CCM y la Campaña del Jubileo 2000

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Mientras trabajaba como personal de la oficina del CCM en Washington a fines de la década de 1990, entré en la oficina del senador Arlen Specter de Pensilvania para hablar sobre la Campaña Jubileo 2000. Este movimiento dinámico abogó por cancelar las deudas masivas que los países de bajos ingresos tenían con las naciones ricas e instituciones monetarias internacionales. Le pregunté al asistente del senador si había recibido cartas de Menonitas sobre el Jubileo 2000. Agitó su mano consternado y asintió vigorosamente con la cabeza diciendo: “Tenemos muchas cartas; no necesitamos más. ¡Estamos al tanto!”.

El personal del CCM en Bangladesh, de izquierda a derecha, Bita Barua (Coordinadora del sector de salud) y Jahangir Alam (Oficial de programas) y Mafizul Islam (Asesor de paz para Payra) en una capacitación de justicia restaurativa para el personal del CCM, asociados y organizaciones afiliadas, celebrada en septiembre 11-14, 2017, en un centro de conferencias en Dhaka, Bangladesh. (Foto del CCM/Dave Klassen)

Esta respuesta positiva fue un cambio notable. Cuando llegué a Washington con el CCM por primera vez en 1995, el Congreso se mostró hostil a cancelar estas deudas. Mis colegas de incidencia me dijeron:, “Podemos hablar con la Administración sobre esto. Podemos hablar con el Banco Mundial. ¡Pero no deje que el Congreso sepa que estamos promoviendo la cancelación de la deuda porque odian esta idea!”.

La Campaña del Jubileo 2000 cambió eso. La campaña se originó con un llamado
de la Conferencia de Iglesias de Toda África, que identificó el hito milenario que se aproximaba como una oportunidad para aplicar el año bíblico del Jubileo en el que las deudas son perdonadas y las personas reciben un nuevo comienzo en la vida. Su llamado fue asumido por Christian Aid y otros en el Reino Unido, por una coalición basada en las iglesias de los Estados Unidos llamada Jubilee 2000 USA que incluyó al CCM y, en última instancia, por unas 60 campañas en todo el mundo.

El Jubileo 2000 movilizó a personas de fe de una amplia gama de grupos religiosos participantes: la Iglesia Católica, las principales denominaciones protestantes, las iglesias de paz y las evangélicas, así como las organizaciones judías y musulmanas. Las encuestas indicaron que la idea de la cancelación de la deuda para los países pobres nunca fue popular entre la sociedad estadounidense en su conjunto-las iglesias y organizaciones religiosas abrazaron e impulsaron este esfuerzo.

La oficina de Washington del CCM movilizó a sus constituyentes Menonitas y formó parte del Comité Ejecutivo del Jubileo 2000. El CCM tuvo un impacto importante en los formuladores de políticas debido al tiempo y esfuerzo que dedicó a esta iniciativa ecuménica, pero aún más porque las personas anabautistas “en las bancas” optaron por alzar la voz en nombre de las vecinas y vecinos necesitados.

El tiempo relativamente corto que llevó aprobar la legislación de cancelación de deuda sorprendió a muchos en Washington. El senador Ted Kennedy le preguntó a un destacado activista del Jubileo cómo pudieron tener éxito en solo unos pocos años, señalando que generalmente esperaba un proceso de reforma de al menos diez años. El representante Spencer Bachus, en ese momento presidente del Comité de Servicios Financieros de la Cámara y líder republicano que respaldaba la legislación, agradeció a los defensores del Jubileo 2000 por “darme la oportunidad de hacer el tipo de cosas por las que vine a Washington con la esperanza de lograr”.

Gracias a su trabajo [la incidencia en la cancelación de la deuda], Uganda ahora tiene clínicas médicas con personal médico y medicamentos que no existían antes y escuelas con docentes y libros de texto que no tenían antes. Hoy hay niñas y niños vivos por lo que han hecho.

–Charlotte Mwesígye, Jubílee 2000 Uganda

Uganda fue el primer país al que se le cancelaron sus deudas. Las iglesias ugandesas y la sociedad civil se unieron para garantizar que el dinero ahorrado por la cancelación de la deuda se dedicara a los esfuerzos de reducción de la pobreza. Crearon una red de monitores en toda Uganda a nivel de aldeas para asegurarse de que los presupuestos para la educación, atención médica y otros servicios sociales se incrementaran. En 2000, la coalición estadounidense Jubilee trajo a Charlotte Mwesigye, la coordinadora de Jubilee 2000 Uganda, a los EE. UU. para hablar con las iglesias de todo el país sobre su impacto. Ella dijo algo que nunca olvidaré: “Quiero que entiendan lo que ha logrado su trabajo”, nos dijo. “Gracias a su trabajo, Uganda ahora tiene clínicas médicas con personal médico y medicamentos que no existían antes y escuelas con docentes y libros de texto que no tenían antes. Hoy hay niñas y niños vivos por lo que han hecho”.

Ese logro pertenece a las personas Anabautistas en los EE. UU. cuyas cartas abrumaron la oficina del senador Specter y a las personas de fe atentas que se tomaron el tiempo para “hablar por la causa de las personas indigentes y por todas las necesitadas” (Prov. 31: 8-9). El Jubileo 2000 vio a muchas personas Ana bautistas en los Estados Unidos abordar a funcionarios públicos, algunas quizás por primera vez. Fue una demostración extraordinaria de que abogar por políticas públicas humanas puede salvar y transformar muchas vidas. Esa convicción continúa hoy entre las personas Anabautistas que abogan por políticas y acciones gubernamentales compasivas para poner fin a la pobreza mundial y de los EE. UU., presionar por la justicia racial, revisar un sistema de inmigración roto y proteger los derechos de las personas Soñadoras y los solicitantes de asilo. Durante este momento difícil en nuestra vida nacional en los Estados Unidos, la Campaña del Jubileo 2000 puede ser un recordatorio y un estímulo de que mucho es posible, aún queda mucho por hacer y aún se puede cosechar mucho fruto para la justicia y compasión en nuestra nación y el mundo.

Trabajadores del CCM (desde la izquierda) Russ Toevs de Whitewater, Kansas; Derek D’Silva de Sonapur, Bangladesh; Abdul Mannan y Khabirul Islam Khokon del distrito de Noakhali, Bangladesh; Paul Shires de Arroyo Grande, California; y Lee Brockmueller de Freeman, Dakota del Sur, en un campo de soya. (Foto del CCM/Russell Webster)

Martín Shupack es director de incidencia del Servicio Mundial de Iglesias. Trabajó con la oficina del CCM Washington, D.C. de 1995 a 2005.

CCM, la crisis climática y comunidades vulnerables

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Parte del plan estratégico del CCM para los próximos cinco años es “diseñar y evaluar el programa y operaciones del CCM a la luz de nuestro compromiso de cuidar la creación de Dios y acompañar a las comunidades marginadas dañadas por el cambio climático”. ¿Porque es esto importante? En pocas palabras, las personas con las que Jesús nos llamó a servir y caminar son las más afectadas por los desastres causados por un clima cambiante. Las personas pobres, las vulnerables, las personas sin un respaldo de seguridad-son las personas que sufren cuando se producen sequías, cuando aumentan los niveles del mar, cuando los zancudos portadores de enfermedades amplían su área de alcance.

Si bien nadie puede escapar del mal tiempo, algunas personas estamos en mejores condiciones para responder. Como Peter Dula, profesor asociado de religión y cultura en la Eastern Mennonite University, indicó en un resumen reciente de los enfoques Ana bautistas para el cuidado de la creación: “Holanda tiene diques. Bangladesh tiene inundaciones”.

Ebou Dango riega cebollas en un vivero de verduras en Didyr, Burkina Faso. Ella participa en un programa apoyado por el CCM a través de la Oficina de Desarrollo de Iglesias Evangélicas (Office de Développement des Églises Evangélique u ODE) para ayudar a las mujeres agricultoras a adaptarse al cambio climático a través de prácticas agrícolas de conservación, producción de semillas y producción de vegetales fuera de temporada. ODE apoya proyectos de agricultura y seguridad alimentaria en todo el país. (Foto del CCM/James Souder)

Las predicciones de las personas científicas sobre un clima que cambia rápidamente están demostrando ser correctas. Mientras tanto, la crisis climática está afectando a las comunidades vulnerables en las que trabajan el CCM y sus organizaciones asociadas. La crisis climática significa no solo eventos climáticos extremos más numerosos e intensos, como huracanes, inundaciones y sequías-la crisis climática es también uno de los motores (entre otros) de la migración masiva y el conflicto.

El CCM trabaja con comunidades vulnerables para desarrollar aún más su capacidad de adaptarse a la crisis climática mediante la ampliación de innovaciones que les permitan ser más resistentes al cambio climático y ambiental. En Zimbabue, por ejemplo, el CCM apoya sistemas de cultivo intercalados resistentes y agroecológicamente sensatos que aumentan la seguridad alimentaria a través de pruebas experimentales de cereales y legumbres dirigidas por las personas agricultoras y mediante el cultivo de cosechas resistentes a la sequía utilizando técnicas de conservación del suelo y agua como la agricultura de conservación. La construcción de sistemas de extensión agrícola resilientes impulsados por las personas agricultoras aumenta su capacidad para innovar, mejora la fertilidad del suelo, diversifica la producción y mejora la nutrición humana y animal.

