people like Mother Teresa, the late Brother T.V. Mathews, the late Sister Florence, Dr. Johnny Oommen and many others who have served and continue to serve with compassion, love and hope. These partners and spiritual leaders are our strength and help us to be gracious, kind, humble and helpful to each other in times of need.

MCC continues to be a strong support to the impoverished and marginalized and works hard to meet the needs of the people. MCC is known for its simplicity, justice, listening attitude and commitment to building the capacity of the poor. God bless MCC!

Ayesha Kader is education sector coordinator for MCC India. She has worked with MCC for four decades.


Bolivia

Direct implementation has given way over the past decade or two to partner accompaniment.

I have worked with MCC Bolivia since 1995, first as a technical officer and more recently as rural program coordinator. In these roles, I have carried out evaluations of MCC’s development programs. These evaluations have revealed that the strengths of MCC’s work are its emphases on connections, interpersonal relationships and friendships. Bolivian communities have recognized the commitment and dedication shown by MCC workers throughout the project implementation process. From the beginning to the end of their service terms, MCC workers are reminded of the importance of accompanying marginalized communities and the churches and community-based organizations that work with them. The relationships MCC workers build with Bolivians continue even after MCC staff return to their countries of origin.

Patrocinio Garvizu (from left),
Doug Beane and Cresencia Garcia
gathered with a local family in
Juan Ramos, an isolated mountain
community in Bolivia, to sort beans
that were just harvested. Edwin
and Maricela Calderon, two of the
four children in the family, helped
with the task. Garvizu and Garcia,
both national staff, worked with
community members to set priorities
for agriculture-related projects.
(MCC photo/Linda Shelly)
Patrocinio Garvizu (from left),
Doug Beane and Cresencia Garcia
gathered with a local family in
Juan Ramos, an isolated mountain
community in Bolivia, to sort beans
that were just harvested. Edwin
and Maricela Calderon, two of the
four children in the family, helped
with the task. Garvizu and Garcia,
both national staff, worked with
community members to set priorities
for agriculture-related projects.
(MCC photo/Linda Shelly)

Throughout my time with MCC, we have consistently worked to improve food security and access to safe water and sanitation facilities and to minimize the risk of violence faced by vulnerable communities. Even amidst this consistent focus, however, one can note shifts. For example, in the past MCC implemented its own projects in rural and urban communities, with a focus on the city and provinces of the Santa Cruz department. Direct implementation has given way over the past decade or two to partner accompaniment. A related shift during these past two decades has been a reduction in the number of MCC service workers assigned to live within rural communities as part of MCC’s rural development program in Bolivia. MCC continues to place workers, but its focus is now on supporting and accompanying partner organizations as those organizations, rather than MCC staff, implement rural development projects in eastern and western Bolivia.

In the past, MCC Bolivia focused its program on resettling Low German Mennonite, Quechua and Aymara families who arrived in the east of the country in search of land for building houses and growing crops. Migration today continues to be a challenge facing rural communities, as these communities struggle to meet water and food security needs. MCC continues to walk alongside farming communities, both native Indigenous and Low German Mennonite, in supporting agricultural diversification, adaptation to changing climates and cross-communal collaboration and learning.

Exchange visits with other MCC programs have been extremely valuable for MCC Bolivia staff and our partners. So, for example, an exchange visit with MCC programs in Bangladesh and Central America allowed us to share ideas about how to support and strengthen local organizations, what effective conservation agriculture programs look like, how to plan agricultural development work in a way that maximizes food security and how to accompany rural communities as they face changing climates.

Although international NGO development projects are welcome in Bolivia, they should be part of a development plan promoted by the Bolivian state. MCC’s projects, like the work of other international NGOs, are monitored more carefully today than before by government authorities. MCC has worked hard to meet Bolivian government expectations, while remaining constant in its commitment to accompany marginalized communities and standing firm in its call to serve in the name of Christ.

Patrocinio Garvizu has worked for MCC in Bolivia for twenty-five years, most recently as MCC Bolivia’s rural program coordinator. Originally from a Quechua community in western Bolivia, he has lived for many years in eastern Bolivia with his wife and two children.


Haiti

MCC was talking about protecting natural resources and the importance of trees since it started working in Haiti, long before other NGOs and local organizations began worrying about erosion and deforestation in the country. It has always had a long-term vision for sustainability.

I have seen many things in my years with MCC in Haiti. MCC’s history here is long—it is a sixty-year legacy of focusing on people and building local capacity in Haiti. I myself am an example of MCC’s investment in long-term and sustainable development through people. When I was called to work for MCC as a young man, almost forty years ago, I had no idea this would be my life. I could not imagine all that would happen in Haiti’s Artibonite Valley through MCC.

MCC’s work in Haiti has always placed a strong emphasis on building up local organizations and equipping local people. This has consistently been our strength. MCC has maintained a focus on community building and mobilization of community cooperation groups called gwoupman in Haitian kreyòl. MCC has prioritized accompanying the most vulnerable and worked to empower women through its programs. It has built respect for natural resources and the environment and has always maintained a focus on peace, justice and long-term change.

When I think of MCC’s legacy in Haiti, I think of the green trees that cover so many mountains that used to be barren deserts, the streams that now run again in river beds that had been dry for decades, the birds that have returned and the faces of all the people with whom we have worked to make this happen.

MCC was talking about protecting natural resources and the importance of trees since it started working in Haiti, long before other NGOs and local organizations began worrying about erosion and deforestation in the country. It has always had a long-term vision for sustainability. MCC’s work was best when we held fast to that empowering vision. A commitment to long-term sustainability is why MCC Haiti has always invested in trees. MCC helps people learn how to care for their own natural resources, like the soil, trees and water sources, helping them understand the necessity of protecting these essential resources. To build on what people have, rather than always importing solutions from the outside—that has been our focus. If we can’t protect what we have, we cannot live well or long in Haiti.

