Reflexiones del Programa de Maestros en el Extranjero (TAP por sus siglas en inglés), 1962-1985

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

“Esta es mi tarea en pocas palabras. Soy un menonita estadounidense en la República del Congo que enseño francés a refugiados angoleños en una escuela secundaria de la Misión Bautista Americana cuyo director es canadiense.”
–Agnes Schutz, citado de “TAP Teachers Describe Teaching Situations,” MCC News Service, November 13, 1964

En 1962, en respuesta a las llamadas de las iglesias africanas y ministerios del gobierno y como consecuencia de un estudio realizado por el educador menonita y líder del CCM Robert Kreider, el CCM inauguró el Programa de Maestros en el Extranjero (TAP). Con base en la experiencia del CCM en la década de 1950 que colocó a cientos de maestros y maestras en partes remotas de Terranova y Labrador, el CCM fundó TAP para apoyar a los países africanos recientemente independientes en su búsqueda para construir una población educada y apoyar a las iglesias africanas mientras buscaban contribuir a la liberación e independencia africana. En una Conferencia Educativa Cristiana de Todas las Iglesias de África en 1962, los líderes de las iglesias africanas declararon que “El liderazgo de los países africanos, en el futuro, dependerá de las escuelas secundarias de hoy. De hecho, se ha puesto un gran énfasis en el papel de las escuelas secundarias en la producción de mano de obra de “alto nivel” y, por lo tanto, en contribuir tanto al desarrollo económico como a la expansión de los servicios públicos y sociales. La Iglesia debería reconocer que uno de los mejores servicios que puede brindar a la nación es administrar escuelas secundarias del más alto nivel posible, tanto en el logro académico como en los valores que imparten”.

No estoy realmente segura de haber hecho alguna (contribución). Es solo ahora, después de un año de trabajo, que empiezo a sentir que tal vez tengo algo que ofrecer.

-Margaret Steíder, 1967

Durante las siguientes dos décadas, el CCM colocó a 768 docentes en 27 países a través de TAP, y el mayor número fue enviado a escuelas cristianas y administradas por el gobierno en Botswana, República del Congo (más tarde Zaire, y ahora la República Democrática del Congo, o RD Congo), Kenia, Malawi y Nigeria, y un número menor enviado a Argelia, Bangladesh, Bolivia, Brasil, Burkina Faso, Egipto, Etiopía, Granada, Grecia, Indonesia, Jamaica, Lesotho, Cisjordania controlada por Jordania, Pakistán, Somalia, Sierra Leona, Sudán, Suazilandia, Tanzania, Zambia y Zimbabue. TAP comenzó a disminuir a mediados de la década de 1970 y finalizó en 1985. En el transcurso de sus períodos de servicio de tres años, las personas participantes de TAP reflexionaron sobre los desafíos de la enseñanza, la dinámica de la vida en contextos moldeados por los legados coloniales y la naturaleza del servicio cristiano. Los extractos a continuación de los comunicados de prensa del CCM e informes de progreso muestran que las maestras y maestros de TAP participaron en tales reflexiones.

Exigentes cargas académicas

Durante los útlimos años la iglesia Menonita se ha hecho ampliamente conocida en todo el este de África. Y una de las razones de esto ha sido el Programa de Maestros en el Extranjero del CCM’.

-Paul kraybill, eastern mennonite board of missions and charities, 1967

‘”Para enseñar en África Oriental en una escuela misionera se requiere ser versátil’. Estas palabras dadas en la orientación antes de nuestra partida de EE. UU. en agosto de 1962, sin duda resumen el requisito para ser docente en Kenia. Para ilustrar esto, permítanme enumerar algunas de las clases que he impartido en los dos períodos desde nuestra llegada a la Escuela Secundaria Kaimosi Girls. En el primer período mis clases incluyeron historia africana, geometría, álgebra, aritmética, historia británica, biología y ciencias generales. En el segundo período he agregado a esta lista Geografía … Los deberes más allá de la enseñanza también presentan muchas oportunidades para ‘talentos’ variados. Dar el mensaje en los cultos de la capilla, predicar los domingos por la mañana o por la noche, enseñar clases de la escuela dominical, supervisar exámenes horas de estudio por la noche, actuar como vigilante nocturno o encargado de mantenimiento durante las vacaciones escolares, todo agrega variedad a un horario bastante apretado. También dirigimos eventos deportivos después del horario escolar y cada miembro del personal es patrocinador de un club o sociedad como manualidades, teatro, debate, música o ciencias”.
–David Yoder, “Teaching in East Africa,” recibido en Akron, PA, 4 de mayo de 1963.

Estudiantes con pasión por la educación

Anthony Epp, uno de los doce participantes del Programa de Maestros en el Extranjero (TAP) que llegó al Congo después de un año de estudio del francés en Bélgica, habla con un estudiante de la Escuela Secundaria Sundi-Lutete, Congo, en 1967.
(Foto cortesía de Anthony Epp.)

“He visto a estudiantes venir a la capilla a las 6:30 am para comenzar otro día. Los he visto copiar esquemas de la pizarra con mucha persistencia, tratando de entender conceptos europeos tan extraños a su cultura. He conocido estudiantes de secundaria que piensan que faltar a la escuela es un castigo. Luego, al mediodía, les he visto ir a sus concurridos dormitorios para preparar sus pequeñas comidas. ¡Los frijoles, el arroz o el pescado salado son sus filetes de res! El maní, los plátanos y la yuca son sus alimentos básicos. Me ha costado permanecer despierto junto con ellos durante dos horas por la tarde en un día sin viento. Les he visto cargar baldes de agua desde el manantial por la noche. Hay ropa para lavar, más estudios, fútbol (si hay tiempo) y la cena para preparar. He escuchado la campana de incio de clases a las siete”.
–Carroll Yoder, docente en Sundi-Lutete, República del Congo (ahora RD Congo), citada en “Africa’s Student-The Compelling Dimension”, MCC News Service, 22 de enero de 1965.

“Mientras enseñamos a estudiantes aquí, nos preguntamos qué luchas realmente enfrentan: pagar los honorarios durante estos tiempos inciertos en Nigeria, encontrar una fe que satisfaga las necesidades africanas, enfrentar cambios vastos y complejos de la vida de aldea a la vida de ciudad. Oramos para que nuestra estadía en Nigeria ayude a estudiantes de la Escuela Secundaria Ochaja a enfrentar el siglo XX con pasos más audaces”.
–Dave Giesebrecht, citado en “Education-Not a Magic Cure-Ali”, MCC News Service, 15 de noviembre de 1968.