A través de estos sistemas de cultivo intercalados innovadores, sostenibles, asequibles, accesibles, replica bles y resistentes, las personas agricultoras a pequeña escala pueden minimizar el impacto de las plagas inducidas por el clima, como el cogollero del maíz, el barrenador del tallo del maíz y las malas hierbas invasoras. Usando la llamada tecnología “apestosa y pegajosa”, basada en una comprensión profunda de la ecología química, la agrobiodiversidad y las interacciones de planta a planta e insecto a planta, las personas agricultoras siembran un campo de cereal con un cultivo intercalado leguminoso repelente (apestoso) como Desmodium uncinatum, con una planta trampa atractiva como el pasto Napier (pegajoso) sembrado como cultivo fronterizo alrededor del cultivo intercalado. A través de esta tecnología, las comunidades vulnerables pueden controlar las plagas y malas hierbas inducidas por el clima de maneras ambientalmente amigables que construyen la solidaridad comunitaria.

Debemos hacer la conexión entre el cambio climático y nuestra teología de la paz. En pocas palabras, nuestros estilos de vida, incluyendo nuestra adicción a los combustibles fósiles, violentan a las personas más vulnerables y marginadas de todo el mundo.

Si bien la resiliencia y la construcción de la capacidad de adaptación son los medios preferidos para abordar el impacto del cambio climático, el CCM reconoce que a veces los impactos están mucho más allá de las capacidades de afrontamiento de las comunidades afectadas. En la región de Afar, en Etiopía, el impacto del cambio climático es tan grave que no es posible cultivar. Los pastoralistas en estas comunidades sobreviven criando animales como cabras y camellos. Desafortunadamente, las sequías crónicas extremas debidas al cambio climático en la región de Afar están provocando sed humana y animal, hambre crónica, desnutrición y, a veces, la muerte.

El CCM está respondiendo en Afar transportando camiones con agua para consumo humano y animal, proporcionando forraje de emergencia y vacunas para animales junto con asistencia alimentaria para humanos. El CCM también está apoyando proyectos sostenibles e innovadores que mejoran el acceso al agua. Así, por ejemplo, el CCM está trabajando con una organización asociada local llamada APDA en la construcción de pozos de vapor en forma de cúpula que cosechan agua del vapor volcánico que se mueve a través de una falla en la tierra y escapa a través de los respiraderos.

Si bien todas las personas sienten el impacto de la crisis climática, las mujeres pobres comúnmente enfrentan mayores riesgos y mayores cargas por el cambio climático. Derechos restringidos a la tierra, canales limitados para influir en las esferas de toma de decisiones políticas y falta de acceso a recursos financieros, capacitación y tecnología, obstaculizan la capacidad de las mujeres para adaptarse al cambio climático. El CCM trabaja para garantizar que las mujeres tengan acceso, control y poder de decisión sobre los recursos del proyecto. El CCM también trabaja con hombres que defienden la igualdad de género y que crean espacios seguros para que los hombres de su comunidad cultiven masculinidades saludables, ayudando a garantizar que los esfuerzos de empoderamiento de las mujeres sean exitosos y bien recibidos. El CCM reconoce que aprovechar la sabiduría y liberar el conocimiento, experiencia y capacidad de las mujeres son esenciales para crear soluciones efectivas al cambio climático en beneficio de todas las personas.

En Canadá y EE. UU., el CCM realiza esfuerzos de mitigación del cambio climático, que incluyen presionar a la iglesia para que adopte una vida simple y cuide la creación de Dios y preste atención a los impactos de la crisis climática, particularmente en las personas pobres y vulnerables. El CCM también aboga por políticas gubernamentales que busquen desacelerar la crisis climática. El CCM se asoció recientemente con Eastern Mennonite University y Goshen College para fundar el Centro de Soluciones Climáticas Sostenibles para fomentar el pensamiento y acción dentro de las comunidades religiosas en la mitigación del cambio climático.

David Mutunga está de pie entre los campos de maíz en Lyuuni, Kenia, que se plantaron de forma convencional en lugar de con métodos de agricultura de conservación. No espera producción de este campo. Obtendrá más producción de sus campos de agricultura de conservación. Las prácticas agrícolas de conservación incluyen la cobertura del suelo, alteración mínima del suelo y rotación y diversificación de cultivos. (Foto del CCM/Matthew Lester)

Como Ana bautistas, ha llegado el momento de reconocer que una respuesta fiel a nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo significa abordar las causas profundas de nuestra crisis climática. Debemos hacer la conexión entre el cambio climático y nuestra teología de la paz. En pocas palabras, nuestros estilos de vida, incluyendo nuestra adicción a los combustibles fósiles, violentan a las personas más vulnerables y marginadas de todo el mundo. Como está abundantemente claro a lo largo de la narración bíblica, a Dios le importa toda la creación, especialmente las personas más vulnerables entre nosotros y nosotras. ¡Qué podamos hacer lo mismo!

Eric Kurtz es director ejecutivo de MCC Great Lakes. Vurayayi Pugeni es director de área para programas del CCM en África meridional.


Tema sobre “Respondiendo al cambio climático’: lntersections: Teoría y práctica trimestral del CCM. 5/3 (Verano 2017). Disponible en: https://mcc.org/media/resources/7125.

Sitio web: Center for Sustainable Climate Solutions

Dula, Peter. ‘Anabaptist Environmental Ethics: A Review Essay.” Mennonite Quarterly Review. 94/1 (January 2020): 7-37.

MCC and the Jubilee 2000 Campaign

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[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

While on staff at the MCC Washington Office in the late 1990s, I walked into the office of Senator Arlen Specter of Pennsylvania to talk about the Jubilee 2000 Campaign. This dynamic movement advocated for cancelling the massive debts that low-income countries owed to wealthy nations and international monetary institutions. I asked the aide to the Senator if he had received letters from Mennonites about Jubilee 2000. He waved his hand in dismay and vigorously nodded his head saying, “We have plenty of letters; don’t need any more letters. We’re on board!”

This positive response was a remarkable turn-about. When I first came to Washington with MCC in 1995, Congress was hostile to cancelling these debts. Fellow advocates told me, “We can talk to the Administration about this. We can talk to the World Bank. But don’t let Congress know that we’re promoting debt cancellation because they hate this idea!”

MCC staff in Bangladesh, from left, Bita Barua (Sector Coordinator-Health) and Jahangir Alam (Program Officer), and Mafizul Islam (Senior Peace Advisor for Payra) at a restorative justice training for MCC staff, partners and connected organizations, held September 11-14, 2017, at a conference center in Dhaka, Bangladesh. (MCC photo/Dave Klassen)

The Jubilee 2000 Campaign changed that. The Campaign originated with a call by the All-Africa Conference of Churches, which identified the approaching millennial landmark as an opportunity to apply the biblical year of the Jubilee in which debts are forgiven and people given a new start in life. Their challenge was taken up by Christian Aid and others in the United Kingdom, by a U.S. church-based coalition called Jubilee 2000 USA that included MCC and ultimately by some 60 country campaigns around the world. Jubilee 2000 mobilized people of faith from a wide range of participating religious groups: the Catholic Church, mainline Protestant denominations, peace churches and evangelicals, as well as Jewish and Muslim organizations. Polls indicated that the idea of debt cancellation for poor countries was never popular with U.S. society as a whole—churches and religious organizations embraced and drove this effort.

The MCC Washington Office mobilized its Mennonite constituents and served on the Jubilee 2000 Executive Committee. MCC had an important impact on policy makers because of the time and effort it dedicated to this ecumenical effort, but even more because Anabaptists “in the pews” chose to raise their voices on behalf of neighbors in need.

The relatively short time it took to pass debt cancellation legislation surprised many in Washington. Senator Ted Kennedy asked a prominent Jubilee campaigner how they were able to succeed in just a few years, noting that he usually expected at least a ten-year process for any reform effort. Rep. Spencer Bachus, at the time chair of the House Financial Services Committee and lead Republican backer of the legislation, thanked Jubilee 2000 advocates for “giving me the opportunity to do the kind of thing that I came to Washington hoping to accomplish.”

Because of your [advocacy for debt cancellation], Uganda now has medical clinics with doctors and medicines that didn’t exist before and schools with teachers and text books they didn’t have before. There are children alive today because of what you’ve done.

— Charlotte Mwesigye,
Jubilee 2000 Uganda

Uganda was the first country to have its debts cancelled. Ugandan churches and civil society united to make sure that the money saved from debt cancellation was dedicated to poverty reduction efforts. They created a network of monitors across Uganda at the village level to make sure that budgets for education, health care and other social services were actually increased. In 2000, the Jubilee U.S. coalition brought Charlotte Mwesigye, the coordinator of Jubilee 2000 Uganda, to the U.S. to talk to churches around the country about its impact. She said something I’ll never forget. “I want you to understand what your work has accomplished,” she told us. “Because of your work, Uganda now has medical clinics with doctors and medicines that didn’t exist before and schools with teachers and text books they didn’t have before. There are children alive today because of what you’ve done.”

