Conflicto y asistencia humanitaria

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Alberto Mosquera, navegando en su bote en esta foto de marzo de 2018, es un agricultor en la región del Bajo San Juan de Chocó, Colombia. Mosquera participa en un proyecto de cacao de la organización asociada del CCM Weaving Hope Agricultural Foundation (FAGROTES / Fundación Agropecuaria Tejiendo Esperanza). A través del proyecto, Mosquera recibió asistencia técnica en el cultivo y procesamiento del cacao. (Foto del CCM / Alex Morse).

Cada año, el CCM responde a docenas de desastres y crisis en todo el mundo que desplazan a decenas de miles de personas. En muchos casos, las personas que necesitan asistencia han sido desplazadas por el conflicto. En su informe más reciente de tendencias mundiales sobre el desplazamiento forzado, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) informó de un número récord de personas desplazadas de sus hogares a fines de 2018 como resultado de persecución, conflicto, violencia y violaciones de los derechos humanos, incluyendo 25.9 millones de personas refugiadas y 41.3 millones de personas desplazadas internamente, con 37,000 nuevos desplazamientos cada día. Este contexto de violencia informa no solo el tipo de respuesta que el CCM apoya, sino también la forma en que se lleva a cabo la respuesta.

El trabajo de asistencia del CCM se adhiere al Estándar Humanitario Básico (2014) sobre calidad y responsabilidad que busca mantener a las comunidades y personas afectadas por las crisis en el centro de cualquier respuesta. Basado en los principios de humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia, el EHB establece nueve compromisos que las agencias que llevan a cabo respuestas humanitarias deben cumplir para mejorar la asistencia que brindan:

  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis reciben la asistencia adecuada y relevante para sus necesidades.
  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis tienen acceso a la asistencia humanitaria que necesitan en el momento adecuado.
  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis no se ven negativamente afectadas y están más preparadas, son más resistentes y tienen menos riesgos como resultado de la acción humanitaria.
  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis conocen sus derechos y beneficios, tienen acceso a la información y participan en las decisiones que les afectan.
  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis tienen acceso a mecanismos seguros y responsivos para manejar las quejas.
  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis reciben asistencia coordinada y complementaria.
  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis pueden esperar una mejor asistencia a medida que las organizaciones aprenden de la experiencia y reflexión.
  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis reciben la asistencia que requieren de personal y voluntarios competentes y bien administrados.
  • Las comunidades y personas afectadas por las crisis pueden esperar que las organizaciones que les ayudan gestionen los recursos de manera efectiva, eficiente y ética.

No es suficiente simplemente distribuir suficiente comida o enviar la cantidad necesaria de cobijas. La consulta auténtica con las comunidades afectadas es esencial para garantizar que la respuesta humanitaria sea apropiada y relevante, efectiva y oportuna, fortalezca las capacidades locales y responda a la retroalimentación de la comunidad. La respuesta del CCM en situaciones de conflicto debe considerar la seguridad física de las personas participantes y del personal así como el acceso a las poblaciones afectadas. Los proyectos no solo responden a las necesidades tangibles como alimentos y refugio, sino que también abordan las necesidades psicosociales muy reales que surgen del trauma del desplazamiento, violencia y destrucción de hogares y comunidades. La asistencia humanitaria en estos contextos requiere un buen análisis de conflictos para garantizar que la prestación de asistencia no agrave el conflicto y cause más daño que bien.

Los artículos en este número de Intersections exploran las formas en que el CCM, junto con sus organizaciones asociadas locales, ha estado abordando estas complejidades de proporcionar asistencia humanitaria en medio de conflictos en contextos tan variados como Colombia, Nigeria, Sudán del Sur, Líbano y Siria. Cada caso examinado en estos artículos contribuye al aprendizaje continuo del CCM en aras de mejorar su trabajo futuro, ofreciendo lecciones sobre el mantenimiento de la imparcialidad de la respuesta humanitaria, analizando diferentes tipos de desvío de la asistencia humanitaria, obteniendo el apoyo de los hombres para intervenciones humanitarias dirigidas a las mujeres, integrando la sensibilidad al conflicto en la respuesta humanitaria, construyendo capacidades locales para la paz y fortaleciendo la sostenibilidad de los proyectos de asistencia humanitaria.

Stephanie Dyck es coordinadora del programa de contribuciones externas del CCM Líbano y Siria.

Norma Humanitaria Esencial: corehumanitarianstandard.org

Haciendo sostenible la asistencia humanitaria: poner a las mujeres a cargo

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

“No soy inútil”, Mona le comentó al coordinador del proyecto (seudónimo utilizado con fines de seguridad). “Aprendí en este trabajo que puedo hacer muchas cosas por mis hijos y por mí misma, sin necesidad de ayuda”. Como la única cabeza de su familia, Mona tenía pocas oportunidades de mantener a su familia. Después de participar en un proyecto de asistencia humanitaria sostenible en Siria, Mona ahora puede mantener con confianza a sus hijos.

A medida que la crisis en Siria continúa en su noveno año, el equipo del CCM Líbano y Siria tienen como objetivo satisfacer de manera sostenible el alto nivel de necesidad humanitaria que sigue existiendo en el país. Aunque la Guerra activa ha disminuido recientemente en la mayoría de las zonas de Siria, 11,7 millones de personas siguen necesitadas. La seguridad alimentaria sigue siendo una preocupación principal, ya que la crisis ha afectado gravemente la economía y bienestar económico de las personas. Dado que 6,5 millones de personas continúan sufriendo inseguridad alimentaria, el CCM identifica el acceso a los alimentos como una preocupación importante.

El abordar el acceso a los alimentos en un contexto de crisis puede enfocarse desde muchos ángulos. Después de evaluar un gran proyecto de asistencia alimentaria en Siria, el CCM descubrió que garantizar el acceso a los alimentos libera ingresos para ser utilizados para otros servicios básicos, como las necesidades médicas y los uniformes escolares. Cuando las familias carecen de alimentos, se ven obligadas a recurrir a estrategias de afrontamiento, como restringirse a una comida diaria. A medida que disminuye el acceso a los servicios y bienes básicos, aumenta la gravedad de las estrategias de afrontamiento. Las familias desplazadas y los hogares encabezados por mujeres corren el mayor riesgo de recurrir a estrategias de afrontamiento severas, ya que carecen de seguridad y estabilidad.

Las mujeres obtuvieron no solo confianza y nuevas habilidades, sino también un ingreso que podrían llevar consigo al finalizar el proyecto.

La guerra tiene efectos devastadores en individuos, familias, comunidades y naciones. Los hombres, a menudo, son reclutados para luchar u obligados a huir, mientras que las mujeres deben cuidar a sus familias. El número de hogares encabezados por mujeres solteras en Siria ha aumentado considerablemente desde que comenzó la crisis siria. Esto ha provocado que las mujeres jóvenes asuman responsabilidades y tareas vitales para la supervivencia de la comunidad, dándoles poder y responsabilidad que antes no poseían. Enfocarse en las mujeres en intervenciones de asistencia humanitaria es enfocarse en familias enteras, mejorando la sociedad siria en general. Es por eso por lo que una organización asociada del CCM, el Foro para el Desarrollo, Cultura y Diálogo (FDCD), creó un proyecto con estas mujeres en mente.

