Evaluando la evolución del trabajo de desarrollo del CCM: reflexiones del personal del CCM

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

La mayoría de las personas trabajadoras del CCM de Canadá y EE.UU. en los programas globales del CCM generalmente han servido por períodos de uno, tres y, a veces, cinco años. Mientras tanto, un número relativamente pequeño ha continuado en servicio durante más de cinco años. Los programas del CCM han experimentado un flujo continuo de personal. En medio de estas interrupciones cíclicas, el “personal nacional” del CCM (personal del CCM que sirve dentro de sus propios países, como una mujer india que supervisa el programa educativo del CCM India o un hombre boliviano que dirige el programa de desarrollo rural del CCM Bolivia) han brindado una estabilidad vital indispensable, profundidad de conocimiento contextual y amplia experiencia a los programas del CCM. En este artículo, el personal del CCM de Bangladesh, Bolivia, Haití, India, República Democrática Popular Lao (Laos) y Nigeria, que en conjunto tiene más de 150 años de experiencia con el CCM, reflexionan sobre los cambios dentro del programa del CCM, desafíos enfrentados, éxitos celebrados y lecciones aprendidas del trabajo de desarrollo del CCM realizado en nombre de Cristo.

Bangladesh

El programa del CCM en Bangladesh comenzó en 1970 como un esfuerzo de ayuda para responder a las necesidades de las víctimas de desastres naturales. El CCM respondió a inundaciones, ciclones y mareas gigantescas con dinero, materiales y personal. Con el paso del tiempo, esta respuesta de ayuda se convirtió en actividades de desarrollo agrícola y económico. Los esfuerzos de desarrollo se centraron en dos iniciativas principales: educar a las personas agricultoras pobres sobre cómo aumentar la producción de cultivos y empoderar a las mujeres desfavorecidas para ganarse la vida para mantener a sus familias.

El CCM realizó su investigación agrícola en los años setenta y ochenta en colaboración con institutos de investigación de Bangladesh. Sus publicaciones anuales de investigación fueron muy valoradas por investigadores(as) nacionales.

El programa agrícola del CCM introdujo verduras de invierno y soja (un nuevo cultivo) en su área operativa. El CCM introdujo estos cultivos para aumentar los ingresos de las familias de las personas agricultoras y ayudar a aliviar la desnutrición generalizada entre la población rural. Los cultivos introducidos por el CCM continuaron siendo cultivados por la personas agricultoras mucho después de que el CCM dejó de trabajar en el área, proveyendo ingresos para sus familias y alimentos. Casi todos los cultivos producidos por personas agricultoras en Bangladesh se cultivan con la intención de vender algunos o todos por dinero en efectivo. En muchos casos, las personas agricultoras venden toda su cosecha para pagar deudas y luego vuelven a comprar su comida de esa misma cosecha vendiendo su trabajo. En el caso de Bangladesh, el enfoque del CCM en la agricultura fue muy apropiado.

El CCM llevó a cabo su investigación agrícola en colaboración con los institutos de investigación agrícola del país. Las publicaciones de investigación anuales del CCM fueron muy valoradas por investigadores(as) nacionales. Desde principios de los años setenta hasta los ochenta, las instituciones agrícolas de Bangladesh no contaban con personal adecuado, ya que el nuevo país carecía del personal y recursos financieros necesarios para satisfacer las necesidades de las personas agricultoras y sector agrícola en general. Se utilizaron recursos gubernamentales limitados principalmente para impulsar la producción de arroz y trigo. El trabajo del CCM con la investigación y extensión de cultivos de vegetales y soja fue muy apreciada por investigadores(a) agrícolas y extensionistas gubernamentales por igual.

Las mujeres desfavorecidas se definieron como aquellas que fueron abandonadas, divorciadas o viudas y que, en la mayoría de los casos, tenían hijas e hijos que criar. En una sociedad conservadora, el empleo normal fuera del hogar no era una opción viable para estas mujeres. Por lo tanto, el programa se centró en crear empleos donde estas mujeres pudieran trabajar desde sus propios hogares o en áreas enclaustradas no muy lejos de sus hogares.

El programa de creación de empleo del CCM Bangladesh ayudó a crear Aarong, una tienda departamental ahora exitosa en todo el país creada para vender productos hechos principalmente por mujeres desfavorecidas. El programa de creación de empleo también generó otras iniciativas comerciales, incluyendo Saidpur Enterprises, Jute Works y Prokritee. Estas empresas de comercio justo ahora son independientes del CCM y siguen creando empleos para mujeres desfavorecidas y aportando cientos de miles de dólares para sus familias.

El programa de creación de empleo el CCM Bangladesh generó otras iniciativas comerciales, incluyendo Saidpur Enterprises, Jute Works y Prokritee. Estas empresas de comercio justo ahora son independientes del CCM y siguen creando empleos para mujeres desfavorecidas y aportando cientos de miles de dólares para sus familias.

En sus primeros años de participación en Bangladesh, el CCM trabajó a través de otras organizaciones privadas de desarrollo voluntario (PVDO por sus siglas en ingés) y con diferentes agencias gubernamentales para implementar sus programas de ayuda y desarrollo. Sin embargo, hacia mediados de los setenta, el CCM comenzó a implementar directamente programas de agricultura y creación de empleo. Durante este período, que duró hasta después de 2000, el CCM colocó personal altamente calificado para realizar investigaciones sobre la producción agrícola y creación de empleo. Estos investigadores e investigadoras trabajaron a nivel de base para encontrar soluciones a los problemas en estos sectores.

Durante este tiempo, el CCM adoptó el enfoque de que el personal nacional de Bangladesh no debería hacer de su trabajo con el CCM una carrera profesional, sino que debería salir del CCM después de unos años. Este sesgo, junto con una política de personal expatriado de tres años en el programa, condujo a una memoria institucional a corto plazo que a su vez causó algunas debilidades innatas en la organización. Una de estas debilidades fue la falta de liderazgo continuo debido a operar con personal puramente voluntario. Los cambios en el liderazgo cada tres o cinco años causaron que el programa sufriera. Una organización grande como el CCM Bangladesh se habría beneficiado enormemente de un liderazgo a largo plazo para proporcionar estabilidad, dirección constante y moral mejorada.