The most challenging times for MCC was during the years of military control after the Duvalier rulers. It became really challenging for MCC to work in these years. During that time there were practical challenges that kept us from doing the work as well as the spiritual and psychological challenges that come from living under fear and repression. We couldn’t plant trees and we couldn’t organize trainings to conserve the soil to help people plant better. But the most difficult thing was that we could not hold meetings or bring community members together. We could not mobilize. We could not put our hands together to support one another. This was the reality during the military years. Today we are faced with political problems again, the worst since that time. This is always our challenge in Haiti, to be on the ground, doing the work despite the political problems around us and the people that want to divide us and pull us apart.

Jean Remy Azor worked with
Jefte Saingelus, the son of Joseph
Saingelus (also MCC Haiti staff), to
unload bags of food for relief after
the January 2010 earthquake that
devastated parts of Haiti. The photo
was taken in late January 2010 at
the MCC office in Port-au-Prince.
(MCC photo/Ben Depp)

When I think of MCC’s legacy in Haiti, I think of the green trees that cover so many mountains that used to be barren deserts, the streams that now run again in river beds that had been dry for decades, the birds that have returned and the faces of the people with whom we have worked to make this happen. We have shown people that a sustainable, hopeful future is possible and is worth investing in. People now believe that trees can be a source of income and have enough value for people to buy and plant them with the little money they have. There are communities where MCC works that now have their own self-supporting tree nurseries. We have created a business spirit around trees, for people to enter the tree business, to invest back in their own communities. MCC has created a spirit of hope that motivates people to invest in the future. They now see buying trees as something that is important because trees have economic and environmental value—people want to invest in trees because they have hope and believe they have the power to change their future. You cannot put a price on this change in mindset.

MCC’s staff and partners, in the way they do their work, their passion for their work and the way that they live out their values through service, are truly engaged in service in the name of Christ. Such service is MCC’s greatest success and is the seed of enduring development planted here in Haiti.

Jean Remy Azor is executive director of MCC Haiti partner, Konbit Peyizan. He worked previously with MCC Haiti for 37 years.


Nigeria

Reviewing MCC Nigeria’s history, one can see several programmatic shifts. For example, MCC’s main engagement during its initial years in Nigeria involved placing teachers from Canada and the U.S. in Nigerian schools as part of MCC’s Teachers Abroad Program (TAP). As Nigerians began graduating more teachers from universities and teacher colleges, MCC’s program expanded into a variety of other sectors, such as agricultural development, health care outreach, afforestation and more. The seeds of new ideas were planted, with some sprouting, blossoming and growing into oak trees and with others dying off. Other shifts over the past decades included:

  1. A transition from primarily engaging Nigerian partners through the secondment of MCC workers to also providing grants to support partners’ visions;
  2. A shift from churches being MCC’s primary or even exclusive partners to MCC also developing partnerships with organizations identified with other faiths (in Nigeria’s case, Islam);
  3. A movement from relationship building as MCC’s primary programmatic mode towards the adoption of results-based programming;
  4. A shift from MCC program leadership coming exclusively from Canada and the United States to Nigerians such as myself being able to take up a leadership role in my own country, a shift that values the depth of cultural and contextual knowledge Nigerians bring to MCC’s work in Nigeria.

Despite the changes in some areas of MCC’s operations in Nigeria, some things have remained constant, such as:

• working alongside partners in relationships of mutuality;
• being present to share in the joys, sufferings and challenges of the Nigerian people in the communities where MCC operates;
• building relationships with churches and vulnerable communities;
• valuing and connecting with Nigerians as people made in God’s image.

Matthew Tangbuin is MCC Nigeria representative. He has worked for MCC for 21 years.


Laos

Over the four decades of its presence in Laos, MCC has been actively involved in projects ranging from addressing the problem of unexploded ordinance (UXO), organizing teacher training, providing needed supplies for children’s education and implementing complex integrated rural development projects aimed at improving food security, nutrition and sanitation in remote villages. Throughout these varied projects, what has remained constant is an emphasis on peacebuilding. However, the focus of MCC’s peacebuilding has changed over the years, shifting from initially helping farmers come to grips with deaths from bombies to more recently helping to resolve land issues and offer conflict resolution training in rural communities.

What I believe characterizes MCC at its best has been working closely with villagers, sharing their triumphs and their heartaches, learning from them and witnessing slow but steady improvement in their lives.

Reflecting on my years with MCC, what stands out for me, and what I believe characterizes MCC at its best, has been working closely with villagers, sharing their triumphs and their heartaches, learning from them and witnessing slow but steady improvement in their lives. Our reward has been a sense of fulfillment in seeing renewed hope, empowerment and gratitude in the eyes of those we helped, such as the boy whose eyesight was restored after being injured by a bombie explosion and then rushed to the hospital by MCC.

If ever there was a desperate need in Laos, it was to clear bombies (unexploded bomblets) dropped by the U.S. military onto farmers’ fields in the north of the country at the height of the U.S.-led war in neighboring Vietnam. Farmers could not grow their rice crops because of the bombies— or, when they tried, many were killed and injured. In 1975, in collaboration with American Friends Service Committee (AFSC), MCC initiated efforts to reduce the ongoing damage caused by unexploded bombs and bomblets. In true MCC fashion, the MCC team worked directly with farmers, supplying shovels, oxen, plows and a shielded tractor to clear the land. This method of bombie clearance, while it had a positive impact, was inefficient and, shielded tractors aside, not always safe.

Through advocacy and public engagement, MCC sought over the ensuing twenty years to raise awareness about how unexploded bombies put Lao farmers and their families at daily risk. Then, after two decades of effort, MCC partnered with the Mines Advisory Group (MAG) from the United Kingdom. In 1994 alone, MCC and MAG destroyed more than 4,000 pieces of unexploded ordinance!

In its health and integrated rural development projects, MCC has used the same effective approach of working closely with villagers in remote districts of provinces such as Huaphan, Phong Saly, Vientiane and Saysomboun. Working with village leadership, we determined and addressed their most pressing needs. Our approach worked, helping to alleviate poverty and illness. I have countless memories of seeing villagers bringing their sick children to see the MCC medical doctor early in the morning, before the dispensary was opened, grateful for access to medical care.

