Haciendo sostenible la asistencia humanitaria: poner a las mujeres a cargo

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

“No soy inútil”, Mona le comentó al coordinador del proyecto (seudónimo utilizado con fines de seguridad). “Aprendí en este trabajo que puedo hacer muchas cosas por mis hijos y por mí misma, sin necesidad de ayuda”. Como la única cabeza de su familia, Mona tenía pocas oportunidades de mantener a su familia. Después de participar en un proyecto de asistencia humanitaria sostenible en Siria, Mona ahora puede mantener con confianza a sus hijos.

A medida que la crisis en Siria continúa en su noveno año, el equipo del CCM Líbano y Siria tienen como objetivo satisfacer de manera sostenible el alto nivel de necesidad humanitaria que sigue existiendo en el país. Aunque la Guerra activa ha disminuido recientemente en la mayoría de las zonas de Siria, 11,7 millones de personas siguen necesitadas. La seguridad alimentaria sigue siendo una preocupación principal, ya que la crisis ha afectado gravemente la economía y bienestar económico de las personas. Dado que 6,5 millones de personas continúan sufriendo inseguridad alimentaria, el CCM identifica el acceso a los alimentos como una preocupación importante.

El abordar el acceso a los alimentos en un contexto de crisis puede enfocarse desde muchos ángulos. Después de evaluar un gran proyecto de asistencia alimentaria en Siria, el CCM descubrió que garantizar el acceso a los alimentos libera ingresos para ser utilizados para otros servicios básicos, como las necesidades médicas y los uniformes escolares. Cuando las familias carecen de alimentos, se ven obligadas a recurrir a estrategias de afrontamiento, como restringirse a una comida diaria. A medida que disminuye el acceso a los servicios y bienes básicos, aumenta la gravedad de las estrategias de afrontamiento. Las familias desplazadas y los hogares encabezados por mujeres corren el mayor riesgo de recurrir a estrategias de afrontamiento severas, ya que carecen de seguridad y estabilidad.

Las mujeres obtuvieron no solo confianza y nuevas habilidades, sino también un ingreso que podrían llevar consigo al finalizar el proyecto.

La guerra tiene efectos devastadores en individuos, familias, comunidades y naciones. Los hombres, a menudo, son reclutados para luchar u obligados a huir, mientras que las mujeres deben cuidar a sus familias. El número de hogares encabezados por mujeres solteras en Siria ha aumentado considerablemente desde que comenzó la crisis siria. Esto ha provocado que las mujeres jóvenes asuman responsabilidades y tareas vitales para la supervivencia de la comunidad, dándoles poder y responsabilidad que antes no poseían. Enfocarse en las mujeres en intervenciones de asistencia humanitaria es enfocarse en familias enteras, mejorando la sociedad siria en general. Es por eso por lo que una organización asociada del CCM, el Foro para el Desarrollo, Cultura y Diálogo (FDCD), creó un proyecto con estas mujeres en mente.

El FDCD es una organización no gubernamental (ONG) con sede en Beirut, Líbano, con una larga historia de lucha contra el extremismo violento, diálogo interreligioso, construcción de paz y respuesta de emergencia. La extensa red de asociados y amigos de la FDCD en la región de Medio Oriente y África del Norte (MEAN) le permite realizar un trabajo significativo. Los voluntarios se encuentran en todo el Líbano y Siria: esta red de voluntarios permite que el FDCD implemente directamente proyectos dentro de Siria. Por lo tanto, el CCM se asoció con el FDCD para crear un proyecto piloto destinado a servir a los hogares encabezados por mujeres solteras, abordando una necesidad humanitaria, junto con un enfoque a largo plazo en la asistencia humanitaria sostenible. De esto surgió un pequeño proyecto de cinco meses para proporcionar capacitación en procesamiento de alimentos y habilidades comerciales para las mujeres sirias.

En el corazón de este proyecto estaba la pregunta: “¿Cómo hacemos que la asistencia humanitaria sea lo más sostenible que sea posible?” El FDCD, con la ayuda del CCM, reestructuró un proyecto anterior centrado en la asistencia alimentaria para equipar a los hogares encabezados por mujeres con habilidades para producir algo profundamente necesario en las comunidades sirias: alimento.