That accomplishment belongs to Anabaptists in the U.S. whose letters overwhelmed Senator Specter’s office and to the caring people of faith who took time to “speak out for the cause of the destitute and for all those in need’ (Prov. 31:8,9). Jubilee 2000 saw many Anabaptists in the U.S. engage public officials, some perhaps for the first time. It was an extraordinary demonstration that advocating for humane public policies can save and transform many lives. That conviction carries on today among Anabaptists speaking out for compassionate government policies and action to end U.S. and global poverty, press for racial justice, overhaul a broken immigration system and protect the rights of Dreamers and asylum seekers. During this difficult time in our national life in the United States, the Jubilee 2000 Campaign can be a reminder and an encouragement that much is possible, much is yet to do and much fruit can yet be harvested for justice and compassion in our nation and world.

MCC workers (from left) Russ Toevs of Whitewater, Kansas; Derek D’Silva of Sonapur, Bangladesh; Abdul Mannan and Khabirul Islam Khokon of Noakhali district, Bangladesh; Paul Shires of Arroyo Grande, California; and Lee Brockmueller of Freeman, South Dakota, in a soybean field. (MCC Photo/Russell Webster)

Martin Shupack is director of advocacy for Church World Service. He worked with the MCC Washington, D.C., office from 1995 to 2005.

Represas de arena en Kenia: traduciendo éxitos pasados para abordar desafíos futuros

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

En la comunidad Nzamba de la región semiárida de Ukambani de Kenia se encuentra un muro de roca y mortero de cien años construido a través de un canal seco. La arena se ha apresado detrás de esta represa de roca, que acumula agua de las tormentas de la temporada de lluvias. Meses después, en la estación seca, las personas residentes que recolectan agua para el hogar, ganado y cultivos frecuentan los agujeros tipo pozos alrededor de la presa. Esta represa de arena fue la más antigua visitada en una evaluación reciente de represas de arena, realizada por el CCM con sus dos organizaciones asociadas kenianas, la Fundación de Soluciones Sahelianas y la Organización para el Desarrollo de Utooni. Se han construido miles de represas de arena en Ukambani desde la era colonial, lo que demuestra su potencial como una solución elegante al desafío fundamental del suministro de agua. Por lo tanto, las represas de arena tienen una aparente permanencia en el paisaje local, tanto en la durabilidad de las estructuras como en su atractivo duradero para las comunidades. Sin embargo, se han producido cambios drásticos en la región, e incluso se esperan cambios climáticos y sociales aún mayores en los próximos años. A medida que el CCM y sus organizaciones asociadas locales recuerdan su papel instrumental en varias décadas de promoción de represas de arena, estas preguntas duales pueden informar qué lecciones sacamos de estos proyectos: ¿Qué explica el poder de permanencia de esta solución comunitaria para proporcionar agua? ¿ Y cómo podrían proyectos como este mirar hacia el futuro frente a los cambios acelerados en el clima y estructuras sociales?

Nanteya Mamayio (suéter verde) y otros Maasai obtienen agua de la represa de arena apoyada por el CCM construida por MIDI y personas aldeanas de Singiraine, Kenia. La fuente de agua proporciona agua a 3,000 familias (20,000 personas) en un radio de 15 millas/25 kilómetros para cocinar, bañarse y lavar la ropa. (Foto del CCM/Matthew Lester)

El poder de permanencia de las represas de arena no era evidente desde el principio, ya que no fueron aceptadas universalmente en su introducción inicial. La represa en Nzamba es característica de este escepticismo y resistencia iniciales: los miembros de la comunidad (especialmente las mujeres) que construyeron la represa de Nzamba se vieron obligados por la “ley del cacique”colonial a caminar muchos días a través del monte hasta llegar a la vía férrea para obtener suministros para la represa. Es comprensible que la gente local de Kamba asocie las represas de arena con la represión colonial: la resistencia a la represa de arena no fue principalmente una objeción a la tecnología, sino la forma en que se le impuso a la comunidad.

Para la recepción de represas de arena por parte del público en Kenia, la situación cambió durante una sequía paralizante en la década de 1970, cuando un respetado ingeniero de Kamba sugirió que las represas de arena podrían aliviar la crisis. La resultante represa de arena de prueba fue tan obviamente efectiva en el suministro de agua que las comunidades vecinas comenzaron a replicar el éxito. Igualmente importante fue enmarcar las represas de arena más como una actividad comunitaria, en lugar de solo como una nueva tecnología. Las represas de arena fueron iniciadas y construidas por las propias comunidades dentro del mecanismo tradicional de mwethya, un sistema de trabajo compartido y beneficio mutuo. Los “grupos de autoayuda” comunitarios que surgieron de mwethya ahora forman la columna vertebral para implementar las represas de arena. La lección fundamental del éxito de las represas de arena anteriores es la importancia de adaptar la tecnología de las represas de arena al contexto local e introducirla utilizando los mecanismos tradicionales, esto fue vital para su adopción generalizada. Solo cuando las comunidades pudieron implementar represas de arena bajo sus propios términos, dentro de la tradición mwethya, fue que se lograron los beneficios de las represas de arena.

Ninguna solución de desarrollo es estática, ya que los cambios culturales y ambientales alteran el contexto en el que se implementa una solución. ¿Qué ajustes fueron críticos en el pasado? ¿Están equipadas las represas de arenas para enfrentar cambios futuros? Algunos ajustes a las represas de arena han evolucionado naturalmente. Por ejemplo, las comunidades que construyen represas de arena se dieron cuenta temprano en su labor que el sedimento en las represas reduce drásticamente su capacidad de almacenar agua. En respuesta, los proyectos de represas de arena comenzaron a incluir terrazas a lo largo de los bordes de las represas, capturando así el sedimento. Este ajuste no solo mejoró el almacenamiento de agua, sino que también proporcionó mejores condiciones para sembrar cultivos cerca de las represas. Las comunidades también descubrieron que la construcción de represas de arena combinaba bien con la realización de una serie de actividades asociadas, como la fabricación de ladrillos y la apicultura. Las organizaciones kenianas que promueven represas de arena comenzaron a hacerlo dentro de un modelo integrado de desarrollo que incluía componentes de generación de ingresos y medios de vida. La inclusión intencional de tales actividades amplió la gama de beneficios potenciales para las comunidades, pero también requirió un grado más sólido de organización comunitaria y apoyo continuo. La reciente evaluación del CCM de las represas de arena encontró que la mayoría de las represas de arena tienen agua en la estación seca, pero que este recurso está en gran medida subutilizado en muchas represas-iniciativas de medios de vida que podrían aprovechar este recurso no han sido tan ampliamente adoptadas como se esperaba.

Las represas de arena fueron iniciadas y construidas por las propias comunidades dentro del mecanismo tradicional de mwethya, un sistema de trabajo compartido y beneficio mutuo.

Varios estudios de evaluación han cuantificado los beneficios y desafíos de las represas de arena, aumentando así la conciencia de dónde las represas de arena no han estado a la altura de las expectativas. Así, por ejemplo, las evaluaciones han demostrado que las represas de arena no se han traducido en mejoras a gran escala en la seguridad alimentaria y que el agua extraída de las represas de arena presenta un riesgo para la salud debido a la contaminación bacteriana. Al cuadrar estos hallazgos con los claros relatos anecdóticos de la efectividad de las represas de arena y su obvia popularidad entre las comunidades, sigue siendo un tema de investigación continuo. Los intentos de dar sentido a conclusiones conflictivas, a menudo, pierden un componente cultural, ya que las evaluaciones se centran en los valores occidentales de cuantificación y objetividad, que pueden estar en desacuerdo con las narrativas africanas tradicionales y los estilos relacionales.

Para el futuro de los proyectos de desarrollo, como las represas de arena, es fundamental su capacidad para responder a la crisis climática mundial, que está cambiando el entorno en el que se adaptan la cultura y las prácticas de Kamba. Aunque no se desarrollaron teniendo en cuenta el cambio climático, las represas de arena representan fortuitamente una respuesta resiliente a la crisis climática. Las represas de arena tienen el potencial de amortiguar las crisis causadas por los cambios en los patrones de lluvia al aumentar las oportunidades de recolectar agua cuando llueve.

Menos seguro es cómo las represas de arena se ajustan a cambios sociales igualmente dramáticos. La promoción de represas de arena se mantiene dentro de un modelo comunitario y apoyado por ONG. Los esfuerzos para incorporar las represas de arena en el mandato de los gobiernos locales han fracasado en gran medida; en su mayor parte, las represas de arena no se han extendido espontáneamente en el sector privado o por financiamiento comunitario, como se esperaba. Frente a los cambios culturales globales, como el avance hacia la privatización y el distanciamiento de las tradiciones comunitarias, ¿tendrán, los grupos de autoayuda, poder de permanencia o hay otro modelo efectivo de promoción de represas de arena que aún no se conoce? Aquí es quizás donde las observaciones de las propias comunidades con represas de arena convergen con las evaluaciones a nivel de desarrollo: apoyar las estructuras comunitarias subyacentes es tan importante como la tecnología de las represas de arena en sí.

En parte debido a su popularidad en Kenia, las represas de arena ahora se implementan en otros países como Mozambique, Etiopía y Chad. Aún está por verse el grado en que las represas de arena se pueden ampliar aún más, pero la durabilidad de la represa de un siglo en Nzamba sugiere que estas estructuras recogerán agua en décadas por venir.

Doug Graber Neufeld dirige el Centro de Soluciones Climáticas Sostenibles en la Eastern Mennonite University. James Kanyari es funcionario de campo de seguridad alimentaria del CCM Kenia.


Ertsen, Maurits and Rolf Hut. “Two Waterfalls Do Not Hear Each Other: Sand-Storage Dams, Science and Sustainable Development in Kenya.” Physics and Chemistry of the Earth, Parts A/B/C. 34/1-2 (2009): 14-22. Resumen disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1474706508000661.

