El uso de asistencia en dinero y cupones para obtener resultados de protección en la asistencia humanitaria

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

La mayoría de la programación de asistencia humanitaria del CCM durante el siglo pasado ha involucrado la distribución de alimentos y artículos no alimentarios. Sin embargo, durante la última década, la distribución de asistencia en dinero y cupones (CVA por sus siglas en inglés para Cash and Voucher Assistance) se ha convertido en uno de los tipos de intervenciones humanitarias de más rápido crecimiento, incluso dentro del CCM. Si bien la CVA se ha establecido en el CCM y en todo el sector humanitario como una herramienta para mejorar la seguridad alimentaria, satisfacer las necesidades básicas y fortalecer las redes de seguridad social en las zonas propensas a las crisis en todo el mundo, el impacto de los programas de CVA todavía está siendo evaluado por el CCM y otros actores humanitarios. Este artículo analiza el impacto prometedor de la CVA en la programación de protección, examinando cómo la CVA tiene el potencial no solo de mejorar la seguridad alimentaria y económica para las familias desarraigadas y marginadas, sino que también puede ayudar a proteger a los grupos vulnerables (como mujeres, niñas y niños) de diferentes tipos de violencia avivada por condiciones económicas desesperadas.

Antes de implementar la asistencia en dinero y cupones en cualquier contexto, se debe realizar un análisis integral de género para comprender el impacto potencial que el dinero puede tener en la dinámica de la comunidad y el hogar y en la seguridad individual, particularmente para los grupos vulnerables en ese contexto. En algunos casos, la distribución de dinero puede aumentar las vulnerabilidades preexistentes (por ejemplo, contextos en los que los hombres de una familia controlan los recursos de dinero), lo que lleva a resultados de protección negativos y pone a las personas en mayor riesgo de sufrir daños. En todos los entornos humanitarios, se debe incluir un análisis de las relaciones de género anteriores a la crisis en el análisis de género para comprender mejor cómo funcionarían las expectativas en torno a los roles y responsabilidades en circunstancias normales y cómo esos roles han cambiado en situaciones de crisis. El análisis de género debe consultar a las mujeres, hombres, niñas, niños y otros grupos vulnerables locales para informar mejor la programación planificada y desafiar las ideas preexistentes de relaciones de género y la programación preferida que el personal del proyecto pueda tener. Es particularmente importante no asumir que la selección basada en el género es la estrategia ideal en todos los contextos; en algunos casos, este tipo de selección puede reforzar las normas de género tradicionales o colocar a las mujeres y niñas en mayor riesgo de violencia de género (VG).

El proveer una transferencia de dinero de una sola vez en forma individual o familiar, según la necesidad, puede permitir que los hogares cubran los gastos clave que, de lo contrario, podrían poner a las personas vulnerables en mayor riesgo de daño en situaciones de alto estrés.

Si bien el uso principal de dinero y cupones en la programación de asistencia, a menudo, busca satisfacer las necesidades básicas del hogar (como asistencia para el alquiler, artículos para el hogar y asistencia alimentaria), existen resultados secundarios relacionados con la equidad y protección de género que pueden vincularse a la implementación de asistencia en dinero. En una evaluación reciente de la programación de asistencia de cupones del CCM en Líbano, muchas mujeres que participaron en el programa mensual de cupones de alimentos indicaron que el cupón no solo había tenido un impacto directo en la cantidad y calidad de los alimentos que consumían sus familias, sino que también había un impacto en su sentimiento de autoestima dentro de la familia. La participación en el programa de cupones significó para estas mujeres que podían contribuir con algo sustancial al poder adquisitivo del hogar, incluyendo la capacidad de elegir y comprar alimentos, y que los niveles de estrés en el hogar disminuyeron debido al conocimiento de que los cupones mensuales predecibles estarían disponibles para cubrir sus necesidades alimentarias. Si bien no está explícitamente relacionado con la reducción de la violencia de género, es una suposición justificable que la reducción de los niveles de estrés dentro del hogar puede contribuir a reducir la tensión y violencia.

Otras respuestas emprendidas por otras agencias, como el Comité Internacional de Rescate (IRC por sus siglas en inglés), incluyen: proporcionar asistencia en dinero a personas desplazadas; ayudar a reemplazar documentos perdidos para obtener acceso a servicios gubernamentales y de las ONG; y proporcionar transferencias de dinero incondicionales a las adolescentes con el objetivo de reducir el matrimonio precoz, condiciones de trabajo inseguras y exposición al sexo transaccional. Un uso emergente de la asistencia en dinero para protección es el uso de dinero para respaldar una respuesta centrada en las personas sobrevivientes de la violencia de género. En este tipo de respuesta, el dinero se usa como parte de un programa más amplio de respuesta a la violencia de género, en el que las personas sobrevivientes reciben apoyo psicosocial y asistencia en dinero con el fin de ayudarles a acceder a servicios básicos de respuesta, como vivienda segura, atención médica y capacitación en medios de vida que de otra forma serían inaccesibles debido a sus altos costos o recursos financieros limitados.

En emergencias de aparición repentina, la programación en dinero se puede utilizar para proporcionar a las familias transferencias de efectivo a corto plazo para promover la recuperación temprana y abordar problemas relacionados con riesgos de protección, o problemas que dejarán a las personas más vulnerables a los riesgos de protección en el futuro. En estas respuestas, los programas de dinero y cupones se pueden usar para gastos no recurrentes, como el reemplazo de material para techos o la cobertura de necesidades médicas urgentes. El proveer una transferencia de dinero de una sola vez en forma individual o familiar, según la necesidad, puede permitir que los hogares cubran los gastos clave que, de lo contrario, podrían poner a las personas vulnerables en mayor riesgo de daño en situaciones de alto estrés.

El refugiado sirio Ahmad * compra víveres con cupones proveídos a través de un proyecto del CCM en Beirut, Líbano en 2014. La organización asociada del CCM Popular Aid for Relief and Development (PARD) distribuyó los cupones a las personas sirias que viven en el Líbano, para ayudar a aliviar la carga sobre las comunidades de acogida y reducir la tensión entre anfitriones y refugiados. Foto del CCM / Silas Crews.

* Nombre completo no utilizado por razones de seguridad.

En un estudio reciente llevado a cabo por Cash Learning Partnership (CaLP), los investigadores encontraron que la programación de dinero y cupones tuvo un impacto positivo en la reducción de la violencia de pareja íntima en el 80% de los proyectos encuestados cuando se programaron en conjunto con otras actividades de violencia de género que abordan las causas profundas del comportamiento violento. Se descubrió que la asistencia en dinero reduce las tensiones dentro del hogar relacionadas con la inseguridad de ingresos. También se descubrió que este tipo de asistencia retrasa o previene el matrimonio precoz y forzado en situaciones agudas donde el dinero en efectivo fue capaz de aliviar la desesperación familiar. Sin embargo, el dinero por sí solo no fue capaz de cambiar las creencias subyacentes que conducen al matrimonio temprano o forzado, destacando la necesidad de que la programación de dinero en efectivo se integre en un enfoque más integral de protección.

Dado que la programación de asistencia en dinero y cupones se ha reconocido como un componente creciente de la programación de respuesta humanitaria, es importante evaluar el impacto de esta asistencia para lograr resultados óptimos. El uso de asistencia en dinero y cupones en la programación de protección sigue siendo un área emergente de programación e investigación que muestra una gran promesa al proveer a las personas sobrevivientes de violencia de género y poblaciones vulnerables recursos adicionales y resultados tangibles en torno a la seguridad y protección en la programación de asistencia humanitaria.

Annie Loewen es coordinadora de asistencia humanitaria del CCM con sede en Winnipeg.