El FDCD es una organización no gubernamental (ONG) con sede en Beirut, Líbano, con una larga historia de lucha contra el extremismo violento, diálogo interreligioso, construcción de paz y respuesta de emergencia. La extensa red de asociados y amigos de la FDCD en la región de Medio Oriente y África del Norte (MEAN) le permite realizar un trabajo significativo. Los voluntarios se encuentran en todo el Líbano y Siria: esta red de voluntarios permite que el FDCD implemente directamente proyectos dentro de Siria. Por lo tanto, el CCM se asoció con el FDCD para crear un proyecto piloto destinado a servir a los hogares encabezados por mujeres solteras, abordando una necesidad humanitaria, junto con un enfoque a largo plazo en la asistencia humanitaria sostenible. De esto surgió un pequeño proyecto de cinco meses para proporcionar capacitación en procesamiento de alimentos y habilidades comerciales para las mujeres sirias.

En el corazón de este proyecto estaba la pregunta: “¿Cómo hacemos que la asistencia humanitaria sea lo más sostenible que sea posible?” El FDCD, con la ayuda del CCM, reestructuró un proyecto anterior centrado en la asistencia alimentaria para equipar a los hogares encabezados por mujeres con habilidades para producir algo profundamente necesario en las comunidades sirias: alimento.

El FDCD seleccionó dos ubicaciones para el proyecto, con diez participantes y un coordinador local por ubicación. Un facilitador para ambos lugares proporcionó consistencia en la implementación del proyecto, viajando entre los sitios del proyecto para proporcionar capacitación en habilidades comerciales. Todas las participantes del proyecto provenían de hogares liderados por mujeres solteras, con hijas, hijos y otros miembros de la familia de quienes eran las únicas responsables. Al diseñar el proyecto, coordinadores locales hablaron con las mujeres para determinar la hora ideal de inicio y finalización del día laboral, asegurando que el proyecto proporcionara a las participantes la flexibilidad necesaria para trabajar durante las horas en que sus hijos e hijas estaban en la escuela. El diseño de este proyecto eliminó la necesidad de que las mujeres pagaran por el cuidado de sus hijas e hijos o las obligara a dejarlos solos en casa.

Cuando las familias carecen de alimentos, se ven obligadas a recurrir a estrategias de afrontamiento, como restringirse a una comida diaria. A medida que disminuye el acceso a los servicios y bienes básicos, aumenta la gravedad de las estrategias de afrontamiento. Las familias desplazadas y los hogares encabezados por mujeres corren el mayor riesgo de recurrir a estrategias de afrontamiento severas, ya que carecen de seguridad y estabilidad.

Las diez mujeres se reunieron en sus respectivos centros cinco días a la semana para asistir a clases de habilidades comerciales y mercadotecnia, mientras que también aprendían el arte de mouneh. Mouneh es un proceso de enlatar alimentos para que duren mucho tiempo. Las capacitaciones de habilidades empresariales incluían clases de todo tipo, desde cómo comercializar los productos, cómo establecer precios y las mejores prácticas de saneamiento. Las mujeres obtuvieron no solo confianza y nuevas habilidades, sino también un ingreso que podrían llevar consigo al finalizar el proyecto.

Aunque el proyecto se centró únicamente en equipar a las mujeres con habilidades para ganarse la vida, surgieron tres resultados diferentes. El primer resultado fue que las veinte mujeres en el proyecto aprendieron a producir mouneh, dándoles así una habilidad concreta para mantener a sus familias. Al finalizar el proyecto, el 23% de las mujeres incluso informaron haber encontrado capacitación formal o contratos. El segundo resultado fue una mayor seguridad alimentaria para 300 familias sirias durante los duros meses de invierno, ya que una vez que las mujeres aprendieron a hacer mouneh, el FDCD distribuyó cuatro kilogramos de productos mouneh a 300 familias vulnerables durante los primeros meses de invierno. Por último, el proyecto contribuyó a la cohesión social en Siria, ya que todas las mujeres que participaron en el proyecto eran personas desplazadas internamente, provenientes de diversos orígenes y regiones de Siria. Los coordinadores del proyecto informaron que, a medida que las mujeres se reunían diariamente para aprender y enseñarse entre sí, las barreras entre ellas pasaron lentamente a un segundo plano.

El diseño del proyecto no necesita limitarse a un objetivo o resultado. La configuración del conflicto es compleja: el abordar los medios de vida de las mujeres en esos entornos inevitablemente también será complejo y desafiante. El satisfacer las necesidades básicas a través de la asistencia humanitaria, a su vez, plantea preguntas sobre cómo las mujeres que dirigen los hogares por sí mismas podrían estar equipadas para satisfacer más de las necesidades de sus familias. En el futuro, el CCM puede aprovechar las lecciones aprendidas de este proyecto mientras busca expandir sus esfuerzos humanitarios sostenibles en Siria.

Hayley Schultz participó en el programa Servir y Aprender Juntos del CCM en 2018-2019 como asistente de respuesta de paz y desastre para la organización asociada local, el Foro para el Desarrollo, Cultura y Diálogo.


Stevenson, Wendell. “Remembrance of Tastes Past: Syria’s Disappearing Food Culture.” The Guardian.

December 7, 2016. Disponible en: https://www.theguardian.com/worl/2016/dec/07/syria-refugees-disappearing-food-culture-kibbeh

Syrian Humanitarian Needs Overview. UNOCHA. https://hno-syria.org/ The Forum for Development, Culture and Dialogue: http://www.fdcd.org/

Conflict and humanitarian assistance

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Alberto Mosquera, traveling by boat in this March 2018 photo, is a farmer in the Lower San Juan region of Choc, Colombia. Mosquera is a participant in a cacao project run by MCC partner Weaving Hope Agricultural Foundation (FAGROTES/Fundacin Agropecuaria Tejiendo Esperanza). Through the project, Mosquera received technical assistance in cultivating and processing cacao. MCC supports this sustainable cacao production project in Choc through Growing Hope Globally (formerly Foods Resource Bank). Participating farmers gain technical skills related to producing, processing and commercializing cacao. The project aims for sustainability, both in specific farming practices and as a long-term livelihood option. Growing Hope Globally photo/Alex Morse

Each year, MCC responds to dozens of disasters and crises around the world that displace tens of thousands of people. In many cases, those in need of assistance have been displaced by conflict. In its most recent global trends report on forced displacement, the United Nations High Commissioner for Refugees (UNHCR) reported a record number of persons displaced from their homes at the end of 2018 as a result of persecution, conflict, violence and human rights violations, including 25.9 million refugees and 41.3 million internally displaced, with 37,000 new displacements each day. This context of violence informs not only the type of response that MCC supports, but also the way in which the response is undertaken.