Graber Neufeld, Doug. “Sand Dams: Providing Clean Water?” lntersections: MCC Theory and Practice Quarterly. 7/1 (Winter 2019): 14-16. Disponible en: https://mccintersections.wordpress.com/2019/02/25/sand­dams-providing-clean-water/.

Graber Neufeld, Doug. “Food Security Strategies in Kenya.” lntersections: MCC Theory and Practice Quarterly. 4/2 (2016): 8-9. Disponible en: https://mccintersections.wordpress.com/2016/05/02/food-security­strategies-in-kenya/.

Kamuya, Kevin M. and Rand Carpenter. “Drought Mitigation in Kenya.” lntersections: MCC Theory and Practice Quarterly. 2/4 (Fall 2014): 4-5. https://mccintersections.wordpress.com/2014/10/24/drought­mitigation-in-kenya/.

Ryan, Catherine and Paul Elsner. “The Potential for Sand Dams to lncrease the Adaptive Capacity of East African Drylands to Climate Change.” Regional Environmental Change. 16/7 (2016): 2087-2096. Disponible en: https://link.springer.com/article/10.1007/s10113-016-0938-y.

MCC, the climate crisis and vulnerable communities

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[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Part of MCC’s strategic plan for the coming five years is to “design and assess MCC’s program and operations in light of our commitment to care for God’s creation and accompany marginalized communities harmed by climate change.” Why is this important? Put simply, the people that Jesus called us to serve and walk with are the ones on the receiving end of disasters caused by a changing climate. The poor, the vulnerable, the people without a safety net—these are the folks who suffer when droughts happen, when sea levels rise, when mosquitos carrying disease expand their range.

While none of us can escape severe weather, some of us are better able to respond. As Peter Dula, associate professor of religion and culture at Eastern Mennonite University, observed in a recent summary of Anabaptist approaches to creation care: “Holland has dikes. Bangladesh has floods.”

Scientists’ predictions about a rapidly changing climate are proving correct. The climate crisis, meanwhile, is affecting the vulnerable communities in which MCC and its partners work. The climate crisis means not only more numerous and intense extreme weather events, like hurricanes, floods and droughts—the climate crisis is also one driver (among others) of mass migration and conflict.

MCC works with vulnerable communities to further develop their capacity to adapt to the climate crisis by scaling up innovations that enable them to become more resilient to climate and environmental changes. In Zimbabwe, for example, MCC supports resilient and agroecologically sound intercropping farming systems that increase food security through farmer-led cereal legume trials and by growing drought-resistant crops using soil and water conservation techniques like conservation agriculture. Building resilient farmer-driven agriculture extension systems increases farmers’ capacity to innovate, enhances improved soil fertility, diversifies production and improves human and animal nutrition.

Ebou Dango waters onions in a vegetable nursery in Didyr, Burkina Faso. She participates in a program supported by MCC through partner Office of Development of Evangelical Churches (Office de Développement des Églises Evangélique or ODE) to help women farmers adapt to climate change through conservation agriculture practices, seed production and off-season vegetable production. ODE supports agriculture and food security projects across the country. (MCC Photo/James Souder)

Through these innovative, sustainable, affordable, accessible, replicable and resilient intercropping farming systems, smallholder farmers can minimize the impact of climate-induced pests such as the fall armyworm, the maize stalk borer and invasive striga weeds. Using so-called “stinky sticky” technology, based on in-depth understanding of chemical ecology, agrobiodiversity and plant-to-plant and insect-to-plant interactions, farmers plant a cereal crop with a repellent leguminous intercrop (stinky) such as Desmodium uncinatum, with an attractive trap plant such as Napier grass (sticky) planted as a border crop around the intercrop. Through this technology, vulnerable communities can control climate-induced pests and weeds in environmentally friendly ways that build community solidarity.

While resilience and adaptive capacity building are the preferred means to address the impact of climate change, MCC recognizes that sometimes the impacts are far beyond the coping capacities of affected communities. In the Afar region of Ethiopia the impact of climate change is so severe that growing crops is not possible. The pastoralists in these communities survive by keeping animals such as goats and camels. Unfortunately, the extreme chronic droughts due to climate change in the Afar region are leading to human and animal thirst, chronic hunger, malnutrition and sometimes death.

We must connect the dots between climate change and our theology of peacemaking. Simply put, our lifestyle, and our addiction to fossil fuels, do violence to the most vulnerable and marginalized people around the globe.

MCC is responding in Afar by trucking in water for human and animal consumption, providing emergency fodder and vaccines for animals alongside food assistance for humans. MCC is also supporting sustainable innovative projects that improve water access. So, for example, MCC is working with a local partner called APDA on constructing dome-shaped steam wells that harvest water from the volcanic steam that moves up through a fault line in the earth and escapes through vents.

While all people feel the impact of the climate crisis, poor women commonly face higher risks and greater burdens from climate change. Restricted land rights, limited channels to influence political decision-making spheres and lack of access to financial resources, training and technology all hinder women’s ability to adapt to climate change. MCC works to ensure that women have access to and control and decision-making power over project resources. MCC also works with men who champion gender equality and who create safe spaces for men in their community to cultivate healthy masculinities, helping to ensure that women’s empowerment efforts are successful and well-received. MCC recognizes that tapping into the wisdom and unleashing the knowledge, experience and capability of women are essential to craft effective climate change solutions for the benefit of all.

In Canada and the U.S., MCC undertakes climate change mitigation efforts, including pressing the church to embrace simple living and care for God’s creation and to pay attention to the impacts of the climate crisis, particularly on the poor and vulnerable. MCC also advocates for government policies that seek to slow down the climate crisis. MCC recently partnered with Eastern Mennonite University and Goshen College in founding the Center for Sustainable Climate Solutions to advance thinking and action within faith communities on climate change mitigation.

David Mutunga is standing in cornfields in Lyuuni, Kenya, that were planted the conventional way instead of with conservation agriculture methods. He does not expect yield from this crop. He will get more yield from his conservation agriculture fields. Conservation agriculture practices include soil cover, minimum soil disturbance and crop rotation and diversification. (MCC photo/Matthew Lester)

The time has come for us, as Anabaptists, to recognize that a faithful response to our brothers and sisters around the world means addressing the root causes of our climate crisis. We must connect the dots between climate change and our theology of peacemaking. Simply put, our lifestyles, including our addiction to fossil fuels, do violence to the most vulnerable and marginalized people around the globe. As is abundantly clear throughout the biblical narrative, God cares about all of creation, especially the most vulnerable among us. May we do the same.

Eric Kurtz is executive director for MCC Great Lakes. Vurayayi Pugeni is area director for MCC programs in southern Africa.


Theme issue on “Responding to Climate Change.” Intersections: MCC Theory and Practice
Quarterly. 5/3 (Summer 2017). Available at https://mcc.org/media/resources/7125.

Website: Center for Sustainable Climate Solutions

Dula, Peter. “Anabaptist Environmental Ethics: A Review Essay.” Mennonite Quarterly Review. 94/1 (January 2020): 7-37.

CCM y comercio justo: de SELFHELP Crafts of the World a Ten Thousand Villages

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

La Organización Mundial de Comercio Justo (WFTO por sus siglas en inglés) define
el comercio justo como una “asociación comercial, basada en el diálogo, transparencia
y respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional. Contribuye al desarrollo sostenible al ofrecer mejores condiciones comerciales y garantizar los derechos de los productores y trabajadores marginados, especialmente en el Sur”. Las organizaciones de comercio justo que producen y venden artesanías, alimentos y más ponen en práctica estos objetivos mediante la aplicación de los diez principios de comercio justo de la WFTO, que incluyen transparencia, salarios justos y buenas condiciones de trabajo.

Edna Ruth Byler en 1965 con manualidades artesanales de Cisjordania controlada por Jordania. El esfuerzo de “comercio justo” que inició Edna Ruth Byler proporcionó ingresos significativos para las personas artesanas al vender sus artesanías. (Foto del CCM)

Las comunidades de fe han jugado un papel importante en el desarrollo de estos principios y prácticas de comercio justo, y las comunidades Anabautistas y el CCM son reconocidos como críticos para el desarrollo de la industria del comercio justo en Canadá y Estados Unidos. La participación Anabautista en el comercio justo comenzó con Edna Ruth Byler después de que ella visitó Puerto Rico a fines de la década de 1940 y vio los bordados que las mujeres estaban haciendo pero no tenía dónde venderlos. Regresó a los Estados Unidos y comenzó a vender su trabajo desde la cajuela de su automóvil y luego en los sótanos de las iglesias y en los salones de fraternidad. El interés creció, y lo que comenzó como una operación de una sola mujer se convirtió en SELFHELP Crafts of the World (en adelante SELFHELP Crafts), una de las primeras empresas en desarrollar prácticas de comercio justo para beneficiar a las personas artesanas. SELFHELP Crafts se convirtió en un programa oficial del CCM a mediados de la década de 1960, con sede en Akron, Pensilvania, y una tienda insignia en la cercana Ephrata. En 1965, este trabajo se expandió de EE.UU. al mercado en Canadá, con el lanzamiento del Proyecto Canadiense de Costura y Artesanía del extranjero en Saskatchewan, y con la apertura de la primera tienda SELFHELP Crafts of the World en Canadá en Altana, Manitoba, en 1972. SELFHELP Crafts fue renombrado en la década de 1990 como Ten Thousand Villages (referido a continuación simplemente como Villages).