El FDCD seleccionó dos ubicaciones para el proyecto, con diez participantes y un coordinador local por ubicación. Un facilitador para ambos lugares proporcionó consistencia en la implementación del proyecto, viajando entre los sitios del proyecto para proporcionar capacitación en habilidades comerciales. Todas las participantes del proyecto provenían de hogares liderados por mujeres solteras, con hijas, hijos y otros miembros de la familia de quienes eran las únicas responsables. Al diseñar el proyecto, coordinadores locales hablaron con las mujeres para determinar la hora ideal de inicio y finalización del día laboral, asegurando que el proyecto proporcionara a las participantes la flexibilidad necesaria para trabajar durante las horas en que sus hijos e hijas estaban en la escuela. El diseño de este proyecto eliminó la necesidad de que las mujeres pagaran por el cuidado de sus hijas e hijos o las obligara a dejarlos solos en casa.

Cuando las familias carecen de alimentos, se ven obligadas a recurrir a estrategias de afrontamiento, como restringirse a una comida diaria. A medida que disminuye el acceso a los servicios y bienes básicos, aumenta la gravedad de las estrategias de afrontamiento. Las familias desplazadas y los hogares encabezados por mujeres corren el mayor riesgo de recurrir a estrategias de afrontamiento severas, ya que carecen de seguridad y estabilidad.

Las diez mujeres se reunieron en sus respectivos centros cinco días a la semana para asistir a clases de habilidades comerciales y mercadotecnia, mientras que también aprendían el arte de mouneh. Mouneh es un proceso de enlatar alimentos para que duren mucho tiempo. Las capacitaciones de habilidades empresariales incluían clases de todo tipo, desde cómo comercializar los productos, cómo establecer precios y las mejores prácticas de saneamiento. Las mujeres obtuvieron no solo confianza y nuevas habilidades, sino también un ingreso que podrían llevar consigo al finalizar el proyecto.

Aunque el proyecto se centró únicamente en equipar a las mujeres con habilidades para ganarse la vida, surgieron tres resultados diferentes. El primer resultado fue que las veinte mujeres en el proyecto aprendieron a producir mouneh, dándoles así una habilidad concreta para mantener a sus familias. Al finalizar el proyecto, el 23% de las mujeres incluso informaron haber encontrado capacitación formal o contratos. El segundo resultado fue una mayor seguridad alimentaria para 300 familias sirias durante los duros meses de invierno, ya que una vez que las mujeres aprendieron a hacer mouneh, el FDCD distribuyó cuatro kilogramos de productos mouneh a 300 familias vulnerables durante los primeros meses de invierno. Por último, el proyecto contribuyó a la cohesión social en Siria, ya que todas las mujeres que participaron en el proyecto eran personas desplazadas internamente, provenientes de diversos orígenes y regiones de Siria. Los coordinadores del proyecto informaron que, a medida que las mujeres se reunían diariamente para aprender y enseñarse entre sí, las barreras entre ellas pasaron lentamente a un segundo plano.

El diseño del proyecto no necesita limitarse a un objetivo o resultado. La configuración del conflicto es compleja: el abordar los medios de vida de las mujeres en esos entornos inevitablemente también será complejo y desafiante. El satisfacer las necesidades básicas a través de la asistencia humanitaria, a su vez, plantea preguntas sobre cómo las mujeres que dirigen los hogares por sí mismas podrían estar equipadas para satisfacer más de las necesidades de sus familias. En el futuro, el CCM puede aprovechar las lecciones aprendidas de este proyecto mientras busca expandir sus esfuerzos humanitarios sostenibles en Siria.

Hayley Schultz participó en el programa Servir y Aprender Juntos del CCM en 2018-2019 como asistente de respuesta de paz y desastre para la organización asociada local, el Foro para el Desarrollo, Cultura y Diálogo.


Stevenson, Wendell. “Remembrance of Tastes Past: Syria’s Disappearing Food Culture.” The Guardian.

December 7, 2016. Disponible en: https://www.theguardian.com/worl/2016/dec/07/syria-refugees-disappearing-food-culture-kibbeh

Syrian Humanitarian Needs Overview. UNOCHA. https://hno-syria.org/ The Forum for Development, Culture and Dialogue: http://www.fdcd.org/

Integrando la protección en el apoyo psicosocial para las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Durante los últimos tres años, la Organización Libanesa para Estudios y Capacitación (LOST por sus siglas en inglés), en asociación con el CCM, ha estado implementando uno de sus mayores proyectos de protección en el área de Baalbeck-Hermel. Titulado “Ella Importa”, este proyecto tiene como objetivo proporcionar apoyo en trauma y psicológico a las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables. LOST enfrentó varios desafíos al presentar el proyecto en el área de Baalbeck-Hermel. Para garantizar el éxito del proyecto, el personal de LOST necesitaba abordar varias inquietudes relacionadas con la protección para garantizar la seguridad del personal del proyecto y participantes, así como para ganarse la confianza de las comunidades a las que pertenecían las participantes.