De 1972 a 2000, el voluntariado expatriado fue el pilar de las actividades de investigación y extensión tanto en la creación de empleo como en la agricultura para el CCM Bangladesh. Después de 2000, la metodología del CCM cambió drásticamente de “programación directa” a trabajar a través de “organizaciones asociadas”. Este enfoque tenía la desventaja de que eliminaba al CCM del contacto directo con las personas a las que intentaba ayudar. Tampoco tuvo mucho éxito al colocar a personas trabajadoras expatriadas con organizaciones asociadas para realizar actividades de investigación o extensión, ya que las organizaciones asociadas elegidas carecían de los recursos para: 1) invertir en investigación y desarrollo de nuevos enfoques tecnológicos y 2) trabajar con departamentos gubernamentales para emplear a personas expatriadas. A pesar de estas desventajas, este cambio en la metodología hacia la asociación se volvió más atractivo a medida que Bangladesh desarrolló su propia gente calificada que creó y abasteció de personal las organizaciones Bangladeshís y el gobierno se volvió cada vez más reacio en permitir a personas expatriadas servir en el país como personal de desarrollo o ayuda humanitaria.

Independientemente de los muchos cambios en el programa a lo largo de los años, los esfuerzos del CCM en Bangladesh siempre se han centrado en las personas pobres, desfavorecidas y necesitadas de ayuda. Su preocupación siempre ha sido por aquellas personas que se sienten impotentes para progresar por su cuenta, dándoles las herramientas que necesitan para salir de la pobreza hacia una existencia sostenible.

Derek D’Silva trabajó con el CCM Bangladesh en múltiples puestos desde 1974 hasta 2011, más recientemente como director del CCM Bangladesh.


India

El Comité Central Menonita en India ha cambiado significativamente a lo largo de las décadas. Mi vida también ha cambiado a través de mi asociación con el CCM. Después de recibir asistencia a través del programa de Formación Profesional del CCM cuando era joven, me uní al personal del CCM India, donde he servido durante más de 39 años. Este servicio ha sido un gran honor-un viaje de amor, cuidado, esperanza, fortaleza y fe firme en el amor de Dios.

Nuestros patrones de trabajo han cambiado y también el entorno de la oficina. Hoy tenemos muchos más aparatos electrónicos en comparación con nuestras viejas máquinas de escribir. Si bien hoy casi siempre tenemos electricidad, en el pasado trabajamos en medio de cortes de energía durante varias horas al día.

Más de 300 instituciones indias recibieron aceite de canola, leche en polvo, jabón, pollo enlatado y trigo a través de estas distribuciones del CCM, brindando atención esencial para muchas personas menores en las escuelas y adultas mayores en hogares de ancianos.

El trabajo del CCM en Calcuta es bien conocido por residentes, especialmente debido a los elementos de recursos humanitarios que el CCM distribuyó durante muchos años a escuelas, orfanatos y hogares de ancianos. Más de 300 instituciones indias recibieron aceite de canola, leche en polvo, jabón, pollo enlatado y trigo a través de estas distribuciones del CCM, brindando atención esencial para muchas personas menores en las escuelas y adultas mayores en hogares de ancianos.

El cierre del programa de distribución en la década de 1990 trajo mucha ansiedad. El CCM comenzó a centrarse más en el trabajo de desarrollo y, por lo tanto, no quería que sus instituciones asociadas se volvieran dependientes del CCM, sino que miraran más allá de las distribuciones. El CCM les alentó a desarrollar propuestas para actividades de generación de ingresos. Sin embargo, esto no siempre funcionó como se esperaba. Por ejemplo, la misión de las Hermanas de la Caridad, misión de la Madre Teresa, con la que el CCM trabajó, es alimentar a las personas pobres y hambrientas. No tienen los medios para comenzar un programa de generación de ingresos. Más bien están llamadas a prestar servicio y, hasta la fecha, siguen ocupándose de personas menores huérfanas, personas con discapacidad mental, indigentes y moribundas.

Nuestro programa educativo ahora está más centrado en el acceso a una educación de calidad que simplemente en el acceso, pero aún en India el simple acceso a la educación, es una necesidad urgente. El patrocinio educativo individual que el CCM India solía operar tenía un toque personal y fomentaba las relaciones entre patrocinadores y menores. Cada año, cada estudiante enviaba saludos navideños con una carta y una tarjeta, que disfrutaba haciendo. Esta relación de uno a uno entre estudiante y patrocinador se perdió con el cambio de enfoque hacia el fortalecimiento de las escuelas como instituciones. En la oficina de Kolkata todavía mantenemos contacto con estudiantes. El hecho de que un(a) estudiante obtenga un trabajo después de años de dificultades estudiando y capacitándose, trae satisfacción y alegría a nuestro trabajo y el cambio que vemos en la familia más tarde es notable. El CCM India ha transformado muchas vidas y traído sonrisas a estudiantes y sus familias. La compasión y el amor han marcado la diferencia en las vidas individuales.

El CCM se destaca entre otras agencias de financiación porque respeta a cada agencia asociada con la que trabajamos. Nos preocupamos por las personas y escuchamos e implementamos nuestro trabajo de manera justa. Confiamos en el buen trabajo de nuestras organizaciones asociadas. Trabajamos como organizaciones asociadas y no les hacemos sentir que una es la donante y las otras son las receptoras. Sí, también necesitamos hacer nuestro trabajo, por lo que somos transparentes desde el comienzo del proyecto con las organizaciones asociadas, miembros de su junta y participantes sobre nuestras expectativas. También compartimos con nuestras organizaciones asociadas sobre el trabajo del CCM y quién apoya al CCM.

El CCM lleva a cabo su misión sin predicar la palabra de Dios. Más bien,
nuestro personal vive la Palabra de Dios, que se puede ver a través de su actitud, comportamiento, respeto mutuo, compasión, trato justo y amor. Es por eso que muchas de las personas con las que nos encontramos quieren unirse al personal del CCM o quieren hacerse Menonitas. Oro para que esta misión continúe trayendo fe en Cristo.

Achinta Das (izquierda) y Ayesha Kader como personal del CCM presentan una comedieta, junto con sus familias, celebraron la Navidad de 2017 en la oficina del CCM en Kolkata, India. (Foto del CCM/ Colin Vandenberg)

En nuestra oficina, siempre decimos: “Esta es la obra de Dios y Él seguramente nos guiará”. El CCM es muy afortunado de haber trabajado con personas temerosas de Dios como la Madre Teresa, el difunto hermano T.V. Mathews, la difunta hermana Florence, el Dr. Johnny Oommen y muchas otras que han servido y continúan sirviendo con compasión, amor y esperanza. Estos asoociados y líderes espirituales son nuestra fortaleza y nos ayudan a ser agradecidos, amables, humildes y serviciales en momentos de necesidad.

El CCM sigue siendo un gran apoyo para las personas pobres y marginadas y trabaja arduamente para satisfacer las necesidades de las personas. El CCM es conocido por su simplicidad, justicia, actitud de escucha y compromiso para desarrollar la capacidad de las personas pobres. ¡Dios bendiga al CCM!