I have countless memories of seeing villagers bringing their sick children to see the MCC medical doctor early in the morning, before the dispensary was opened, grateful for access to medical care.

We had many challenges. Travel to visit poor families in remote villages was time-consuming and expensive. For the bombie clearance, MCC and the Lao government lacked technical expertise, so finding efficient and safe ways to remove bombies proved time-consuming. Raising awareness about the bombie problem took too long—it was almost twenty years after the war that the bombie problem became globally recognized.

Over the decades, MCC Laos staff have learned the value of working closely with communities, building up community peacebuilding skills, collaborating amicably with partners and various government entities (from village councils to government departments and ministries) and the centrality of the wellbeing of those we are here to help. When we have kept these principles in mind, we have had success in every endeavor we have undertaken.

Hien Phammachanh served with MCC Laos from 1984 to 2010, most recently as co-representative.


Klassen, George. The Rower Pump. Dhaka: MCC Bangladesh, 1979.

Desarrollo

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Pan, en nombre de Dios, pan.

El clamor por pan en el sur de Rusia (actual Ucrania) hace cien años fue por comida. Los menonitas en Estados Unidos y Canadá respondieron y asί naciό el CCM. Solo unos meses después, la comida al sur de Rusia fue seguida por tractores. Hoy, el trabajo del CCM en nombre de las iglesias en Canadá y Estados Unidos continúa a través de la ayuda, desarrollo y paz extendidos en nombre de Cristo. Algunas personas dirίan que estos tres se siguen chronolόgicamente, uno tras otro, pero serίa más exacto decir que los esfuerzos de ayuda, desarrollo y paz de! CCM están entrelazados.

Portada: Distribuciόn de pan del CCM en Hamburgo, Alemania, ca. 1947. (Foto del CCM)

En Uganda hoy se ve la interconexiόn de la ayuda, desarrollo y paz. El CCM trabaja con iglesias y organizaciones comunitarias a medida que responden a las necesidades inmediatas de ayuda de las comunidades y al mismo tiempo abordan el trauma de asesinatos y abusos desenfrenados en sus comunidades durante años de violentos disturbios. Hoy, el trabajo de desarrollo también es crίticamente importante en estas mismas comunidades. En la regiόn de Karamoja, el CCM trabaja con la Iglesia de Uganda, mientras ésta enseña nuevas habilidades agrίcolas a personas agricultoras que alguna vez pastorearon ganado. Al visitar una comunidad para hablar sabre el proyecto, una mujer nos dijo que los cultivos no aparecίan por sί solos sino que requerίan mucho trabajo. Las represas de arena en esta misma comunidad también proveen agua que las personas necesitan para vivir vidas saludables. Las historias confirman una verdad simple: cuando las personas reciben las herramientas para mejorar sus vidas, pueden prosperar.

Este número especial del centenario de Intersections presenta vislumbres del trabajo de desarrollo del CCM en las últimas decadas–trabajo para mejorar la educaciόn, atenciόn médica, producciόn agrίcola, acceso al agua y más. Los artίculos analizan los cambios en los enfoques de desarrollo y ofrecen análisis de proyectos de desarrollo especίficos. De especial importancia en este tema son las voces del personal nacional de largo plaza del CCM, que reflexionan sabre los cambios, desafίos enfrentados y lecciones aprendidas en el trabajo de desarrollo del CCM: escuche atentamente la sabidurίa de estos fieles trabajadores del CCM.

Las mejores practicás en desarrollo deben evolucionar constantemente para satisfacer nuevas necesidades y realidades, como lo atestiguan estos artίculos. La razόn por la que respondemos, sin embargo, perdura.

Ron Byler y Ann Graber Hershberger son el director ejecutivo del CCM EE.UU. y la directora ejecutiva asociada, respectivamente.

Development(Spring 2020)

Featured

[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

“Bread, in God’s name, bread.”

The cry for bread in southern Russia (present-day Ukraine) one hundred years ago was for food. Mennonites in the United States and Canada responded and MCC was born. Only months later, the food to southern Russia was followed by tractors. Today, MCC’s work on behalf of the churches in Canada and the U.S. continues through relief, development and peace extended in the name of Christ. Some would say that these three follows each other chronologically, one after the other, but it would be more accurate to say that MCC’s relief, development and peace efforts are intertwined.

MCC bread distribution in Hamburg, Germany, ca. 1947. (MCC photo)

In Uganda today one sees the interconnectedness of relief, development and peace. MCC works with churches and community-based organizations as they respond to the immediate relief needs of communities while also addressing the trauma from rampant killing and abuse in their communities over years of violent unrest. Today, the work of development is also critically important in these same communities. In the Karamoja region, MCC works with the Church of Uganda as it teaches new agricultural skills to farmers who once herded cattle. When visiting a community to talk about the project, one woman told us the crops didn’t appear on their own but required hard work. Sand dams in this same community also provide water the people need to live healthy lives. The stories confirm a simple truth: when people are given the tools to make their lives better, they can thrive. This special centennial issue of Intersections features glimpses into MCC’s work in development over the past decades—work to improve education, healthcare, agricultural production, access to water and more. Articles analyze shifts in development approaches as well as offer analyses of specific development ventures. Of special importance in this issue are the voices of long-serving MCC national staff, who reflect on shifts, challenges faced, and lessons learned in MCC’s development work: listen carefully to the wisdom from these faithful MCCers.

Ron Byler and Ann Graber Hershberger are the MCC U.S. executive director and associate executive director, respectively.

Haciendo sostenible la asistencia humanitaria: poner a las mujeres a cargo

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

“No soy inútil”, Mona le comentó al coordinador del proyecto (seudónimo utilizado con fines de seguridad). “Aprendí en este trabajo que puedo hacer muchas cosas por mis hijos y por mí misma, sin necesidad de ayuda”. Como la única cabeza de su familia, Mona tenía pocas oportunidades de mantener a su familia. Después de participar en un proyecto de asistencia humanitaria sostenible en Siria, Mona ahora puede mantener con confianza a sus hijos.