La situación de seguridad en Baalbeck-Hermel puede ser muy tensa, con conflictos tribales que surgen en cualquier momento junto con conflictos internos continuos que surgen de las tensiones políticas. LOST, por lo tanto, tomó las medidas necesarias para garantizar la seguridad de las participantes y del personal en los sitios del proyecto cerca de las zonas de conflicto, ajustando el cronograma de actividades a tiempos más seguros e incluyendo el transporte para las beneficiarias. Además, en algunas áreas, las participantes del proyecto corrían el riesgo de ser arrestadas mientras iban y venían de las actividades del proyecto porque carecían de un registro adecuado en el Líbano. En este caso, LOST contactó a las Fuerzas de Seguridad Libanesas para facilitar el movimiento de las participantes del proyecto, explicando el beneficio del proyecto a la región en su conjunto y evitando daños a las participantes del proyecto, al tiempo que fortalece las relaciones con las autoridades locales. LOST también creó una política de protección contra la explotación y abuso sexual (PEAS) en toda la organización que incluyó mecanismos confidenciales y privados mediante los cuales las participantes del proyecto pueden plantear inquietudes y presentar quejas sobre el proyecto y sobre las acciones del personal de LOST.

Cuántos más hombres se han involucrado, más se han beneficiado las mujeres de las capacitaciones, ya que usan sus nuevos conocimientos para mejorar la salud y bienestar de sus familias.

Cuando LOST presentó por primera vez este proyecto de apoyo psicosocial para refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables en la región de Baalbek-Hermel, los esposos de las posibles participantes del proyecto en la mayoría de las aldeas rechazaron inicialmente la iniciativa. Los hombres expresaron una gran incomodidad con la idea de que sus cónyuges asistieran a las sesiones, temiendo que el proyecto tuviera un efecto negativo en sus familias. Con base en las recomendaciones de las mujeres participantes, LOST trabajó para incluir a hombres en el proyecto. En algunos casos, LOST proporcionó incentivos para la participación, incluyendo la integración de estos hombres en otros proyectos de LOST, como programas de dinero-por-trabajo, programas de alimentos-por-capacitación y otras intervenciones de medios de vida. Estos resultaron ser beneficiosos para los hombres y luego aceptaron más la participación de sus esposas en las actividades del proyecto. LOST disminuyó los casos de hombres que abandonaran las actividades para ir a trabajar teniendo en cuenta sus horarios y realizando capacitaciones en un día libre o incluso después de la jornada laboral. LOST también ha comenzado a realizar algunas sesiones de sensibilización para los esposos de las participantes para que también reciban parte de la misma información sobre el trauma y conciencia de salud que las mujeres. Cuántos más hombres se han involucrado, más se han beneficiado las mujeres de las capacitaciones, ya que usan sus nuevos conocimientos para mejorar la salud y bienestar de sus familias.

A través de varias acciones de mitigación, LOST pudo superar con éxito todos los desafíos que surgieron al implementar el proyecto “Ella Importa” en Baalbek-Hermel. El proyecto ha sido capaz de empoderar a las mujeres al desarrollar sus capacidades para tener una vida mejor, más segura y más honorable y digna a través de talleres sobre prácticas seguras de salud e higiene, planificación familiar, primeros auxilios y cuidado infantil. A través de sus actividades de apoyo psicosocial, el proyecto ha demostrado que la sanidad del trauma es esencial para recuperar la compostura necesaria para avanzar en la vida. Los resultados han incluido la resiliencia para las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables a través de relaciones mejoradas y fortalecidas dentro de sus familias y comunidad en general.

Rabih Allam es coordinador de diseño, monitoreo y evaluación de la Organización Libanesa para Estudios y Capacitación (LOST), asociada del CCM.


Comité Permanente entre Organismos. “Manual de Género para la Acción Humanitaria”. IASC, 2017. Disponible en: https://interagencystandingcommittee.org/system/files/iasc_manual_de_genero_para_accion_humanitaria.pdf

Lebanese Organization for Studies and Training: https://lostlb.org/

Making humanitarian assistance sustainable: put women in charge

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

“I am not useless,” Mona relayed to the project coordinator (pseudonym used for security purposes). “I learned in this job that I can do many things for my children, and myself, without needing any help.” As the sole head of her household, Mona had few opportunities to support her family. After taking part in a sustainable humanitarian assistance project in Syria, Mona is now able to confidently provide for her children.