Ayesha Kader es coordinadora del sector educativo para el CCM India. Ha trabajado con el CCM durante cuatro décadas.


Bolivia

He trabajado con el CCM Bolivia desde 1995, primero como promotor técnico y más recientemente como coordinador de programas rurales. En estos roles, he llevado a cabo evaluaciones de los programas de desarrollo del CCM. Estas evaluaciones han revelado que las fortalezas del trabajo del CCM son: su énfasis en las conexiones, relaciones interpersonales y amistades. Las comunidades bolivianas han reconocido el compromiso y dedicación mostrados por las personas trabajadoras del CCM durante todo el proceso de implementación de los proyectos. Desde el principio hasta el final de sus períodos de servicio, se les recuerda a las personas trabajadoras del CCM la importancia de acompañar a las comunidades marginadas, a las iglesias y a las organizaciones comunitarias con las que trabajan. Las relaciones que las personas trabajadoras del CCM construyen con las personas bolivianas continúan incluso después de que el personal del CCM regresa a sus países de origen.

La implementación directa ha dado paso en la última década o dos al acompañamiento de organizaciones asociadas.

A lo largo de mi tiempo con el CCM, hemos trabajado constantemente para mejorar la seguridad alimentaria y acceso a instalaciones de agua potable y saneamiento y para minimizar el riesgo de violencia que enfrentan las comunidades vulnerables. Incluso en medio de este enfoque constante, sin embargo, uno puede notar cambios. Por ejemplo, en el pasado, el CCM implementó sus propios proyectos en comunidades rurales y urbanas, con un enfoque en la ciudad y provincias del departamento de Santa Cruz. La implementación directa ha dado paso en la última década o dos al acompañamiento de organizaciones asociadas. Un cambio relacionado durante las últimas dos décadas ha sido una reducción en el número de personas trabajadoras de servicio del CCM asignados a vivir dentro de comunidades rurales como parte del programa de desarrollo rural del CCM en Bolivia. El CCM continúa colocando personas trabajadoras, pero ahora se centra en apoyar y acompañar a las organizaciones asociadas, ya que esas organizaciones, en vez de personal del CCM, implementan proyectos de desarrollo rural en el este y oeste de Bolivia.

Patrocinio Garvizu (a la izquierda), Doug Beane y Cresencia García se reunieron con una familia local en Juan Ramos, una comunidad montañosa aislada en Bolivia, para clasificar los frijoles que acababan de cosechar. Edwin y Maricela Calderón, dos de los cuatro niños de la familia, ayudaron con la tarea. Garvizu y García, ambos miembros del personal nacional, trabajaron con miembros de la comunidad para establecer prioridades para proyectos relacionados con la agricultura. (Foto del CCM/Linda Shelly)

En el pasado, el CCM Bolivia centró su programa en el reasentamiento de familias de bajo alemán Menonitas, quechuas y aymaras que llegaron al este del país en busca de tierras para construir casas y cultivos. La migración actual sigue siendo un desafío para las comunidades rurales, ya que estas comunidades luchan por satisfacer las necesidades de agua y seguridad alimentaria. El CCM continúa caminando junto a las comunidades agrícolas, tanto indígenas nativas como Menonitas de bajo alemán, para apoyar la diversificación agrícola, la adaptación a los climas cambiantes y la colaboración y aprendizaje entre comunidades.

El CCM hablaba de proteger los recursos naturales y la importancia de los árboles desde que comenzó a trabajar en Haití, mucho antes de que otras ONG y organizaciones locales comenzaran a preocuparse por la erosión y deforestación en el país. Siempre ha tenido una visión a largo plazo para la sostenibilidad.

Las visitas de intercambio con otros programas del CCM han sido extremadamente valiosas para el personal del CCM Bolivia y nuestros asociados. Así, por ejemplo, una visita de intercambio con los programas del CCM en Bangladesh y América Central nos permitió compartir ideas sobre cómo apoyar y fortalecer a las organizaciones locales, cómo son los programas de agricultura de conservación eficaces, cómo planificar el trabajo de desarrollo agrícola de una manera que maximice la seguridad alimentaria y cómo acompañar a las comunidades rurales mientras enfrentan climas cambiantes.

Aunque los proyectos de desarrollo de ONG internacionales son bienvenidos en Bolivia, deberían ser parte de un plan de desarrollo promovido por el estado boliviano. Los proyectos del CCM, como el trabajo de otras ONG internacionales, son monitoreados más cuidadosamente hoy que antes por las autoridades gubernamentales. El CCM ha trabajado duro para cumplir con las expectativas del gobierno boliviano, mientras se mantiene constante en su compromiso de acompañar a las comunidades marginadas y se mantiene firme en su llamado a servir en nombre de Cristo.

Patrocinio Garvizu ha trabajado para el CCM en Bolivia durante veinticinco años, más recientemente como coordinador del programa rural del CCM Bolivia. Originario de una comunidad quechua en el oeste de Bolivia, ha vivido durante muchos años en el este de Bolivia con su esposa y sus dos hijos.


Haití

He visto muchas cosas en mis años con el CCM en Haití. La historia del CCM aquí es larga: es un legado de sesenta años de centrarse en las personas y desarrollar la capacidad local en Haití. Yo mismo soy un ejemplo de la inversión del CCM en el desarrollo sostenible a largo plazo a través de las personas. Cuando fui llamado a trabajar para el CCM cuando era joven, hace casi cuarenta años, no tenía idea de que esta sería mi vida. No podía imaginar todo lo que sucedería en el Valle de Artibonite de Haití a través del CCM.

Cuando pienso en el legado del CCM en Haití, pienso en los árboles verdes que cubren tantas montañas que solían ser desiertos áridos, arroyos que ahora corren nuevamente en los lechos de los ríos que habían estado secos durante décadas, aves que han regresado y rostros de las personas con quienes hemos trabajado para que esto suceda.

El trabajo del CCM en Haití siempre ha puesto un fuerte énfasis en construir organizaciones locales y equipar a la gente local. Esta ha sido siempre nuestra fortaleza. El CCM ha mantenido un enfoque en la construcción de la comunidad y la movilización de grupos de cooperación comunitaria llamados gwoupman en el kreyol haitiano. El CCM ha priorizado acompañar a las personas más vulnerables y ha trabajado para empoderar a las mujeres a través de sus programas. Ha generado respeto por los recursos naturales y el medio ambiente y siempre ha mantenido un enfoque en la paz, justicia y cambio a largo plazo.