Cross, Allyson; Tenzin Manell and Melanie Megevand. November 2018. Humanitarian Cash Transfer Programming and Gender-Based Violence Outcomes: Evidence and Future Research Priorities.

Cash Learning Partnership (CaLP). Disponible en: http://www.cashlearning.org/downloads/genderandctpwrcirc.pdf Allen, Samantha. May 2019. “CVA for Protection: A Mapping of IRC’s Use of Cash and Voucher Assistance to Help Achieve Protection Outcomes.” May 2019. https://www.alnap.org/system/ files/content/resource/files/main/1559138467.IRC%20-%20CVA%20for%20Protection%20vf.pdf

The use of cash and voucher assistance for protection outcomes in humanitarian assistance

[Individual articles from the Winter 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

The majority of MCC’s humanitarian assistance programming over the past century has involved the distribution of food and non-food items. However, over the past decade the distribution of cash and voucher assistance (CVA) has become one of the fastest growing types of humanitarian interventions, including within MCC. While CVA has become well-established within MCC and across the humanitarian sector as a tool for improving food security, providing for basic needs and strengthening social safety nets in shock-prone areas around the world, the impact of CVA programs is still being assessed by MCC and other humanitarian actors. This article discusses the promising impact of CVA on protection programming, examining how CVA has the potential not only to improve food and economic security for uprooted and marginalized families, but can also help protect vulnerable groups (such as women, girls and boys) from different types of violence stoked by desperate economic conditions.

Prior to implementing cash and voucher assistance in any context, one must undertake a comprehensive gender analysis to understand the potential impact cash may have on community and household dynamics and on individual safety, particularly for vulnerable groups in that context. In some instances, distributing cash may increase pre-existing vulnerabilities (e.g., contexts in which men in a family control cash resources), leading to negative protection outcomes and placing individuals at higher risk of experiencing harm. In all humanitarian settings, an analysis of pre-crisis gender relations should be included in the gender analysis to gain a better understanding of how expectations around roles and responsibilities would function under normal circumstances and how those roles have shifted in crisis situations. The gender analysis should consult local women, men, girls, boys and other vulnerable groups in order to better inform the planned programming and challenge pre-existing ideas of gender relations and preferred programming that project staff may have. It is particularly important not to assume that gender-based targeting is the ideal strategy in all contexts; in some instances, this type of targeting may reinforce traditional gender norms or place women and girls at increased risk of gender-based violence (GBV).

Providing a one-time cash transfer on an individual or household basis depending on need can allow households to cover key expenses that may otherwise put vulnerable individuals at greater risk of harm in high stress situations.

While the primary use of cash and vouchers in assistance programming often seeks to meet basic household needs (such as rental assistance, household items and food assistance), there are secondary outcomes related to gender equity and protection that can be linked back to the implementation of cash-based assistance. In a recent evaluation of MCC’s voucher assistance programming in Lebanon, many women participating in the monthly food voucher program noted that the voucher had not only had a direct impact on the amount and quality of food their families were consuming, but that there was also an impact on their feeling of self-worth within the family. Participation in the voucher program meant for these women that they were able to contribute something substantial to the household’s purchasing power, including the ability to choose and purchase food, and that stress levels in the household declined due to the knowledge that predictable monthly vouchers would be available to cover their food needs. While not explicitly linked to reduction of GBV, it is a justifiable assumption that reduced stress levels within the household can contribute to reduced tension and violence.

Other responses undertaken by other agencies, such as International Rescue Committee (IRC), include: providing cash assistance to displaced individuals; helping to replace lost documents in order to gain access to government and NGO services; and providing unconditional cash transfers to adolescent girls with the goal of reducing early marriage, unsafe working conditions and exposure to transactional sex. An emerging use for cash assistance for protection is the use of cash to support a survivor-centered response to GBV. In this type of response, cash is used as part of a broader GBV response programme, in which survivors are provided with psychosocial support as well as cash assistance in order to help survivors access core response services such as safe housing, medical care and livelihoods training that would otherwise be inaccessible due to unaffordable costs or limited financial resources.

In sudden-onset emergencies, cash programming can be used to provide families with short-term cash transfers to promote early recovery and address issues related to protection risks, or issues that will leave individuals more vulnerable to protection risks down the line. In these responses, cash and voucher programing can be used for non-reoccurring expenses, such as replacing roofing material or covering urgent medical needs. Providing a onetime cash transfer on an individual or household basis depending on need can allow households to cover key expenses that may otherwise put vulnerable individuals at greater risk of harm in high stress situations.

Syrian refugee Ahmad* buys groceries with vouchers provided through an MCC project in Beirut, Lebanon in 2014. MCC partner Popular Aid for Relief and Development (PARD) distributed the vouchers to Syrians living in Lebanon, to help relieve the burden on host communities and reduce tension between hosts and refugees. (MCC photo/Silas Crews)

*Full name not used for security reasons.

In a recent study carried out by the Cash Learning Partnership (CaLP), researchers found that cash and voucher programming had a positive impact on reducing intimate partner violence in 80% of projects surveyed when programmed in conjunction with other GBV activities addressing root causes of violent behavior. Cash assistance was found to reduce tensions within the household related to income insecurity. This type of assistance was also found to delay or prevent early and forced marriage in acute situations where cash was able to alleviate family desperation. However, cash alone was not able to change the underlying beliefs that lead to early or forced marriage, highlighting the need for cash programming to be integrated into a more comprehensive approach to protection.

As cash and voucher assistance programming has become recognized as a growing component of humanitarian response programming, it is important to assess the impact of this assistance in order to achieve optimal results. The use of cash and voucher assistance in protection programming is still an emerging area of programming and research that shows a good deal of promise in providing survivors of GBV and vulnerable populations with additional resources and tangible outcomes around safety and protection in humanitarian assistance programming.

Annie Loewen is an MCC humanitarian assistance coordinator based in Winnipeg.


Cross, Allyson; Tenzin Manell and Melanie Megevand. November 2018. Humanitarian Cash Transfer Programming and Gender-Based Violence Outcomes: Evidence and Future Research Priorities. Cash Learning Partnership (CaLP). Available at http://www.cashlearning.org/downloads/genderandctpwrcirc.pdf

Allen, Samantha. May 2019. “CVA for Protection: A Mapping of IRC’s Use of Cash and Voucher Assistance to Help Achieve Protection Outcomes.” May 2019. https://www.alnap.org/system/files/content/resource/files/main/1559138467.IRC%20%20CVA%20for%20Protection%20vf.pdf

Haciendo sostenible la asistencia humanitaria: poner a las mujeres a cargo

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

“No soy inútil”, Mona le comentó al coordinador del proyecto (seudónimo utilizado con fines de seguridad). “Aprendí en este trabajo que puedo hacer muchas cosas por mis hijos y por mí misma, sin necesidad de ayuda”. Como la única cabeza de su familia, Mona tenía pocas oportunidades de mantener a su familia. Después de participar en un proyecto de asistencia humanitaria sostenible en Siria, Mona ahora puede mantener con confianza a sus hijos.

A medida que la crisis en Siria continúa en su noveno año, el equipo del CCM Líbano y Siria tienen como objetivo satisfacer de manera sostenible el alto nivel de necesidad humanitaria que sigue existiendo en el país. Aunque la Guerra activa ha disminuido recientemente en la mayoría de las zonas de Siria, 11,7 millones de personas siguen necesitadas. La seguridad alimentaria sigue siendo una preocupación principal, ya que la crisis ha afectado gravemente la economía y bienestar económico de las personas. Dado que 6,5 millones de personas continúan sufriendo inseguridad alimentaria, el CCM identifica el acceso a los alimentos como una preocupación importante.