As the crisis in Syria continues into its ninth year, the MCC Lebanon and Syria team aims meet the high level of humanitarian need that continues to exist in the country in a sustainable way. Though active fighting has recently decreased in most areas of Syria, 11.7 million people remain in need. Food security continues to be a main concern, as the crisis has severely disrupted the economy and people’s economic well-being. As 6.5 million people remain food insecure, MCC identifies access to food as a significant concern.

Addressing access to food in a crisis setting can be approached from many angles. After evaluating a large food assistance project in Syria, MCC found that ensuring access to food frees income to be used for other basic services, such as medical needs and school uniforms. When families lack food, they are forced to resort to coping strategies such as restricting themselves to one daily meal. As access to basic services and goods decreases, the severity of coping strategies increases. Displaced families and female-headed households are most at risk of resorting to severe coping strategies, as they lack security and stability.

War has devastating effects on individuals, families, communities and nations. Men are often recruited to fight or forced to flee, while women are left to care for their families. The number of single female-headed households in Syria has greatly increased since the Syrian crisis began. This has caused young women to take on responsibilities and tasks vital for community survival, giving them power and responsibility that they did not previously possess. Targeting women in humanitarian assistance interventions targets entire families, enhancing Syrian society overall. That is why an MCC partner, the Forum for Development, Culture and Dialogue (FDCD), created a project with these women in mind.

Women gained not only confidence and new skills, but an income that they can carry with them now that the project is over.

FDCD is a non-governmental organization (NGO) based in Beirut, Lebanon, with a long history of countering violent extremism, interfaith dialogue, peacebuilding and emergency response. FDCD’s extensive network of partners and friends in the Middle East and North Africa (MENA) region allows it to accomplish meaningful work. Volunteers are based throughout Lebanon and Syria: this network of volunteers allows FDCD to directly implement projects within Syria. MCC thus partnered with FDCD to create a pilot project aimed at serving households headed by single women, addressing a humanitarian need while paired with a long-term focus on sustainable humanitarian assistance. From this emerged a small five-month project to provide training in food processing and business skills for Syrian Women.

At the heart of this project was the question, “How do we make humanitarian assistance as sustainable as possible?” FDCD, with the help of MCC, restructured a previous food assistance-focused project to equip female-headed households with skills to produce something deeply needed in Syrian communities: food.

FDCD selected two locations for the project, with ten participants and one local coordinator per location. One trainer for both locations provided consistency in project implementation, traveling between the project sites to provide training in business skills. All project participants came from households led by single women, with children and other family members for whom they were solely responsible. When designing the project, the local coordinators spoke with women to determine an ideal start and end time for the work day, ensuring the project provided participants with the much-needed flexibility of working during the hours their children were at school. This project design eliminated the need for women to pay for childcare or force them to leave their children home alone.

The ten women gathered in their respective centers five days a week to attend classes in business skills and marketing, while also learning the art of mouneh. Mouneh is a process of canning food to last for a long period of time. The business training skills involved classes on everything from how to market one’s products, how to set prices and best sanitation practices. Women gained not only confidence and new skills, but an income that they could carry with them upon the project’s completion. Thus, the project was successful in making humanitarian assistance more sustainable, a success that can in turn inform future MCC programming.

When families lack food, they resort to coping strategies such as restricting themselves to one daily meal. As access to basic services and goods decreases, the severity of coping strategies increases. Displaced families and female-headed households are most at risk of resorting to severe coping strategies, as they lack security and stability.

Though the project centered solely on equipping women with livelihoods skills, three different outcomes emerged. The first outcome was that the twenty women in the project learned how to produce mouneh, thus equipping them with a concrete skill to support their families. At the conclusion of the project, 23% of the women even reported finding formal training or contracts. The second outcome was increased food security for 300 Syrian families during the harsh winter months, as once the women learned how to make mouneh, FDCD distributed four kilograms of mouneh products to 300 vulnerable families during the early winter months. Lastly, the project contributed to social cohesion in Syria, as all the women participating in the project were internally displaced people, coming from diverse backgrounds and regions in Syria. Project coordinators reported that, as women gathered daily to learn from and teach each other, the barriers between them slowly faded into the background. As the crisis in Syria continues, the MCC Lebanon and Syria team and our partners in Syria are looking for new ways to provide humanitarian assistance in a sustainable way. Project design does not need to be limited to one goal or outcome. Conflict settings are complex: addressing women’s livelihoods in those settings will inevitably also be complex and challenging. Meeting basic needs through humanitarian assistance in turn raises questions about how women leading households on their own might be equipped to meet more of their families’ needs. Going forward, MCC can build on lessons learned from this project as it seeks to expand its sustainable humanitarian efforts in Syria.

