[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]
Comenzando con su papel en el reasentamiento de Menonitas en Canadá, el CCM siempre se ha entrelazado, incluso cuando no se ha reconocido, con la vida de los pueblos indígenas. Además del trabajo con coaliciones ecuménicas, el primer compromiso directo e intencional del CCM con una comunidad indígena en Canadá probablemente se produjo en la ciudad sureña inuit de Cartwright, Labrador en 1960, que luego se expandió, a principios de los setenta, al norte de los inuit y finalmente a las comunidades innu. Después del establecimiento del programa Native Concerns (ahora Vecinos Indígenas) del CCM Canada en 1974, el compromiso del CCM con las comunidades indígenas de todo el norte se expandió, con una asignación de servicio del CCM fusionándose en la comunidad Kwakiutl de Tsulquate en la Columbia Británica. Pronto, el inicio del programa de Huertas de Verano del CCM en 1978 comenzó a exponer a jóvenes Menonitas a comunidades indígenas variadas, con todas las complejidades de cultivar las relaciones en un entorno poco familiar y estropeado por la fragilidad del colonialismo.
En su historia del CCM en Canadá, Esther Epp-Tiessen identifica varios aprendizajes que surgieron durante las décadas del programa del CCM que involucra a las comunidades indígenas en el país. Epp-Tiessen observa que las personas trabajadoras del CCM entablaron relaciones con una actitud de escucha y aprendizaje durante este período inicial de exploración de proyectos de servicio y desarrollo comunitario en contextos indígenas. Esta postura de escucha y aprendizaje llevó al CCM a abogar por la justicia para las naciones indígenas a través de coaliciones ecuménicas canadienses como el Proyecto Norte y al ayudar a la formación del Grupo de Trabajo lntereclesial sobre Desarrollo Hidroeléctrico del Norte.
El servicio de las personas colonas canadienses podría tomar la forma de prescribir lo que los pueblos indígenas necesitaban de acuerdo con la agenda del CCM, en lugar de priorizar las agendas de las naciones indígenas marginadas.
A mediados y finales de los años ochenta, a medida que las personas trabajadoras del CCM en las comunidades indígenas comenzaron a desarrollar amistades duraderas y tomar algunos riesgos en solidaridad, la asociación y el aumento de la responsabilidad local comenzaron a convertirse en puntos de medidas para el involucramiento local.” ¿Cómo podría el CCM estar al lado de las personas a las que servía de tal manera que las personas y no el CCM asumieran el liderazgo; respetando la herencia e identidad de las personas a las que servía?” preguntó Betty Pries (61). Algunos miembros del personal del CCM comenzaron a hablar de dos constituyentes del CCM: sus constituyentes Menonitas tradicionales y sus asociados indígenas con quienes las personas trabajadoras del CCM habían establecidos relaciones y cuyas necesidades, argumentaba el personal del CCM, deberían dar forma al programa del CCM en contextos indígenas e impulsar al CCM hacia la incidencia. La década de 1980 fue testigo de varios ejemplos de personal del CCM escuchando y respondiendo al consejo de asociados indígenas, que incluyen: la negativa de la trabajadora del CCM Dorothy Milis a cumplir con las políticas del Departamento de Servicios Sociales en Davis Inlet en 1984; solidaridad con el pueblo innu en su lucha contra los vuelos militares de bajo nivel cerca de Goose Bay; participación en la campaña Lubicon Cree contra las compañías de petróleo y gas; y, en menor medida, el compromiso con la ocupación del parque Anicinabe en Kenora en 1974 y Kanehsatake (Oka) en 1990.
Durante la siguiente década, el CCM comenzó a confrontar más las complejidades de su modelo de asignar personas trabajadoras de servicio, incluyendo el paternalismo inherente a algunos enfoques de desarrollo y participación del CCM. En el nivel más básico, el servicio de las personas colonas canadienses podría prescribir lo que los pueblos indígenas necesitaban de acuerdo con la agenda del CCM, en lugar de priorizar las agendas de las naciones indígenas marginadas. Una evaluación del programa de Huertos de Verano del CCM, por ejemplo, indicó que el programa fomentó relaciones significativas, pero no habían más huertos que cuando comenzó el programa, lo que sugiere una falta de apropiación indígena. La teología del servicio del CCM, afirma Epp-Tiessen, siempre ha corrido el riesgo de paternalismo, citando el análisis del ético Menonita Ted Koontz sobre el potencial paternalismo del servicio: “Tenemos; la gente tiene necesidad; les damos lo que necesitan. De una manera profunda, los patrones de nuestro pensamiento pueden contribuir a la sensación de desempoderamiento que buscamos superar” (208). Enfrentar el potencial paternalismo del servicio ha presionado a las personas trabajadoras del CCM a preguntar si se podría articular una visión del servicio del CCM que no se centre en lo que nosotros y nosotras (las personas colonas canadienses) hacemos para ayudarles (Primeras Naciones indígenas).
El trabajo del programa Vecinos Indígenas del CCM alentó a las personas Anabautistas canadienses a reconocer su posición dentro de la sociedad de colonos dominante más amplia y a reconocer colectivamente su poder y privilegio, así como reconocer los pecados de un pasado colonial y un presente colonial que continua.