TAP como testimonio cristiano

“No me interesa saber si dentro de cinco años alguien en Tumutumu [Kenia] todavía estará usando el programa de estudios para el Conocimiento Religioso que escribí. Lo que me interesa es si las chicas pueden ver una diferencia en mi vida y saber que es Cristo quien me hace diferente. Si ven esto, entonces la conclusión lógica es que Él puede hacer la misma diferencia en sus propias vidas”.
–Mim Stoltzus, citada en ]ean E. Snyder, “Shades ofTumutumu”, MCC News Service, 24 de enero de 1969.

“Durante los últimos años, la iglesia Menonita se ha hecho ampliamente conocida en todo el este de África. Y una de las razones de esto ha sido el Programa de Maestros en el Extranjero del CCM, que es muy apreciado….
Está haciendo una contribución muy significativa a las escuelas cristianas de estos países”.
–Paul Kraybill, Eastern Mennonite Board of Missions and Charities, “Educator in Africa Says Time is Short, Task Urgent”, MCC News Service,27 de octubre de 1967.

TAP como educación transformadora para trabajadores del CCM

Los TAPers somos generalmente personas muy idealistas. (Tal vez cualquiera con el CCM lo sea).

-Loís Shenk, 1968

“[U]na de las cosas más importantes que la vida aquí me ha enseñado ha sido un mayor sentido de confianza y dependencia de Dios en los trabajos cotidianos que estamos llamados a hacer. Una y otra vez, cuando me enfrento a tareas para las que no estoy preparada y que sé que están más allá de toda mi capacidad natural, me sorprende la forma en que Él las hace si se las entrego. A menudo, cuando alcanzas el fin de tus propias fuerzas y recursos en una tarea determinada y te das cuenta de cuán completamente impotente eres, es que el poder de Dios se revela más claramente”.
–Judith Hilty (Tanganyika) al administrador del CCM Urbane Peachey, 8 de junio de 1964.

“Siendo los únicos Menonitas en el país, adoramos con personas de diferentes denominaciones y hemos sido tremendamente alentados y enriquecidos al compartir nuestras diversas experiencias cristianas. Creemos que hemos ganado una nueva apertura y apreciación por las diferentes formas de expresión cristiana”.
–Ron Mathies, “The ‘Other’ Advantages and Opportunities ofTAP”, MCC News Service, 15 de abril de 1966.

Ronald Mathies, un participante en el Programa de Maestros en el Extranjero (TAP) del CCM, habla con estudiantes de la Escuela Secundaria Blantyre en Malawi. Mathies completó tres períodos con TAP y se convirtió en Director Ejecutivo del CCM de 1996 a 2005. (Foto del CCM)
Ronald Mathies, un participante en el Programa de Maestros en el Extranjero (TAP) del CCM, habla con estudiantes de la Escuela Secundaria Blantyre en Malawi. Mathies completó tres períodos con TAP y se convirtió en Director Ejecutivo del CCM de 1996 a 2005. (Foto del CCM)

“Cuando estábamos listos para salir de [la aldea de nuestros estudiantes en Nigeria], teníamos dos pollos vivos, dos montones de plátanos, otras frutas y algunos huevos, todo en agradecimiento por nuestra visita. No sabían cómo darnos las gracias, estaban tan agradecidos de que habíamos venido. Extraño, porque nosotros fuimos los más bendecidos por la visita”.
–Bill and Marianne Thiessen, “Village Visit: A Highlight far Teachers in Nigeria”, MCC News Service, 9 de febrero de 1968.

“Es mucho más fácil pensar lo que este año [en Tanzania] ha significado para mí que tratar de analizar la contribución que he hecho. No estoy realmente segura de haber hecho ninguna. Es solo ahora, después de un año de trabajo, que empiezo a sentir que tal vez tengo algo que ofrecer”.
–Margaret Steiner, “TAP: A Service with Adventure”, MCC News Service, 20 de octubre de 1967.

Trabajadores de TAP buscando aprender nuevas culturas

“El librero de un TAPer [trabajador de TAP] es casi tan cultural-ógico como debería de ser …. TAPers en África Oriental han tenido al menos una o dos conferencias sobre teología bantú por un antropólogo. Además, los retiros TAP son días estimulantes de intenso debate-análisis de uno mismo y de la cultura y un intento de descubrir el papel del joven profesional cristiano para lograr el Reino de Dios en los corazones de los hombres. Los TAPers somos generalmente personas muy idealistas. (Tal vez cualquiera con el CCM lo sea)”.
–Lois Shenk, “Shouldn’t We Be a Little Frank-In the Name of Christ?”, MCC News Service, 19 de julio de 1968.

“Uno difícilmente se puede relacionar de manera efectiva con la comunidad local sin poder hablar con la gente, y sin embargo, un corto plazo apenas garantiza el tiempo suficiente para dedicarlo al estudio del idioma para obtener una fluidez razonable. Esto es particularmente cierto cuando uno está en una situación de escuela secundaria en Kenia, ya que uno se puede manejar muy bien sin saber otro idioma que no sea inglés. Pero cuanto más tiempo estoy aquí, más vergonzoso se vuelve ir más allá de las puertas de la escuela y no poder comunicarme con la población rural”.
–Judith Hilty al administrador del CMM Robert Miller, 20 de septiembre de 1964.

Enseñando y viviendo en medio de legados coloniales

Lois Shenk, una participante en el Programa de Maestros en el Extranjero (TAP) del CCM, enseñando escuela dominical en la Escuela Secundaria Githumu en Thika, Kenia, en 1967. (Foto del CCM/ Willard Claassen)

“[N]o sean demasiados críticos con el nacionalismo africano y con los gobiernos africanos recientemente independientes. Es posible que con frecuencia escuchen a expatriados diciendo que los africanos no están haciendo un trabajo adecuado de gobernarse a sí mismos …. Creo que no solo un trabajador extranjero debe abstenerse de ser demasiado crítico, sino que debe simpatizar con el movimiento nacionalista del país en el que sirve … dentro de ciertas limitaciones, una persona no necesita abandonar sus convicciones como cristiano para suscribirse a esta actitud comprensiva hacia el nacionalismo africano”.
–Ken Lohrentz, “Attitudes of the TAP Teacher”, febrero de 1965.