Hayley Schultz participated in MCC’s Serving and Learning Together program in 2018-2019 as the peace and disaster response assistant for a local partner, the Forum for Development, Culture and Dialogue.


Stevenson, Wendell. “Remembrance of Tastes Past: Syria’s Disappearing Food Culture.” The Guardian. December 7, 2016. Available at https://www.theguardian.com/world/2016/dec/07/syria-refugees-disappearing-food-culture-kibbeh

Syrian Humanitarian Needs Overview. UNOCHA. https://hno-syria.org/

The Forum for Development, Culture and Dialogue: http://www.fdcd.org/

Construcción de paz y cohesión social en la respuesta humanitaria en Nigeria

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

El CCM Nigeria y sus organizaciones asociadas, los Equipos de Preparación y Respuesta ante Emergencias (EPRT por sus siglas en inglés) y Ekklesiya Yan’uwa A Nijeriya (EYN, o la Iglesia de los Hermanos en Nigeria), han encontrado que integrar la sensibilidad al conflicto en las iniciativas de asistencia humanitaria es fundamental para el éxito de estos proyectos y para promover la cohesión social dentro de sociedades desgarradas por conflictos violentos. El realizar un cuidadoso análisis de conflictos durante la fase de diseño del proyecto y luego desarrollar las capacidades locales para la paz durante la implementación del proyecto ayuda a que el proyecto evite agravar las tensiones dentro del contexto pluralista nigeriano en el que las relaciones intercomunitarias se han deteriorado y en las cuales la sospecha entre los grupos permite que la desconfianza mutua e incluso el odio y la enemistad florezcan, lo que lleva a la violencia.

Los actores humanitarios pueden tener objetivos dignos y tratar de satisfacer las necesidades humanas básicas, pero si no incorporan la sensibilidad al conflicto en la planificación e implementación del proyecto, pueden provocar daños graves para las personas participantes del proyecto.

En las últimas dos décadas, los conflictos violentos en y alrededor de Jos, Nigeria (donde se encuentra la oficina del CCM Nigeria), han aumentado, resultando en pérdidas devastadoras de vidas y destrucción de propiedad. Estos conflictos provienen principalmente de las luchas por el control y acceso a los recursos, incluso cuando se movilizan diferentes identidades (como las religiosas y étnicas) para encender estos conflictos. Hace casi dos décadas, el CCM trabajó con líderes nigerianos en el área de Jos para establecer una organización, la EPRT, comprometida con la prevención no violenta de conflictos. La EPRT, una red de líderes nigerianos musulmanes y cristianos en Jos y sus alrededores, emprende acciones proactivas para mitigar conflictos entre personas de diferentes religiones y grupos étnicos. La EPRT también a cabo asistencia humanitaria en el contexto mixto religioso y étnico de Jos. Al llevar a cabo estas iniciativas humanitarias de emergencia, la EPRT ha logrado el éxito al incorporar numerosas prácticas de sensibilidad al conflicto en sus iniciativas humanitarias, tales como: colaboración interreligiosa e interinstitucional, que crea un entorno propicio para desarrollar el programa y minimizar las sospechas entre líneas religiosas; inclusión de las mujeres como parte de los equipos de respuesta a emergencias, lo que ayuda a garantizar que las mujeres de las comunidades afectadas hablen sobre el diseño del proyecto y que las necesidades de las mujeres, niñas y niños sean consideradas en todas las etapas del ciclo del proyecto; y el uso de personas voluntarias de la comunidad que representan diferentes religiones. Estas estrategias han contribuido decisivamente al éxito del trabajo de EPRT.

Al desarrollar intervenciones en situaciones de crisis complejas, los actores humanitarios deben considerar los divisores (acciones que queremos detener o las actitudes que queremos cambiar) y los conectores (acciones y actitudes que queremos fomentar). Las intervenciones humanitarias en un contexto conflictivo se convierten en parte de ese contexto, lo que hace que sea esencial para las organizaciones humanitarias comprometerse con un enfoque de No Hacer Daño en su distribución de ayuda humanitaria. Al planificar sus intervenciones humanitarias, la EPRT primero analiza los divisores que impulsan los conflictos intercomunales y los posibles conectores que pueden ayudar a mitigar dicho conflicto y luego integra ese análisis en el diseño de sus respuestas humanitarias para que no aumente la tensión interreligiosa o intergrupal, sino que cree espacio para la coexistencia pacífica.