A medida que creció la conciencia de los modos de servicio potencialmente paternalistas, el enfoque del CCM en Canadá durante las últimas dos décadas con respecto a los asuntos indígenas ha cambiado hacia adentro. El trabajo del programa Vecinos Indígenas del CCM alentó a las personas Anabautistas canadienses a reconocer su posición dentro de la sociedad de colonos dominante más amplia y a reconocer colectivamente su poder y privilegio, así como reconocer los pecados de un pasado colonial y un presente colonial que continua. Esta no era una idea nueva para el CCM. Las personas amigas y asociadas indígenas habían estado alentando a Menonitas durante varias décadas a reflexionar sobre su lugar como colonos en Canadá. En 1975, un Informe de Kenora realizado por la erudita Meti Emma LaRoque encargado por el CCM para ayudarse “a obtener una perspectiva teológicamente válida sobre la opresión de las minorías”, indicó que “la Iglesia Menonita debe aceptar el poder y la impotencia”.
Sin embargo, el CCM en general fue lento para internalizar una comprensión
crítica de la opresión racializada y cómo las personas Menonitas de origen europeo en Canadá participaron en dicha opresión racializada. Haciendo hincapié en la importancia del trabajo interno, las personas coordinadoras del programa de Vecinos Indígenas del CCM Harley y Sue Eagle enfatizaron la construcción misma de relaciones como construcción de paz. En la década de 1990 y la primera parte de este siglo, el aprendizaje y aceptación de nuestra propia complicidad en la historia colonial y la sanidad de la ruptura dentro de una sociedad canadiense más amplia, incluyendo la comunidad Ana bautista en Canadá, llegaron a entenderse como esenciales-y una parte inherente de—-construir relaciones auténticas entre personas colonas Menonitas canadienses y pueblos indígenas.
Para estimular a las personas Menonitas a reflexionar sobre los legados coloniales
en Canadá, el CCM promovió el uso del Ejercicio de las Mantas de Kairos, una herramienta interactiva diseñada por la iniciativa ecuménica de Kairos, de la cual el CCM formó parte. Durante los años de la Comisión de Verdad y Reconciliación del gobierno canadiense, el CCM presionó al pueblo Menonita para que reconociera y abordara la participación de Menonitas en el sistema escolar residencial indio, incluso en el Hogar Infantil de Timber Bay en Montreal Lake, Saskatchewan. Los 94 Llamados a la Acción de la Comisión imploraron a la iglesia que repudiara la Doctrina del Descubrimiento, que ya se había convertido en otro énfasis para las conversaciones del CCM con sus constituyentes anabautistas, incluyendo la forma en que los supuestos detrás de la doctrina continúan manifestándose en nuestra teología, estructuras legales e interacciones inconscientes. El CCM también se involucró cada vez más en lugares donde los intereses de las comunidades Ana bautistas se enfrentaron a las indígenas, como el Tracto Haldiman en Seis Naciones del Gran Río en Ontario y la dislocación de tierras de Chippewayan Young en Saskatchewan documentada en la película Reserve 107.

El trabajo de Vecinos Indígenas del CCM se encuentra hoy en una encrucijada significativa. El CCM es más consciente de los peligros del paternalismo y tiene un compromiso reforzado de incidencia con los pueblos indígenas. Al mismo tiempo, el CCM tiene acceso a menos estructuras denominacionales u organizativas formales que permitan fomentar las relaciones entre el CCM y las Primeras Naciones indígenas como nunca antes. La historia del CCM de colocar personas trabajadoras en comunidades indígenas es en gran parte una cosa del pasado. El CCM continúa colaborando con las comunidades indígenas cuando es posible, particularmente en el norte de Ontario. Sin embargo, muchas de las conexiones actuales del CCM con individuos e instituciones indígenas, así como con constituyentes no indígenas apasionados por la justicia indígena, se desarrollaron con el tiempo a través de la colocación de personas trabajadoras del CCM en comunidades indígenas. Neil Funk unrau, al reflexionar sobre la interacción Anabautista con la Nación Cree de Lubicon, sugiere que la respuesta distintivamente anabautista a la injusticia contra las naciones indígenas en Canadá ha consistido no solo en aparecer esporádicamente cuando se están levantando barricadas, sino en una disposición a estar presente a largo plazo en la comunidad para la “tarea lenta y frustrante de construir relaciones de persona a persona” (con la disposición a estar presente dando legitimidad a la respuesta del CCM).
El CCM tiene ahora considerablemente menos oportunidades para enviar a las personas fuera de sus zonas de confort a transformarse mutuamente por las complejidades de la construcción de relaciones. Por lo tanto, necesitamos creatividad para determinar de nuevo cómo fomentar oportunidades para una relación auténtica más allá de la interacción ocasional. La incidencia que responde a los Llamados Indígenas para respetar los tratados y derechos indígenas es una respuesta importante, aunque debemos ser conscientes de la necesidad de relaciones auténticas para hacer una buena incidencia. Las colaboraciones ecuménicas han sido una parte importante del pasado del CCM y podrían tener algunas oportunidades de relación en el futuro. El desafío clave sigue siendo cómo catalizar aún más a las personas colonas Ana bautistas en Canadá como pueblo para interactuar con las vecinas y vecinos indígenas con quienes compartimos esta tierra.
Kerry Saner Harvey es coordinadora de Vecinos Indígenas del CCM Manitoba.
Epp-Tiessen, Esther. Mennonite Central Committee in Ganada: A History. Winnipeg: CMU Press, 2013.
“History of Aboriginal-Mennonite Relations Symposium.” Journal of Mennonite Studies. 19 (2001).
Pries, Betty, ed. Seawindrock: The History of MCC in Newfoundland and Labrador 1954-1993. Winnipeg: Mennonite Central Committee Ganada, 1993.
Reserve 107: Reconciliation on the Prairies. Film. Disponible en: https://www.reserve107thefilm.com/.