“Es realmente difícil disfrutar de las comodidades de una casa bonita cuando uno sabe que tiene esas comodidades porque tiene la piel blanca y cuando se entera de que el dinero que se había reservado para mejorar el alojamiento de los estudiantes se ha invertido en la construcción de una casa cómoda para uno. En ocasiones recientes, nos hemos encontrado con la sorprendente filosofía de que es natural atender las necesidades de vivienda de los docentes blancos antes de las de los congoleños que ya están acostumbrados a vivir en malas condiciones. Es al escuchar esas actitudes de los ‘misioneros’ que uno comienza a entender por qué los misioneros no siempre son amados”.
–Anthony Epp, profesor en Sundi-Lutete, República del Congo (ahora República Democrática del Congo), “Informe de progreso-Marzo de 1966”, 2 de abril de 1966.

Alain Epp Weaver dirige la planificación estratégica para el CCM. Frank Peachey y Lori Wise se desempeñan como gerente y asistente de registros del CCM EE. UU., respectivamente.

Desarrollo

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Primavera 2020 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Pan, en nombre de Dios, pan.

El clamor por pan en el sur de Rusia (actual Ucrania) hace cien años fue por comida. Los menonitas en Estados Unidos y Canadá respondieron y asί naciό el CCM. Solo unos meses después, la comida al sur de Rusia fue seguida por tractores. Hoy, el trabajo del CCM en nombre de las iglesias en Canadá y Estados Unidos continúa a través de la ayuda, desarrollo y paz extendidos en nombre de Cristo. Algunas personas dirίan que estos tres se siguen chronolόgicamente, uno tras otro, pero serίa más exacto decir que los esfuerzos de ayuda, desarrollo y paz de! CCM están entrelazados.

Portada: Distribuciόn de pan del CCM en Hamburgo, Alemania, ca. 1947. (Foto del CCM)

En Uganda hoy se ve la interconexiόn de la ayuda, desarrollo y paz. El CCM trabaja con iglesias y organizaciones comunitarias a medida que responden a las necesidades inmediatas de ayuda de las comunidades y al mismo tiempo abordan el trauma de asesinatos y abusos desenfrenados en sus comunidades durante años de violentos disturbios. Hoy, el trabajo de desarrollo también es crίticamente importante en estas mismas comunidades. En la regiόn de Karamoja, el CCM trabaja con la Iglesia de Uganda, mientras ésta enseña nuevas habilidades agrίcolas a personas agricultoras que alguna vez pastorearon ganado. Al visitar una comunidad para hablar sabre el proyecto, una mujer nos dijo que los cultivos no aparecίan por sί solos sino que requerίan mucho trabajo. Las represas de arena en esta misma comunidad también proveen agua que las personas necesitan para vivir vidas saludables. Las historias confirman una verdad simple: cuando las personas reciben las herramientas para mejorar sus vidas, pueden prosperar.

Este número especial del centenario de Intersections presenta vislumbres del trabajo de desarrollo del CCM en las últimas decadas–trabajo para mejorar la educaciόn, atenciόn médica, producciόn agrίcola, acceso al agua y más. Los artίculos analizan los cambios en los enfoques de desarrollo y ofrecen análisis de proyectos de desarrollo especίficos. De especial importancia en este tema son las voces del personal nacional de largo plaza del CCM, que reflexionan sabre los cambios, desafίos enfrentados y lecciones aprendidas en el trabajo de desarrollo del CCM: escuche atentamente la sabidurίa de estos fieles trabajadores del CCM.

Las mejores practicás en desarrollo deben evolucionar constantemente para satisfacer nuevas necesidades y realidades, como lo atestiguan estos artίculos. La razόn por la que respondemos, sin embargo, perdura.

Ron Byler y Ann Graber Hershberger son el director ejecutivo del CCM EE.UU. y la directora ejecutiva asociada, respectivamente.

Reflections from the Teachers Abroad Program (TAP), 1962-1985

Featured

[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

“This is my assignment in a nutshell. I am an American Mennonite in the Republic of Congo teaching French to Angolan refugees in an American Baptist Mission Secondary School whose director is a Canadian.”

— Agnes Schutz, quoted in “TAP Teachers Describe Teaching Situations,” MCC News Service, November 13, 1964.

In 1962, in response to calls from African churches and government ministries and as an outgrowth of a study carried out by Mennonite educator and MCC leader Robert Kreider, MCC inaugurated the Teachers Abroad Program (TAP). Building on MCC’s experience in the 1950s placing hundreds of teachers in remote parts of Newfoundland and Labrador, MCC founded TAP to support newly independent African countries in their quests to build up an educated populace and to support African churches as they sought to contribute to African liberation and independence. At an All Africa Churches Christian Educational Conference in 1962, African church leaders declared that “The leadership of African countries, in the future, will depend upon the secondary schools of today. Indeed, great emphasis has been given to the role of secondary schools in producing ‘top-level’ manpower and thereby contributing both to economic development to expanding public and social services. The Church should recognize that one of the greatest services it can give to the nation is to run secondary schools of the highest possible standard, both in academic attainment and in the values which they impart.”

I’m not really sure that I have made any [contribution]. It is only now, after one year of working, that I am beginning to feel that maybe I have something to offer.

Margaret steider, 1967

Over the ensuing two decades, MCC placed 768 teachers in 27 countries government-run schools in Botswana, the Republic of Congo (later Zaire, and now the Democratic Republic of the Congo, or DR Congo), Kenya, Malawi and Nigeria, and smaller numbers sent to Algeria, Bangladesh, Bolivia, Brazil, Burkina Faso, Egypt, Ethiopia, Grenada, Greece, Indonesia, Jamaica, Lesotho, the Jordanian-controlled West Bank, Pakistan, Somalia, Sierra Leone, Sudan, Swaziland, Tanzania, Zambia and Zimbabwe. TAP began tapering off in the mid-1970s, ending in 1985. In the course of their three-year service terms, TAP participants reflected on the challenges of teaching, the dynamics of life in contexts shaped by colonial legacies and the nature of Christian service. The excerpts below from MCC news releases and worker progress reports show TAP teachers engaged in such reflections.

Demanding teaching loads

During the last few years the Mennonite church has become widely known throughout East Africa. And one of the reasons for this has been the MCC Teachers Abroad Program.