La EPRT colabora con 11 organizaciones nigerianas, con un equilibrio de organizaciones cristianas y musulmanas y de organizaciones dirigidas por mujeres y hombres. Esta red diversa de asociaciones de programas fortalece los esfuerzos de la EPRT para reducir las emergencias violentas en el estado del Estado de Plateau en Nigeria, donde se encuentra Jos. Las actividades de la EPRT incluyen el establecimiento de clubes de paz en las escuelas, realización de talleres del Proyecto Alternativas a la Violencia (PAV), realización de evaluaciones de necesidades y evaluaciones de impacto ambiental, distribución de ayuda humanitaria y mantenimiento de un sistema de alerta temprana que moviliza a líderes religiosos y constructores de paz nigerianos para responder proactivamente desde el principio para evitar que las tensiones entre comunidades se vuelvan violentas.

Una distribución de ayuda reciente realizada por la EPRT con el apoyo del CCM en cuatro campamentos informales para personas desplazadas nigerianas, así como en las comunidades anfitrionas circundantes de Rawuru, Kworos, Barkin-Ladi y Kassa, utilizó enfoques participativos durante el proceso de diseño, de modo que las personas beneficiarias se involucraron en todos los aspectos de la respuesta. Las personas beneficiarias se unieron activamente para identificar las fortalezas y capacidades de las familias y comunidad, priorizar las necesidades de los hogares y comunidad, asegurar el apoyo logístico y de planificación, implementar actividades del proyecto (con la implementación llevada a cabo por equipos interreligiosos con equilibrio de género) y monitorear la distribución de artículos de ayuda. La EPRT invierte tiempo y esfuerzos para asegurar el apoyo de varios líderes religiosos y comunitarios, dado el hecho de que estas partes interesadas críticas tienen un enorme poder social y capital que se puede utilizar para ayudar u obstaculizar las respuestas humanitarias. Al involucrar a las personas beneficiarias y líderes locales en el diseño, implementación, monitoreo y evaluación del proyecto, la EPRT mejora el sentido de pertenencia y aceptación local del proyecto. Este sentido de pertenencia local también significa que la EPRT recibe retroalimentación oportuna y sincera de las personas beneficiarias y líderes locales sobre las fortalezas y debilidades de sus respuestas humanitarias. Las intervenciones humanitarias de la EPRT no solo satisfacen las necesidades de las personas desplazadas y miembros vulnerables de las comunidades de acogida, sino que también buscan fortalecer la tolerancia interreligiosa y construir una base común mediante la creación de espacios seguros compartidos para la construcción de relaciones a través de líneas etno-religiosas. Aunque los cristianos nigerianos percibieron que las crisis violentas que habían estallado en el área de Jos eran impulsadas por musulmanes, la EPRT basó sus distribuciones de ayuda en la necesidad, no en la religión, credo o estatus social, reconociendo que las distribuciones imparciales de ayuda tienen el potencial de construir la cohesión social en un contexto en el que algunos actores buscan crear y ampliar las divisiones a lo largo de líneas religiosas.

Issa Chung, miembro del Equipo de Preparación y Respuesta ante Emergencias (EPRT) local en la comunidad de Bukuru de Jos, Nigeria, presentando en una reunión en marzo de Los equipos locales de EPRT, una colaboración entre el CCM y JDPC (Justice Development and Peace CARITAS) buscan construir y promover una paz sostenible, lo que resulta en la reducción de la violencia electoral, conflictos comunitarios y emergencias/crisis en el Estado de Plateau, creando una cultura de armonía y aceptación entre estudiantes de secundaria en todo el estado. (Foto del CCM / Allan Reesor-McDowell).

La experiencia de un intento de distribución de ayuda en el campo de Gurku por parte de una organización musulmana ofrece un segundo ejemplo de la importancia de un enfoque de sensibilidad al conflicto en la planificación de la distribución de artículos de ayuda en un contexto interreligioso. Este grupo musulmán había planeado distribuir ayuda solo a musulmanes durante el mes sagrado del Ramadán dentro de un campamento formal que incluía musulmanes y cristianos. Dado que los hogares en el campamento eran de diferentes grupos religiosos, los funcionarios musulmanes del campamento rechazaron los artículos de ayuda, insistiendo en que hasta que todas las PDI en el campamento se beneficiaran, independientemente de su afiliación religiosa, la distribución no podría realizarse. Los líderes del campamento habían participado en talleres organizados por la EYN sobre el enfoque de Sanidad y Reconstrucción de nuestras Comunidades (HROC por sus siglas en inglés) de Ruanda, que habían enfatizado la importancia de considerar los generadores de conflictos y los conectores al desarrollar respuestas humanitarias y, por lo tanto, prepararon a los líderes comunitarios para hacer preguntas críticas sobre iniciativas humanitarias como esta propuesta por una organización musulmana que habría tenido consecuencias negativas al fracturar la cohesión social.