MCC’s relief work adheres to the Core Humanitarian Standard (2014) on quality and accountability that seeks to keep communities and people affected by crisis at the center of any response. Based on the principles of humanity, impartiality, neutrality and independence, the CHS sets out nine commitments that agencies carrying out humanitarian responses should follow to improve the assistance they provide:

  1. Communities and people affected by crisis receive assistance appropriate and relevant to their needs.
  2. Communities and people affected by crisis have access to the humanitarian assistance they need at the right time.
  3. Communities and people affected by crisis are not negatively affected and are more prepared, resilient and less at-risk as a result of humanitarian action.
  4. Communities and people affected by crisis know their rights and entitlements, have access to information and participate in decisions that affect them.
  5. Communities and people affected by crisis have access to safe and responsive mechanisms to handle complaints.
  6. Communities and people affected by crisis receive coordinated, complementary assistance.
  7. Communities and people affected by crisis can expect delivery of improved assistance as organizations learn from experience and reflection.
  8. Communities and people affected by crisis receive the assistance they require from competent and well-managed staff and volunteers.
  9. Communities and people affected by crisis can expect that the organizations assisting them are managing resources effectively, efficiently and ethically.

It is not enough simply to distribute sufficient food or ship the needed number of blankets. Authentic consultation with affected communities is essential to ensuring that humanitarian response is appropriate and relevant, effective and timely, strengthens local capacities and accounts for community feedback. MCC’s response in situations of conflict must consider the physical safety and security of participants and staff and access to affected populations. Projects not only respond to tangible needs such as food and shelter but also address the very real psychosocial needs that arise from the trauma of displacement, violence and destruction of homes and communities. Humanitarian assistance in these contexts requires good conflict analysis to ensure that the provision of assistance does not exacerbate conflict and cause more harm than good.

The articles in this issue of Intersections explore the ways in which MCC, together with its local partners, has been navigating these complexities in providing humanitarian assistance amid conflict in contexts as varied as Colombia, Nigeria, South Sudan, Lebanon and Syria. Each case examined in these articles contributes to MCC’s ongoing learning for the sake of improving its future work, offering lessons about maintaining the impartiality of humanitarian response, analyzing different types of diversion of humanitarian assistance, garnering support from men for humanitarian interventions aimed at women, integrating conflict sensitivity into humanitarian response, building on local capacities for peace and strengthening the sustainability of humanitarian assistance projects.

Stephanie Dyck is MCC Lebanon and Syria’s external grants program coordinator.

Core Humanitarian Standard: corehumanitarianstandard.org

Integrando la protección en el apoyo psicosocial para las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Durante los últimos tres años, la Organización Libanesa para Estudios y Capacitación (LOST por sus siglas en inglés), en asociación con el CCM, ha estado implementando uno de sus mayores proyectos de protección en el área de Baalbeck-Hermel. Titulado “Ella Importa”, este proyecto tiene como objetivo proporcionar apoyo en trauma y psicológico a las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables. LOST enfrentó varios desafíos al presentar el proyecto en el área de Baalbeck-Hermel. Para garantizar el éxito del proyecto, el personal de LOST necesitaba abordar varias inquietudes relacionadas con la protección para garantizar la seguridad del personal del proyecto y participantes, así como para ganarse la confianza de las comunidades a las que pertenecían las participantes.

La situación de seguridad en Baalbeck-Hermel puede ser muy tensa, con conflictos tribales que surgen en cualquier momento junto con conflictos internos continuos que surgen de las tensiones políticas. LOST, por lo tanto, tomó las medidas necesarias para garantizar la seguridad de las participantes y del personal en los sitios del proyecto cerca de las zonas de conflicto, ajustando el cronograma de actividades a tiempos más seguros e incluyendo el transporte para las beneficiarias. Además, en algunas áreas, las participantes del proyecto corrían el riesgo de ser arrestadas mientras iban y venían de las actividades del proyecto porque carecían de un registro adecuado en el Líbano. En este caso, LOST contactó a las Fuerzas de Seguridad Libanesas para facilitar el movimiento de las participantes del proyecto, explicando el beneficio del proyecto a la región en su conjunto y evitando daños a las participantes del proyecto, al tiempo que fortalece las relaciones con las autoridades locales. LOST también creó una política de protección contra la explotación y abuso sexual (PEAS) en toda la organización que incluyó mecanismos confidenciales y privados mediante los cuales las participantes del proyecto pueden plantear inquietudes y presentar quejas sobre el proyecto y sobre las acciones del personal de LOST.

Cuántos más hombres se han involucrado, más se han beneficiado las mujeres de las capacitaciones, ya que usan sus nuevos conocimientos para mejorar la salud y bienestar de sus familias.

Cuando LOST presentó por primera vez este proyecto de apoyo psicosocial para refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables en la región de Baalbek-Hermel, los esposos de las posibles participantes del proyecto en la mayoría de las aldeas rechazaron inicialmente la iniciativa. Los hombres expresaron una gran incomodidad con la idea de que sus cónyuges asistieran a las sesiones, temiendo que el proyecto tuviera un efecto negativo en sus familias. Con base en las recomendaciones de las mujeres participantes, LOST trabajó para incluir a hombres en el proyecto. En algunos casos, LOST proporcionó incentivos para la participación, incluyendo la integración de estos hombres en otros proyectos de LOST, como programas de dinero-por-trabajo, programas de alimentos-por-capacitación y otras intervenciones de medios de vida. Estos resultaron ser beneficiosos para los hombres y luego aceptaron más la participación de sus esposas en las actividades del proyecto. LOST disminuyó los casos de hombres que abandonaran las actividades para ir a trabajar teniendo en cuenta sus horarios y realizando capacitaciones en un día libre o incluso después de la jornada laboral. LOST también ha comenzado a realizar algunas sesiones de sensibilización para los esposos de las participantes para que también reciban parte de la misma información sobre el trauma y conciencia de salud que las mujeres. Cuántos más hombres se han involucrado, más se han beneficiado las mujeres de las capacitaciones, ya que usan sus nuevos conocimientos para mejorar la salud y bienestar de sus familias.

A través de varias acciones de mitigación, LOST pudo superar con éxito todos los desafíos que surgieron al implementar el proyecto “Ella Importa” en Baalbek-Hermel. El proyecto ha sido capaz de empoderar a las mujeres al desarrollar sus capacidades para tener una vida mejor, más segura y más honorable y digna a través de talleres sobre prácticas seguras de salud e higiene, planificación familiar, primeros auxilios y cuidado infantil. A través de sus actividades de apoyo psicosocial, el proyecto ha demostrado que la sanidad del trauma es esencial para recuperar la compostura necesaria para avanzar en la vida. Los resultados han incluido la resiliencia para las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables a través de relaciones mejoradas y fortalecidas dentro de sus familias y comunidad en general.

Rabih Allam es coordinador de diseño, monitoreo y evaluación de la Organización Libanesa para Estudios y Capacitación (LOST), asociada del CCM.