El abordar el acceso a los alimentos en un contexto de crisis puede enfocarse desde muchos ángulos. Después de evaluar un gran proyecto de asistencia alimentaria en Siria, el CCM descubrió que garantizar el acceso a los alimentos libera ingresos para ser utilizados para otros servicios básicos, como las necesidades médicas y los uniformes escolares. Cuando las familias carecen de alimentos, se ven obligadas a recurrir a estrategias de afrontamiento, como restringirse a una comida diaria. A medida que disminuye el acceso a los servicios y bienes básicos, aumenta la gravedad de las estrategias de afrontamiento. Las familias desplazadas y los hogares encabezados por mujeres corren el mayor riesgo de recurrir a estrategias de afrontamiento severas, ya que carecen de seguridad y estabilidad.

Las mujeres obtuvieron no solo confianza y nuevas habilidades, sino también un ingreso que podrían llevar consigo al finalizar el proyecto.

La guerra tiene efectos devastadores en individuos, familias, comunidades y naciones. Los hombres, a menudo, son reclutados para luchar u obligados a huir, mientras que las mujeres deben cuidar a sus familias. El número de hogares encabezados por mujeres solteras en Siria ha aumentado considerablemente desde que comenzó la crisis siria. Esto ha provocado que las mujeres jóvenes asuman responsabilidades y tareas vitales para la supervivencia de la comunidad, dándoles poder y responsabilidad que antes no poseían. Enfocarse en las mujeres en intervenciones de asistencia humanitaria es enfocarse en familias enteras, mejorando la sociedad siria en general. Es por eso por lo que una organización asociada del CCM, el Foro para el Desarrollo, Cultura y Diálogo (FDCD), creó un proyecto con estas mujeres en mente.

El FDCD es una organización no gubernamental (ONG) con sede en Beirut, Líbano, con una larga historia de lucha contra el extremismo violento, diálogo interreligioso, construcción de paz y respuesta de emergencia. La extensa red de asociados y amigos de la FDCD en la región de Medio Oriente y África del Norte (MEAN) le permite realizar un trabajo significativo. Los voluntarios se encuentran en todo el Líbano y Siria: esta red de voluntarios permite que el FDCD implemente directamente proyectos dentro de Siria. Por lo tanto, el CCM se asoció con el FDCD para crear un proyecto piloto destinado a servir a los hogares encabezados por mujeres solteras, abordando una necesidad humanitaria, junto con un enfoque a largo plazo en la asistencia humanitaria sostenible. De esto surgió un pequeño proyecto de cinco meses para proporcionar capacitación en procesamiento de alimentos y habilidades comerciales para las mujeres sirias.

En el corazón de este proyecto estaba la pregunta: “¿Cómo hacemos que la asistencia humanitaria sea lo más sostenible que sea posible?” El FDCD, con la ayuda del CCM, reestructuró un proyecto anterior centrado en la asistencia alimentaria para equipar a los hogares encabezados por mujeres con habilidades para producir algo profundamente necesario en las comunidades sirias: alimento.

El FDCD seleccionó dos ubicaciones para el proyecto, con diez participantes y un coordinador local por ubicación. Un facilitador para ambos lugares proporcionó consistencia en la implementación del proyecto, viajando entre los sitios del proyecto para proporcionar capacitación en habilidades comerciales. Todas las participantes del proyecto provenían de hogares liderados por mujeres solteras, con hijas, hijos y otros miembros de la familia de quienes eran las únicas responsables. Al diseñar el proyecto, coordinadores locales hablaron con las mujeres para determinar la hora ideal de inicio y finalización del día laboral, asegurando que el proyecto proporcionara a las participantes la flexibilidad necesaria para trabajar durante las horas en que sus hijos e hijas estaban en la escuela. El diseño de este proyecto eliminó la necesidad de que las mujeres pagaran por el cuidado de sus hijas e hijos o las obligara a dejarlos solos en casa.

Cuando las familias carecen de alimentos, se ven obligadas a recurrir a estrategias de afrontamiento, como restringirse a una comida diaria. A medida que disminuye el acceso a los servicios y bienes básicos, aumenta la gravedad de las estrategias de afrontamiento. Las familias desplazadas y los hogares encabezados por mujeres corren el mayor riesgo de recurrir a estrategias de afrontamiento severas, ya que carecen de seguridad y estabilidad.

Las diez mujeres se reunieron en sus respectivos centros cinco días a la semana para asistir a clases de habilidades comerciales y mercadotecnia, mientras que también aprendían el arte de mouneh. Mouneh es un proceso de enlatar alimentos para que duren mucho tiempo. Las capacitaciones de habilidades empresariales incluían clases de todo tipo, desde cómo comercializar los productos, cómo establecer precios y las mejores prácticas de saneamiento. Las mujeres obtuvieron no solo confianza y nuevas habilidades, sino también un ingreso que podrían llevar consigo al finalizar el proyecto.

Aunque el proyecto se centró únicamente en equipar a las mujeres con habilidades para ganarse la vida, surgieron tres resultados diferentes. El primer resultado fue que las veinte mujeres en el proyecto aprendieron a producir mouneh, dándoles así una habilidad concreta para mantener a sus familias. Al finalizar el proyecto, el 23% de las mujeres incluso informaron haber encontrado capacitación formal o contratos. El segundo resultado fue una mayor seguridad alimentaria para 300 familias sirias durante los duros meses de invierno, ya que una vez que las mujeres aprendieron a hacer mouneh, el FDCD distribuyó cuatro kilogramos de productos mouneh a 300 familias vulnerables durante los primeros meses de invierno. Por último, el proyecto contribuyó a la cohesión social en Siria, ya que todas las mujeres que participaron en el proyecto eran personas desplazadas internamente, provenientes de diversos orígenes y regiones de Siria. Los coordinadores del proyecto informaron que, a medida que las mujeres se reunían diariamente para aprender y enseñarse entre sí, las barreras entre ellas pasaron lentamente a un segundo plano.

El diseño del proyecto no necesita limitarse a un objetivo o resultado. La configuración del conflicto es compleja: el abordar los medios de vida de las mujeres en esos entornos inevitablemente también será complejo y desafiante. El satisfacer las necesidades básicas a través de la asistencia humanitaria, a su vez, plantea preguntas sobre cómo las mujeres que dirigen los hogares por sí mismas podrían estar equipadas para satisfacer más de las necesidades de sus familias. En el futuro, el CCM puede aprovechar las lecciones aprendidas de este proyecto mientras busca expandir sus esfuerzos humanitarios sostenibles en Siria.

Hayley Schultz participó en el programa Servir y Aprender Juntos del CCM en 2018-2019 como asistente de respuesta de paz y desastre para la organización asociada local, el Foro para el Desarrollo, Cultura y Diálogo.


Stevenson, Wendell. “Remembrance of Tastes Past: Syria’s Disappearing Food Culture.” The Guardian.

December 7, 2016. Disponible en: https://www.theguardian.com/worl/2016/dec/07/syria-refugees-disappearing-food-culture-kibbeh

Syrian Humanitarian Needs Overview. UNOCHA. https://hno-syria.org/ The Forum for Development, Culture and Dialogue: http://www.fdcd.org/

Integrando la protección en el apoyo psicosocial para las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Durante los últimos tres años, la Organización Libanesa para Estudios y Capacitación (LOST por sus siglas en inglés), en asociación con el CCM, ha estado implementando uno de sus mayores proyectos de protección en el área de Baalbeck-Hermel. Titulado “Ella Importa”, este proyecto tiene como objetivo proporcionar apoyo en trauma y psicológico a las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables. LOST enfrentó varios desafíos al presentar el proyecto en el área de Baalbeck-Hermel. Para garantizar el éxito del proyecto, el personal de LOST necesitaba abordar varias inquietudes relacionadas con la protección para garantizar la seguridad del personal del proyecto y participantes, así como para ganarse la confianza de las comunidades a las que pertenecían las participantes.