Los actores humanitarios pueden tener objetivos dignos y tratar de satisfacer las necesidades humanas básicas, pero si no incorporan la sensibilidad al conflicto en la planificación e implementación del proyecto, pueden provocar daños graves para las personas participantes del proyecto. Se debe tener cuidado para garantizar que las normas culturales y doctrinas religiosas no interrumpan la distribución de la asistencia humanitaria y que el proyecto no cree más conflictos al ignorar las normas culturales.

Durante décadas, el CCM en Nigeria ha trabajado junto con organizaciones asociadas como la EPRT y EYN para satisfacer las necesidades humanas básicas, abordar las injusticias y reconstruir comunidades que anteriormente estaban segregadas por líneas religiosas. Gracias a estos esfuerzos, el CCM y sus organizaciones asociadas han descubierto que integrar la sensibilidad al conflicto y construcción de la paz en el corazón de cada proyecto, promover la cohesión social a través de las diferencias y construir capacidades interreligiosas para la paz son esenciales para el éxito de las intervenciones humanitarias.

Hyeladzira Balami es asistente administrativa y financiera del CCM Nigeria.


The Do No Harm Project. The “Do No Harm” Framework for Analyzing the Impact of
Assistance on Conflict: A Handbook.
Cambridge, MA: CDA Collaborative Learning Projects, 2004. Disponible en: https://www.cdacollaborative.org/publication/the-do-no-harm-framework-for-analyzing-the-impact-of-assistance-on-conflict-a-handbook/.

Peacebuilding and social cohesion in humanitarian response in Nigeria

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

MCC Nigeria and its partners, the Emergency Preparedness and Response Teams (EPRT) and the Ekklesiya Yan’uwa A Nijeriya (EYN, or the Church of the Brethren in Nigeria), have found that integrating conflict sensitivity into humanitarian assistance initiatives is critical for the success of these projects and for promoting social cohesion within societies torn apart by violent conflict. Conducting a careful conflict analysis during the project design phase and then building on local capacities for peace during project implementation help the project avoid exacerbating tensions within the pluralistic Nigerian context in which intercommunal relationships have deteriorated and in which suspicion between groups allows mutual mistrust and even hatred and enmity to flourish, leading to violence.

In the last two decades, violent conflicts in and around Jos, Nigeria (where MCC Nigeria’s office is located), have increased, resulting in devastating losses of life and destruction of property. These conflicts primarily stem from battles for control of and access to resources, even as different identities (such as religious and ethnic identities) are mobilized to enflame these conflicts. Nearly two decades ago, MCC worked with Nigerian leaders in the Jos area to establish an organization, EPRT, committed to nonviolent conflict prevention. A network of Nigerian Muslim and Christian leaders in and around Jos, EPRT undertakes proactive action to mitigate conflicts amongst peoples of differing faiths and ethnic groups. EPRT also carries out humanitarian assistance in Jos’s religiously and ethnically mixed context. In carrying out these emergency humanitarian initiatives, EPRT has achieved success by incorporating numerous conflict sensitivity practices into its humanitarian initiatives, such as: interfaith and inter-agency collaboration, which creates a conducive environment for program delivery and which minimizes suspicion across religious lines; inclusion of women as part of emergency response teams, thus helping to ensure that women in affected communities speak into project design and that the needs of women and children are thus considered at all stages of the project cycle; and using community-based volunteers who represent different faiths. These strategies have decisively contributed to the success of EPRT’s work. 

In developing interventions in complex crisis situations, humanitarian actors must consider dividers (actions we want to stop or attitudes we want to change) and connectors (actions and attitudes we want to encourage). Humanitarian interventions in a conflictual context become part of that context, making it essential for humanitarian organizations to commit to a Do No Harm approach in their distribution of relief aid. In planning its humanitarian interventions, EPRT first analyzes dividers that drive intercommunal conflict and potential connectors that can help mitigate such conflict and then integrates that analysis in the design of its humanitarian responses so that they do not heighten interreligious or intergroup tension but rather create room for peaceful coexistence.

Humanitarian actors may have worthy goals and seek to meet basic human needs, but if they do not incorporate conflict sensitivity into project planning and implementation, serious harms can materialize for project participants.