Comité Permanente entre Organismos. “Manual de Género para la Acción Humanitaria”. IASC, 2017. Disponible en: https://interagencystandingcommittee.org/system/files/iasc_manual_de_genero_para_accion_humanitaria.pdf

Lebanese Organization for Studies and Training: https://lostlb.org/

Apoyo a la respuesta humanitaria local en Siria

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Acceso, capacidad local, manejo de tensiones con las comunidades de acogida y seguridad—estas son solo algunas de las muchas áreas para tener en cuenta al operar en entornos humanitarios complejos. El enfoque de asociación local del CCM para su trabajo a nivel mundial, a menudo, proporciona una ventaja comparativa al responder a las crisis, particularmente en casos como Siria, donde los conflictos activos y los problemas de seguridad y acceso dificultan que otros actores, como las organizaciones internacionales no gubernamentales (ONG) que participan en la implementación directa, coordinen fácilmente una respuesta. La comunidad internacional también ha reconocido formalmente la necesidad de aumentar el apoyo por parte de los gobiernos donantes, las Naciones Unidas y las ONG internacionales a las organizaciones locales en un acuerdo conocido como el Gran Pacto, iniciado en 2016 como un compromiso para mejorar la “efectividad y eficiencia” de la acción humanitaria. Mientras que muchas otras organizaciones no gubernamentales se apresuraron a buscar organizaciones asociadas locales con las cuales trabajar para responder a la guerra siria, el CCM ya tenía asociaciones establecidas de muchos años, algunas con más de 20 años, antes del comienzo de la guerra. Si bien esto le ha permitido al CCM responder a las necesidades básicas de muchos hogares y comunidades sirias en los últimos nueve años, esta oportunidad de responder no ha estado exenta de aprendizaje y desafíos propios.

Desde que comenzó su trabajo en Siria en 1991, las organizaciones asociadas del CCM han sido iglesias o agencias eclesiásticas cuyo trabajo principal era la educación, apoyo a las personas con discapacidad e iniciativas agrícolas, de servicio social y de ayuda humanitaria. Lo que cambió con el comienzo de la guerra no fue su deseo de responder a las necesidades de sus comunidades, sino las necesidades de esas comunidades. Una gran parte del trabajo del CCM con sus organizaciones asociadas en el período inicial de la respuesta fue desarrollar su capacidad y proporcionar capacitación sobre cómo distribuir paquetes de alimentos, artículos no alimenticios y subsidios de efectivo de acuerdo con los principios y estándares humanitarios internacionales. Para los grupos y organizaciones locales sirios más pequeños, los fondos puestos a disposición para la respuesta humanitaria de los países y organizaciones donantes eran nuevos y llevaban consigo expectativas y mecanismos de rendición de cuentas con los que no tenían experiencia previa. Con el tiempo, muchas organizaciones asociadas del CCM han podido acceder a nuevas fuentes de financiamiento de donantes desde que comenzó su respuesta al conflicto, gracias a haber adquirido competencia en la programación y presentación de informes sobre asistencia humanitaria de una manera que cumpla con las mejores prácticas mundiales y expectativas de los donantes.

El personal local de la organización asociada asume riesgos de seguridad significativos además de trabajar para mitigar los riesgos para quienes reciben asistencia. La elección de lugares de distribución, la decisión de distribuir asistencia ya sea en efectivo o en especie, las necesidades específicas de las personas con movilidad limitada, el acceso a las áreas para visitas de monitoreo—todo debe ser considerado y administrado por el personal y voluntarios locales.

El trabajar con asociaciones existentes también dicta, en cierta medida, los lugares donde se centrará la respuesta del CCM, ya que el acceso del CCM se limita al acceso que las organizaciones asociadas ya tienen o puedan adquirir. Esto no significa que la ayuda no esté dirigida a las personas más vulnerables dentro de una comunidad. Sin embargo, el hecho de que las áreas del proyecto dentro de Siria durante la guerra se hayan limitado a donde las organizaciones de la iglesia asociadas del CCM pueden operar libremente necesariamente ha dejado algunas partes del país fuera de la capacidad de respuesta del CCM. Esto ha incluido áreas sitiadas donde el acceso ha sido difícil para todos los actores, así como áreas bajo el control de grupos con los que el CCM y sus organizaciones asociadas no pueden obtener garantías para un acceso seguro. A pesar de estas restricciones, las áreas disponibles para las organizaciones asociadas del CCM han incluido, sin embargo, la mayoría de las gobernaciones de Siria y muchas comunidades que albergan hogares de personas desplazadas internamente de todos los rincones del país. La profundidad del conocimiento y la confianza que las organizaciones locales tienen en estas comunidades ha permitido que los proyectos apoyados por el CCM reduzcan las divisiones entre las personas de diferentes creencias religiosas, así como entre los hogares de personas desplazadas internamente y de la comunidad de acogida.

Las organizaciones internacionales también deben tomar en serio los riesgos de seguridad que corren las organizaciones asociadas locales en entornos operativos complejos como Siria. El personal local de la organización asociada asume riesgos de seguridad significativos además de trabajar para mitigar los riesgos de quienes reciben asistencia. La elección de lugares de distribución, la decisión de distribuir asistencia ya sea en efectivo o en especie, las necesidades específicas de las personas con movilidad limitada, el acceso a las áreas para visitas de monitoreo—todo debe ser considerado y administrado por el personal y voluntarios locales. Si bien los donantes internacionales requieren que las organizaciones asociadas participen y compartan información con las estructuras oficiales de coordinación de la ayuda, esto también puede conllevar riesgos cuando la prestación de asistencia podría incluir hogares de áreas que anteriormente estaban fuera del control del gobierno. El CCM y las agencias donantes de las cuales recibe fondos para la respuesta en Siria deben tomar en serio el deber de cuidado que conlleva trabajar en un contexto volátil y estar dispuestos a permitir las excepciones necesarias a las prácticas estándar. El CCM y las agencias donantes también deben cumplir con su deber de cuidado al ayudar a las organizaciones asociadas a desarrollar su capacidad para gestionar los riesgos y seguridad de manera efectiva.

A medida que el CCM continúa respondiendo a las necesidades humanitarias a corto y largo plazo en Siria, estos problemas de acceso, capacidad y seguridad permanecerán y evolucionarán. Las lecciones de los últimos nueve años de apoyo a organizaciones asociadas locales en Siria informarán la respuesta continua del CCM en el país. A medida que el CCM crece en su comprensión de la interacción entre acceso, capacidad de las organizaciones asociadas locales y seguridad, la experiencia de la crisis de Siria también le ayudará a responder de manera más efectiva a futuras crisis humanitarias en el Medio Oriente y otras partes del mundo.

Stephanie Dyck es coordinadora del programa de contribuciones externas para el CCM del Líbano y Siria.


Comité Permanente entre Organismos. “El Gran Pacto” Disponible en: https://interagencystandingcommittee.org/grand-bargain.

Pavanello, Sara with Larissa Fast and Eva Svoboda. “Fostering Local Partnerships in Remote Management and High-Threat Settings.” Report commissioned by the Humanitarian Policy Group. July 2018. Disponible en: http://odi.org/sites/odi.org.uk/files/resourcedocuments/12302.pdf.