El CCM hablaba de proteger los recursos naturales y la importancia de los árboles desde que comenzó a trabajar en Haití, mucho antes de que otras ONG y organizaciones locales comenzaran a preocuparse por la erosión y deforestación en el país. Siempre ha tenido una visión a largo plazo para la sostenibilidad. El trabajo del CCM es mejor cuando nos aferramos a esa visión empoderadora. Un compromiso con la sostenibilidad a largo plazo es la razón por la cual el CCM Haití siempre ha invertido en árboles. El CCM ayuda a las personas a aprender a cuidar sus propios recursos naturales, como el suelo, los árboles y las fuentes de agua, ayudándoles a comprender la necesidad de proteger estos recursos esenciales. Construir sobre lo que la gente tiene, en lugar de importar siempre soluciones desde el exterior-ese ha sido nuestro enfoque. Si no podemos proteger lo que tenemos, no podemos vivir bien o por mucho tiempo en Haití.

Los momentos más desafiantes para el CCM fueron durante los años de control militar después de los gobernantes Duvalier. Fue muy difícil para el CCM trabajar en estos años. Durante ese tiempo, hubo desafíos prácticos que nos impidieron hacer el trabajo, así como desafíos espirituales y psicológicos que resultan de vivir con miedo y represión. No pudimos plantar árboles ni organizar capacitaciones de conservación del suelo para ayudar a las personas a cultivar mejor. Pero lo más difícil fue que no pudimos celebrar reuniones o juntar a los miembros de la comunidad. No pudimos movilizarnos. No pudimos juntar nuestras manos para apoyarnos mutuamente. Esta fue la realidad durante los años militares. Hoy nos enfrentamos nuevamente con problemas políticos, los peores desde entonces. Este es siempre nuestro desafío en Haití, estar en el campo, haciendo el trabajo a pesar de los problemas políticos que nos rodean y la gente que quiere dividirnos y separarnos.

Jean Remy Azor trabajó con Jefte Saingelus, hijo de Joseph Saingelus (también miembro del personal del CCM Haití), para descargar bolsas de alimentos para ayuda después del terremoto de enero de 2010 que devastó partes de Haití. La foto fue tomada a fines de enero de 2010 en la oficina del CCM en Puerto Príncipe. (Foto del CCM/Ben Depp)

Cuando pienso en el legado del CCM en Haití, pienso en los árboles verdes que cubren tantas montañas que solían ser desiertos áridos, arroyos que ahora corren nuevamente en los lechos de los ríos que habían estado secos durante décadas, aves que han regresado y rostros de las personas con quienes hemos trabajado para que esto suceda. Hemos demostrado a las personas que un futuro sostenible y esperanzador es posible y es uno en el que vale la pena invertir. La gente ahora cree que los árboles pueden ser una fuente de ingresos y tienen suficiente valor para que las personas los compren y los planten con el poco dinero que tienen. Hay comunidades donde trabaja el CCM que ahora tienen sus propios viveros de árboles autosuficientes. Hemos creado un espíritu empresarial alrededor de los árboles, para que las personas ingresen al negocio de los árboles, para que inviertan en sus propias comunidades. El CCM ha creado un espíritu de esperanza que motiva a las personas a invertir en el futuro. Ahora ven la compra de árboles como algo importante porque los árboles tienen un valor económico y ambiental-las personas quieren invertir en árboles porque tienen esperanza y creen que tienen el poder de cambiar su futuro. No se puede poner precio a este cambio de mentalidad.

El personal y asociados del CCM, en la forma en que hacen su trabajo, su pasión por su trabajo y la forma en que viven sus valores a través del servicio, están realmente comprometidos con el servicio en nombre de Cristo. Tal servicio es el mayor éxito del CCM y es la semilla del desarrollo duradero plantado aquí en Haití.

Jean Remy Azor es director ejecutivo de la organizción asociada del CCM Haití, Konbit Peyizan. Trabajó anter iormente con el CCM Haití durante 37 años.


Nigeria

Al revisar la historia del CCM Nigeria, se pueden ver varios cambios programáticos. Por ejemplo, el compromiso principal del CCM durante sus primeros años en Nigeria implicó la colocación de docentes de Canadá y Estados Unidos en escuelas nigerianas como parte del Programa de Maestros en el Extranjero (TAP) del CCM. A medida que Nigeria comenzó a graduar a más docentes de universidades y colegios de enseñanza, el programa del CCM se expandió a una variedad de otros sectores, como desarrollo agrícola, extensión de atención médica, forestación y más. Las semillas de nuevas ideas fueron plantadas, algunas brotando, floreciendo y creciendo en robles y otras muriendo. Otros cambios en las últimas décadas incluyen:

  • una transición de involucrar principalmente a organizaciones nigerianas para las asignaciones de servicio de personas trabajadoras del CCM a también otorgar contribuciones financieras para apoyar las visiones de las organizaciones asociadas;
  • un cambio de ser las iglesias las organizaciones asociadas primarias o incluso exclusivas del CCM al desarrollo de asociaciones con organizaciones identificadas con otras religiones (en el caso de Nigeria, Islam);
  • un movimiento de la construcción de relaciones como el modo programático primario del CCM hacia la adopción de programación basada en resultados;
  • un cambio de liderazgo del programa del CCM proveniente exclusivamente de Canadá y Estados Unidos a personas nigerianas, tal como yo, capaz de asumir un papel de liderazgo en mi propio país, un cambio que valora la profundidad del conocimiento cultural y contextual que las personas nigerianas aportan al trabajo del CCM en Nigeria.

A pesar de los cambios en algunas áreas de las operaciones del CCM en Nigeria, algunas cosas se han mantenido constantes, tales como:

  • trabajar junto a organizaciones asociadas en relaciones de mutualidad;
  • estar presente para compartir las alegrías, sufrimientos y desafíos del pueblo nigeriano en las comunidades donde opera el CCM;
  • construir relaciones con iglesias y comunidades vulnerables;
  • valorar y conectarse con las personas nigerianas como personas hechas a imagen de Dios.

Matthew Tangbuin es representante del CCM Nigeria. Ha trabajado para el CCM durante 21 años.


Laos

Durante las cuatro décadas de su presencia en Laos, el CCM ha participado activamente en proyectos que van desde abordar el problema de los artefactos sin detonar (UXO por sus siglas en inglés), organizar la capacitación de docentes, proporcionar los suministros necesarios para la educación de niñas y niños e implementar complejos proyectos de desarrollo rural integrados destinados a mejorar la seguridad alimentaria, nutrición y saneamiento en aldeas remotas. A lo largo de estos variados proyectos, lo que se ha mantenido constante es un énfasis en la construcción de paz. Sin embargo, el enfoque de la construcción de paz del CCM ha cambiado a lo largo de los años, pasando de ayudar inicialmente a las personas agricultoras a enfrentar las muertes por las minibombas a ayudar, más recientemente, a resolver problemas de tierras y ofrecer capacitación en resolución de conflictos en comunidades rurales.