A medida que la crisis en Siria continúa en su noveno año, el equipo del CCM Líbano y Siria tienen como objetivo satisfacer de manera sostenible el alto nivel de necesidad humanitaria que sigue existiendo en el país. Aunque la Guerra activa ha disminuido recientemente en la mayoría de las zonas de Siria, 11,7 millones de personas siguen necesitadas. La seguridad alimentaria sigue siendo una preocupación principal, ya que la crisis ha afectado gravemente la economía y bienestar económico de las personas. Dado que 6,5 millones de personas continúan sufriendo inseguridad alimentaria, el CCM identifica el acceso a los alimentos como una preocupación importante.

El abordar el acceso a los alimentos en un contexto de crisis puede enfocarse desde muchos ángulos. Después de evaluar un gran proyecto de asistencia alimentaria en Siria, el CCM descubrió que garantizar el acceso a los alimentos libera ingresos para ser utilizados para otros servicios básicos, como las necesidades médicas y los uniformes escolares. Cuando las familias carecen de alimentos, se ven obligadas a recurrir a estrategias de afrontamiento, como restringirse a una comida diaria. A medida que disminuye el acceso a los servicios y bienes básicos, aumenta la gravedad de las estrategias de afrontamiento. Las familias desplazadas y los hogares encabezados por mujeres corren el mayor riesgo de recurrir a estrategias de afrontamiento severas, ya que carecen de seguridad y estabilidad.

Las mujeres obtuvieron no solo confianza y nuevas habilidades, sino también un ingreso que podrían llevar consigo al finalizar el proyecto.

La guerra tiene efectos devastadores en individuos, familias, comunidades y naciones. Los hombres, a menudo, son reclutados para luchar u obligados a huir, mientras que las mujeres deben cuidar a sus familias. El número de hogares encabezados por mujeres solteras en Siria ha aumentado considerablemente desde que comenzó la crisis siria. Esto ha provocado que las mujeres jóvenes asuman responsabilidades y tareas vitales para la supervivencia de la comunidad, dándoles poder y responsabilidad que antes no poseían. Enfocarse en las mujeres en intervenciones de asistencia humanitaria es enfocarse en familias enteras, mejorando la sociedad siria en general. Es por eso por lo que una organización asociada del CCM, el Foro para el Desarrollo, Cultura y Diálogo (FDCD), creó un proyecto con estas mujeres en mente.

El FDCD es una organización no gubernamental (ONG) con sede en Beirut, Líbano, con una larga historia de lucha contra el extremismo violento, diálogo interreligioso, construcción de paz y respuesta de emergencia. La extensa red de asociados y amigos de la FDCD en la región de Medio Oriente y África del Norte (MEAN) le permite realizar un trabajo significativo. Los voluntarios se encuentran en todo el Líbano y Siria: esta red de voluntarios permite que el FDCD implemente directamente proyectos dentro de Siria. Por lo tanto, el CCM se asoció con el FDCD para crear un proyecto piloto destinado a servir a los hogares encabezados por mujeres solteras, abordando una necesidad humanitaria, junto con un enfoque a largo plazo en la asistencia humanitaria sostenible. De esto surgió un pequeño proyecto de cinco meses para proporcionar capacitación en procesamiento de alimentos y habilidades comerciales para las mujeres sirias.

En el corazón de este proyecto estaba la pregunta: “¿Cómo hacemos que la asistencia humanitaria sea lo más sostenible que sea posible?” El FDCD, con la ayuda del CCM, reestructuró un proyecto anterior centrado en la asistencia alimentaria para equipar a los hogares encabezados por mujeres con habilidades para producir algo profundamente necesario en las comunidades sirias: alimento.

El FDCD seleccionó dos ubicaciones para el proyecto, con diez participantes y un coordinador local por ubicación. Un facilitador para ambos lugares proporcionó consistencia en la implementación del proyecto, viajando entre los sitios del proyecto para proporcionar capacitación en habilidades comerciales. Todas las participantes del proyecto provenían de hogares liderados por mujeres solteras, con hijas, hijos y otros miembros de la familia de quienes eran las únicas responsables. Al diseñar el proyecto, coordinadores locales hablaron con las mujeres para determinar la hora ideal de inicio y finalización del día laboral, asegurando que el proyecto proporcionara a las participantes la flexibilidad necesaria para trabajar durante las horas en que sus hijos e hijas estaban en la escuela. El diseño de este proyecto eliminó la necesidad de que las mujeres pagaran por el cuidado de sus hijas e hijos o las obligara a dejarlos solos en casa.

Cuando las familias carecen de alimentos, se ven obligadas a recurrir a estrategias de afrontamiento, como restringirse a una comida diaria. A medida que disminuye el acceso a los servicios y bienes básicos, aumenta la gravedad de las estrategias de afrontamiento. Las familias desplazadas y los hogares encabezados por mujeres corren el mayor riesgo de recurrir a estrategias de afrontamiento severas, ya que carecen de seguridad y estabilidad.

Las diez mujeres se reunieron en sus respectivos centros cinco días a la semana para asistir a clases de habilidades comerciales y mercadotecnia, mientras que también aprendían el arte de mouneh. Mouneh es un proceso de enlatar alimentos para que duren mucho tiempo. Las capacitaciones de habilidades empresariales incluían clases de todo tipo, desde cómo comercializar los productos, cómo establecer precios y las mejores prácticas de saneamiento. Las mujeres obtuvieron no solo confianza y nuevas habilidades, sino también un ingreso que podrían llevar consigo al finalizar el proyecto.

Aunque el proyecto se centró únicamente en equipar a las mujeres con habilidades para ganarse la vida, surgieron tres resultados diferentes. El primer resultado fue que las veinte mujeres en el proyecto aprendieron a producir mouneh, dándoles así una habilidad concreta para mantener a sus familias. Al finalizar el proyecto, el 23% de las mujeres incluso informaron haber encontrado capacitación formal o contratos. El segundo resultado fue una mayor seguridad alimentaria para 300 familias sirias durante los duros meses de invierno, ya que una vez que las mujeres aprendieron a hacer mouneh, el FDCD distribuyó cuatro kilogramos de productos mouneh a 300 familias vulnerables durante los primeros meses de invierno. Por último, el proyecto contribuyó a la cohesión social en Siria, ya que todas las mujeres que participaron en el proyecto eran personas desplazadas internamente, provenientes de diversos orígenes y regiones de Siria. Los coordinadores del proyecto informaron que, a medida que las mujeres se reunían diariamente para aprender y enseñarse entre sí, las barreras entre ellas pasaron lentamente a un segundo plano.