Making humanitarian assistance sustainable: put women in charge

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

“I am not useless,” Mona relayed to the project coordinator (pseudonym used for security purposes). “I learned in this job that I can do many things for my children, and myself, without needing any help.” As the sole head of her household, Mona had few opportunities to support her family. After taking part in a sustainable humanitarian assistance project in Syria, Mona is now able to confidently provide for her children.

As the crisis in Syria continues into its ninth year, the MCC Lebanon and Syria team aims meet the high level of humanitarian need that continues to exist in the country in a sustainable way. Though active fighting has recently decreased in most areas of Syria, 11.7 million people remain in need. Food security continues to be a main concern, as the crisis has severely disrupted the economy and people’s economic well-being. As 6.5 million people remain food insecure, MCC identifies access to food as a significant concern.

Addressing access to food in a crisis setting can be approached from many angles. After evaluating a large food assistance project in Syria, MCC found that ensuring access to food frees income to be used for other basic services, such as medical needs and school uniforms. When families lack food, they are forced to resort to coping strategies such as restricting themselves to one daily meal. As access to basic services and goods decreases, the severity of coping strategies increases. Displaced families and female-headed households are most at risk of resorting to severe coping strategies, as they lack security and stability.

War has devastating effects on individuals, families, communities and nations. Men are often recruited to fight or forced to flee, while women are left to care for their families. The number of single female-headed households in Syria has greatly increased since the Syrian crisis began. This has caused young women to take on responsibilities and tasks vital for community survival, giving them power and responsibility that they did not previously possess. Targeting women in humanitarian assistance interventions targets entire families, enhancing Syrian society overall. That is why an MCC partner, the Forum for Development, Culture and Dialogue (FDCD), created a project with these women in mind.

Women gained not only confidence and new skills, but an income that they can carry with them now that the project is over.

FDCD is a non-governmental organization (NGO) based in Beirut, Lebanon, with a long history of countering violent extremism, interfaith dialogue, peacebuilding and emergency response. FDCD’s extensive network of partners and friends in the Middle East and North Africa (MENA) region allows it to accomplish meaningful work. Volunteers are based throughout Lebanon and Syria: this network of volunteers allows FDCD to directly implement projects within Syria. MCC thus partnered with FDCD to create a pilot project aimed at serving households headed by single women, addressing a humanitarian need while paired with a long-term focus on sustainable humanitarian assistance. From this emerged a small five-month project to provide training in food processing and business skills for Syrian Women.

At the heart of this project was the question, “How do we make humanitarian assistance as sustainable as possible?” FDCD, with the help of MCC, restructured a previous food assistance-focused project to equip female-headed households with skills to produce something deeply needed in Syrian communities: food.

FDCD selected two locations for the project, with ten participants and one local coordinator per location. One trainer for both locations provided consistency in project implementation, traveling between the project sites to provide training in business skills. All project participants came from households led by single women, with children and other family members for whom they were solely responsible. When designing the project, the local coordinators spoke with women to determine an ideal start and end time for the work day, ensuring the project provided participants with the much-needed flexibility of working during the hours their children were at school. This project design eliminated the need for women to pay for childcare or force them to leave their children home alone.

The ten women gathered in their respective centers five days a week to attend classes in business skills and marketing, while also learning the art of mouneh. Mouneh is a process of canning food to last for a long period of time. The business training skills involved classes on everything from how to market one’s products, how to set prices and best sanitation practices. Women gained not only confidence and new skills, but an income that they could carry with them upon the project’s completion. Thus, the project was successful in making humanitarian assistance more sustainable, a success that can in turn inform future MCC programming.

When families lack food, they resort to coping strategies such as restricting themselves to one daily meal. As access to basic services and goods decreases, the severity of coping strategies increases. Displaced families and female-headed households are most at risk of resorting to severe coping strategies, as they lack security and stability.

Though the project centered solely on equipping women with livelihoods skills, three different outcomes emerged. The first outcome was that the twenty women in the project learned how to produce mouneh, thus equipping them with a concrete skill to support their families. At the conclusion of the project, 23% of the women even reported finding formal training or contracts. The second outcome was increased food security for 300 Syrian families during the harsh winter months, as once the women learned how to make mouneh, FDCD distributed four kilograms of mouneh products to 300 vulnerable families during the early winter months. Lastly, the project contributed to social cohesion in Syria, as all the women participating in the project were internally displaced people, coming from diverse backgrounds and regions in Syria. Project coordinators reported that, as women gathered daily to learn from and teach each other, the barriers between them slowly faded into the background. As the crisis in Syria continues, the MCC Lebanon and Syria team and our partners in Syria are looking for new ways to provide humanitarian assistance in a sustainable way. Project design does not need to be limited to one goal or outcome. Conflict settings are complex: addressing women’s livelihoods in those settings will inevitably also be complex and challenging. Meeting basic needs through humanitarian assistance in turn raises questions about how women leading households on their own might be equipped to meet more of their families’ needs. Going forward, MCC can build on lessons learned from this project as it seeks to expand its sustainable humanitarian efforts in Syria.

Hayley Schultz participated in MCC’s Serving and Learning Together program in 2018-2019 as the peace and disaster response assistant for a local partner, the Forum for Development, Culture and Dialogue.


Stevenson, Wendell. “Remembrance of Tastes Past: Syria’s Disappearing Food Culture.” The Guardian. December 7, 2016. Available at https://www.theguardian.com/world/2016/dec/07/syria-refugees-disappearing-food-culture-kibbeh

Syrian Humanitarian Needs Overview. UNOCHA. https://hno-syria.org/

The Forum for Development, Culture and Dialogue: http://www.fdcd.org/

La respuesta humanitaria del CCM al conflicto en Siria, Irak, Líbano y Jordania

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

En su mayor respuesta humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, el CCM ha programado más de US $63.4 millones para responder a los conflictos y desplazamientos en Siria desde 2012 e Irak desde 2014. El programa de respuesta del CCM abarca cuatro países, tanto Siria como Iraq, junto con sus vecinos el Líbano y Jordania, que albergan grandes poblaciones de refugiados en relación con su tamaño nacional. En estos países, el CCM trabaja en estrecha colaboración con organizaciones de ayuda eclesiástica, sociedades caritativas islámicas, organizaciones no gubernamentales nacionales y organizaciones comunitarias.

El personal del Middle East Council of Churches (MECC) descargó un envío de ayuda humanitaria que se envió en octubre de 2018 desde la Conferencia Regional Menonita de Europa Occidental y CCM a la bodega del MECC en Dara’a, Siria. El envío incluyó 368 edredones, 800 baldes de alivio y 4,976 paquetes escolares, junto con ropa de menores y otras mantas. Nombres no proporcionados por razones de seguridad. (Foto cortesía del Consejo de Iglesias del Medio Oriente).