Lo que creo que caracteriza al CCM en su mejor momento, ha sido trabajar estrechamente con las personas de las aldeas, compartiendo sus triunfos y angustias, aprendiendo de ellas y presenciando una mejora lenta pero constante en sus vidas.

Al reflexionar sobre mis años con el CCM, lo que más se destaca, y lo que creo que caracteriza al CCM en su mejor momento, ha sido trabajar estrechamente con las personas de las aldeas, compartiendo sus triunfos y angustias, aprendiendo de ellas y presenciando una mejora lenta pero constante en sus vidas. Nuestra recompensa ha sido una sensación de satisfacción al ver una esperanza renovada, empoderamiento y gratitud en los ojos de aquellas personas a quienes ayudamos, como el niño cuya vista fue restaurada después de que una explosión de una minibomba lo lesionara y el CCM lo llevara de emergencia al hospital.

Si alguna vez hubo una necesidad desesperada en Laos, fue eliminar las minibombas (artefactos sin detonar) lanzadas por el ejército de EE.UU. a los campos agrícolas en el norte del país en el apogeo de la guerra liderada por EE.UU. en el vecino Vietnam. Los agricultores no pudieron cultivar sus coshechas de arroz debido a las bombas-o, cuando lo intentaron, muchos resultaron muertos y heridos. En 1975, en colaboración con el Comité de Servicio de Amigos Americanos (AFSC por sus siglas en inglés), el CCM inició esfuerzos para reducir el daño continuo causado por bombas y minibombas sin detonar. En el verdadero espíritu del CCM, el equipo del CCM trabajó directamente con los agricultores, suministrando palas, bueyes, arados y un tractor blindado para limpiar la tierra. Este método de despejar las minibombas, aunque tuvo un impacto positivo, fue ineficiente y, aparte de los tractores blindados, no siempre fue seguro.

Tengo innumerables recuerdos de ver a las personas aldeanas llevando a sus hijas e hijos con dolencias a ver al médico del CCM temprano en la mañana, antes de que se abriera el dispensario, agradecidas por el acceso a la atención médica.

A través de la incidencia y participación en las políticas públicas, el CCM buscó durante los siguientes veinte años crear conciencia sobre cómo las mimibombas sin detonar ponen a los agricultores de Laos y sus familias en riesgo diario. Luego, después de dos décadas de esfuerzo, el CCM se asoció con el Mines Advisory Group (MAG) del Reino Unido. ¡Solo en 1994, el CCM y MAG destruyeron más de 4,000 artefactos sin detonar!

En sus proyectos de salud y desarrollo rural integrado, el CCM ha utilizado el mismo enfoque efectivo de trabajar estrechamente con las personas aldeanas en distritos remotos de provincias como Huaphan, Phong Saly, Vientiane y Saysomboun. Trabajando con el liderazgo de las aldeas, determinamos y abordamos sus necesidades más apremiantes. Nuestro enfoque funcionó, ayudando a aliviar la pobreza y enfermedad. Tengo innumerables recuerdos de ver a las personas aldeanas llevando a sus hijas e hijos con dolencias a ver al médico del CCM temprano en la mañana, antes de que se abriera el dispensario, agradecidas por el acceso a la atención médica.

Tuvimos muchos desafíos. Viajar para visitar a familias pobres en aldeas remotas consumía mucho tiempo y era costoso. Para el despeje de las minibombas, el CCM y el gobierno de Laos carecían de experiencia técnica, por lo que la búsqueda de formas eficientes y seguras de eliminar las bombas llevó mucho tiempo. Crear conciencia sobre el problema de las minibombas tomó demasiado tiempo-fueron casi veinte años después de la guerra que el problema de las minibomba se hizo globalmente reconocido.

A lo largo de las décadas, el personal del CCM Laos ha aprendido el valor de trabajar estrechamente con las comunidades, desarrollar habilidades de construcción de paz comunitaria, colaborar amigablemente con organizaciones asociadas y diversas entidades gubernamentales (desde los consejos de las aldeas hasta los departamentos y ministerios del gobierno) y la centralidad del bienestar de quienes estamos aquí para ayudar. Cuando hemos tenido en cuenta estos principios, hemos tenido éxito en todos los esfuerzos que hemos emprendido.

Hien Phammachanh trabajó con el CCM Laos desde 1984 hasta 2010, más recientemente como ca-representante.


Klassen, George. The Rower Pump. Dhaka: MCC Bangladesh, 1979.

Assessing the evolution of MCC’s development work: reflections from MCC’s global staff

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[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Most MCC workers from Canada and the U.S. in MCC’s global programs have typically served for one-, three- and sometimes five-year terms. A relatively small number, meanwhile, have continued in service for more than five years. MCC programs have thus experienced ongoing flux in staffing. Amidst these cyclical disruptions, MCC’s “national staff” (MCC workers who serve within their own countries, such as an Indian woman who oversees MCC India’s education program or a Bolivian man who directs MCC Bolivia’s rural development program) have provided indispensable and vital stability, depth of contextual knowledge and breadth of experience to MCC programs. In this article, MCC staff from Bangladesh, Bolivia, Haiti, India, Lao People’s Democratic Republic (Laos) and Nigeria, who together have over 150 years of MCC experience, reflect on shifts within MCC’s program, challenges faced, successes celebrated and lessons learned from MCC’s development work carried out in the name of Christ.

Bangladesh

The MCC program in Bangladesh began in 1970 as a relief effort to respond to needs of victims of natural disasters. MCC responded to floods, cyclones and tidal bores with money, materials and personnel. As time went on, this relief response progressed into agricultural and economic development activities. Development efforts focused on two main initiatives: educating poor farmers how to increase crop production and empowering disadvantaged women to earn a living to support their families.

MCC’s agricultural program introduced winter vegetables and soybeans (a new crop) in its operational area. MCC introduced these crops to increase income for farming families and to help alleviate the widespread malnutrition among the rural population. The crops MCC introduced continued to be grown by farmers long after MCC stopped working in the area, providing income for farm families and food. Almost all crops grown by farmers in Bangladesh are grown with the intent of selling some or all of them for cash. In many cases farmers sell their entire crop to pay off debts and later buy the same food back by selling their labor. In the case of Bangladesh, MCC’s focus on agriculture was very appropriate.