El CCM, a través de SELFHELP Crafts y ahora Villages, ha estado activo en el comercio justo durante casi 75 años, con la misión de Villages de “crear oportunidades para que las personas artesanas de los países en desarrollo obtengan ingresos llevando sus productos e historias a nuestros mercados a través de relaciones comerciales justas a largo plazo”. A través de Villages, el CCM ha aprendido importantes lecciones sobre el impacto del comercio justo en los medios de vida artesanales. Más recientemente, el CCM Canadá encargó una evaluación de impacto que examinó a grupos artesanales en India y Nepal para comprender mejor el papel que Villages ha desempeñado en el avance de los medios de vida de las personas artesanas. Si bien este estudio analizó una pequeña porción del trabajo que realiza Villages, centrándose en una región geográfica limitada, identificó lecciones que son relevantes para la amplitud del compromiso de Villages con grupos artesanales y proveedores de comercio justo, lecciones relacionadas con a) el impacto en los ingresos del hogar y estado socioeconómico; b) el papel de Villages en el crecimiento organizacional de las personas productoras; y c) las tensiones entre el apoyo a las personas artesanas y el cumplimiento de las normas de la WFTO.

Una refugiada palestina que vive en Cisjordania muestra un trabajo de costura en 1977. En 1952, Ruth Lederach, voluntaria del CCM que trabajaba como enfermera en Arroub, Cisjordania, propuso que el CCM estableciera un proyecto de bordado para ayudar a las mujeres palestinas que fueron desplazadas por la guerra de 1948 a obtener unos ingresos muy necesarios. (Foto del CCM/Paul Quiring)

Impacto en los ingresos del hogar y estado socioeconómico: La evaluación encontró que las ventas de artesanías representan una fuente importante de ingresos para las personas artesanas. Por ejemplo, el trabajo artesanal, a menudo, comprende del 50% al 75% de los ingresos familiares totales de las personas artesanas. Mientras tanto, no se descubrió que ninguna persona artesana viviera por debajo del umbral de la pobreza. Muchas personas artesanas destacaron los apoyos sociales que recibieron a través del trabajo artesanal de comercio justo, como atención médica, clases de alfabetización y mejores habilidades de comunicación. Si bien la evaluación encontró que el comercio justo tiene un impacto positivo, las personas artesanas reciben ingresos regulares que les permite enviar a las niñas y niños a la escuela, comprar alimentos y ropa y recibir apoyo social, cuantificar el alcance de este impacto es extremadamente difícil debido a la gran variedad de grupos de productores con los que trabaja Villages. Entonces, por ejemplo, Villages es solo uno de los muchos compradores a los que vende la mayoría de los grupos de productores, lo que dificulta identificar el impacto distintivo de las compras de Villages.

El papel histórico de Villages en el crecimiento y desarrollo de organizaciones de productores: Sin embargo, el impacto de Villages en los grupos de productores es bastante claro, ya que todos los grupos notaron que asociarse con Villages fortaleció
su capacidad de producir y vender a otros compradores cuando comenzaron. Villages se encuentra entre los compradores más antiguos para muchos grupos, y el apoyo y asistencia técnica brindados a lo largo de los años ayudaron a mejorar la capacidad y las ventas de las personas productoras y a generar impulso y reputación. El apoyo de Villages incluyó arreglos de pago flexibles, apoyo de envío, margen flexible con demoras en el cumplimiento de pedidos y anticipos de pago (con Villages pagando la mitad del costo de los pedidos por adelantado). La evaluación también señaló que el impacto a largo plazo en los grupos de productores al vender a un comprador conocido y respetado como Villages y generar una relación comercial a largo plazo con pedidos y pagos regulares no puede exagerarse.

Desafíos y tensiones entre el apoyo a las personas artesanas y el cumplimiento con la WFTO: Para que la WFTO considere que cumple con los principios de comercio justo, las organizaciones de productores deben presentar informes detallados que presenten evidencia de cómo se adhieren a los diez principios de comercio justo de la WFTO y sus más de setenta criterios de cumplimiento. La evaluación señaló que garantizar el cumplimiento de la WFTO y tener un impacto positivo en las personas artesanas son objetivos diferentes y, a menudo, conflictivos. El cumplimiento requiere una inversión significativa en tiempo del personal, financiación, recopilación de datos y gestión para cumplir con los requisitos de informes y proporcionar el nivel de detalle necesario. Para las organizaciones de pequeños productores que operan en pequeños márgenes, puede ser difícil cumplir con estos requisitos y, al mismo tiempo, dedicar el tiempo y recursos necesarios para la capacitación y apoyo de las personas artesanas.

Ten Thousand Villages y la industria más amplia del comercio justo han crecido significativamente desde sus simples inicios como una aventura en el maletero del automóvil de Edna Ruth Byler. Los cambiantes paisajes económicos y modelos comerciales que cambian rápidamente obligan a las empresas de comercio justo a competir en un entorno desafiante. El futuro de Ten Thousand Villages está cambiando. Ante la disminución de las ventas y las constantes pérdidas operativas, el CCM Canadá tomó la difícil decisión a principios de este año de cerrar las diez tiendas propiedad del CCM Canadá, junto con su almacén y su oficina central, a mediados de 2020. Ocho tiendas de Villages operadas por juntas locales continuarán operando en Canadá. Mientras tanto, Ten Thousand Villages en los Estados Unidos continúa reposicionándose dentro de un mercado competitivo para las ventas físicas, buscando fortalecer las ventas en línea y desarrollar espacios de ventas distintivos de “fabricante-a-mercado” que conectan a las personas consumidoras con las artesanas y sus historias. Independientemente de lo que depare el futuro para el CCM y Ten Thousand Villages, el CCM puede enorgullecerse de haber sido pionero en un movimiento global dedicado a garantizar que las personas productoras sean tratadas y compensadas de manera justa.

En las afueras de Vientiane, Laos, en el pueblo de Nakhoun Noy, Mon Sipasert (derecha) trabaja con sus hijos Som Nuk Sinnachack (izquierda) y Bounthanom Sipasert en esta foto de 1997. Esta familia fabricó pesebres para Ten Thousand Villages. (Foto del CCM/Mark Beach)

Allison Enns es coordinadora de seguridad alimentaria y medios de vida del CCM, con sede en Winnipeg.


Keahey, Jennifer, Mary Littrell, and Douglas Murray. “Business with a Mission: The Ongoing Role of Ten Thousand Villages within the Fair Trade Movement.” In A Table of Sharing: Mennonite Central Committee and the Expanding Networks of Mennonite ldentity. Ed. Alain Epp Weaver, 265-283. Telford, PA: Cascadia Publishing House, 2011.

Littrell, Mary and Marsha Dickson. Artisans and Fair Trade: Crafting Development. Sterling, VA: Kumarian Press, 2010.

Raynolds, Laura T. and Elizabeth A. Bennett. Eds. Handbook of Research on Fair Trade. Cheltenham, UK: Edward Elgar Publishing, 2015.

Sand dams in Kenya: translating past successes to address future challenges

Featured

[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

In the Nzamba community of the semi-arid Ukambani region of Kenya stands a one-hundred-year-old rock-and-mortar wall built across a dry waterway. Sand has filled in behind this rock dam, which accumulates water from the rainy season’s storms. Months later in the dry season, scoop holes around the dam are frequented by residents who collect water for the household, livestock and crops. This sand dam was the oldest visited in a recent evaluation of sand dams, undertaken by MCC with its two Kenyan partners, Sahelian Solutions Foundation and Utooni Development Organization. Thousands of sand dams have been built in Ukambani since the colonial era, attesting to their potential as an elegant solution to the fundamental challenge of water supply. Thus, sand dams have a seeming permanence in the local landscape, both in the durability of the structures and in their enduring appeal to communities. However, dramatic changes have occurred in the region, and even greater climate and social changes are poised to occur over the coming years. As MCC and its local partners look back on their instrumental role in several decades of promoting sand dams, these dual questions can inform what lessons we take from these projects: What accounts for the staying power of this community-based solution to providing water? And how might projects like this stay forward-looking in the face of the accelerating shifts in climate and social structures?

The staying power of sand dams was not evident early on, as they were not universally embraced upon their initial introduction. The dam at Nzamba is characteristic of this initial skepticism and resistance: community members (especially women) who built the Nzamba dam were forced under colonial “chief’s law” to trek many days through the bush to a railhead for dam supplies. Understandably, the local Kamba people associated sand dams with colonial repression: the resistance to the sand dam was not a principled objection to the technology, but the manner in which it was imposed on the community.

Nanteya Mamayio (green sweater) and other Maasai get water from the MCC-supported sand dam constructed by MIDI and the villagers of Singiraine, Kenya. The water source provides 3,000 families (20,000 people) from a 15-mile/25 kilometer radius with water for cooking, bathing and laundry. (MCC photo/ Matthew Lester)

For the Kenyan public’s reception of sand dams, the tide turned during a crippling drought in the 1970s, when a respected Kamba engineer suggested sand dams might alleviate the crisis. The resulting trial sand dam was so obviously effective at providing water that neighboring communities started replicating the success. Equally important was framing sand dams more as a communal activity, rather than only as a new technology. Sand dams were initiated and built by the communities themselves within the traditional mechanism of mwethya, a system of shared labor and mutual benefit. Community “self-help groups” which grew out of mwethya now form the backbone for implementing sand dams. The overarching key lesson from past sand dam success is how important adapting sand dam technology to the local context and introducing it using traditional mechanisms were vital to its widespread adoption. Only when communities were able to implement sand dams under their own terms, within the mwethya tradition, were the benefits of sand dams realized.