A través de estas asociaciones, el CCM responde a las necesidades humanitarias urgentes y continuas de personas refugiadas y desplazadas internamente, incluyendo la asistencia alimentaria y en efectivo, rehabilitación de viviendas, apoyo con el alquiler y provisión de artículos esenciales para el hogar e higiene. Si bien la mayoría de los artículos se compran localmente, el CCM también envía artículos de higiene en especie, mantas y otra asistencia humanitaria de Canadá, Estados Unidos y Europa para distribuirlos como parte de su respuesta. En los últimos siete años, el CCM ha enviado ayuda humanitaria valorada en más de US $11 millones.

El CCM y sus organizaciones asociadas también abordan las necesidades de las personas afectadas por conflictos más allá de la provisión de alimentos y otro tipo de apoyo humanitario.

Las niñas y niños de 3 a 5 años disfrutan el truco del conejo del mago durante un espectáculo de magia en su escuela. Esta es una de las escuelas en el sur del Líbano que el CCM financia a través de su organización asociada la Popular Aid for Relief and Development (PARD). El personal del CCM colaboró con el personal de la escuela para invitar al mago a actuar en todas las escuelas apoyadas por el CCM como una extensión del proyecto de educación de kínder del CCM que incluye capacitación psicosocial. La PARD ha trabajado muchos años en áreas palestinas en el sur del Líbano y comenzó a incluir actividades psicosociales para brindar a las personas refugiadas sirias y palestinas herramientas para abordar el trauma y una oportunidad para expresarse y aumentar su confianza. Los nombres se retienen por razones de seguridad. (Foto cortesía de PARD).

A medida que el desplazamiento interrumpe o limita el acceso a la educación para las niñas, niños y jóvenes, el CCM brinda apoyo para programas educativos formales y de recuperación. El CCM también promueve relaciones positivas entre las comunidades de acogida y desplazadas y entre diferentes grupos étnicos y religiosos para evitar tensiones intercomunitarias y promover la paz. En reconocimiento del inmenso trauma experimentado por las familias afectadas por el conflicto, los programas del CCM brindan apoyo para la sanidad del trauma y atención psicológica, junto con el desarrollo de las habilidades de las organizaciones asociadas para responder a las necesidades psicológicas. A medida que la naturaleza del conflicto en Siria e Irak y las circunstancias de las personas afectadas cambian, el CCM ajusta su programa para abordar mejor las necesidades y situaciones en evolución en el campo. Ahora, a medida que algunas familias desplazadas comienzan a regresar a sus hogares, el CCM explora formas de proporcionar asistencia humanitaria sostenible y empoderadora.

Como es evidente en varios de los artículos dentro de este número de Intersecciones, la respuesta humanitaria a gran escala y a largo plazo al conflicto en Siria e Irak ha desafiado al CCM y sus organizaciones asociadas a desarrollar habilidades para responder efectivamente a las diferentes necesidades de mujeres, niñas, niños y hombres en circunstancias difíciles. Aunque las necesidades siguen siendo inmensas y los recursos son limitados, la respuesta del CCM en Siria, Irak, Jordania y Líbano ha llegado a cientos de miles de personas afectadas por los conflictos, inestabilidad política y desplazamiento — todo en el nombre de Cristo.

Amy Martens es coordinadora de asistencia humanitaria del CCM, con sede en Winnipeg.

Integrating protection into psychosocial support for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

For the past three years, the Lebanese Organization for Studies and Training (LOST), in partnership with MCC, has been implementing one of its largest protection projects in the area of Baalbeck-Hermel. Entitled “She Matters,” this project aims at providing trauma and psychosocial support for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women. LOST faced several challenges in introducing the project to the Baalbeck-Hermel area. In order to ensure the success of the project, LOST staff needed to address several protection-related concerns in order to ensure the safety of project staff and participants as well as gain the trust of the communities to which the participants belonged.

The security situation in Baalbeck-Hermel can be very tense, with tribal conflicts arising at any moment alongside ongoing internal conflicts emerging from political tensions. LOST therefore took the necessary steps to ensure the safety of participants and staff at project sites near conflict zones, adjusting the schedule of activities to safer times and including transportation for beneficiaries. Additionally, in some areas project participants faced the risk of arrest while going to and from project activities because they lacked proper registration in Lebanon. In this case, LOST contacted the Lebanese Security Forces in order to facilitate the movement of project participants, explaining the benefit of the project to the region as a whole and thus avoiding harm to project participants while also strengthening relationships with local authorities. LOST also created an organization-wide protection from sexual exploitation and abuse (PSEA) policy that included confidential and private mechanisms by which project participants can raise concerns and submit complaints about the project and about the actions of LOST staff.

The more men have been involved, the more the women benefited from the trainings, as they use their new knowledge to improve the health and wellbeing of their families.

When LOST first introduced this psychosocial support project for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women to the Baalbek-Hermel region, the husbands of potential project participants in most villages initially rejected the initiative. Men expressed strong discomfort with the idea of their spouses attending the sessions, fearing that the project would have a negative effect on their families. Based on the recommendations of female participants, LOST worked to include men in the project. In some cases, LOST provided incentives for participation, including integrating these men into other LOST projects, such as cash for work programs, food for training programs and other livelihood interventions. These proved to be beneficial to the men and they were then more accepting of their wives’ participation in the project activities. LOST mitigated the instances of men dropping out of activities in order to work by taking into consideration their schedules and conducting trainings on a day off or even after their return from day labor. LOST has also begun holding some awareness sessions for the spouses of female participants so that they also receive some of the same trauma and health awareness information as the women. The more men have been involved, the more the women have benefited from the trainings, as they use their new knowledge to improve the health and wellbeing of their families. Through several mitigation actions, LOST was successfully able to overcome all the challenges that arose while implementing the “She Matters” project in Baalbek-Hermel. The project has been able to empower women by building their capacity to have better, safer and more honorable and dignified lives through workshops about safe health and hygiene practices, family planning, first aid and childcare. Through its psychosocial support activities, the project has shown that trauma healing is essential for regaining the composure needed to move forward in life. The results have included resiliency for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women through improved and strengthened relationships within their families and the broader community.

Rabih Allam is a design, monitoring and evaluation coordinator with the Lebanese Organization for Studies and Training (LOST), an MCC partner.


Inter-Agency Standing Committee. “The Gender Handbook for Humanitarian Action.” IASC, 2017. Available at https://interagencystandingcommittee.org/system/files/2018-iasc_gender_handbook_for_humanitarian_action_eng_0.pdf

Lebanese Organization for Studies and Training: https://lostlb.org/

Construcción de paz y cohesión social en la respuesta humanitaria en Nigeria

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

El CCM Nigeria y sus organizaciones asociadas, los Equipos de Preparación y Respuesta ante Emergencias (EPRT por sus siglas en inglés) y Ekklesiya Yan’uwa A Nijeriya (EYN, o la Iglesia de los Hermanos en Nigeria), han encontrado que integrar la sensibilidad al conflicto en las iniciativas de asistencia humanitaria es fundamental para el éxito de estos proyectos y para promover la cohesión social dentro de sociedades desgarradas por conflictos violentos. El realizar un cuidadoso análisis de conflictos durante la fase de diseño del proyecto y luego desarrollar las capacidades locales para la paz durante la implementación del proyecto ayuda a que el proyecto evite agravar las tensiones dentro del contexto pluralista nigeriano en el que las relaciones intercomunitarias se han deteriorado y en las cuales la sospecha entre los grupos permite que la desconfianza mutua e incluso el odio y la enemistad florezcan, lo que lleva a la violencia.