La situación de seguridad en Baalbeck-Hermel puede ser muy tensa, con conflictos tribales que surgen en cualquier momento junto con conflictos internos continuos que surgen de las tensiones políticas. LOST, por lo tanto, tomó las medidas necesarias para garantizar la seguridad de las participantes y del personal en los sitios del proyecto cerca de las zonas de conflicto, ajustando el cronograma de actividades a tiempos más seguros e incluyendo el transporte para las beneficiarias. Además, en algunas áreas, las participantes del proyecto corrían el riesgo de ser arrestadas mientras iban y venían de las actividades del proyecto porque carecían de un registro adecuado en el Líbano. En este caso, LOST contactó a las Fuerzas de Seguridad Libanesas para facilitar el movimiento de las participantes del proyecto, explicando el beneficio del proyecto a la región en su conjunto y evitando daños a las participantes del proyecto, al tiempo que fortalece las relaciones con las autoridades locales. LOST también creó una política de protección contra la explotación y abuso sexual (PEAS) en toda la organización que incluyó mecanismos confidenciales y privados mediante los cuales las participantes del proyecto pueden plantear inquietudes y presentar quejas sobre el proyecto y sobre las acciones del personal de LOST.

Cuántos más hombres se han involucrado, más se han beneficiado las mujeres de las capacitaciones, ya que usan sus nuevos conocimientos para mejorar la salud y bienestar de sus familias.

Cuando LOST presentó por primera vez este proyecto de apoyo psicosocial para refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables en la región de Baalbek-Hermel, los esposos de las posibles participantes del proyecto en la mayoría de las aldeas rechazaron inicialmente la iniciativa. Los hombres expresaron una gran incomodidad con la idea de que sus cónyuges asistieran a las sesiones, temiendo que el proyecto tuviera un efecto negativo en sus familias. Con base en las recomendaciones de las mujeres participantes, LOST trabajó para incluir a hombres en el proyecto. En algunos casos, LOST proporcionó incentivos para la participación, incluyendo la integración de estos hombres en otros proyectos de LOST, como programas de dinero-por-trabajo, programas de alimentos-por-capacitación y otras intervenciones de medios de vida. Estos resultaron ser beneficiosos para los hombres y luego aceptaron más la participación de sus esposas en las actividades del proyecto. LOST disminuyó los casos de hombres que abandonaran las actividades para ir a trabajar teniendo en cuenta sus horarios y realizando capacitaciones en un día libre o incluso después de la jornada laboral. LOST también ha comenzado a realizar algunas sesiones de sensibilización para los esposos de las participantes para que también reciban parte de la misma información sobre el trauma y conciencia de salud que las mujeres. Cuántos más hombres se han involucrado, más se han beneficiado las mujeres de las capacitaciones, ya que usan sus nuevos conocimientos para mejorar la salud y bienestar de sus familias.

A través de varias acciones de mitigación, LOST pudo superar con éxito todos los desafíos que surgieron al implementar el proyecto “Ella Importa” en Baalbek-Hermel. El proyecto ha sido capaz de empoderar a las mujeres al desarrollar sus capacidades para tener una vida mejor, más segura y más honorable y digna a través de talleres sobre prácticas seguras de salud e higiene, planificación familiar, primeros auxilios y cuidado infantil. A través de sus actividades de apoyo psicosocial, el proyecto ha demostrado que la sanidad del trauma es esencial para recuperar la compostura necesaria para avanzar en la vida. Los resultados han incluido la resiliencia para las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables a través de relaciones mejoradas y fortalecidas dentro de sus familias y comunidad en general.

Rabih Allam es coordinador de diseño, monitoreo y evaluación de la Organización Libanesa para Estudios y Capacitación (LOST), asociada del CCM.


Comité Permanente entre Organismos. “Manual de Género para la Acción Humanitaria”. IASC, 2017. Disponible en: https://interagencystandingcommittee.org/system/files/iasc_manual_de_genero_para_accion_humanitaria.pdf

Lebanese Organization for Studies and Training: https://lostlb.org/

Making humanitarian assistance sustainable: put women in charge

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

“I am not useless,” Mona relayed to the project coordinator (pseudonym used for security purposes). “I learned in this job that I can do many things for my children, and myself, without needing any help.” As the sole head of her household, Mona had few opportunities to support her family. After taking part in a sustainable humanitarian assistance project in Syria, Mona is now able to confidently provide for her children.

As the crisis in Syria continues into its ninth year, the MCC Lebanon and Syria team aims meet the high level of humanitarian need that continues to exist in the country in a sustainable way. Though active fighting has recently decreased in most areas of Syria, 11.7 million people remain in need. Food security continues to be a main concern, as the crisis has severely disrupted the economy and people’s economic well-being. As 6.5 million people remain food insecure, MCC identifies access to food as a significant concern.

Addressing access to food in a crisis setting can be approached from many angles. After evaluating a large food assistance project in Syria, MCC found that ensuring access to food frees income to be used for other basic services, such as medical needs and school uniforms. When families lack food, they are forced to resort to coping strategies such as restricting themselves to one daily meal. As access to basic services and goods decreases, the severity of coping strategies increases. Displaced families and female-headed households are most at risk of resorting to severe coping strategies, as they lack security and stability.

War has devastating effects on individuals, families, communities and nations. Men are often recruited to fight or forced to flee, while women are left to care for their families. The number of single female-headed households in Syria has greatly increased since the Syrian crisis began. This has caused young women to take on responsibilities and tasks vital for community survival, giving them power and responsibility that they did not previously possess. Targeting women in humanitarian assistance interventions targets entire families, enhancing Syrian society overall. That is why an MCC partner, the Forum for Development, Culture and Dialogue (FDCD), created a project with these women in mind.

Women gained not only confidence and new skills, but an income that they can carry with them now that the project is over.

FDCD is a non-governmental organization (NGO) based in Beirut, Lebanon, with a long history of countering violent extremism, interfaith dialogue, peacebuilding and emergency response. FDCD’s extensive network of partners and friends in the Middle East and North Africa (MENA) region allows it to accomplish meaningful work. Volunteers are based throughout Lebanon and Syria: this network of volunteers allows FDCD to directly implement projects within Syria. MCC thus partnered with FDCD to create a pilot project aimed at serving households headed by single women, addressing a humanitarian need while paired with a long-term focus on sustainable humanitarian assistance. From this emerged a small five-month project to provide training in food processing and business skills for Syrian Women.

At the heart of this project was the question, “How do we make humanitarian assistance as sustainable as possible?” FDCD, with the help of MCC, restructured a previous food assistance-focused project to equip female-headed households with skills to produce something deeply needed in Syrian communities: food.

FDCD selected two locations for the project, with ten participants and one local coordinator per location. One trainer for both locations provided consistency in project implementation, traveling between the project sites to provide training in business skills. All project participants came from households led by single women, with children and other family members for whom they were solely responsible. When designing the project, the local coordinators spoke with women to determine an ideal start and end time for the work day, ensuring the project provided participants with the much-needed flexibility of working during the hours their children were at school. This project design eliminated the need for women to pay for childcare or force them to leave their children home alone.

The ten women gathered in their respective centers five days a week to attend classes in business skills and marketing, while also learning the art of mouneh. Mouneh is a process of canning food to last for a long period of time. The business training skills involved classes on everything from how to market one’s products, how to set prices and best sanitation practices. Women gained not only confidence and new skills, but an income that they could carry with them upon the project’s completion. Thus, the project was successful in making humanitarian assistance more sustainable, a success that can in turn inform future MCC programming.