Paul Kraybill, eastern Mennonite board of missions and charities, 1967

“‘To teach in East Africa in a mission school requires that one be versatile.’ This statement given in orientation before our departure from the U.S. in August 1962, certainly sums up the need of a teacher in Kenya. To illustrate this let me list some of the courses I have taught in the two terms since our arrival at the Kaimosi Girls Secondary School. First term my classes included African History, Geometry, Algebra, Arithmetic, British History, Biology, and General Science. Second term I have added to this list Geography. . . . Duties beyond that of teaching also present many opportunities for varied ‘talents.’ Speaking in chapel services, Sunday morning or evening services, teaching Sunday School classes, invigilating examinations or evening study hours, acting as night-watchman or maintenance man during the school holidays all add variety to a rather busy schedule. We also direct athletic events after school hours and each staff member is sponsor of a club or society such as crafts, dramatics, debate, music, or science.”

— David Yoder, “Teaching in East Africa,” received in Akron, PA, May 4, 1963

Student passion for education

Anthony Epp, one of twelve Teachers Abroad Program (TAP) participants who arrived in the Congo after a year of French study in Belgium, talks with a student at Sundi-Lutete Secondary School, Congo, in 1967. (Photo courtesy of Anthony Epp)
Anthony Epp, one of twelve Teachers Abroad Program (TAP) participants who arrived in the Congo after a year of French study in Belgium, talks with a student at Sundi-Lutete Secondary School, Congo, in 1967. (Photo courtesy of Anthony Epp)

“I have seen students coming to chapel at 6:30 am to begin another day. I have watched them copying blackboard outlines with dogged persistence, trying to understand European concepts so foreign to their culture. I have known high school students who think missing school is punishment. Then at noon I have seen them going to their crowded dormitories to prepare their skimpy meals. Beans or rice or salted fish are their T-bone steaks! Peanuts, bananas, and manioc serve as staple foods. I have struggled with them to stay awake for two hours in the afternoon on a windless day. I have watched them carry dripping buckets from the spring in the evening. There are clothes to wash, more studying, soccer (if there is time) and the evening meal to prepare. I have heard the study bell at seven.”

— Carroll Yoder, teacher in Sundi-Lutete, Republic of the Congo (now DR Congo), quoted in “Africa’s Student—The Compelling Dimension,” MCC News Service, January 22, 1965

“As we teach the students here, we wonder what struggles they really encounter: getting fees during these uncertain times in Nigeria, finding a faith that satisfies African needs, facing vast and complex changes from village life to city life. We pray that our stay in Nigeria will help the students of Ochaja Secondary School face the 20th century with bolder steps.”

— Dave Giesebrecht, quoted in “Education—Not a Magic Cure-All,” MCC News Service, November 15, 1968

TAP as Christian witness

“I’m not so much interested in whether five years from now anyone at Tumutumu [Kenya] is still using the syllabus for Religious Knowledge that I wrote. What I am interested in is whether the girls can see a difference in my life, and know that it is Christ Who makes me different. If they see this, then the logical conclusion is that He can make the same difference in their own lives.”

— Mim Stoltzus, quoted in Jean E. Snyder, “Shades of Tumutumu,” MCC News Service, January 24, 1969

“During the last few years the Mennonite church has become widely known throughout East Africa. And one of the reasons for this has been the MCC Teachers Abroad Program which is greatly appreciated. . . . It is making a very significant contribution to the Christian schools of these countries.”

— Paul Kraybill, Eastern Mennonite Board of Missions and Charities, “Educator in Africa Says Time is Short, Task Urgent,” MCC News Service, October 27, 1967

TAP as transformative education for MCC workers

We TAPers are generally very idealistic people. (Maybe anyone under MCC is.)

Lois Shenk, 1968

“[O]ne of the most important things life here has taught me has been a greater sense of trust and dependence upon God in the everyday jobs we are called upon to do. Time and time again, when confronted with tasks for which I am not prepared and which I know are beyond all my natural ability, I have been amazed at the way in which He does them if they are given to Him. Often it is when you reach the end of your own strength and resources in a given task, and realize how completely powerless you are, that the power of God is most clearly revealed.”

— Judith Hilty (Tanganyika) to MCC administrator Urbane Peachey, June 8, 1964

“Being the only Mennonites in the country, we worship with people of different denominations and have been tremendously encouraged and enriched as we’ve shared our various Christian experiences. We think we’ve gained a new openness and appreciation for differing forms of Christian expression.”

— Ron Mathies, “The ‘Other’ Advantages and Opportunities of TAP,” MCC News Service, April 15, 1966

“By the time we were ready to leave [our student’s village in Nigeria], we had two live chickens, two huge stacks of bananas, other fruit and some eggs— all in appreciation of our visit. They couldn’t thank us enough for coming. Strange when it was we who were most blessed by the visit.”

— Bill and Marianne Thiessen, “Village Visit: A Highlight for Teachers in Nigeria,” MCC News Service, February 9, 1968

“It is much easier to think what this year [in Tanzania] has meant to me than trying to analyze the contribution which I have made. I’m not really sure that I have made any. It is only now, after one year of working, that I am beginning to feel that maybe I have something to offer.”

— Margaret Steider, “TAP: A Service with Adventure,” MCC News Service, October 20, 1967

Ronald Mathies, a participant in MCC’s Teachers Abroad Program (TAP), talks with students at Blantyre Secondary School in Malawi. Mathies completed three terms with TAP, and went on to become MCC’s Executive Director from 1996-2005. (MCC photo)

TAP workers seeking to learn new cultures

“A TAPer’s bookshelf is just about as cultural-ogical as they come… TAPers in East Africa have each had at least a lecture or two in Bantu theology by an anthropologist. In addition TAP Retreats are stimulating days of intense discussion—analysis of self and culture and an attempt to discover the role of the young Christian professional in bringing about the Kingdom of God in the hearts of men. We TAPers are generally very idealistic people. (Maybe anyone under MCC is.)”

— Lois Shenk, “Shouldn’t We Be a Little Frank—In the Name of Christ?” MCC News Service, July 19, 1968

“One can hardly relate effectively to the local community without being able to speak to people, and yet a short term hardly warrants enough time to be spent on language study to get reasonable facility in it. This is particularly true when one is in a high school situation in Kenya, for one can manage so well without knowing any language but English. But the longer I am here, the more embarrassing it becomes to go beyond the school gates and not be able to communicate with the rural people.”

—Judith Hilty to MCC administrator Robert Miller, September 20, 1964

Teaching and living amidst colonial legacies

“[D]o not be too critical of African nationalism and of newly independent African governments. You may frequently hear expatriates expounding on the view that Africans are not doing an adequate job of governing themselves. . . . it is my belief that, not only should a foreign worker refrain from being too critical, but he should be in basic sympathy with the nationalistic movement of the country in which he serves. . . . within certain limitations, a person need not forsake his convictions as a Christian in order to subscribe to this sympathetic attitude towards African nationalism.”