Los actores humanitarios pueden tener objetivos dignos y tratar de satisfacer las necesidades humanas básicas, pero si no incorporan la sensibilidad al conflicto en la planificación e implementación del proyecto, pueden provocar daños graves para las personas participantes del proyecto.

En las últimas dos décadas, los conflictos violentos en y alrededor de Jos, Nigeria (donde se encuentra la oficina del CCM Nigeria), han aumentado, resultando en pérdidas devastadoras de vidas y destrucción de propiedad. Estos conflictos provienen principalmente de las luchas por el control y acceso a los recursos, incluso cuando se movilizan diferentes identidades (como las religiosas y étnicas) para encender estos conflictos. Hace casi dos décadas, el CCM trabajó con líderes nigerianos en el área de Jos para establecer una organización, la EPRT, comprometida con la prevención no violenta de conflictos. La EPRT, una red de líderes nigerianos musulmanes y cristianos en Jos y sus alrededores, emprende acciones proactivas para mitigar conflictos entre personas de diferentes religiones y grupos étnicos. La EPRT también a cabo asistencia humanitaria en el contexto mixto religioso y étnico de Jos. Al llevar a cabo estas iniciativas humanitarias de emergencia, la EPRT ha logrado el éxito al incorporar numerosas prácticas de sensibilidad al conflicto en sus iniciativas humanitarias, tales como: colaboración interreligiosa e interinstitucional, que crea un entorno propicio para desarrollar el programa y minimizar las sospechas entre líneas religiosas; inclusión de las mujeres como parte de los equipos de respuesta a emergencias, lo que ayuda a garantizar que las mujeres de las comunidades afectadas hablen sobre el diseño del proyecto y que las necesidades de las mujeres, niñas y niños sean consideradas en todas las etapas del ciclo del proyecto; y el uso de personas voluntarias de la comunidad que representan diferentes religiones. Estas estrategias han contribuido decisivamente al éxito del trabajo de EPRT.

Al desarrollar intervenciones en situaciones de crisis complejas, los actores humanitarios deben considerar los divisores (acciones que queremos detener o las actitudes que queremos cambiar) y los conectores (acciones y actitudes que queremos fomentar). Las intervenciones humanitarias en un contexto conflictivo se convierten en parte de ese contexto, lo que hace que sea esencial para las organizaciones humanitarias comprometerse con un enfoque de No Hacer Daño en su distribución de ayuda humanitaria. Al planificar sus intervenciones humanitarias, la EPRT primero analiza los divisores que impulsan los conflictos intercomunales y los posibles conectores que pueden ayudar a mitigar dicho conflicto y luego integra ese análisis en el diseño de sus respuestas humanitarias para que no aumente la tensión interreligiosa o intergrupal, sino que cree espacio para la coexistencia pacífica.

La EPRT colabora con 11 organizaciones nigerianas, con un equilibrio de organizaciones cristianas y musulmanas y de organizaciones dirigidas por mujeres y hombres. Esta red diversa de asociaciones de programas fortalece los esfuerzos de la EPRT para reducir las emergencias violentas en el estado del Estado de Plateau en Nigeria, donde se encuentra Jos. Las actividades de la EPRT incluyen el establecimiento de clubes de paz en las escuelas, realización de talleres del Proyecto Alternativas a la Violencia (PAV), realización de evaluaciones de necesidades y evaluaciones de impacto ambiental, distribución de ayuda humanitaria y mantenimiento de un sistema de alerta temprana que moviliza a líderes religiosos y constructores de paz nigerianos para responder proactivamente desde el principio para evitar que las tensiones entre comunidades se vuelvan violentas.

Una distribución de ayuda reciente realizada por la EPRT con el apoyo del CCM en cuatro campamentos informales para personas desplazadas nigerianas, así como en las comunidades anfitrionas circundantes de Rawuru, Kworos, Barkin-Ladi y Kassa, utilizó enfoques participativos durante el proceso de diseño, de modo que las personas beneficiarias se involucraron en todos los aspectos de la respuesta. Las personas beneficiarias se unieron activamente para identificar las fortalezas y capacidades de las familias y comunidad, priorizar las necesidades de los hogares y comunidad, asegurar el apoyo logístico y de planificación, implementar actividades del proyecto (con la implementación llevada a cabo por equipos interreligiosos con equilibrio de género) y monitorear la distribución de artículos de ayuda. La EPRT invierte tiempo y esfuerzos para asegurar el apoyo de varios líderes religiosos y comunitarios, dado el hecho de que estas partes interesadas críticas tienen un enorme poder social y capital que se puede utilizar para ayudar u obstaculizar las respuestas humanitarias. Al involucrar a las personas beneficiarias y líderes locales en el diseño, implementación, monitoreo y evaluación del proyecto, la EPRT mejora el sentido de pertenencia y aceptación local del proyecto. Este sentido de pertenencia local también significa que la EPRT recibe retroalimentación oportuna y sincera de las personas beneficiarias y líderes locales sobre las fortalezas y debilidades de sus respuestas humanitarias. Las intervenciones humanitarias de la EPRT no solo satisfacen las necesidades de las personas desplazadas y miembros vulnerables de las comunidades de acogida, sino que también buscan fortalecer la tolerancia interreligiosa y construir una base común mediante la creación de espacios seguros compartidos para la construcción de relaciones a través de líneas etno-religiosas. Aunque los cristianos nigerianos percibieron que las crisis violentas que habían estallado en el área de Jos eran impulsadas por musulmanes, la EPRT basó sus distribuciones de ayuda en la necesidad, no en la religión, credo o estatus social, reconociendo que las distribuciones imparciales de ayuda tienen el potencial de construir la cohesión social en un contexto en el que algunos actores buscan crear y ampliar las divisiones a lo largo de líneas religiosas.

Issa Chung, miembro del Equipo de Preparación y Respuesta ante Emergencias (EPRT) local en la comunidad de Bukuru de Jos, Nigeria, presentando en una reunión en marzo de Los equipos locales de EPRT, una colaboración entre el CCM y JDPC (Justice Development and Peace CARITAS) buscan construir y promover una paz sostenible, lo que resulta en la reducción de la violencia electoral, conflictos comunitarios y emergencias/crisis en el Estado de Plateau, creando una cultura de armonía y aceptación entre estudiantes de secundaria en todo el estado. (Foto del CCM / Allan Reesor-McDowell).