When families lack food, they resort to coping strategies such as restricting themselves to one daily meal. As access to basic services and goods decreases, the severity of coping strategies increases. Displaced families and female-headed households are most at risk of resorting to severe coping strategies, as they lack security and stability.

Though the project centered solely on equipping women with livelihoods skills, three different outcomes emerged. The first outcome was that the twenty women in the project learned how to produce mouneh, thus equipping them with a concrete skill to support their families. At the conclusion of the project, 23% of the women even reported finding formal training or contracts. The second outcome was increased food security for 300 Syrian families during the harsh winter months, as once the women learned how to make mouneh, FDCD distributed four kilograms of mouneh products to 300 vulnerable families during the early winter months. Lastly, the project contributed to social cohesion in Syria, as all the women participating in the project were internally displaced people, coming from diverse backgrounds and regions in Syria. Project coordinators reported that, as women gathered daily to learn from and teach each other, the barriers between them slowly faded into the background. As the crisis in Syria continues, the MCC Lebanon and Syria team and our partners in Syria are looking for new ways to provide humanitarian assistance in a sustainable way. Project design does not need to be limited to one goal or outcome. Conflict settings are complex: addressing women’s livelihoods in those settings will inevitably also be complex and challenging. Meeting basic needs through humanitarian assistance in turn raises questions about how women leading households on their own might be equipped to meet more of their families’ needs. Going forward, MCC can build on lessons learned from this project as it seeks to expand its sustainable humanitarian efforts in Syria.

Hayley Schultz participated in MCC’s Serving and Learning Together program in 2018-2019 as the peace and disaster response assistant for a local partner, the Forum for Development, Culture and Dialogue.


Stevenson, Wendell. “Remembrance of Tastes Past: Syria’s Disappearing Food Culture.” The Guardian. December 7, 2016. Available at https://www.theguardian.com/world/2016/dec/07/syria-refugees-disappearing-food-culture-kibbeh

Syrian Humanitarian Needs Overview. UNOCHA. https://hno-syria.org/

The Forum for Development, Culture and Dialogue: http://www.fdcd.org/

Integrating protection into psychosocial support for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

For the past three years, the Lebanese Organization for Studies and Training (LOST), in partnership with MCC, has been implementing one of its largest protection projects in the area of Baalbeck-Hermel. Entitled “She Matters,” this project aims at providing trauma and psychosocial support for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women. LOST faced several challenges in introducing the project to the Baalbeck-Hermel area. In order to ensure the success of the project, LOST staff needed to address several protection-related concerns in order to ensure the safety of project staff and participants as well as gain the trust of the communities to which the participants belonged.

The security situation in Baalbeck-Hermel can be very tense, with tribal conflicts arising at any moment alongside ongoing internal conflicts emerging from political tensions. LOST therefore took the necessary steps to ensure the safety of participants and staff at project sites near conflict zones, adjusting the schedule of activities to safer times and including transportation for beneficiaries. Additionally, in some areas project participants faced the risk of arrest while going to and from project activities because they lacked proper registration in Lebanon. In this case, LOST contacted the Lebanese Security Forces in order to facilitate the movement of project participants, explaining the benefit of the project to the region as a whole and thus avoiding harm to project participants while also strengthening relationships with local authorities. LOST also created an organization-wide protection from sexual exploitation and abuse (PSEA) policy that included confidential and private mechanisms by which project participants can raise concerns and submit complaints about the project and about the actions of LOST staff.

The more men have been involved, the more the women benefited from the trainings, as they use their new knowledge to improve the health and wellbeing of their families.

When LOST first introduced this psychosocial support project for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women to the Baalbek-Hermel region, the husbands of potential project participants in most villages initially rejected the initiative. Men expressed strong discomfort with the idea of their spouses attending the sessions, fearing that the project would have a negative effect on their families. Based on the recommendations of female participants, LOST worked to include men in the project. In some cases, LOST provided incentives for participation, including integrating these men into other LOST projects, such as cash for work programs, food for training programs and other livelihood interventions. These proved to be beneficial to the men and they were then more accepting of their wives’ participation in the project activities. LOST mitigated the instances of men dropping out of activities in order to work by taking into consideration their schedules and conducting trainings on a day off or even after their return from day labor. LOST has also begun holding some awareness sessions for the spouses of female participants so that they also receive some of the same trauma and health awareness information as the women. The more men have been involved, the more the women have benefited from the trainings, as they use their new knowledge to improve the health and wellbeing of their families. Through several mitigation actions, LOST was successfully able to overcome all the challenges that arose while implementing the “She Matters” project in Baalbek-Hermel. The project has been able to empower women by building their capacity to have better, safer and more honorable and dignified lives through workshops about safe health and hygiene practices, family planning, first aid and childcare. Through its psychosocial support activities, the project has shown that trauma healing is essential for regaining the composure needed to move forward in life. The results have included resiliency for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women through improved and strengthened relationships within their families and the broader community.

Rabih Allam is a design, monitoring and evaluation coordinator with the Lebanese Organization for Studies and Training (LOST), an MCC partner.


Inter-Agency Standing Committee. “The Gender Handbook for Humanitarian Action.” IASC, 2017. Available at https://interagencystandingcommittee.org/system/files/2018-iasc_gender_handbook_for_humanitarian_action_eng_0.pdf

Lebanese Organization for Studies and Training: https://lostlb.org/

Lecciones en diseño de proyectos con perspectiva de género: reflexiones desde Camboya

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de primavera del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Tanto los grandes actores del desarrollo, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), como las pequeñas organizaciones basadas en la comunidad, como muchos de los asociados del CCM, ofrecen la igualdad de género como una respuesta a una amplia gama de males sociales frente a los desafíos continuos. El CCM afirma los principios básicos de la igualdad de género, tales como igualdad de acceso para mujeres y niñas a la educación, oportunidades económicas y recursos. Sin embargo, sigue habiendo una desconexión entre las perspectivas teóricas de los financiadores sobre la igualdad de género y la capacidad de las organizaciones locales para diseñar e implementar proyectos que tomen en serio el género. En su mayor parte, las organizaciones locales están dispuestas a trabajar por la igualdad de género; la desconexión, entonces, ocurre debido a expectativas poco realistas de los donantes que se traducen en un diseño de proyecto ineficaz a nivel local. En este artículo, examino los desafíos que las organizaciones asociadas camboyanas del CCM han enfrentado al involucrar a organizaciones de financiamiento en el diseño e implementación de proyectos de desarrollo que buscan abordar la igualdad de género.

Durante más de tres décadas, gran parte del trabajo del CCM se ha llevado a cabo principalmente a través de asociaciones con actores locales (iglesias, organizaciones comunitarias y más). Más recientemente, otros actores del desarrollo también han comenzado a afirmar que las asociaciones locales son fundamentales para la transformación de la comunidad. Sin embargo, el modelo de asociación trae sus propios desafíos, incluyendo el desafío de cómo las agencias de financiamiento comunican varias expectativas a sus asociados locales. Un ejemplo particularmente pertinente es la dificultad de traducir las expectativas con respecto a la igualdad de género en el diseño e implementación del proyecto, con brechas continuas entre las expectativas de los financiadores, por un lado, y la realidad de las organizaciones asociadas locales, por el otro.

A medida que los esfuerzos de desarrollo se profesionalizan cada vez más, vienen con un vocabulario cada vez más complejo. El vocabulario especializado puede crear barreras significativas para las organizaciones asociadas locales. Estas barreras son particularmente altas para el lenguaje con relación a los aspectos de género de los proyectos. Por ejemplo, una reciente convocatoria de propuestas de un financiador externo al CCM solicitó que los proyectos sean idealmente “transformadores de género” en lugar de “sensibles a las cuestiones de género”. Esta selección de vocabulario llevó a la confusión y aprehensión por parte de la organización asociada del CCM de que su proyecto no sería aprobado si no era considerado como “transformador de género”. Si bien la organización asociada realmente valora los objetivos detrás de este término, temían que su propuesta no fuera seleccionada para su financiamiento porque no habían utilizado la terminología exacta del financiador.