No development solution is static, as cultural and environmental changes alter the context in which a solution is implemented. What adjustments were critical in the past? Are sand dams equipped to meet future changes? Some adjustments to sand dams have naturally evolved. For example, communities building sand dams recognized early on that the silting of dams dramatically reduces water storage capacity. In response, sand dam projects started including terracing along the edges of the dams, thus capturing the silt. This adjustment not only improved water storage, but also provided better conditions for growing crops near the dams. Communities also discovered that building sand dams paired well with carrying out a range of associated activities, such as brickmaking and beekeeping. Kenyan organizations promoting sand dams began to do so within an integrated model of development that included income generation and livelihoods components. Intentionally including such activities expanded the range of potential benefits to communities, yet it also required a more robust degree of community organization and ongoing support. The recent MCC evaluation of sand dams found that most sand dams have water in the dry season, but that this resource is largely underutilized at many dams—livelihoods initiatives that could take advantage of this resource have not been as widely adopted as expected.

Sand dams were initiated and built by the communities themselves within the traditional mechanism of mwethya, a system of shared labor and mutual benefit.

Several assessment studies have quantified the benefits and challenges of sand dams, thus raising awareness of where sand dams have fallen short of expectations. So, for example, assessments have found that sand dams have not translated into large-scale improvements in food security and that water extracted from sand dams presents a health risk due to bacterial contamination. Squaring these findings with the clear anecdotal accounts of sand dam effectiveness, and their obvious popularity with communities, remains an ongoing point of investigation. Attempts to make sense of conflicting conclusions often miss a cultural component, as assessments center around Western values of quantification and objectivity, which can be at odds with traditional African narratives and relational styles.

Central to the future of development projects such as sand dams is their ability to respond to the global climate crisis, which is shifting the very environment upon which Kamba culture and practices are adapted. Although not developed with climate change in mind, sand dams fortuitously represent a resilient response to the climate crisis. Sand dams have the potential to buffer shocks caused by shifts in rainfall patterns by increasing opportunities to collect rain when it does fall.

Less certain is how sand dams adjust to equally dramatic social changes. Sand dam promotion remains within a community-based, NGO-supported model. Efforts to incorporate sand dams into the mandate of local governments have largely failed; for the most part sand dams have not spread spontaneously in the private sector or by community financing, as was hoped. In the face of global cultural changes like moving towards privatization and away from community traditions, do self-help groups themselves have staying power, or is there another effective model of sand dam promotion as yet unrecognized? This is perhaps where observations by the sand dam communities themselves converge with development-level assessments: supporting the underlying community structures is just as important as the sand dam technology itself.

In part because of their popularity in Kenya, sand dams are now implemented in other countries such as Mozambique, Ethiopia and Chad. The degree to which sand dams can scale-up further remains to be seen, but the century-long durability of the dam at Nzamba suggests that these structures will be collecting water for decades to come.

Doug Graber Neufeld directs the Center for Sustainable Climate Solutions at Eastern Mennonite University. James Kanyari is food security field officer for MCC Kenya.


Ertsen, Maurits and Rolf Hut. “Two Waterfalls Do Not Hear Each Other: Sand-Storage
Dams, Science and Sustainable Development in Kenya.” Physics and Chemistry of the Earth, Parts A/B/C. 34/1-2 (2009): 14-22. Abstract available at https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1474706508000661.

Graber Neufeld, Doug. “Sand Dams: Providing Clean Water?” Intersections: MCC Theory and Practice Quarterly. 7/1 (Winter 2019): 14-16. Available at https://mccintersections.wordpress.com/2019/02/25/sand-damsproviding-clean-water/.

Graber Neufeld, Doug. “Food Security Strategies in Kenya.” Intersections: MCC Theory
and Practice Quarterly. 4/2 (2016): 8-9. Available at https://mccintersections.wordpress.
com/2016/05/02/food-securitystrategies-in-kenya/.

Kamuya, Kevin M. and Rand Carpenter. “Drought Mitigation in Kenya.” Intersections: MCC Theory and Practice Quarterly. 2/4 (Fall 2014): 4-5. https://mccintersections.wordpress.com/2014/10/24/droughtmitigation-in-kenya/.

Ryan, Catherine and Paul Elsner. “The Potential for Sand Dams to Increase the Adaptive Capacity of East African Drylands to Climate Change.” Regional Environmental Change. 16/7 (2016): 2087-2096. Available at https://link.springer.com/article/10.1007/s10113-016-
0938-y.

Cambios en la autoconciencia de las personas colonas dentro del trabajo de Vecinos Indígenas del CCM Canadá

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Comenzando con su papel en el reasentamiento de Menonitas en Canadá, el CCM siempre se ha entrelazado, incluso cuando no se ha reconocido, con la vida de los pueblos indígenas. Además del trabajo con coaliciones ecuménicas, el primer compromiso directo e intencional del CCM con una comunidad indígena en Canadá probablemente se produjo en la ciudad sureña inuit de Cartwright, Labrador en 1960, que luego se expandió, a principios de los setenta, al norte de los inuit y finalmente a las comunidades innu. Después del establecimiento del programa Native Concerns (ahora Vecinos Indígenas) del CCM Canada en 1974, el compromiso del CCM con las comunidades indígenas de todo el norte se expandió, con una asignación de servicio del CCM fusionándose en la comunidad Kwakiutl de Tsulquate en la Columbia Británica. Pronto, el inicio del programa de Huertas de Verano del CCM en 1978 comenzó a exponer a jóvenes Menonitas a comunidades indígenas variadas, con todas las complejidades de cultivar las relaciones en un entorno poco familiar y estropeado por la fragilidad del colonialismo.

En su historia del CCM en Canadá, Esther Epp-Tiessen identifica varios aprendizajes que surgieron durante las décadas del programa del CCM que involucra a las comunidades indígenas en el país. Epp-Tiessen observa que las personas trabajadoras del CCM entablaron relaciones con una actitud de escucha y aprendizaje durante este período inicial de exploración de proyectos de servicio y desarrollo comunitario en contextos indígenas. Esta postura de escucha y aprendizaje llevó al CCM a abogar por la justicia para las naciones indígenas a través de coaliciones ecuménicas canadienses como el Proyecto Norte y al ayudar a la formación del Grupo de Trabajo lntereclesial sobre Desarrollo Hidroeléctrico del Norte.

El servicio de las personas colonas canadienses podría tomar la forma de prescribir lo que los pueblos indígenas necesitaban de acuerdo con la agenda del CCM, en lugar de priorizar las agendas de las naciones indígenas marginadas.

A mediados y finales de los años ochenta, a medida que las personas trabajadoras del CCM en las comunidades indígenas comenzaron a desarrollar amistades duraderas y tomar algunos riesgos en solidaridad, la asociación y el aumento de la responsabilidad local comenzaron a convertirse en puntos de medidas para el involucramiento local.” ¿Cómo podría el CCM estar al lado de las personas a las que servía de tal manera que las personas y no el CCM asumieran el liderazgo; respetando la herencia e identidad de las personas a las que servía?” preguntó Betty Pries (61). Algunos miembros del personal del CCM comenzaron a hablar de dos constituyentes del CCM: sus constituyentes Menonitas tradicionales y sus asociados indígenas con quienes las personas trabajadoras del CCM habían establecidos relaciones y cuyas necesidades, argumentaba el personal del CCM, deberían dar forma al programa del CCM en contextos indígenas e impulsar al CCM hacia la incidencia. La década de 1980 fue testigo de varios ejemplos de personal del CCM escuchando y respondiendo al consejo de asociados indígenas, que incluyen: la negativa de la trabajadora del CCM Dorothy Milis a cumplir con las políticas del Departamento de Servicios Sociales en Davis Inlet en 1984; solidaridad con el pueblo innu en su lucha contra los vuelos militares de bajo nivel cerca de Goose Bay; participación en la campaña Lubicon Cree contra las compañías de petróleo y gas; y, en menor medida, el compromiso con la ocupación del parque Anicinabe en Kenora en 1974 y Kanehsatake (Oka) en 1990.

Durante la siguiente década, el CCM comenzó a confrontar más las complejidades de su modelo de asignar personas trabajadoras de servicio, incluyendo el paternalismo inherente a algunos enfoques de desarrollo y participación del CCM. En el nivel más básico, el servicio de las personas colonas canadienses podría prescribir lo que los pueblos indígenas necesitaban de acuerdo con la agenda del CCM, en lugar de priorizar las agendas de las naciones indígenas marginadas. Una evaluación del programa de Huertos de Verano del CCM, por ejemplo, indicó que el programa fomentó relaciones significativas, pero no habían más huertos que cuando comenzó el programa, lo que sugiere una falta de apropiación indígena. La teología del servicio del CCM, afirma Epp-Tiessen, siempre ha corrido el riesgo de paternalismo, citando el análisis del ético Menonita Ted Koontz sobre el potencial paternalismo del servicio: “Tenemos; la gente tiene necesidad; les damos lo que necesitan. De una manera profunda, los patrones de nuestro pensamiento pueden contribuir a la sensación de desempoderamiento que buscamos superar” (208). Enfrentar el potencial paternalismo del servicio ha presionado a las personas trabajadoras del CCM a preguntar si se podría articular una visión del servicio del CCM que no se centre en lo que nosotros y nosotras (las personas colonas canadienses) hacemos para ayudarles (Primeras Naciones indígenas).