La experiencia de un intento de distribución de ayuda en el campo de Gurku por parte de una organización musulmana ofrece un segundo ejemplo de la importancia de un enfoque de sensibilidad al conflicto en la planificación de la distribución de artículos de ayuda en un contexto interreligioso. Este grupo musulmán había planeado distribuir ayuda solo a musulmanes durante el mes sagrado del Ramadán dentro de un campamento formal que incluía musulmanes y cristianos. Dado que los hogares en el campamento eran de diferentes grupos religiosos, los funcionarios musulmanes del campamento rechazaron los artículos de ayuda, insistiendo en que hasta que todas las PDI en el campamento se beneficiaran, independientemente de su afiliación religiosa, la distribución no podría realizarse. Los líderes del campamento habían participado en talleres organizados por la EYN sobre el enfoque de Sanidad y Reconstrucción de nuestras Comunidades (HROC por sus siglas en inglés) de Ruanda, que habían enfatizado la importancia de considerar los generadores de conflictos y los conectores al desarrollar respuestas humanitarias y, por lo tanto, prepararon a los líderes comunitarios para hacer preguntas críticas sobre iniciativas humanitarias como esta propuesta por una organización musulmana que habría tenido consecuencias negativas al fracturar la cohesión social.

Los actores humanitarios pueden tener objetivos dignos y tratar de satisfacer las necesidades humanas básicas, pero si no incorporan la sensibilidad al conflicto en la planificación e implementación del proyecto, pueden provocar daños graves para las personas participantes del proyecto. Se debe tener cuidado para garantizar que las normas culturales y doctrinas religiosas no interrumpan la distribución de la asistencia humanitaria y que el proyecto no cree más conflictos al ignorar las normas culturales.

Durante décadas, el CCM en Nigeria ha trabajado junto con organizaciones asociadas como la EPRT y EYN para satisfacer las necesidades humanas básicas, abordar las injusticias y reconstruir comunidades que anteriormente estaban segregadas por líneas religiosas. Gracias a estos esfuerzos, el CCM y sus organizaciones asociadas han descubierto que integrar la sensibilidad al conflicto y construcción de la paz en el corazón de cada proyecto, promover la cohesión social a través de las diferencias y construir capacidades interreligiosas para la paz son esenciales para el éxito de las intervenciones humanitarias.

Hyeladzira Balami es asistente administrativa y financiera del CCM Nigeria.


The Do No Harm Project. The “Do No Harm” Framework for Analyzing the Impact of
Assistance on Conflict: A Handbook.
Cambridge, MA: CDA Collaborative Learning Projects, 2004. Disponible en: https://www.cdacollaborative.org/publication/the-do-no-harm-framework-for-analyzing-the-impact-of-assistance-on-conflict-a-handbook/.

Supporting local humanitarian response in Syria

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Local partner staff assume significant security risks on top of working to mitigate the risks of those receiving assistance. The choice of distribution locations, whether to distribute cash or in-kind assistance, the specific needs of those with limited mobility, access to areas for monitoring visits—all need to be considered and managed by local staff and volunteers.

Access, local capacity, managing tensions with host communities and security—these are just a few of many areas to consider when operating in complex humanitarian environments. MCC’s local partnership approach to its work globally often provides a comparative advantage when responding to crises, particularly in cases such as Syria, where active conflict and issues of security and access make it difficult for other actors, such as international non-governmental organizations (INGOs) involved in direct implementation, from easily coordinating a response. The international community has also formally recognized the need to increase support by donor governments, the United Nations and INGOs to local organizations in an agreement known as the Grand Bargain, launched in 2016 as a commitment to improving the “effectiveness and efficiency” of humanitarian action. While many other INGOs scrambled to find local partners to work with to respond to the Syrian war, MCC already had long-established partnerships in place, some established more than 20 years before the start of the war. While this has enabled MCC to respond to the basic needs of many Syrian households and communities over the past nine years, this opportunity to respond has not been without its own learning and challenges.

Since its work began in Syria in 1991, MCC’s partners have been churches or church agencies whose primary work was in education, support for persons with disabilities and agricultural, social service and humanitarian relief initiatives. What changed with the beginning of the war was not their desire to respond to the needs of their communities, but the needs of those communities. A large part of MCC’s work with its partners in the initial period of the response was to build their capacity and provide training on how to distribute food parcels, non-food items and cash allowances according to international humanitarian principles and standards. For smaller local Syrian groups and organizations, the funds made available for humanitarian response by donor countries and organizations were new and carried with them expectations and accountability mechanisms with which they had no previous experience. With time, many MCC partners have been able to access new sources of donor funding since their response to the conflict began, thanks to having gained proficiency in programming and reporting on humanitarian assistance in a way that meets global best practice standards and donor expectations.

Working with existing partners also dictates, to a certain extent, the locations where MCC’s response will be focused, as MCC’s access is limited to the access partners already have or are able to acquire. This does not mean that the assistance is not targeted to the most vulnerable within a community. However, the fact that the project areas inside Syria during the war have been limited to where MCC’s church partners can operate freely has necessarily left some parts of the country outside of MCC’s ability to respond. This has included besieged areas where access has been difficult for all actors as well as areas under the control of groups with whom MCC and its partners cannot obtain guarantees for safe access. Despite these restrictions, the areas available to MCC partners have nevertheless included a majority of Syria’s governorates and many communities that host internally displaced households from all corners of the country. The depth of knowledge and trust that local partners have in these communities has allowed MCC-supported projects to bridge divides between people of different religious beliefs as well as between displaced and host community households.

International organizations also need to take seriously the security risks that are passed on to local partners in complex operating environments such as Syria. Local partner staff assume significant security risks on top of working to mitigate the risks to those receiving assistance. The choice of distribution locations, whether to distribute cash or in-kind assistance, the specific needs of those with limited mobility, access to areas for monitoring visits—all need to be considered and managed by local staff and volunteers. While international donors require that partners participate in and share information with official aid coordination structures, this can also carry risks when the provision of assistance might include households from areas previously outside of government control. MCC and the donor agencies from which it receives funds for the response in Syria must take seriously the duty of care that comes with working in a volatile context and be willing to allow for necessary exceptions to standard practices. MCC and donor agencies also need to fulfill their duty of care in helping partners build their capacity to manage risk and security effectively.

As MCC continues to respond to short- and longer-term humanitarian needs in Syria, these issues of access, capacity and security will remain and evolve. The lessons of the last nine years of supporting local partners in Syria will inform MCC’s ongoing response in the country. As MCC grows in its understanding of the interplay of access, local partner capacity and security, the experience of the Syria crisis will also help it to more effectively respond to future humanitarian crises in the Middle East and other parts of the world.

Stephanie Dyck is external grants program coordinator for MCC Lebanon and Syria.


Inter-agency Standing Committee. “The Grand Bargain.” Available at https://interagencystandingcommittee.org/grand-bargain.

Pavanello, Sara with Larissa Fast and Eva Svoboda. “Fostering Local Partnerships in Remote Management and High-Threat Settings.” Report commissioned by the Humanitarian Policy Group. July 2018. Available at http://odi.org/sites/odi.org.uk/files/resource-documents/12302.pdf.