Cuando los conceptos relacionados con el género no son claros o están mal definidos, se vuelven inaccesibles para las organizaciones asociadas locales que participan en el diseño del proyecto, lo que desalienta a quienes están mejor posicionados para estructurar los proyectos de manera que respondan a las necesidades de las mujeres y niñas. Gran parte del lenguaje de desarrollo está basado en el inglés, lo que presenta barreras significativas para los profesionales del desarrollo en pequeñas organizaciones locales debido a los desafíos en la traducción de conceptos a diferentes contextos culturales y lingüísticos. Este desafío no se limita a cuestiones de desarrollo relacionadas con el género, sino que se manifiesta claramente en este espacio. Por ejemplo, varias organizaciones camboyanas con las que el CCM se asocia tienen pocas personas empleadas que hablan inglés, por lo que los conceptos e ideas que no son fáciles de traducir al jemer siguen siendo inaccesibles para gran parte del equipo. Esta experiencia ha sido referida como la “intraducibilidad de conceptos” (Footitt, Crack and Tesseur, 2018). La lengua jemer, por ejemplo, no incluye términos separados para género, sexo o feminismo. Normalmente, cuando las organizaciones camboyanas asociadas del CCM informan cómo se están considerando las cuestiones de género en la planificación e implementación del proyecto, usan términos en inglés. Se vuelve difícil para todo el equipo del proyecto entender completamente cómo el análisis de género está configurando el diseño e implementación del proyecto, ya que gran parte de la información está sujeta a traducción y contextualización. Para enfrentar tales desafíos, Footitt, Crack y Tesseur recomiendan un trabajo más intencional en torno al lenguaje y conciencia cultural entre los equipos del programa, así como recursos específicos para el apoyo lingüístico de los proyectos. El CCM podría realizar un trabajo adicional para aclarar las expectativas sobre cómo se llevan a cabo las conversaciones sobre género y brindar capacitación al personal de la organización asociada sobre lo que queremos decir cuando hablamos de género.

Este desafío del lenguaje se ve agravado por las diferencias en las expectativas culturales en torno al género. La igualdad de género es un tema, a menudo delicado, por lo que la imposición de la comprensión de los financiadores extranjeros sobre la igualdad de género plantea desafíos particulares. Puede ser difícil equilibrar el respeto por las conductas y prácticas culturalmente integradas relacionadas con el género, al tiempo que se mantiene el compromiso de no reforzar involuntariamente los sistemas injustos que niegan la libertad y agencia de las mujeres. El importante diferencial de poder entre las agencias de financiamiento (como el CCM) y las organizaciones asociadas de base comunitaria significa que los asociados trabajarán arduamente para satisfacer las expectativas de los donantes. En el peor de los casos, este deseo de complacer a los donantes puede resultar en proyectos que pueden marcar todas las casillas correctas para el donante, pero, cuando se ponen en práctica, no abordan realmente la desigualdad de género. Los proyectos diseñados para los financiadores versus aquellos que realmente abordan la desigualdad son demasiado comunes.

La dinámica de poder se siente aún más en lo que las organizaciones asociadas locales pueden experimentar como un doble estándar para los financiadores y sus asociados locales. Recientemente, una organización asociada del CCM en Camboya preguntó por qué los financiadores requieren que las organizaciones locales aborden la igualdad de género en el diseño y contratación de personal del proyecto cuando los financiadores no practican la igualdad de género en sus propias prácticas de contratación de personal. Esta conversación apuntó a los dobles estándares entre las organizaciones asociadas locales y las instituciones de financiamiento en torno a la rendición de cuentas respecto a ciertas prácticas. Este doble estándar hace que la organización asociada local desconfíe del financiador. También comunica que el género no es realmente importante para el financiador, independientemente de la retórica utilizada.

El abordaje de las dinámicas locales de género en el diseño, implementación, y monitoreo y evaluación continuos de los proyectos de desarrollo es esencial para el éxito a largo plazo de los proyectos. Al mismo tiempo, los proyectos de desarrollo que incorporan conceptos de género poco comprendidos en su diseño simplemente para cumplir con los requisitos de los donantes no producirán un cambio sostenible. La forma de trabajar con organizaciones locales de una manera que aborde la igualdad de género de una manera contextualizada representa un desafío continuo para las organizaciones tales como el CCM. No hay soluciones perfectas para este reto. Dicho esto, un punto de partida importante es el conocimiento del idioma utilizado cuando se comunica con las organizaciones asociadas locales. El idioma debe ser completamente accesible para los asociados locales; de lo contrario, carece de significado al tiempo que refuerza la dinámica de poder desequilibrado. Además, si las agencias de financiamiento presionan a las organizaciones asociadas locales para la paridad de género dentro de sus organizaciones, deben tratar de seguir los estándares de igualdad de género en su propio personal. La atención continua a la igualdad de género realmente tiene el poder de transformar las sociedades. Sin embargo, si las expectativas y comportamientos de los financiadores no responden a las capacidades de las organizaciones asociadas locales, será imposible para los proyectos abordar de manera sostenible la desigualdad de género.

Tyler Loewen es coordinador de planificación, supervisión, evaluación e informes del CCM Camboya.

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Footitt, Hilary, Angela Crack and Wine Tesseur. Respecting Communities in International Development: Language and Cultural Understanding. Arts and Humanities Research Council June 2018. Disponible en: https://www.chsalliance.org/files/files/ Listening_zones_report_-EN.pdf.

Lessons in gendered project design: reflections from Cambodia

[Individual articles from the Spring 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Both large development actors, such as the United Nations Development Programme (UNDP), and small community-based organizations, like many of MCC’s partners, offer gender equality as a response to a wide range of social ills in the face of continued challenges. MCC affirms basic gender equality principles, such as women and girls having equal access to education, economic opportunities and resources. However, there remains a disconnect between funders’ theoretical perspectives on gender equality and local organizations’ capacity to design and implement projects that take gender seriously. For the most part, local partners are willing to work for gender equality; the disconnect, then, occurs because of unrealistic donor expectations that translate into ineffective project design at the local level. In this article, I examine challenges MCC’s Cambodian partners have faced when engaging funding organizations in designing and implementing development projects that seek to address gender equality.

For over three decades now, much of MCC’s work has been primarily carried out through partnerships with local actors (churches, community-based organizations and more). More recently, other development actors have also begun to affirm that localized partnerships are critical to community transformation. However, the partnership model brings its own challenges, including the challenge of how funding agencies communicate various expectations to their local partners. A particularly pertinent example is the difficulty of translating expectations regarding gender equality in project design and implementation, with continued gaps between funders’ expectations, on the one hand, and local partners’ reality, on the other.

As development efforts become increasingly professionalized, they come with an ever more complex vocabulary. Specialized vocabulary can create significant barriers to local partners. These barriers are particularly pronounced for language regarding gendered aspects of projects. For example, a recent call for proposals from an external funder to MCC asked that projects ideally be “gender transformative” as opposed to “gender
sensitive.” This choice of vocabulary led to confusion and apprehension by MCC’s partner organization that their project would not be approved if was not deemed “gender transformative.” While the partner indeed values the goals behind this term, they feared that their proposal would not be selected for funding because they had not used the funder’s exact terminology.