—Ken Lohrentz, “Attitudes of the TAP Teacher,” February 1965

“It is really difficult to enjoy the comforts of a nice house when one knows that one has such comforts because one has a white skin and when one learns that money which had been set aside to improve student quarters has been poured into the construction of one’s own comfortable house. Several times recently we have encountered the astounding philosophy that it is only natural to look after housing needs of white teachers before those of the Congolese who are already used to living in poor conditions. It is on hearing such attitudes from ‘missionaries’ that one begins to understand why missionaries are not always loved.”

— Anthony Epp, teacher in Sundi-Lutete, Republic of the Congo (now DR Congo), “Progress Report—March 1966,” April 2, 1966.

Lois Shenk, a participant in MCC’s Teachers Abroad Program (TAP), shown teaching Sunday school at Githumu Secondary School in Thika, Kenya, in 1967. (MCC photo/Willard Claassen)

Alain Epp Weaver directs strategic planning for MCC. Frank Peachey and Lori Wise serve as the MCC U.S. records manager and assistant, respectively.

Development(Spring 2020)

Featured

[Individual articles from the Spring 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

“Bread, in God’s name, bread.”

The cry for bread in southern Russia (present-day Ukraine) one hundred years ago was for food. Mennonites in the United States and Canada responded and MCC was born. Only months later, the food to southern Russia was followed by tractors. Today, MCC’s work on behalf of the churches in Canada and the U.S. continues through relief, development and peace extended in the name of Christ. Some would say that these three follows each other chronologically, one after the other, but it would be more accurate to say that MCC’s relief, development and peace efforts are intertwined.

MCC bread distribution in Hamburg, Germany, ca. 1947. (MCC photo)

In Uganda today one sees the interconnectedness of relief, development and peace. MCC works with churches and community-based organizations as they respond to the immediate relief needs of communities while also addressing the trauma from rampant killing and abuse in their communities over years of violent unrest. Today, the work of development is also critically important in these same communities. In the Karamoja region, MCC works with the Church of Uganda as it teaches new agricultural skills to farmers who once herded cattle. When visiting a community to talk about the project, one woman told us the crops didn’t appear on their own but required hard work. Sand dams in this same community also provide water the people need to live healthy lives. The stories confirm a simple truth: when people are given the tools to make their lives better, they can thrive. This special centennial issue of Intersections features glimpses into MCC’s work in development over the past decades—work to improve education, healthcare, agricultural production, access to water and more. Articles analyze shifts in development approaches as well as offer analyses of specific development ventures. Of special importance in this issue are the voices of long-serving MCC national staff, who reflect on shifts, challenges faced, and lessons learned in MCC’s development work: listen carefully to the wisdom from these faithful MCCers.

Ron Byler and Ann Graber Hershberger are the MCC U.S. executive director and associate executive director, respectively.

Un ministerio de compartir: cambios en el programa de ayuda humanitaria del CCM durante los últimos 100 años

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

La recopilación de recursos humanitarios brinda la oportunidad a las personas que apoyan al CCM de participar activa y físicamente en el trabajo del CCM, sirviendo como una herramienta para conectar a diversas personas en torno a un objetivo común para demostrar el amor de Dios al compartir de nuestros abundantes recursos.

En el verano de 1920, hombres de organizaciones de ayuda menonitas se reunieron en Elkhart, Indiana, para escuchar la urgente necesidad de alimentos, ropa y medicamentos entre los menonitas en el sur de Rusia (actual Ucrania). Forzados a tomar medidas unificadas, formaron el Comité Central Menonita (CCM) para recolectar y enviar alimentos y ropa de los Estados Unidos para ser distribuidos entre los menonitas con necesidad. Casi 100 años después, el CCM ahora sirve a comunidades alrededor del mundo a través de la ayuda, el desarrollo y la paz. Desde 1920, el CCM ha enviado aproximadamente 1,5 millones de toneladas de recursos humanitarios a más de 100 países diferentes. Los envíos han incluido artículos como: ropa y zapatos nuevos y usados (1920-2012); comida variada, incluyendo leche en polvo, frutas secas y pollo, cerdo y res enlatados, así como frijoles, maíz, soya y trigo donados por los agricultores (y enviado a través de Banco de Granos Canadiense); equipo médico y medicina; “Paquetes de Navidad” con juguetes, artículos de higiene, un Nuevo Testamento y otros artículos para niños y niñas (1946-78); productos excedentes del gobierno de los Estados Unidos, incluyendo leche en polvo, mantequilla y queso (1954-68); ropa de cama y colchas (1946-en curso); paquetes de cuidado infantil (1961 en curso); “paquetes de cuidado para personas con Lepra” (1963-80); y paquetes escolares (1979-en curso). Actualmente, el CCM recolecta y envía carne enlatada, mantas, colchas, jabón, paquetes de higiene, paquetes de ayuda, paquetes de cuidado infantil, paquetes de costura y paquetes escolares.

El programa de asistencia humanitaria del CCM ha evolucionado durante el siglo pasado en respuesta a los contextos cambiantes de sus constituyentes estadounidenses y canadienses y a los cambios en el contexto internacional. El programa del CCM también ha respondido de acuerdo con el avance de perspectivas y mejores prácticas dentro del sector humanitario y de desarrollo más amplio. Un informe de 1957 producido por el Comité de Estudio de la Ayuda Material indicó que el CCM tenía que “buscar formas de ser más efectivo en este ministerio de compartir. A medida que las necesidades del mundo cambian, debemos buscar constantemente adaptar los recursos de nuestra gente para satisfacer estas necesidades de la manera más efectiva y permanente”. El CCM se ha desplazado hacia la provisión de subsidios en efectivo a organizaciones locales y ahora envía significativamente menos paquetes y colchas en especie y menos alimentos desde Canadá y EE. UU. El CCM continúa reflexionando sobre la mejor manera de brindar asistencia humanitaria mientras que al mismo tiempo involucre a la comunidad del CCM en un ministerio práctico.

La ayuda humanitaria como respuesta apropiada a la necesidad humana

Fotografía de un niño en el regazo de su abuela con una lata de carne suministrada por el CCM, tomada en Alemania en 1947-48. En 1947, cuarenta y tres trabajadores fueron responsables de la distribución de 4.538 toneladas de alimentos, ropa y otros insumos en Alemania. En el verano de 1947, el CCM estaba alcanzando aproximadamente 80,000 personas en operaciones de alimentación. (Foto del CCM / Deutscher Zentralausschuss).