MCC carried out its agricultural research in the seventies and eighties in collaboration with Bangladesh’s research institutes. Its annual research publications were valued greatly by national researchers.

MCC carried out its agricultural research in collaboration with the country’s agricultural research institutes. MCC’s annual research publications were valued greatly by national researchers. From the early seventies through the eighties, Bangladeshi agricultural institutions were not staffed adequately as the new country lacked the personnel and financial resources necessary to meet the needs of farmers and the agriculture sector in general. Limited government resources were used primarily to boost rice and wheat production. MCC’s work with vegetable and soybean crop research and extension was greatly appreciated by governmental agricultural researchers and extensionists alike.

Disadvantaged women were defined as those who were abandoned, divorced or widowed and who, in most cases, had children to raise. In a conservative society, normal employment outside the home was not a viable option for these women. The program therefore focused on creating jobs where these women could work from their own homes or in cloistered areas not far from their homes.

MCC Bangladesh’s job creation program helped bring about Aarong, a now nationwide and hugely successful department store created to sell products made primarily by disadvantaged women. The job creation program also spawned other business initiatives, including Saidpur Enterprises, Jute Works and Prokritee. These fair-trade businesses are now independent of MCC and are still creating jobs for disadvantaged women and bringing in hundreds of thousands of dollars for their families.

In its early years of involvement in Bangladesh, MCC worked through other Private Voluntary Development Organizations (PVDOs) and with different government agencies to implement its relief and development programs. However, towards the mid-seventies, MCC began to directly implement agriculture and job creation programs. During this period, which lasted until after 2000, MCC placed highly qualified personnel to conduct research into agricultural production and job creation. These researchers worked at the grassroots level to find solutions to problems in these sectors.

During this time, MCC adopted the approach that Bangladeshi national staff should not usually make a career working for MCC, but should typically move on from MCC after a few years. This bias, coupled with a policy of three-year expatriate personnel circulating through the program, led to short-term institutional memory which in turn caused some innate weaknesses in the organization. One of these weaknesses was the lack of sustained leadership at the top due to operating with purely voluntary workers. Changes in leadership every three-to-five year caused the program to suffer. A large organization such as MCC Bangladesh would have benefited greatly from long-term leadership to provide stability, consistent direction and improved morale.

MCC Bangladesh’s job creation program spawned several business initiatives, including Saidpur Enterprises, Jute Works and Prokritee. these fair trade businesses are now independent of MCC and are still creating jobs for disadvantaged women and bringing in hundres of thousand of dollars for their families.

From 1972 to 2000, expatriate volunteers were the mainstay for research and extension activities in both job creation and agriculture for MCC Bangladesh. After 2000, MCC’s methodology changed drastically from “direct programming” to working through “partners.” This approach had a disadvantage in that it removed MCC from direct contact with the people it was trying to help. It was also not very successful in placing expatriate workers with partners to conduct research or extension activities as the partners chosen lacked the resources to: 1) invest in research in and development of new technological approaches and 2) work with government departments to employ expatriates. Despite these disadvantages, this shift in methodology towards partnership became more attractive as Bangladesh developed skilled people of its own who created and staffed Bangladeshi organizations and the government became more and more reluctant to allow expatriates to serve in the country as development or relief workers.

Regardless of the many changes to the program over the years, MCC’s efforts in Bangladesh have always focused on the poor, disadvantaged and those in need of aid. Its concern has always been for those who feel powerless to progress on their own, giving them the tools they need to rise out of poverty into a sustainable existence.

Derek D’Silva worked with MCC Bangladesh in multiple capacities from 1974 to 2011, most recently as MCC Bangladesh director.


India

Mennonite Central Committee in India has changed significantly over the decades. My life too has been changed through my association with MCC. After receiving assistance through MCC’s Vocational Training program as a young woman, I joined MCC India’s staff, where I have served for over 39 years. This service has been a tremendous honour—a journey of love, care, hope, strength and strong faith in God’s love.

Our work patterns have changed and so has the office environment. Today we have many more electronic gadgets compared to our old typewriters. While today we almost always have electricity, in the past we worked amidst power cuts for several hours a day.

More than 300 Indian institutions received canola oil, milk powder, soap, canned chicken and wheat through these MCC distributions, providing essential care for many children in schools and the elderly in old age homes.

MCC’s work in Kolkata is well-known by residents, especially because of the humanitarian resource items that MCC distributed for many years to schools, orphanages and old age homes. More than 300 institutions received canola oil, milk powder, soap, canned chicken and wheat through these MCC distributions, providing essential care for many children in schools and the elderly in old age homes.

The closing of the distribution program in the 1990s brought a lot of anxiety. MCC began to focus more on development work and thus did not want its partner institutions to become dependent on MCC but rather to look beyond handouts. MCC encouraged them to develop proposals for income generation activities. However, this did not always work as hoped. For example, the mission of the Sisters of Charity, Mother Teresa’s mission, with which MCC worked, is to feed the poor and hungry. They do not have the means to start an income generation program. Rather they are called to give service and to date they are still taking care of orphans, the mentally challenged, the destitute and the dying.

Our education program is now more focused on access to quality education than simply on access, but still in India access to education, period, is a pressing need. The one-to-one educational sponsorship that MCC India used to operate had a personal touch and fostered relationships between sponsors and children. Each year the students sent Christmas Greetings with a letter and card, which the students enjoyed doing. This one-to-one relationship between student and sponsor got lost with the change in focus towards strengthening schools as institutions. We in the Kolkata office still maintain contact with students. When we see a student get a job after years of struggle through schooling and training, that brings satisfaction and joy to our work and the change we see in the family later is remarkable. MCC India has transformed many lives and brought smiles to the faces of students and their families. Compassion and love have made a difference in individual lives.

Achinta Das (left) and Ayesha Kader present a skit as MCC staff, along with their families, celebrated Christmas 2017 at MCC’s office in Kolkata, India. (MCC photo/ Colin Vandenberg)

MCC stands out among other funding agencies because MCC respects each partner agency with whom we work. We care for people and we listen and implement our work in a just way. We trust our partners’ good work. We work as partners and do not make them feel that we are the donors and they are the receivers. Yes, we need our work done, too, so we are transparent from the beginning of the project with partners, their board members and participants about our expectations. We also share with them about MCC’s work and who supports MCC.

MCC carries out its mission without preaching the word of God. Rather, our staff live out the word of God, which one can see through their attitude, behaviour, respect for each other, compassion, just dealing and love. That is why many of the people whom we come across want to join MCC’s staff or want to become a Mennonite. I pray that this mission carries on bringing faith in Christ.