When gender-related concepts are unclear or poorly defined, they become unapproachable for local partners involved in project design, which disempowers those best positioned to structure projects in ways that address the needs of women and girls. Much development language is English-based, which presents significant barriers to development practitioners in small local organizations due to challenges in translating concepts into different cultural and linguistic contexts. This challenge is not limited to gender-related development matters, but it clearly plays out in this space. For example, several Cambodian organizations with which MCC partners have few employees who speak English, so concepts and ideas that are not easily translatable into Khmer remain inaccessible to much of the team. This experience has been referred to as the “untranslatability of concepts” (Footitt, Crack and Tesseur, 2018). The Khmer language, for example, does not include separate terms for gender, sex or feminism. Typically, when MCC’s Cambodian partners discuss how gender is being accounted for in project planning and implementation, they use English terms. It becomes difficult for the entire project team to fully understand how gender analysis is shaping project design and implementation since much of the information is subject to translation and contextualisation. In order to address such challenges, Footitt, Crack and Tesseur recommend more intentional work around language and cultural awareness among program teams as well as specific resources for language support for projects. MCC could do further work clarifying expectations around how conversations about gender are conducted and providing training for partner staff on what we mean when we talk about gender.

This challenge of language is compounded by differences in cultural expectations around gender. Gender equality is an often sensitive subject, so the imposition of foreign funders’ understanding of gender equality poses particular challenges. It can become tricky to balance respect for culturally embedded behaviours and practices related to gender while also maintaining a commitment not to unintentionally reinforce unjust systems that deny women’s freedom and agency. The significant power differential between funding agencies (like MCC) and community-based partner organizations means that partners will work hard to satisfy donor expectations. At its worst, this desire to please donors can result in projects that may check all the right boxes for the donor, but, when put into practice, fail to actually address gender inequality. Projects designed for funders versus those that truly address inequality are far too common.

The power dynamic is further felt in what local partners can experience as a double standard for funders and their local partners. Recently, an MCC partner organization in Cambodia asked why funders require local organizations to address gender equality in project staffing and design when funders themselves are not practicing gender equality in their own staffing practices. This conversation pointed to the double standards between local partners and funding institutions around accountability for certain practices. This double standard causes the local partner to distrust the funder. It also communicated that gender is not truly important to the funder, regardless of rhetoric used.

Addressing local gender dynamics in the design, implementation and ongoing monitoring and evaluation of development projects is essential to projects’ long-term success. At the same time, development projects that incorporate poorly-understood gender concepts into their design simply to meet donor requirements will not produce sustainable change. How to work with local partners in a way that addresses gender equality in a contextually meaningful way thus represents an ongoing challenge for organizations like MCC. There are no perfect solutions to this challenge. That said, an important starting point is awareness of language used when communicating with local partners. Language must be fully accessible to local partners; otherwise, it becomes meaningless while reinforcing imbalanced power dynamics. Also, if funding agencies push local partners for gender parity within their organizations, they must seek to follow standards of gender equality in their own staffing. Sustained attention to gender equality truly has the power to transform societies. However, if funders’ expectations and behaviours are not responsive to local partners’ capacities, it will be impossible for projects to sustainably address gender inequality.

Tyler Loewen is MCC Cambodia planning, monitoring, evaluation and reporting coordinator.

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Footitt, Hilary, Angela Crack and Wine Tesseur. Respecting Communities in International Development: Language and Cultural Understanding. Arts and Humanities Research Council June 2018. Available at: https://www.chsalliance.org/files/files/ Listening_zones_report_-EN.pdf.

Conocer y ser conocida: reflexiones de una mujer líder

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de primavera del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

¿Cómo ha afectado mi identidad la forma en que trabajo y apoyo a las iglesias y comunidades? De adentro hacia afuera, en el lugar de formación —una mujer creada, tejida en el vientre de mi madre. Nacida en un mundo que te grita tu identidad y trata de definirte antes de que seas personalmente consciente de tí misma, tuve que emprender un viaje en lo que llamo “confianza esencial”, sabiendo quién soy como hija amada de Dios, “hecha de manera formidable y maravillosa” (Salmo 139: 14).

Como hija mayor de un hogar de dos hijas, observé desde el principio la perspectiva del mundo exterior sobre nuestra familia. Mi padre era pastor y, a menudo, tenía discipulos varones que asumían que había un lugar vacío para un hijo. Muchos de ellos se lamentaban por mi padre, sugiriendo que algo estaba incompleto en su vida, en nuestras vidas, porque no había ningún varón en nuestra familia que aprendiera el arte del “negocio familiar”. Bueno, ¿son el ministerio, servicio y llamado una empresa familiar? Estos discipulos decían cosas como: “yo soy tu hijo, pastor. Enséñame, estaré a tu lado”. Era como si estuvieran en una misión de rescate del ministerio, llamado y dones de mi padre, los cuales podrían perderse porque no había ningún hombre a quien entregarle su ministerio. ¿Acaso mi hermana y yo no éramos lo suficiente?

Hubo una gran cantidad de prejuicios de género que absorbí y de los que también fui parte, tanto en mis propias proyecciones de mí misma como en las de otras mujeres Al crecer, mi hermana y yo nunca pensamos que seríamos líderes en la iglesia o en organizaciones afiliadas a la iglesia. Nuestro servicio en la iglesia sería como maestras de escuela dominical, líderes del grupo de alabanza o juvenil, y con eso estaríamos contentas. El pensamiento de tener algún papel de liderazgo en la iglesia nunca cruzó mi mente, ni nadie nunca nos preguntó ni nombró nuestros dones en relación con cargos que tradicionalmente estaban reservados para los hombres. A los veinte años, comencé a experimentar un cambio en los tipos de responsabilidades y servicios a los que me sentía llamada y atraída. ¿Cómo podrían estar viviendo estos llamados en mi piel —Pastor de Campamento, Director de Programa, Conferencista, Pastor Principal, Sobreveedor?

Un derramamiento vino a mi vida, un torrente de oportunidades. “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne” (Joel 2:28). Mis dones, habilidades profesionales y experiencia abrían puertas y conducían a invitaciones para roles en mi contexto local que tradicionalmente habían sido ocupados y reservados para los hombres. Nuestras comunidades y culturas están tan profundamente arraigadas en la tradición, una tradición que, a menudo, se ha confundido con el Evangelio. Pero Jesús modeló el valor de las mujeres en todos los espacios a pesar de las costumbres, rituales y tradiciones de su época. Su amor activo se movió para sanar, restaurar, liberar y empoderar a las mujeres. A lo largo de los evangelios, Jesús escucha las voces de las mujeres y no las silencia. Ellas también formaban parte de su círculo íntimo. Las mujeres provocaron, inspiraron e incluso llenaron a Jesús con una gran compasión.

A medida que respondía a estos llamados, la forma en que había sido tejida comenzó a surgir gradualmente, revelándome como era antes de la aparente restricción de mi cuerpo. Como una niña en el útero, desarrollándose para luego poder ser libre y evolucionar, poco a poco descubrí que mis dones eran áreas de crecimiento, no de restricción.

Antes de esperar que las demás personas me acepten por lo que soy en mis diversos roles, tuve que admitir mi propio valor interior, sentido y propósito, y comprometerme con esas verdades diariamente. Las diferencias y género pueden ser espacios que deshacen fácilmente la confianza y causan un tirón interno en la autoestima. Si me dan la bienvenida y me reciben con alegría en todas partes, pero si internamente dudo de mi valor, entonces siempre seré sacudida emocionalmente por cada palabra de alabanza o indiferencia.

Durante esta temporada en mi vida, comencé a buscar mentoras, otras mujeres en puestos de liderazgo y pastorales que pudieran caminar a mi lado, compartiendo el viaje juntas. Uno de los espacios esenciales en esta área de desarrollo ha sido un grupo de mentoras: Mujeres Anabaptistas Radicales (RAW por sus siglas en inglés). Este grupo de mujeres apoya y asesora a otras mujeres a medida que disciernen el llamado, ministerio y servicio. Este grupo me ha ayudado en el viaje como una de las lideresas de Dios.