El diseño del proyecto no necesita limitarse a un objetivo o resultado. La configuración del conflicto es compleja: el abordar los medios de vida de las mujeres en esos entornos inevitablemente también será complejo y desafiante. El satisfacer las necesidades básicas a través de la asistencia humanitaria, a su vez, plantea preguntas sobre cómo las mujeres que dirigen los hogares por sí mismas podrían estar equipadas para satisfacer más de las necesidades de sus familias. En el futuro, el CCM puede aprovechar las lecciones aprendidas de este proyecto mientras busca expandir sus esfuerzos humanitarios sostenibles en Siria.

Hayley Schultz participó en el programa Servir y Aprender Juntos del CCM en 2018-2019 como asistente de respuesta de paz y desastre para la organización asociada local, el Foro para el Desarrollo, Cultura y Diálogo.


Stevenson, Wendell. “Remembrance of Tastes Past: Syria’s Disappearing Food Culture.” The Guardian.

December 7, 2016. Disponible en: https://www.theguardian.com/worl/2016/dec/07/syria-refugees-disappearing-food-culture-kibbeh

Syrian Humanitarian Needs Overview. UNOCHA. https://hno-syria.org/ The Forum for Development, Culture and Dialogue: http://www.fdcd.org/

Making humanitarian assistance sustainable: put women in charge

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

“I am not useless,” Mona relayed to the project coordinator (pseudonym used for security purposes). “I learned in this job that I can do many things for my children, and myself, without needing any help.” As the sole head of her household, Mona had few opportunities to support her family. After taking part in a sustainable humanitarian assistance project in Syria, Mona is now able to confidently provide for her children.

As the crisis in Syria continues into its ninth year, the MCC Lebanon and Syria team aims meet the high level of humanitarian need that continues to exist in the country in a sustainable way. Though active fighting has recently decreased in most areas of Syria, 11.7 million people remain in need. Food security continues to be a main concern, as the crisis has severely disrupted the economy and people’s economic well-being. As 6.5 million people remain food insecure, MCC identifies access to food as a significant concern.

Addressing access to food in a crisis setting can be approached from many angles. After evaluating a large food assistance project in Syria, MCC found that ensuring access to food frees income to be used for other basic services, such as medical needs and school uniforms. When families lack food, they are forced to resort to coping strategies such as restricting themselves to one daily meal. As access to basic services and goods decreases, the severity of coping strategies increases. Displaced families and female-headed households are most at risk of resorting to severe coping strategies, as they lack security and stability.

War has devastating effects on individuals, families, communities and nations. Men are often recruited to fight or forced to flee, while women are left to care for their families. The number of single female-headed households in Syria has greatly increased since the Syrian crisis began. This has caused young women to take on responsibilities and tasks vital for community survival, giving them power and responsibility that they did not previously possess. Targeting women in humanitarian assistance interventions targets entire families, enhancing Syrian society overall. That is why an MCC partner, the Forum for Development, Culture and Dialogue (FDCD), created a project with these women in mind.

Women gained not only confidence and new skills, but an income that they can carry with them now that the project is over.

FDCD is a non-governmental organization (NGO) based in Beirut, Lebanon, with a long history of countering violent extremism, interfaith dialogue, peacebuilding and emergency response. FDCD’s extensive network of partners and friends in the Middle East and North Africa (MENA) region allows it to accomplish meaningful work. Volunteers are based throughout Lebanon and Syria: this network of volunteers allows FDCD to directly implement projects within Syria. MCC thus partnered with FDCD to create a pilot project aimed at serving households headed by single women, addressing a humanitarian need while paired with a long-term focus on sustainable humanitarian assistance. From this emerged a small five-month project to provide training in food processing and business skills for Syrian Women.

At the heart of this project was the question, “How do we make humanitarian assistance as sustainable as possible?” FDCD, with the help of MCC, restructured a previous food assistance-focused project to equip female-headed households with skills to produce something deeply needed in Syrian communities: food.

FDCD selected two locations for the project, with ten participants and one local coordinator per location. One trainer for both locations provided consistency in project implementation, traveling between the project sites to provide training in business skills. All project participants came from households led by single women, with children and other family members for whom they were solely responsible. When designing the project, the local coordinators spoke with women to determine an ideal start and end time for the work day, ensuring the project provided participants with the much-needed flexibility of working during the hours their children were at school. This project design eliminated the need for women to pay for childcare or force them to leave their children home alone.

The ten women gathered in their respective centers five days a week to attend classes in business skills and marketing, while also learning the art of mouneh. Mouneh is a process of canning food to last for a long period of time. The business training skills involved classes on everything from how to market one’s products, how to set prices and best sanitation practices. Women gained not only confidence and new skills, but an income that they could carry with them upon the project’s completion. Thus, the project was successful in making humanitarian assistance more sustainable, a success that can in turn inform future MCC programming.

When families lack food, they resort to coping strategies such as restricting themselves to one daily meal. As access to basic services and goods decreases, the severity of coping strategies increases. Displaced families and female-headed households are most at risk of resorting to severe coping strategies, as they lack security and stability.