In our office, we always say, “This is God’s work and He will surely guide us through.” MCC is so fortunate to have worked with God-fearing people like Mother Teresa, the late Brother T.V. Mathews, the late Sister Florence, Dr. Johnny Oommen and many others who have served and continue to serve with compassion, love and hope. These partners and spiritual leaders are our strength and help us to be gracious, kind, humble and helpful to each other in times of need.

MCC continues to be a strong support to the impoverished and marginalized and works hard to meet the needs of the people. MCC is known for its simplicity, justice, listening attitude and commitment to building the capacity of the poor. God bless MCC!

Ayesha Kader is education sector coordinator for MCC India. She has worked with MCC for four decades.


Bolivia

Direct implementation has given way over the past decade or two to partner accompaniment.

I have worked with MCC Bolivia since 1995, first as a technical officer and more recently as rural program coordinator. In these roles, I have carried out evaluations of MCC’s development programs. These evaluations have revealed that the strengths of MCC’s work are its emphases on connections, interpersonal relationships and friendships. Bolivian communities have recognized the commitment and dedication shown by MCC workers throughout the project implementation process. From the beginning to the end of their service terms, MCC workers are reminded of the importance of accompanying marginalized communities and the churches and community-based organizations that work with them. The relationships MCC workers build with Bolivians continue even after MCC staff return to their countries of origin.

Patrocinio Garvizu (from left),
Doug Beane and Cresencia Garcia
gathered with a local family in
Juan Ramos, an isolated mountain
community in Bolivia, to sort beans
that were just harvested. Edwin
and Maricela Calderon, two of the
four children in the family, helped
with the task. Garvizu and Garcia,
both national staff, worked with
community members to set priorities
for agriculture-related projects.
(MCC photo/Linda Shelly)
Patrocinio Garvizu (from left),
Doug Beane and Cresencia Garcia
gathered with a local family in
Juan Ramos, an isolated mountain
community in Bolivia, to sort beans
that were just harvested. Edwin
and Maricela Calderon, two of the
four children in the family, helped
with the task. Garvizu and Garcia,
both national staff, worked with
community members to set priorities
for agriculture-related projects.
(MCC photo/Linda Shelly)

Throughout my time with MCC, we have consistently worked to improve food security and access to safe water and sanitation facilities and to minimize the risk of violence faced by vulnerable communities. Even amidst this consistent focus, however, one can note shifts. For example, in the past MCC implemented its own projects in rural and urban communities, with a focus on the city and provinces of the Santa Cruz department. Direct implementation has given way over the past decade or two to partner accompaniment. A related shift during these past two decades has been a reduction in the number of MCC service workers assigned to live within rural communities as part of MCC’s rural development program in Bolivia. MCC continues to place workers, but its focus is now on supporting and accompanying partner organizations as those organizations, rather than MCC staff, implement rural development projects in eastern and western Bolivia.

In the past, MCC Bolivia focused its program on resettling Low German Mennonite, Quechua and Aymara families who arrived in the east of the country in search of land for building houses and growing crops. Migration today continues to be a challenge facing rural communities, as these communities struggle to meet water and food security needs. MCC continues to walk alongside farming communities, both native Indigenous and Low German Mennonite, in supporting agricultural diversification, adaptation to changing climates and cross-communal collaboration and learning.

Exchange visits with other MCC programs have been extremely valuable for MCC Bolivia staff and our partners. So, for example, an exchange visit with MCC programs in Bangladesh and Central America allowed us to share ideas about how to support and strengthen local organizations, what effective conservation agriculture programs look like, how to plan agricultural development work in a way that maximizes food security and how to accompany rural communities as they face changing climates.

Although international NGO development projects are welcome in Bolivia, they should be part of a development plan promoted by the Bolivian state. MCC’s projects, like the work of other international NGOs, are monitored more carefully today than before by government authorities. MCC has worked hard to meet Bolivian government expectations, while remaining constant in its commitment to accompany marginalized communities and standing firm in its call to serve in the name of Christ.

Patrocinio Garvizu has worked for MCC in Bolivia for twenty-five years, most recently as MCC Bolivia’s rural program coordinator. Originally from a Quechua community in western Bolivia, he has lived for many years in eastern Bolivia with his wife and two children.


Haiti

MCC was talking about protecting natural resources and the importance of trees since it started working in Haiti, long before other NGOs and local organizations began worrying about erosion and deforestation in the country. It has always had a long-term vision for sustainability.

I have seen many things in my years with MCC in Haiti. MCC’s history here is long—it is a sixty-year legacy of focusing on people and building local capacity in Haiti. I myself am an example of MCC’s investment in long-term and sustainable development through people. When I was called to work for MCC as a young man, almost forty years ago, I had no idea this would be my life. I could not imagine all that would happen in Haiti’s Artibonite Valley through MCC.

MCC’s work in Haiti has always placed a strong emphasis on building up local organizations and equipping local people. This has consistently been our strength. MCC has maintained a focus on community building and mobilization of community cooperation groups called gwoupman in Haitian kreyòl. MCC has prioritized accompanying the most vulnerable and worked to empower women through its programs. It has built respect for natural resources and the environment and has always maintained a focus on peace, justice and long-term change.

When I think of MCC’s legacy in Haiti, I think of the green trees that cover so many mountains that used to be barren deserts, the streams that now run again in river beds that had been dry for decades, the birds that have returned and the faces of all the people with whom we have worked to make this happen.

MCC was talking about protecting natural resources and the importance of trees since it started working in Haiti, long before other NGOs and local organizations began worrying about erosion and deforestation in the country. It has always had a long-term vision for sustainability. MCC’s work was best when we held fast to that empowering vision. A commitment to long-term sustainability is why MCC Haiti has always invested in trees. MCC helps people learn how to care for their own natural resources, like the soil, trees and water sources, helping them understand the necessity of protecting these essential resources. To build on what people have, rather than always importing solutions from the outside—that has been our focus. If we can’t protect what we have, we cannot live well or long in Haiti.

The most challenging times for MCC was during the years of military control after the Duvalier rulers. It became really challenging for MCC to work in these years. During that time there were practical challenges that kept us from doing the work as well as the spiritual and psychological challenges that come from living under fear and repression. We couldn’t plant trees and we couldn’t organize trainings to conserve the soil to help people plant better. But the most difficult thing was that we could not hold meetings or bring community members together. We could not mobilize. We could not put our hands together to support one another. This was the reality during the military years. Today we are faced with political problems again, the worst since that time. This is always our challenge in Haiti, to be on the ground, doing the work despite the political problems around us and the people that want to divide us and pull us apart.