El trabajo del programa Vecinos Indígenas del CCM alentó a las personas Anabautistas canadienses a reconocer su posición dentro de la sociedad de colonos dominante más amplia y a reconocer colectivamente su poder y privilegio, así como reconocer los pecados de un pasado colonial y un presente colonial que continua.

A medida que creció la conciencia de los modos de servicio potencialmente paternalistas, el enfoque del CCM en Canadá durante las últimas dos décadas con respecto a los asuntos indígenas ha cambiado hacia adentro. El trabajo del programa Vecinos Indígenas del CCM alentó a las personas Anabautistas canadienses a reconocer su posición dentro de la sociedad de colonos dominante más amplia y a reconocer colectivamente su poder y privilegio, así como reconocer los pecados de un pasado colonial y un presente colonial que continua. Esta no era una idea nueva para el CCM. Las personas amigas y asociadas indígenas habían estado alentando a Menonitas durante varias décadas a reflexionar sobre su lugar como colonos en Canadá. En 1975, un Informe de Kenora realizado por la erudita Meti Emma LaRoque encargado por el CCM para ayudarse “a obtener una perspectiva teológicamente válida sobre la opresión de las minorías”, indicó que “la Iglesia Menonita debe aceptar el poder y la impotencia”.

Sin embargo, el CCM en general fue lento para internalizar una comprensión
crítica de la opresión racializada y cómo las personas Menonitas de origen europeo en Canadá participaron en dicha opresión racializada. Haciendo hincapié en la importancia del trabajo interno, las personas coordinadoras del programa de Vecinos Indígenas del CCM Harley y Sue Eagle enfatizaron la construcción misma de relaciones como construcción de paz. En la década de 1990 y la primera parte de este siglo, el aprendizaje y aceptación de nuestra propia complicidad en la historia colonial y la sanidad de la ruptura dentro de una sociedad canadiense más amplia, incluyendo la comunidad Ana bautista en Canadá, llegaron a entenderse como esenciales-y una parte inherente de—-construir relaciones auténticas entre personas colonas Menonitas canadienses y pueblos indígenas.

Para estimular a las personas Menonitas a reflexionar sobre los legados coloniales
en Canadá, el CCM promovió el uso del Ejercicio de las Mantas de Kairos, una herramienta interactiva diseñada por la iniciativa ecuménica de Kairos, de la cual el CCM formó parte. Durante los años de la Comisión de Verdad y Reconciliación del gobierno canadiense, el CCM presionó al pueblo Menonita para que reconociera y abordara la participación de Menonitas en el sistema escolar residencial indio, incluso en el Hogar Infantil de Timber Bay en Montreal Lake, Saskatchewan. Los 94 Llamados a la Acción de la Comisión imploraron a la iglesia que repudiara la Doctrina del Descubrimiento, que ya se había convertido en otro énfasis para las conversaciones del CCM con sus constituyentes anabautistas, incluyendo la forma en que los supuestos detrás de la doctrina continúan manifestándose en nuestra teología, estructuras legales e interacciones inconscientes. El CCM también se involucró cada vez más en lugares donde los intereses de las comunidades Ana bautistas se enfrentaron a las indígenas, como el Tracto Haldiman en Seis Naciones del Gran Río en Ontario y la dislocación de tierras de Chippewayan Young en Saskatchewan documentada en la película Reserve 107.

Tricia Monague realizó un baile tradicional con un vestido de cascabeles en los escalones del Parliament Hill luego de un ejercicio masivo de las mantas allí. (Foto del CCM/ Alison Ralph)

El trabajo de Vecinos Indígenas del CCM se encuentra hoy en una encrucijada significativa. El CCM es más consciente de los peligros del paternalismo y tiene un compromiso reforzado de incidencia con los pueblos indígenas. Al mismo tiempo, el CCM tiene acceso a menos estructuras denominacionales u organizativas formales que permitan fomentar las relaciones entre el CCM y las Primeras Naciones indígenas como nunca antes. La historia del CCM de colocar personas trabajadoras en comunidades indígenas es en gran parte una cosa del pasado. El CCM continúa colaborando con las comunidades indígenas cuando es posible, particularmente en el norte de Ontario. Sin embargo, muchas de las conexiones actuales del CCM con individuos e instituciones indígenas, así como con constituyentes no indígenas apasionados por la justicia indígena, se desarrollaron con el tiempo a través de la colocación de personas trabajadoras del CCM en comunidades indígenas. Neil Funk unrau, al reflexionar sobre la interacción Anabautista con la Nación Cree de Lubicon, sugiere que la respuesta distintivamente anabautista a la injusticia contra las naciones indígenas en Canadá ha consistido no solo en aparecer esporádicamente cuando se están levantando barricadas, sino en una disposición a estar presente a largo plazo en la comunidad para la “tarea lenta y frustrante de construir relaciones de persona a persona” (con la disposición a estar presente dando legitimidad a la respuesta del CCM).

El CCM tiene ahora considerablemente menos oportunidades para enviar a las personas fuera de sus zonas de confort a transformarse mutuamente por las complejidades de la construcción de relaciones. Por lo tanto, necesitamos creatividad para determinar de nuevo cómo fomentar oportunidades para una relación auténtica más allá de la interacción ocasional. La incidencia que responde a los Llamados Indígenas para respetar los tratados y derechos indígenas es una respuesta importante, aunque debemos ser conscientes de la necesidad de relaciones auténticas para hacer una buena incidencia. Las colaboraciones ecuménicas han sido una parte importante del pasado del CCM y podrían tener algunas oportunidades de relación en el futuro. El desafío clave sigue siendo cómo catalizar aún más a las personas colonas Ana bautistas en Canadá como pueblo para interactuar con las vecinas y vecinos indígenas con quienes compartimos esta tierra.

Kerry Saner Harvey es coordinadora de Vecinos Indígenas del CCM Manitoba.


Epp-Tiessen, Esther. Mennonite Central Committee in Ganada: A History. Winnipeg: CMU Press, 2013.

“History of Aboriginal-Mennonite Relations Symposium.” Journal of Mennonite Studies. 19 (2001).

Pries, Betty, ed. Seawindrock: The History of MCC in Newfoundland and Labrador 1954-1993. Winnipeg: Mennonite Central Committee Ganada, 1993.

Reserve 107: Reconciliation on the Prairies. Film. Disponible en: https://www.reserve107thefilm.com/.

MCC and fair trade: from SELFHELP Crafts of the World to Ten Thousand Villages

Featured

[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

The World Fair Trade Organization (WFTO) defines fair trade as a “trading partnership, based on dialogue, transparency and respect, that seeks greater equity in international trade. It contributes to sustainable development by offering better trading conditions to, and securing the rights of, marginalized producers and workers—especially in the South.” Fair trade organizations that produce and sell handicrafts, food items and more put these goals into practice through the application of the WFTO’s ten principles of fair trade, which include transparency, fair wages and good working conditions.

Edna Ruth Byler in 1965
with artisan handicrafts from
Jordanian-controlled West Bank.
The grassroots “fair trade” effort
of Edna Ruth Byler provided
meaningful income for artisans
by selling their handicrafts.
(MCC photo)

Faith communities have played an important role in developing these principles and practices of fair trade, and Anabaptist communities and MCC are recognized as critical to the development of the fair trade industry in Canada and the Unites States. Anabaptist involvement in fair trade began with Edna Ruth Byler after she visited Puerto Rico in the late 1940s and saw the embroidery women were making but had no place to sell. She returned to the United States and began selling their work out of the trunk of her car and then in church basements and fellowship halls. Interest grew, and what started as a one-woman operation turned into SELFHELP Crafts of the World (hereafter SELFHELP Crafts), one of the first businesses to develop fair trade practices to benefit artisans. SELFHELP Crafts became an official MCC program in the mid-1960s, with headquarters in Akron, Pennsylvania, and a flagship store in nearby Ephrata. In 1965, this work expanded from the U.S. to marketing in Canada, with the Canadian Overseas Needlework and Crafts Project launching in Saskatchewan, and with the first SELFHELP Crafts of the World store in Canada opening in Altona, Manitoba, in 1972. SELFHELP Crafts rebranded in the 1990s as Ten Thousand Villages (referred to below simply as Villages).

MCC, through SELFHELP Crafts and now Villages, has been active in fair trade for nearly 75 years, with Villages’ mission to “create opportunities for artisans in developing countries to earn income by bringing their products and stories to our markets through long-term, fair trading relationships.” Through Villages, MCC has learned significant lessons about the impact of fair trade on artisan livelihoods. Most recently, MCC Canada commissioned an impact evaluation that examined artisan groups in India and Nepal to better understand the role Villages has played in advancing artisan livelihoods. While this study looked at a small portion of the work that Villages does, focusing on a limited geographic region, it identified lessons that are relevant to the breadth of Villages’ engagement with artisan groups and fair trade suppliers, lessons related to a) the impact on household income and socioeconomic status; b) the role of Villages in producers’ organizational growth; and c) the tensions between supporting artisans and compliance with WFTO standards.