Though the project centered solely on equipping women with livelihoods skills, three different outcomes emerged. The first outcome was that the twenty women in the project learned how to produce mouneh, thus equipping them with a concrete skill to support their families. At the conclusion of the project, 23% of the women even reported finding formal training or contracts. The second outcome was increased food security for 300 Syrian families during the harsh winter months, as once the women learned how to make mouneh, FDCD distributed four kilograms of mouneh products to 300 vulnerable families during the early winter months. Lastly, the project contributed to social cohesion in Syria, as all the women participating in the project were internally displaced people, coming from diverse backgrounds and regions in Syria. Project coordinators reported that, as women gathered daily to learn from and teach each other, the barriers between them slowly faded into the background. As the crisis in Syria continues, the MCC Lebanon and Syria team and our partners in Syria are looking for new ways to provide humanitarian assistance in a sustainable way. Project design does not need to be limited to one goal or outcome. Conflict settings are complex: addressing women’s livelihoods in those settings will inevitably also be complex and challenging. Meeting basic needs through humanitarian assistance in turn raises questions about how women leading households on their own might be equipped to meet more of their families’ needs. Going forward, MCC can build on lessons learned from this project as it seeks to expand its sustainable humanitarian efforts in Syria.

Hayley Schultz participated in MCC’s Serving and Learning Together program in 2018-2019 as the peace and disaster response assistant for a local partner, the Forum for Development, Culture and Dialogue.


Stevenson, Wendell. “Remembrance of Tastes Past: Syria’s Disappearing Food Culture.” The Guardian. December 7, 2016. Available at https://www.theguardian.com/world/2016/dec/07/syria-refugees-disappearing-food-culture-kibbeh

Syrian Humanitarian Needs Overview. UNOCHA. https://hno-syria.org/

The Forum for Development, Culture and Dialogue: http://www.fdcd.org/

Construyendo la resiliencia en un distrito propenso a la sequía en Etiopía

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Verano de 2017 se publicaran en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Boricha woreda (distrito) se encuentra en la zona de Sidama de la Región de las Naciones, Nacionalidades y Pueblos Sureños de Etiopía. Uno de los distritos más propensos a la sequía en Etiopía, Boricha es casi completamente dependiente de la agricultura alimentada por la lluvia. Boricha ha sido fuertemente afectada por el cambio climático, experimentando sequías recurrentes y variabilidad de las precipitaciones. La degradación de la tierra ha causado la formación de zanjas que están invadiendo tierras agrícolas y creando erosión significativa del suelo, lavando semillas, fertilizantes y plántulas de las tierras agrícolas, reduciendo la capacidad de producción, dañando la salud y productividad del suelo y afectando los ingresos de los hogares. Los impactos del cambio climático y la degradación de la tierra, junto con el alto crecimiento demográfico, pequeñas propiedades agrícolas y analfabetismo, son las principales causas de inseguridad alimentaria en la zona y han dado como resultado una baja capacidad de adaptación de la comunidad a los impactos del cambio climático. Este artículo comparte los esfuerzos de la Asociación de Alivio y Desarrollo de la Iglesia Meserete Kristos (MKC-RDA por sus siglas en inglés) para construir resistencia al cambio climático en Boricha y analiza hallazgos claves que indican que los esfuerzos del MKC-RDA en Boricha han contribuido a la conservación de suelos y agua, lo que a su vez reduce la vulnerabilidad a los impactos del cambio climático.

Durante más de una década hasta 2014, la MKC-RDA llevó a cabo un programa de reducción de riesgos de desastre y seguridad alimentaria orientado a la comunidad y medio ambiente en Boricha con el objetivo de abordar las causas a corto y largo plazo de la inseguridad alimentaria y de resiliencia al cambio climático. El programa adoptó la estrategia de “ayuda y desarrollo”, en la que se implementan intervenciones de alivio y desarrollo simultáneamente para proporcionar a las comunidades vulnerables redes de seguridad eficientes durante los períodos de hambre, junto con estrategias de seguridad alimentaria a largo plazo para ayudar a las comunidades a satisfacer sus necesidades alimentarias en el futuro y para que tengan la capacidad de hacerle frente a peligros tales como la sequía. Este enfoque enfatizó la preparación para desastres y construcción de la resiliencia de la comunidad a los desastres futuros al reducir la vulnerabilidad, en lugar de centrarse únicamente en el apoyo inmediato a las víctimas de desastres.

Uno de los componentes del programa Boricha fue la provisión de alimentos y transferencias de efectivo previsibles a través de iniciativas de alimentos por trabajo (APT) y efectivo por trabajo (EPT) diseñadas para contribuir al logro del objetivo general de adaptación y resiliencia al cambio climático. Este programa de la red de seguridad proporcionó pagos en efectivo o maíz y aceite comestibles a los hogares vulnerables, satisfaciendo sus necesidades alimentarias durante meses cuando la mayoría de la población experimentaba la inseguridad alimentaria. Estas estrategias de APT y EPT también aseguraron que los hogares tuvieran los medios para reconstruir y mantener sus medios de subsistencia con éxito después de la sequía crónica. Las personas participantes recibieron alimentos o efectivo por trabajo que ayudó a la rehabilitación de caminos y puentes para permitir a los miembros de la comunidad transportar sus productos al mercado e implementación de estrategias de conservación de suelos y agua, como la construcción de terrazas y estanques de recolección de agua. Otras iniciativas incluyeron la producción de plántulas para la agrosilvicultura en viveros y en tierras comunales y privadas, y construcción de bancos de semillas para asegurar el fácil acceso de las personas agricultoras a las variedades de cultivos adaptados a las condiciones locales.

Otro enfoque del programa Boricha fue la implementación de la agricultura climáticamente inteligente (CSA por sus siglas en inglés para Climate Smart Agriculture), incluyendo tecnologías de agricultura conservacionista. CSA se define como “la agricultura que aumenta de forma sostenible la productividad, resiliencia (adaptación) y reduce/elimina los gases de efecto invernadero (mitigación) donde es posible” (FAO). Las actividades del proyecto en el marco de la CSA incluyeron la optimización del uso de los recursos de la tierra, introducción de medidas anti-erosivas y tecnologías de recolección y ahorro de agua, promoción del forraje y desarrollo agroforestal y capacitación en técnicas de agricultura conservacionista como la cobertura, alteración mínima del suelo, rotación de cultivos y adopción de patrones de cultivo apropiados, como el cultivo intercalado. Además, el proyecto Boricha estableció y fortaleció grupos de personas agricultoras, grupos de ahorro, grupos de autoayuda y otras organizaciones comunitarias para apoyar la promoción de prácticas agrícolas sostenibles, aumentar la capacidad de conservación de suelos y agua, apoyar iniciativas de generación de ingresos e incrementar la alfabetización.