Una característica clave del actual programa de asistencia humanitaria del CCM es que se basa en las necesidades y no en la oferta, con solicitudes de organizaciones locales asociadas y un análisis cuidadoso de las necesidades locales que informan la respuesta del CCM. Este enfoque surgió del reconocimiento de que para ser más efectivos, los artículos que el CCM recopila y distribuye deben alinearse con las necesidades prioritarias de las comunidades y la capacidad del personal y asociados del CCM. Por ejemplo, en 1946, el CCM envió más de tres millones de libras de alimentos y cincuenta mil libras de ropa a Francia, abrumando por completo la necesidad de estos artículos y la capacidad del programa para distribuirlos. En otro ejemplo, a medida que el CCM distribuía cada vez más ayuda humanitaria fuera de Europa a fines de la década de 1950 y principios de la década de 1960, los estilos de ropa de clima frío recolectados de las personas que apoyaban al CCM no eran apropiados para los climas templados del Sur Global y se hicieron esfuerzos para enviar ropa más adecuada a las necesidades y estilos locales. La recolección y distribución de ropa disminuyó gradualmente y se descontinuó en 2012 porque el envío de ropa usada ya no se ajustaba a la mejor práctica de brindar asistencia de calidad.

El CCM formalizó por primera vez el principio de la programación humanitaria basada en las necesidades en 1957, cuando se designó un Comité de Estudio de Ayuda Material para averiguar cuál era la necesidad real de ayuda humanitaria en el mundo. Por recomendación del comité, el CCM se comprometió a adaptar la recolección de recursos para satisfacer efectivamente la necesidad presente. Nuevamente en 1978, un informe interno sobre el papel de la ayuda humanitaria concluyó que “la naturaleza de la necesidad. . . debe influir en la respuesta”. Las continuas discusiones que culminaron en 1989 dieron como resultado que el CCM adoptara varios principios para guiar su trabajo de ayuda humanitaria, incluyendo el principio de la participación de los asociados locales en la planificación de la distribución y el uso de la asistencia humanitaria para garantizar que los artículos enviados satisfacieran las necesidades locales y fueran una respuesta apropiada dentro del contexto local. A fines de la década de 1990 y principios de la década de 2000, el CCM pasó a ser más deliberado con la evaluación, seguimiento y evaluación de su programa de respuesta a desastres, realizando evaluaciones en Etiopía, Mozambique, El Salvador y otros países para guiar su trabajo en esos lugares. Desde 2004, el CCM ha trabajado para fortalecer la planificación de proyectos en todos los sectores, incluyendo la distribución de contribuciones-en-especie, para garantizar que la programación sea relevante, apropiada y una respuesta efectiva a la necesidad humana. Al igual que con toda la programación de ayuda y desarrollo del CCM, los envíos de ayuda humanitaria se llevan a cabo a solicitud de las organizaciones asociadas locales y se basan en una evaluación previa de las necesidades y prioridades.

El papel de los recursos humanitarios en la programación de ayuda y desarrollo del CCM

Alemania 1948, Lohfelden Camp. Los niños en un campo de refugiados en Lohfelden cerca de Kassel, Alemania, posan con sacos de granos de diferentes agencias de ayuda internacional. Además del CCM, a la derecha, están CARE (Cooperativa para las Remesas Estadounidenses a Europa) y CRALOG (Consejo de Agencias de Ayuda Autorizadas para Operar en Alemania). (Foto del CCM).

Otra fuente de debate significativo dentro del CCM se centró en el papel de los recursos humanitarios recopilados en Canadá y Estados Unidos en la programación de ayuda y desarrollo. El CCM vio cada vez más la importancia de combinar la distribución de los recursos humanitarios con la programación del desarrollo, como la formación profesional o la extensión agrícola, para abordar las necesidades a largo plazo. El CCM también estaba preocupado de crear dependencia entre las comunidades de la ayuda externa y buscó aumentar la autosuficiencia a través de un mayor énfasis en el trabajo de desarrollo y mitigación de desastres. En las décadas de 1960 y 1970, el papel de las distribuciones de recursos humanitarios cambió de una respuesta solamente de emergencia a un apoyo adicional a proyectos de desarrollo del CCM como centros de costura y proyectos de alimentos-por-trabajo. Sin embargo, hasta fines de la década de 1980, las distribuciones de recursos humanitarios representaban el modo principal de la programación de ayuda de emergencia del CCM. Durante las décadas anteriores, las conversaciones internas se desarrollaron en el CCM sobre cuándo era apropiado enviar recursos humanitarios desde los EE. UU. y Canadá y cuándo comprar alimentos y otros artículos a nivel local era una respuesta de emergencia más efectiva y eficiente.

“Aquellos a favor de los continuos envíos significativos desde EE. UU. y Canadá argumentaron que estos recursos eran una forma práctica de expresar el cuidado por las personas necesitadas y construir puentes entre la gente y las iglesias. Los argumentos a favor de un menor énfasis en el envío de recursos humanitarios destacaron la necesidad de soluciones a más largo plazo, estímulo de las economías locales a través de la compra local de artículos de emergencia y preocupación por crear dependencia de la ayuda externa.”

Durante este tiempo, el CCM estaba tomando conciencia de que los recursos humanitarios mal dirigidos eran ineficaces en el mejor de los casos y dañinos en el peor. Una preocupación clave era el potencial de las grandes importaciones de alimentos para interrumpir los mercados locales e impactar los medios de vida de los pequeños productores. En respuesta a esta preocupación, el CCM en 1978 definió una filosofía y una estrategia para el uso de los recursos humanitarios recolectados en Canadá y Estados Unidos. Las pautas resultantes ayudaron al CCM a tomar decisiones sobre qué tipo de ayuda humanitaria enviar en respuesta a las crisis, teniendo en cuenta factores como el precio de los diferentes artículos, la capacidad del CCM de reunir y enviar esos artículos, la puntualidad de responder a las necesidades de emergencia y el impacto que los artículos importados tendrían en los mercados locales. Los aumentos sustanciales en el valor de los envíos de recursos humanitarios del CCM en la década de 1980, principalmente debido al aumento de los envíos de alimentos del recién formado Banco de Granos Canadiense (CFGB -siglas en inglés), provocaron una discusión interna continua sobre el tema de la compra local versus la importación de bienes de EE. UU. y Canadá. La conversación llegó al primer plano en 1988 durante lo que el personal del CCM denominó como “el Gran Debate” —¿cuál era el valor del programa de recursos humanitarios del CCM y qué prioridad debería tener en la programación del CCM en la próxima década?