Impact on household income and socioeconomic status: The evaluation found that handicraft sales represent an important source of income for artisans. For instance, handicraft work often comprises 50% to 75% of artisans’ total household incomes. No artisans, meanwhile, were found to be living below the poverty line. Many artisans highlighted the social supports they received through fair trade handicraft work, such as health care, literacy classes and improved communication skills. While the evaluation found that fair trade does have a positive impact, with artisans receiving regular income that allows them to send children to school, purchase food and clothing and receive social supports, quantifying the extent of this impact is extremely difficult due to the wide variety of producer groups with which Villages works. So, for example, Villages is only one of many purchasers to which most producer groups sell, making it difficult to single out the distinct impact of Villages’ purchases.

A Palestinian refugee living in the West Bank holds a piece of needlework in 1977. In 1952, Ruth Lederach, an MCC volunteer working as a nurse in Arroub, West Bank, proposed that MCC establish an embroidery project to help Palestinian women who were displaced by the 1948 war, earn much-needed income. (MCC photo/Paul Quiring)

The historical role of Villages in producer organization growth and development: The impact of Villages on producer groups, however, is quite clear, as all groups noted that partnering with Villages strengthened their ability to produce and sell to other buyers when they first started. Villages is among the oldest buyers for groups, and the support and technical assistance provided over the years helped improve producer capacity and sales and build momentum and reputation. Support from Villages included flexible payment arrangements, shipping support, leeway with delays in fulfilling orders and payment advances (with Villages paying half the cost of orders upfront). The evaluation also noted that the long-term impact on producer groups by selling to a well-known and respected buyer like Villages and generating a long-term business relationship with regular orders and payments cannot be overstated.

Challenges and tensions between supporting artisans and compliance with WFTO: To be considered compliant with fair trade principles by the WFTO, producer organizations must submit detailed reporting that presents evidence for how they adhere to the WFTO’s ten principles of fair trade and its more than seventy compliance criteria. The evaluation noted that ensuring WFTO compliance and having a positive impact on artisans are different and often conflicting goals. Compliance requires significant investment in staff time, funding, data collection and management to meet reporting requirements and provide the level of detail needed. For small producer organizations that operate on small margins, it can be difficult to meet these requirements while also dedicating the time and resources needed for artisan capacity building and support.

Ten Thousand Villages and the broader fair trade industry have grown significantly from simple beginnings as a venture in the trunk of Edna Ruth Byler’s car. Shifting economic landscapes and rapidly changing business models force fair trade enterprises to compete in a challenging environment. The future of Ten Thousand Villages is in flux. In the face of flagging sales and consistent operational losses, MCC Canada made the difficult decision at the beginning of this year to close the ten MCC Canada-owned stores, along with its warehouse and its head office, by the middle of 2020. Eight Villages stores operated by local boards will continue to operate in Canada. Meanwhile, Ten Thousand Villages in the United States continues to reposition itself within a competitive market for brick-and-mortar sales, seeking to strengthen online sales and to develop distinctive “maker-to-market” sales spaces that connect consumers with artisans and their stories. Whatever the future holds for MCC and Ten Thousand Villages, MCC can take deep pride in having pioneered a global movement dedicated to ensuring that producers are treated and compensated fairly.

On the outskirts of Vientiane, Laos, in Nakhoun Noy village, Mon Sipasert (right) works with her sons Som Nuk Sinnachack (left) and Bounthanom Sipasert in this 1997 photo. This family made creches for Ten Thousand Villages.(MCC photo/Mark Beach)

Allison Enns is MCC food security and livelihoods coordinator, based in Winnipeg.


Keahey, Jennifer, Mary Littrell, and Douglas Murray. “Business with a Mission: The Ongoing
Role of Ten Thousand Villages within the Fair Trade Movement.” In A Table of Sharing: Mennonite Central Committee and the Expanding Networks of Mennonite Identity. Ed. Alain EppWeaver, 265-283. Telford, PA: Cascadia Publishing House, 2011.

Littrell, Mary and Marsha Dickson. Artisans and Fair Trade: Crafting Development. Sterling, VA: Kumarian Press, 2010.

Raynolds, Laura T. and Elizabeth A. Bennett. Eds. Handbook of Research on Fair Trade. Cheltenham, UK: Edward Elgar Publishing, 2015.

CCM y pueblos indígenas en los Estados Unidos: evaluando el pasado, visualizando el futuro

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

En este artículo, la coordinadora del Círculo de Visión Indígena del MCC Central States, Erica Littlewolf, reflexiona sobre el pasado, presente y futuro del trabajo del CCM con los pueblos indígenas.

¿Cómo ha cambiado el trabajo del CCM con los pueblos indígenas en los Estados Unidos? (y en Turtle Island en términos más generales) ¿cambió a lo largo de las décadas? ¿Qué se ha mantenido constante, si es que hay algo?

Sueño que el CCM hará un viaje conjunto con los pueblos indígenas en relaciones mutuas y que fomentar las relaciones correctas será el corazón de este trabajo. Sueño que el CCM reconocería a los pueblos indígenas en los Estados Unidos como soberanos, como si estuvieran trabajando con pueblos de otro país.

Escuché por primera vez del CCM mientras trabajaba en el programa de Summer Service del CCM EE.UU. durante cuatro meses (2000-2004) en mi comunidad de origen. Luego comencé a trabajar con el CCM en 2007 con la Unidad de Servicio de la Nación Oglala Lakota ubicada en Porcupine, Dakota del Sur, en la reserva indígena de Pine Ridge. En ese momento, el CCM otorgó pequeñas subvenciones comunitarias a organizaciones locales que realizaban trabajos de descolonización, al tiempo que abordaban las necesidades humanitarias en la comunidad tales como brindar leña para mantener a las personas calientes durante los meses de invierno. En 2009, después de un largo proceso de discernimiento entre la comunidad de Pine Ridge y CCM, decidimos que retiraríamos la unidad de la reserva y comenzaríamos el Círculo de Visión Indígena. Visualizamos el trabajo moviéndose desde el nivel micro, sirviendo a una comunidad, al nivel macro, analizando los problemas sistémicos. La comunidad nos alentó a utilizar los recursos y redes a las que el CCM tiene acceso, como las oficinas del CCM en Washington, D.C. y en las Naciones Unidas en Nueva York.

Creo que el CCM está comenzando a ver que el cambio tiene que suceder sistemáticamente en lugar de ver las cosas como el “problema indio” que debe solucionarse con servicios sociales. Este cambio ha estado ocurriendo gradualmente durante muchos años-podemos participar en este cambio continuo. Todas las personas son necesarias y cuanto más creativas podamos ser, mejor.

¿Qué lecciones ha aprendido el CCM de su trabajo con las naciones indígenas? ¿Cuáles han sido los principales éxitos y fracasos?

Creo que queda por verse lo que el CCM ha aprendido de su trabajo con las naciones indígenas. Creo que cuando el CCM realmente haya cambiado, las personas trabajadoras del CCM se verán a sí mismas como beneficiarias de sabiduría y relación, no solo como parte de una organización que da. Será más una cuestión de “¿Cómo ha cambiado el CCM debido a este trabajo?” lo que significa que han implementado sus aprendizajes y no solo han hablado de haber aprendido cosas.

También creo que cada interacción y relación que el CCM ha tenido, tiene actualmente o tendrá en el futuro con los pueblos indígenas es una oportunidad para que el CCM aprenda y cambie. Si un intercambio es bueno o malo en el momento es irrelevante-más importante es la reflexión sobre acciones pasadas en aras de mejorar las relaciones en el futuro.

El ejercicio de las mantas para ilustrar la Pérdida de Turtle lsland, dirigido por Erica Littlewolf (cheyene del norte) y Karin Kaufman Wall, personal del MCC Central States, fue uno de los eventos que se llevaron a cabo el primer día del tour de aprendizaje Nativo Americano del CCM para ayudar a las personas participantes a comprender la pérdida de tierras y derechos nativos en los EE.UU. (Foto del CCM/Brenda Burkholder)

¿Cuál es su visión de cómo el CCM trabajará con los pueblos indígenas en el futuro?

Mi visión de cómo el CCM trabajará con los pueblos indígenas en el futuro es relacional. Sueño que el CCM hará un viaje conjunto con los pueblos indígenas en relaciones mutuas y que fomentar las relaciones correctas será el corazón de este trabajo. Sueño que el CCM reconocería a los pueblos indígenas en los Estados Unidos como soberanos, como si estuvieran trabajando con pueblos de otro país. Sueño con que el CCM pueda ver el daño de la Doctrina del Descubrimiento, al tiempo que aprovecha la oportunidad que tenemos actualmente de trabajar para lograr el cambio. Mi esperanza es que el CCM pueda recibir liderazgo de los pueblos indígenas, ceder poder y control y ver qué puede surgir de una nueva forma de hacer las cosas. Sueño que podemos mirar más allá de los planes de uno o dos años y pensar en las siete generaciones en todo lo que hacemos, que nuestras acciones pueden ser audaces, dar vida y dar paso a la vida de los que están por venir.

Erica Littlewolf es la coordinadora del programa del Círculo de Visión Indígena con MCC Central States.


Theme issue on “Overcoming the Doctrine of Discovery.” lntersections: MCC Theory and Practice Quarterly. 6/1 (Winter 2018). Disponible en: https://mcc.org/media/resources/7621.