Un equipo independiente evaluó el programa de Boricha dos años después de que finalizó para determinar los impactos del programa. La evaluación encontró que, dada la degradación ambiental en Boricha, el manejo sostenible de los recursos naturales era fundamental para la búsqueda de la seguridad alimentaria y desarrollo económico dentro de la comunidad. Las actividades de conservación del suelo y del agua han permitido la rehabilitación de la tierra y de los recursos naturales: se han protegido más de setecientas hectáreas, lo que contribuye a mejorar la cobertura vegetal. Los beneficios incluyen una mayor disponibilidad de abono orgánico a través de follaje de plantas reforestadas o mantenidas, mejor disponibilidad de leña, minimización de la erosión eólica y disponibilidad de árboles para los medicamentos tradicionales. Las actividades del proyecto también contribuyeron a la restauración de los suelos y prevención de la salinización y pérdida de tierras de cultivo, incluso mediante la reforestación de tierras inutilizables. Las terrazas, montículos de tierra, represas de control de la escorrentía y otras actividades de control de inundaciones, erosión y de aprovechamiento del agua mejoraron la fertilidad del suelo y restauraron las fuentes de agua subterráneas y superficiales. Las técnicas de agricultura conservacionista, incluyendo la cobertura del suelo y adición de compostaje, también contribuyeron a reducir la erosión del suelo, mejorar la capacidad de retención de agua de las tierras de cultivo y aumentar la productividad del suelo. Incluso en años con lluvias tardías, esporádicas o escasas, las personas agricultoras que practicaban la agricultura conservacionista se beneficiaron de mayores niveles de humedad residual, lo que permitió germinar las semillas y mantener la madurez del cultivo. Como resultado de las actividades del proyecto, las comunidades han reducido el riesgo de desastres debido a las inundaciones, aumentaron la productividad agrícola y mejoraron el acceso al agua para el riego y uso doméstico, contribuyendo a la resiliencia a los impactos del cambio climático.

El proyecto Boricha resultó en la reducción de la pobreza y mejora de la seguridad alimentaria para la mayoría de los hogares participantes, aumentando su capacidad para enfrentar y manejar los efectos de los peligros. El setenta y tres por ciento de todos los hogares participantes declararon que lograron salir exitosamente de la pobreza extrema durante el término del programa; sólo el seis por ciento de los hogares que participaron en el proyecto informaron que siguen estando en situación de extrema pobreza. La reforestación de las cuencas hidrográficas y biodiversidad resultante contribuyeron a la expansión de las actividades de engorde, ganadería y apicultura para la generación de ingresos. Las plantaciones de árboles, así como la vegetación que surgió por las actividades de conservación de suelos y agua, crearon empleo y mejoraron los ingresos a través de la recolección forestal y venta de subproductos. Debido a los ingresos suplementarios obtenidos a través de la venta de productos sobrantes de los huertos del proyecto, miel y frutos cosechados de la agrosilvicultura, las mujeres experimentaron mejores medios de vida e ingresos. Estas mujeres reportaron mayor autoestima y mayor independencia financiera. Además, la situación general de seguridad alimentaria de la comunidad beneficiaria mejoró durante el período del programa. Por ejemplo, la frecuencia de la ingesta diaria de alimentos de tres comidas al día aumentó de 12,9 por ciento al inicio del proyecto a 77 por ciento al final, mientras que aquellas personas que consumían dos o menos comidas al día disminuyeron del 87,1 por ciento a 21 por ciento. En general, la evaluación encontró que el proyecto proporcionaba a los hogares oportunidades de medios de vida más exitosos y diversos, contribuyendo al aumento de los ingresos y seguridad alimentaria. Como resultado de diversas fuentes de ingresos, mayor capacidad para ahorrar dinero y mejorar la seguridad alimentaria, los hogares en Boricha son más resilientes, capaces de adaptarse a las condiciones cambiantes y hacerle frente a los efectos de los peligros.

Los resultados del programa MKC-RDA en Boricha demuestran que, la programación de alimentos y transferencia de efectivo para abordar la inseguridad alimentaria estacional, las intervenciones agrícolas climáticamente inteligentes y el manejo sostenible de los recursos naturales, desempeñan un papel importante en la protección de los bienes e ingresos de las familias pobres mitigando el riesgo de desastre y construyendo resiliencia a los impactos del cambio climático en las comunidades afectadas por la sequía.

Frew Beriso es especialista en agricultura conservacionista con el Banco de Granos Canadiense en Etiopía. Anteriormente trabajó para MKC-RDA como Gerente del Programa Boricha.

Aprende más

Pugeni, Vurayayi. “Sub-Dejel Watershed Rehabilitation Project, Ethiopia.” Canadian Coalition on Climate Change and Development. 2013. Available at http://c4d.ca/wp-content/uploads/2013/03/2013-CaseStudy-MCC-Ethiopia.pdf.

Nyasimi, M., Amwata, D., Hove, L., Kinyangi, J., and Wamukoya, G. “Evidence of Impact: Climate-Smart Agriculture in Africa.” 2014. Available at https://ccafs.cgiar.org/publications/evidence-impact-climate-smart-agriculture-africa-0#.WO_oNkdda72.

Building resilience in a drought-prone district of Ethiopia

[Individual articles from the Summer 2017 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Boricha woreda (district) is located in the Sidama zone of the Southern Nations, Nationalities and Peoples’ Region of Ethiopia. One of the most drought-prone districts of Ethiopia, Boricha is almost completely dependent on rain-fed agriculture. Boricha has been heavily affected by climate change, experiencing recurrent drought and rainfall variability. Land degradation has caused the formation of gullies that are invading farmlands and creating significant soil erosion, washing away seeds, fertilizer and seedlings from farmlands, reducing production capacity, damaging soil health and productivity and impacting household income. Climate change impacts and land degradation, along with high population growth, small land holdings and illiteracy, are the major causes of food insecurity in the area and have resulted in a low community capacity to adapt to climate change impacts. This article discusses the efforts of Meserete Kristos Church Relief and Development Association (MKC-RDA) to build climate change resilience in Boricha and analyzes key findings that indicate that MKC-RDA’s efforts in Boricha have contributed to soil and water conservation, improved livelihoods and increased food security, in turn reducing vulnerability to climate change impacts.