EPRT collaborates with 11 Nigerian organizations, with a balance of Christian and Muslim organizations and of organizations led by women and men. This diverse network of program partnerships strengthens EPRT’s efforts to reduce violent emergencies in Nigeria’s Plateau State where Jos is located. EPRT’s activities include the establishment of peace clubs in schools, leading Alternatives to Violence Project (AVP) workshops, conducting needs assessments and environmental impact assessments, distributing humanitarian relief and maintaining an early warning system that mobilizes Nigerian religious leaders and peacebuilders to proactively respond early on in preventing intercommunal tensions from turning violent.

A recent relief distribution carried out by EPRT with MCC support in four informal camps for displaced Nigerians as well as in the surrounding host communities of Rawuru, Kworos, Barkin-Ladi and Kassa used participatory approaches during the design process, so that beneficiaries were involved in all aspects of the response. Beneficiaries actively joined in identifying family and community strengths and capacities, prioritizing household and community needs, securing logistical and planning support, implementing project activities (with implementation carried out by gender-balanced, interfaith teams) and monitoring the distribution of relief items. EPRT invests time and efforts to secure the support of various religious and community leaders, given the fact that these critical stakeholders have tremendous social power and capital that can be used to help or hinder humanitarian responses. By involving beneficiaries and local leaders in project design, implementation, monitoring and evaluation, EPRT enhances local ownership and acceptance of the project. This local ownership also means that EPRT receives timely and candid feedback from beneficiaries and local leaders about the strengths and weaknesses of its humanitarian responses. EPRT’s humanitarian interventions not only meet the needs of displaced persons and vulnerable members of host communities, but also seek to strengthen interreligious tolerance and build common ground by creating shared safe spaces for relationship-building across ethno-religious lines. Although the violent crises that had erupted in the Jos area were perceived by Nigerian Christians as being driven by Muslims, EPRT based its relief distributions on need, not on religion, creed or social status, recognizing that impartial aid distributions have the potential to build social cohesion in a context in which some actors seek to create and widen divisions along religious lines.

An experience of an attempted relief distribution in Gurku camp by a Muslim organization offers a second example of the importance of a conflict sensitivity approach in planning the distribution of relief items in an interfaith context. This Muslim group had planned to distribute relief assistance only to Muslims during the Muslim holy month of Ramadan within a formal camp setting that included Muslims and Christians. Given that the households in the camp were from different faith groups, the Muslim camp officials refused the relief items, insisting that until all IDPs in the camp benefited regardless of religious affiliation, the distribution could not take place. Camp leaders had participated in workshops organized by EYN on the Healing and Rebuilding our Communities (HROC) approach from Rwanda, which had emphasized the importance of considering conflict drivers and connectors when developing humanitarian responses and thus prepared community leaders to ask critical questions about humanitarian initiatives like this one proposed by a Muslim organization that would have had negative consequences in fracturing social cohesion.

Humanitarian actors may have worthy goals and seek to meet basic human needs, but if they do not incorporate conflict sensitivity into project planning and implementation, serious harms can materialize for project participants. Care must be taken to ensure that cultural norms and religious doctrines do not disrupt the distribution of humanitarian assistance and that the project does not create more conflict by ignoring cultural norms.

Issa Chung, a local Emergency Preparedness and Response Team (EPRT) member in the Bukuru community of Jos, Nigeria, presents at a meeting in March 2018. Local EPRT teams, a collaboration between MCC and JDPC (Justice Development and Peace CARITAS) seek to build and promote sustainable peace, resulting in the reduction of election violence, community conflict and emergencies/crises in Plateau State creating a culture of harmony and acceptance among secondary school age children throughout Plateau State. (MCC Photo/ Allan Reesor-McDowell)

For decades, MCC in Nigeria has worked alongside partners like EPRT and EYN to meet basic human needs, address injustices and rebuild communities that were previously segregated along religious lines. Through these efforts, MCC and its partners have discovered that integrating conflict sensitivity and peacebuilding into the heart of every project, promoting social cohesion across differences and building interreligious capacities for peace are essential for the success of humanitarian interventions.

Hyeladzira Balami is administrative and finance assistant for MCC Nigeria.


The Do No Harm Project. The “Do No Harm” Framework for Analyzing the Impact of Assistance on Conflict: A Handbook. Cambridge, MA: CDA Collaborative Learning Projects, 2004. Available at https://www.cdacollaborative.org/publication/the-do-no-harm-framework-for-analyzing-the-impact-of-assistance-on-conflict-a-handbook/.