Aquellos a favor de los continuos envíos significativos desde EE. UU. y Canadá argumentaron que estos recursos eran una forma práctica de expresar el cuidado por las personas necesitadas y construir puentes entre la gente y las iglesias. Los argumentos a favor de un menor énfasis en el envío de recursos humanitarios destacaron la necesidad de soluciones a más largo plazo, estímulo de las economías locales a través de la compra local de artículos de emergencia y preocupación por crear dependencia de la ayuda externa. La revaluación de los recursos humanitarios y del programa de envío en ese momento llevó al CCM a definir aún más su visión de los recursos humanitarios que recolectaba y adoptar pautas para cuándo dicha programación fuera apropiada, con el reconocimiento de que “continuarán existiendo situaciones en las que comprar recursos materiales localmente será más apropiado que enviar recursos materiales”. Este fue un momento decisivo para la programación de ayuda del CCM, impulsando un cambio gradual a lo largo de la década de 1990 y principios de 2000 hacia comprar localmente alimentos y otros artículos de ayuda. En 1999, el CCM envió un número récord de 120 contenedores con un valor de más de US$10.5 millones en comparación con 49 contenedores con un valor de casi US$5 millones en el año fiscal 2019.

Una familia japonesa recibió esta colcha del CCM en algún momento alrededor de 1950. El CCM y otras 12 agencias de la iglesia se unieron para proporcionar asistencia de rehabilitación en Japón a través de un consorcio llamado LARA (siglas en inglés -Agencias con Licencia para la Ayuda en Asia). LARA distribuyó alrededor de $400 millones en suministros de ayuda a 14 millones de personas desde noviembre de 1946 hasta junio de 1952. (Foto de un periódico chino).

Actualmente, la programación de asistencia humanitaria del CCM incluye con mayor frecuencia artículos comprados localmente. Más significativamente, el gobierno canadiense desligó de obligaciones la ayuda alimentaria en 2009, lo que significa que el CCM, de ahí en adelante, podría comprar todos los alimentos localmente para proyectos financiados por CFGB y el Gobierno de Canadá. El programa de asistencia alimentaria del CCM a través de CFGB representa la mayor parte del programa de asistencia humanitaria del CCM, en el cual el CCM compra alimentos localmente mientras hace uso de cupones y transferencias de efectivo para satisfacer las necesidades alimentarias de emergencia. Paquetes, colchas y carne enviados por el CCM principalmente apoyan a instituciones (orfanatos, hospitales, centros de atención a personas mayores) y son distribuidos por organizaciones asociadas locales en tiempos de desastre o crisis. El CCM prioriza los envíos en casos donde los artículos de calidad no están fácilmente disponibles para la compra a un precio asequible a nivel local. Si bien el papel de los envíos de recursos humanitarios en la programación de ayuda y desarrollo ha cambiado, estos recursos siguen desempeñando un papel importante en la respuesta a las crisis, apoyando el trabajo de desarrollo a largo plazo y construyendo puentes entre las personas que apoyan al CCM y las comunidades en las que el CCM trabaja.

Durante casi un siglo de esfuerzos para satisfacer las necesidades humanas urgentes, el CCM ha reflexionado continuamente sobre cómo lleva a cabo este trabajo para utilizar sus recursos de manera efectiva y eficiente. Si bien la adecuación y el papel de los envíos de recursos humanitarios en el contexto del trabajo del CCM han sido objeto de mucho debate en décadas pasadas, el CCM ha concluido consistentemente que recolectar, enviar y distribuir dichos recursos son vitales para su misión y visión. Estos recursos brindan la oportunidad para que las personas que apoyan al CCM se involucren activa y físicamente en el trabajo del CCM, sirviendo como una herramienta para conectar a diversas personas en torno a un objetivo común para demostrar el amor de Dios al compartir nuestros abundantes recursos.

Recuadro: Una familia en Moscú, Rusia, abre una caja de comida que les comparten Menonitas y Hermanos en Cristo en Canadá y Estados Unidos. En marzo de 1992, el CCM envió 9,000 cajas de comida a Moscú y San Petersburgo para su distribución por el comité de ayuda Inter denominacional. (Foto / Richard Lord).

Amy Martens es coordinadora de asistencia humanitaria del CCM, con sede en Winnipeg. Tom Wenger es el coordinador de recursos materiales del CCM, con sede en Akron, Pennsylvania.


Fountain, Philip. “Development Things: A Case of Canned Meat.” Sites: A Journal of Social Anthropology and Cultural Studies and Mennonite Quarterly Review. 11 (2014): 39-73.

Hostetler, John. “Mennonite Central Committee Material Aid, 1941-1969.” Mennonite Quarterly Review 44/3 (July 1970): 318-323.

El CCM en Rusia: los primeros dos meses

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

La decisión de las organizaciones de ayuda Menonitas que representaban a las diversas iglesias Menonitas de formar un comité central en 1920 creó un nuevo enfoque para el trabajo de ayuda entre los menonitas. La devastación física y material sufrida por los menonitas durante la Guerra Civil Rusa convenció a las organizaciones de ayuda existentes en los Estados Unidos de unir sus recursos para ayudar a sus correligionarios en Rusia. La trágica situación de los menonitas en Rusia coincidió con el compromiso de posgurerra con la ayuda humanitaria dentro de las comunidades menonitas. Durante la Primera Guerra Mundial, muchos hombres menonitas jóvenes trabajaron bajo los auspicios de la Cruz Roja y la Sociedad de Amigos para defender el principio de la no resistencia y ofrecer un testimonio proactivo de la paz durante este tiempo de sufrimiento. Después de la guerra, creció un fuerte deseo de establecer una organización internacional de ayuda dirigida por menonitas. Las circunstancias en Rusia ofrecieron la oportunidad a los menonitas de organizar un esfuerzo de ayuda independiente en el escenario internacional.

Como muchos relatos de la historia del origen del CCM enfatizan el ayuda de la hambruna de 1921-1922, después de que los bolcheviques habían establecido el poder, uno puede fácilmente pasar por alto que el CCM comenzó su trabajo antes del inicio de las condiciones de hambruna. Los primeros dos meses de trabajo de ayuda en Rusia demuestran los desafíos de las actividades exploratorias del CCM en un entorno de guerra civil que cambiaba rápidamente. Cuando Orie O. Miller, Arthur Slagel y Clayton Kratz, el primer grupo de trabajadores de ayuda del CCM, llegaron a Constantinopla (actual Estambul), elegida como el punto más accesible desde el cual coordinar las medidas de ayuda en Rusia, representaban a una organización muy pequeña que buscaba acceder a un territorio con un panorama político muy complejo.