For over a decade up through 2014, MKC-RDA carried out a community- and environmentally-oriented disaster risk reduction and food security program in Boricha with the aims of addressing short- and long-term causes of food insecurity and of building resilience to climate change. The program adopted the strategy of “developmental relief,” in which relief and development interventions are implemented simultaneously to provide vulnerable communities with efficient safety nets during hunger periods together with strategies for long-term food security to help communities meet their food needs in the future and have the capacity to cope with hazards such as drought. This approach emphasized disaster preparedness and building community resilience to future disasters by reducing vulnerability, rather than focusing only on immediate support to disaster victims.

One component of the Boricha program was the provision of predictable food and cash transfers through food for work (FFW) and cash for work (CFW) initiatives designed to contribute to achieving the overall objective of climate change adaptation and resilience. This safety net programming provided cash payments or edible maize and food oil to vulnerable households, fulfilling their food needs during months when the majority of the population was food insecure. These FFW and CCW schemes also ensured that households possessed the means to successfully rebuild and sustain their livelihoods after chronic drought. Participants received food or cash for work that included the rehabilitation of roads and bridges to allow community members to transport their commodities to market and the implementation of soil and water conservation strategies, such as the construction of terraces and water harvesting ponds. Other initiatives included producing seedlings for agroforestry in nurseries and on communal and private land and constructing seed banks to ensure farmers’ easy access to crop varieties adapted to local conditions.

Another focus of the Boricha program was the implementation of climate-smart agriculture (CSA), including conservation agriculture technologies. CSA is defined as “agriculture that sustainably increases productivity, enhances resilience (adaptation), reduces/removes greenhouse gases (mitigation) where possible” (FAO). Project activities under CSA included optimizing the use of land resources, the introduction of anti-erosion measures and water harvesting and saving technologies, the promotion of forage and agroforestry development and training in conservation agriculture techniques such as mulching, minimum soil disturbance, crop rotation and the adoption of appropriate cropping patterns such as intercropping. In addition, the Boricha project established and strengthened farmer’s groups, savings groups, self-help groups and other community organizations to support promotion of sustainable agricultural practices, increase capacity in soil and water conservation, support income generation initiatives and increase literacy.

An independent team evaluated the Boricha program two years after it ended to determine program impacts. The evaluation found that, given the environmental degradation in Boricha, sustainable management of natural resources was critical to the pursuit of food security and economic development within the community. Soil and water conservation activities resulted in the rehabilitation of land and natural resources: more than seven hundred hectares were protected, contributing to improved vegetative cover. Benefits included a greater availability of organic manure through foliage from reforested or maintained plants, improved availability of firewood, minimization of wind erosion and the availability of trees for traditional medicines. Project activities also assisted in soil restoration and prevention of salinization and the loss of arable land, including through the reforestation of previously unusable lands. Terraces, soil bunds, check dams and other flood and erosion control and water harvesting activities improved soil fertility and restored ground and surface water sources. Conservation agriculture techniques, including soil cover, mulch and the addition of compost, also contributed to reduced soil erosion, improved water holding capacity of farmlands and increased soil productivity. Even in years with delayed, sporadic or poor rainfall, farmers practicing conservation agriculture benefited from higher residual moisture levels, which enabled seeds to germinate and sustained crop maturity. As a result of project activities, communities have reduced risk of disaster from flooding, increased agricultural productivity and improved access to water for irrigation and household use, contributing to resilience to climate change impacts.

The Boricha project resulted in poverty reduction and improved food security for the majority of participating households, increasing their ability to cope with and manage the effects of hazards. Seventy-three percent of all participating households stated that they successfully transitioned out of extreme poverty during the program’s duration; only six percent of households participating in the project reported still being in extreme poverty. Reforestation of watershed land and the resulting bio-diversity contributed to the expansion of animal fattening, cattle rearing and beekeeping activities for income generation. Tree plantations, as well as vegetation which emerged because of soil and water conservation activities, created employment and improved incomes through forest harvesting and sales of by-products. Because of the supplementary income obtained through the sale of surplus produce from the project gardens, honey products and fruit harvested from agroforestry, women experienced improved livelihoods and incomes. These women reported greater self-esteem and increased financial independence. Additionally, the overall food security situation of the target community improved over the program period. For example, the frequency of daily food intake of three meals a day increased from 12.9 percent at the start of the project to 77 percent by the end, while those consuming two or fewer meals a day decreased from 87.1 percent to 21 percent. Overall, the evaluation found that the project provided households with opportunities for more successful and diverse livelihoods, contributing to increased incomes and food security. As a result of diverse income sources, increased ability to save money and improved food security, households in Boricha are more resilient, able to adapt to changing condition and to with cope with the effects of hazards.

Results from the MKC-RDA program in Boricha demonstrate that food and cash transfer programming to address seasonal food insecurity, climate-smart agriculture interventions and sustainable natural resource management all play important roles in protecting the assets and income of poor families, mitigating disaster risk and building resilience to climate change impacts in drought-affected communities.

Frew Beriso is conservation agriculture technical specialist with the Canadian Foodgrains Bank in Ethiopia. He previously worked for MKC-RDA as the Boricha Program Manager.

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Pugeni, Vurayayi. “Sub-Dejel Watershed Rehabilitation Project, Ethiopia.” Canadian Coalition on Climate Change and Development. 2013. Available at http://c4d.ca/wp-content/uploads/2013/03/2013-CaseStudy-MCC-Ethiopia.pdf.

Nyasimi, M., Amwata, D., Hove, L., Kinyangi, J., and Wamukoya, G. “Evidence of Impact: Climate-Smart Agriculture in Africa.” 2014. Available at https://ccafs.cgiar.org/publications/evidence-impact-climate-smart-agriculture-africa-0#.WO_oNkdda72.