Jean Remy Azor worked with
Jefte Saingelus, the son of Joseph
Saingelus (also MCC Haiti staff), to
unload bags of food for relief after
the January 2010 earthquake that
devastated parts of Haiti. The photo
was taken in late January 2010 at
the MCC office in Port-au-Prince.
(MCC photo/Ben Depp)

When I think of MCC’s legacy in Haiti, I think of the green trees that cover so many mountains that used to be barren deserts, the streams that now run again in river beds that had been dry for decades, the birds that have returned and the faces of the people with whom we have worked to make this happen. We have shown people that a sustainable, hopeful future is possible and is worth investing in. People now believe that trees can be a source of income and have enough value for people to buy and plant them with the little money they have. There are communities where MCC works that now have their own self-supporting tree nurseries. We have created a business spirit around trees, for people to enter the tree business, to invest back in their own communities. MCC has created a spirit of hope that motivates people to invest in the future. They now see buying trees as something that is important because trees have economic and environmental value—people want to invest in trees because they have hope and believe they have the power to change their future. You cannot put a price on this change in mindset.

MCC’s staff and partners, in the way they do their work, their passion for their work and the way that they live out their values through service, are truly engaged in service in the name of Christ. Such service is MCC’s greatest success and is the seed of enduring development planted here in Haiti.

Jean Remy Azor is executive director of MCC Haiti partner, Konbit Peyizan. He worked previously with MCC Haiti for 37 years.


Nigeria

Reviewing MCC Nigeria’s history, one can see several programmatic shifts. For example, MCC’s main engagement during its initial years in Nigeria involved placing teachers from Canada and the U.S. in Nigerian schools as part of MCC’s Teachers Abroad Program (TAP). As Nigerians began graduating more teachers from universities and teacher colleges, MCC’s program expanded into a variety of other sectors, such as agricultural development, health care outreach, afforestation and more. The seeds of new ideas were planted, with some sprouting, blossoming and growing into oak trees and with others dying off. Other shifts over the past decades included:

  1. A transition from primarily engaging Nigerian partners through the secondment of MCC workers to also providing grants to support partners’ visions;
  2. A shift from churches being MCC’s primary or even exclusive partners to MCC also developing partnerships with organizations identified with other faiths (in Nigeria’s case, Islam);
  3. A movement from relationship building as MCC’s primary programmatic mode towards the adoption of results-based programming;
  4. A shift from MCC program leadership coming exclusively from Canada and the United States to Nigerians such as myself being able to take up a leadership role in my own country, a shift that values the depth of cultural and contextual knowledge Nigerians bring to MCC’s work in Nigeria.

Despite the changes in some areas of MCC’s operations in Nigeria, some things have remained constant, such as:

• working alongside partners in relationships of mutuality;
• being present to share in the joys, sufferings and challenges of the Nigerian people in the communities where MCC operates;
• building relationships with churches and vulnerable communities;
• valuing and connecting with Nigerians as people made in God’s image.

Matthew Tangbuin is MCC Nigeria representative. He has worked for MCC for 21 years.


Laos

Over the four decades of its presence in Laos, MCC has been actively involved in projects ranging from addressing the problem of unexploded ordinance (UXO), organizing teacher training, providing needed supplies for children’s education and implementing complex integrated rural development projects aimed at improving food security, nutrition and sanitation in remote villages. Throughout these varied projects, what has remained constant is an emphasis on peacebuilding. However, the focus of MCC’s peacebuilding has changed over the years, shifting from initially helping farmers come to grips with deaths from bombies to more recently helping to resolve land issues and offer conflict resolution training in rural communities.

What I believe characterizes MCC at its best has been working closely with villagers, sharing their triumphs and their heartaches, learning from them and witnessing slow but steady improvement in their lives.

Reflecting on my years with MCC, what stands out for me, and what I believe characterizes MCC at its best, has been working closely with villagers, sharing their triumphs and their heartaches, learning from them and witnessing slow but steady improvement in their lives. Our reward has been a sense of fulfillment in seeing renewed hope, empowerment and gratitude in the eyes of those we helped, such as the boy whose eyesight was restored after being injured by a bombie explosion and then rushed to the hospital by MCC.

If ever there was a desperate need in Laos, it was to clear bombies (unexploded bomblets) dropped by the U.S. military onto farmers’ fields in the north of the country at the height of the U.S.-led war in neighboring Vietnam. Farmers could not grow their rice crops because of the bombies— or, when they tried, many were killed and injured. In 1975, in collaboration with American Friends Service Committee (AFSC), MCC initiated efforts to reduce the ongoing damage caused by unexploded bombs and bomblets. In true MCC fashion, the MCC team worked directly with farmers, supplying shovels, oxen, plows and a shielded tractor to clear the land. This method of bombie clearance, while it had a positive impact, was inefficient and, shielded tractors aside, not always safe.

Through advocacy and public engagement, MCC sought over the ensuing twenty years to raise awareness about how unexploded bombies put Lao farmers and their families at daily risk. Then, after two decades of effort, MCC partnered with the Mines Advisory Group (MAG) from the United Kingdom. In 1994 alone, MCC and MAG destroyed more than 4,000 pieces of unexploded ordinance!

In its health and integrated rural development projects, MCC has used the same effective approach of working closely with villagers in remote districts of provinces such as Huaphan, Phong Saly, Vientiane and Saysomboun. Working with village leadership, we determined and addressed their most pressing needs. Our approach worked, helping to alleviate poverty and illness. I have countless memories of seeing villagers bringing their sick children to see the MCC medical doctor early in the morning, before the dispensary was opened, grateful for access to medical care.

I have countless memories of seeing villagers bringing their sick children to see the MCC medical doctor early in the morning, before the dispensary was opened, grateful for access to medical care.

We had many challenges. Travel to visit poor families in remote villages was time-consuming and expensive. For the bombie clearance, MCC and the Lao government lacked technical expertise, so finding efficient and safe ways to remove bombies proved time-consuming. Raising awareness about the bombie problem took too long—it was almost twenty years after the war that the bombie problem became globally recognized.

Over the decades, MCC Laos staff have learned the value of working closely with communities, building up community peacebuilding skills, collaborating amicably with partners and various government entities (from village councils to government departments and ministries) and the centrality of the wellbeing of those we are here to help. When we have kept these principles in mind, we have had success in every endeavor we have undertaken.

Hien Phammachanh served with MCC Laos from 1984 to 2010, most recently as co-representative.


Klassen, George. The Rower Pump. Dhaka: MCC Bangladesh, 1979.