Incluso con estas mentoras de apoyo, todavía enfrenté desafíos al asumir roles de liderazgo. Por cerca de ocho años, mi esposo y yo fuimos co-pastores de la congregación que lideró mi padre. En una ocasión, la iglesia organizó un evento con un comediante cristiano. Debido a otra obligación, mi esposo no pudo asistir, así que yo estaba representándonos a los dos. Cuando el comediante llegó, me presentaron como la pastora. Durante su espectáculo, me senté en la primera fila y, cada vez que hacía algo que incluía la participación de la audiencia, se refería a mí como la “primera dama”. En muchas iglesias afroamericanas, el título de “primera dama” está reservado para la esposa del pastor. Sí, yo era la esposa del pastor, pero también era pastora. Después de la tercera vez que usó esta referencia, varios hombres y mujeres en la audiencia gritaron “¡PASTORA!”. Este hermano cristiano no podía ni quería reconocer mi papel pastoral; él solo podía verme desde una perspectiva. Él estaba encasillado y quería que yo también lo estuviera.

Nuestros espacios estrechos pueden convertirse en nuestros espacios de equipamiento. Hay una diferencia entre las fronteras sociales para el desarrollo y las fronteras impuestas de la opresión. Aprender a vivir en el quién y el cómo de mi identidad comenzó con abrazar una verdad fundamental en mi vida: estoy hecha de manera formidable y maravillosa, y Dios derrama su espíritu sobre toda la carne. Estas escrituras, entre muchas otras, se han convertido en una cubierta protectora de la verdad que he guardado en mi corazón y abracé con mi vida. He venido a un lugar de declaración personal. Esta misma verdad me obliga a ser amable con aquellos que intentan encasillarme en su definición de mi “yo”.

Hay momentos en que mi voz o contribuciones han sido minimizadas y rechazadas debido al género. He aprendido que mi valor y sentido como mujer no pueden definirse por las tradiciones impuestas por otros. El mantenerme arraigada en las palabras de Dios me ancla en espacios que históricamente me rechazan y minimizan. Ya sea que me consideren mujer, mujer negra, líder, madre, esposa, pastora, colega, amiga, hermana o vecina, ¡he sido formada de manera formidable y maravillosa!

Hyacinth Stevens es la coordinadora del programa de la Ciudad de Nueva York del CCM East Coast.

Aprende Más

McKenzie, Vashti. Not Without a Struggle: Leadership for African American Women in Ministry. Cleveland, Ohio: The Pilgrim Press. 2011.

To know and be known: reflections from a woman leader

[Individual articles from the Spring 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

How has my identity affected how I work with and support churches and communities? From the inside out, in the place of formation—a woman created, knitted together in my mother’s womb. Born into a world that shouts your identity and tries to define you before you are personally self-aware, I had to take a journey in what I call “core confidence,” knowing who I am as a beloved daughter of God, “fearfully and wonderfully made” (Psalm 139:14).

As the oldest daughter of parents of two children, both girls, I observed early the outside world’s perspective on our family. My father, a pastor, often had male mentees who would assume there was a vacant place for a son. Many of them lamented for my father, suggesting that something was incomplete in his life, in our lives, because there was no male child in our family to learn the way of the “family business.” Well, are ministry, service and calling a family business? These mentees made statements like, “I’m your son, Pastor. Teach me, I’ll be by your side.” It was as if they were on a rescue mission for my father’s ministry, calling and gifts, which might be lost because there was no male to whom to pass on his ministry. Were my sister and I not enough?

There was a great deal of gender bias that I absorbed and was a part of, as well, in my own projections of myself and of other women. Growing up, my sister and I never thought we would be leaders in the church or in church-affiliated organizations. Our service in the church would be as a Sunday school teacher, worship team leader or youth leader, and we were content with that. The thought of any leadership roles in the church never crossed my mind, nor did anyone ever ask about or name our gifts with titles that were traditionally reserved for males. In my late twenties, I started to experience a shift in the types of responsibilities and service to which I was feeling called and drawn. How could these callings be living in the skin I’m in—Camp Pastor, Program Director, Conference Speaker, Lead Pastor, Oversight Minister?

A pouring came into my life, a flood of opportunities. “I will pour out my Spirit on all flesh” (Joel 2:28). My gifts, professional skills and experience were opening doors and leading to invitations for roles in my local context that had been traditionally filled by and reserved for males. Our communities and cultures are so deeply steeped in tradition, a tradition that has often been mistaken for the Gospel. But Jesus modeled the value of women in spaces despite the customs, rituals and traditions of his day. His active love moved to heal, restore, liberate and empower women. Throughout the gospels, Jesus hears the voices of women and does not silence them. They, too, were a part of his inner circle. Women provoked, inspired and even filled Jesus with expanded compassion.

As I responded to these calls, the way I had been knit together started to emerge, gradually revealing the me as I was before the seeming restriction of my body. Like a child in the womb, developing so she can later become free and evolve, I slowly discovered that my gifts were areas for growth, not restriction. Before I could expect others to accept me for who I am in my varied roles, I had to admit my own inner worth, value and purpose, and commit to those truths daily. Difference and gender can be spaces that easily unhinge confidence and cause an internal tug and pull of self-worth. If I am welcomed and joyfully received everywhere, but internally doubt my value, then I will always be emotionally tossed back and forth by every word of praise or disregard.

During this season in my life, I began to seek out mentors, other women in leadership and pastoral roles who could walk alongside me, sharing the journey together. One of the essential spaces in this area of development has been a mentoring group, Radical Anabaptist Women (RAW). This group of women supports and mentors other women as they discern call, ministry and service. This group has helped me on the journey as one of God’s leading ladies.

Even with these supportive mentors, I still faced challenges as I took on leadership roles. For about eight years, my husband and I were co-pastors of the congregation formerly led by my father. On one occasion, the church hosted an event with a Christian comedian. Due to another obligation, my husband could not attend, so I was representing both of us. When the comedian arrived, I was introduced to him as the pastor. During his show, I sat on the front row, and, every time he did something that included audience participation, he would refer to me as the “first lady.” In many African American churches, the title “first lady” is reserved for the pastor’s wife. Yes, I was the pastor’s wife, but I was also a pastor. After about the third time he used this reference, several men and women in the audience yelled back “PASTOR!” This Christian brother could not and would not acknowledge me in my pastoral role; he could only see me from one perspective. He was in a box and wanted to keep me in one, too.

Our narrow spaces can become our equipping spaces. There is a difference between social boundaries for development and imposed boundaries of oppression. Learning to live into the who and the how of my identity started with embracing a fundamental truth in my life: I’m fearfully and wonderfully made, and God pours out his spirit on all flesh. These scriptures, among many others, have become a protective covering for the truth that I have hidden in my heart and embrace with my life. I have come to a place of personal declaration. This same truth compels me to be gracious to those who attempt to box me into their definition of “me.”

There are times when my voice or contributions have been minimized and rejected because of gender. I have learned that my value and worth as a woman cannot be defined by the imposed traditions of others. Staying rooted in God’s words anchors me in spaces that historically reject and minimize me. Whether I am considered as a woman, black woman, leader, mother, wife, pastor, colleague, friend, sister or neighbor, I am fearfully and wonderfully made!

Hyacinth Stevens is the New York City program coordinator for MCC East Coast.

 

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McKenzie, Vashti. Not Without a Struggle: Leadership for African American Women in Ministry. Cleveland, Ohio: The Pilgrim Press. 2011.