Durante la Primera Guerra Mundial, muchos hombres Menonitas jóvenes trabajaron bajo los auspicios de la Cruz Roja y la Sociedad de Amigos para defender el principio de la no resistencia y ofrecer un testimonio proactivo de la paz durante este tiempo de sufrimiento. Después de la guerra, creció un fuerte deseo de establecer una organización de ayuda internacional Menonita.

Miller navegó astutamente las condiciones políticas y burocráticas conectándose con funcionarios estadounidenses y organizaciones de ayuda en el terreno. Aunque el grupo solo llegó a Constantinopla a fines de septiembre de 1920, a principios de octubre, Miller y Kratz se dirigían a la Península de Crimea con cuatro mil dólares en su equipaje en un destructor estadounidense. Tan pronto como llegaron, Miller contactó al almirante Newton McCully, quien estaba estacionado en Sebastopol para reunir inteligencia para los Estados Unidos. Utilizando una carta de presentación obtenida durante su corta estadía en Constantinopla, Miller recibió una cálida bienvenida del almirante, quien prometió ayuda y apoyo de los funcionarios estatales estadounidenses, incluyendo una oferta de mover pequeñas cantidades de mercancías en los barcos estadounidenses y el uso de sus sistema de radio para enviar mensajes. Lo más importante es que Miller obtuvo otra carta de presentación, que lo ayudó a conectarse con representantes del gobierno del general Piotr Wrangel. Estos contactos acordaron proporcionar a Miller y Kratz pases ferroviarios gratuitos en territorio controlado por las fuerzas de Wrangel, para ellos y sus bienes. También se les dio un traductor y cartas de presentación para su viaje. El viajar en tren les permitió llegar al día siguiente a Melitopol, donde fueron recibidos por menonitas locales y asistieron a un culto en la iglesia Menonita local. Desde allí continuarían su viaje, pasando varios días en Halbstadt antes de llegar a Aleksandrovsk (actual Zaporizhzhia).

Mientras Miller y Kratz estudiaban las necesidades de la población local, descubrieron que los menonitas todavía tenían acceso a alimentos, al menos por un invierno más, pero tenían muy poco de otras cosas. Miller informó a los funcionarios del CCM en Estados Unidos que “el país está literalmente despojado de todo lo que las personas civilizadas suelen considerar como necesidades de la vida fuera de los alimentos. No hay jabón, ni hilo, ni agujas, ni botones, ni zapatos, ni implementos agrícolas, ni caballos, etc.”. El acceso a la ropa constituía una de las necesidades más urgentes. La mayor parte de su ropa había sido robada durante la guerra civil y muchas personas simplemente solo tenían la ropa que llevaban puesta. “Solo piensen en tener que usar toda su ropa todo el tiempo, probablemente lavándola por la noche en agua fría sin jabón, dejándola secar durante la noche y luego poniendo[sela] otra vez”, escribió Miller. Para hacerle frente a estas condiciones, Miller y Slagel compraron 4,000 yardas de franela, seis máquinas de coser Singer, 50 cajas de leche, 100 barras de jabón y 1,000 yardas de terliz para camas. Para su próximo viaje a la región, Miller también propuso ayudar a los hospitales menonitas locales y establecer un orfanato para ayudar a los niños y niñas menonitas cuyos padres y madres habían muerto como resultado de la guerra civil.

Estos trabajadores de ayuda iniciales lucharon por evaluar con precisión la situación militar. Antes de su primer viaje a Rusia, Miller confiaba en que el general Wrangel, que comandaba las fuerzas del Ejército Blanco contra el Ejército Rojo bolchevique, mantendría el control de gran parte del sur de Rusia (en la actual Ucrania). Tal y como Miller escribió al secretario-tesorero ejecutivo del CCM, Levi Mumaw: “Los bolcheviques probablemente han alcanzado su máximo límite y nunca podrán volver a hacer retroceder [al general Wrangel], en cuyo caso se pueden abrir las líneas a Halbstadt bastante rápido con un poco de diplomacia”. Esta interpretación de la situación resultaría ser incorrecta. Poco después de que Miller y Kratz llegaran a Aleksandrovsk, los bolcheviques avanzaron a través de la línea, causando una desastrosa evacuación de la ciudad. En su diario, Miller describió proyectiles de mortero que explotaron a doscientos metros de su vagón de tren: “Todavía siento un hormigueo nervioso por la experiencia, no tanto de miedo por lo que pudo haberme pasado a mí mismo y a mi propio cuerpo, como por lo que podría haber resultado [a mi familia] tan lejos, si la ráfaga de la metralla me hubiera herido severamente o matado o hubiéramos caído en manos de los rojos”. Miller logró escapar de Aleksandrovsk y regresar a Sebastopol, donde alquiló espacio de oficina para su próximo trabajo de ayuda y dejó US $ 1,200 con el Comercio Exterior Americano para Kratz, quien había decidido quedarse atrás y viajar de regreso a Halbstadt. Durante el segundo viaje de Miller a Crimea a mediados de noviembre, toda la operación, de manera muy repentina, se volvió completamente inviable. Aunque las tropas de Wrangel habían sufrido derrotas cerca de las colonias menonitas, nadie había esperado que todo el territorio de Crimea cayera en manos de los bolcheviques. Cuando llegó a las costas de Sebastopol, la evacuación de la ciudad estaba ya en marcha. Miller tenía solo cinco horas en la ciudad para completar sus tareas.

A pesar de tales contratiempos, Miller demostró talento para reaccionar en el campo ante circunstancias que cambiaban rápidamente. En lugar de aceptar el cese del trabajo del CCM, Miller trabajó con un líder menonita local, Kornelius Hiebert, para diseñar un plan de trabajo bajo el gobierno bolchevique. Cuando Miller comprendió que tomaría tiempo establecer un nuevo sistema mediante el cual el CCM pudiera mover dinero y bienes a la región, propuso que los menonitas rusos reunieran dinero entre ellos y recibieran pagarés por estas contribuciones que se pagarían una vez que los canales pudieran ser abiertos. Este dinero se usaría para el esfuerzo de ayuda bajo la autoridad de Kratz. Esta idea, sin embargo, dependía de la aparición de Kratz. Desde que se separaron en Aleksandrovsk, Miller no había tenido noticias del joven de 23 años. De hecho, nadie sabía la ubicación de Kratz después de que fue arrestado por funcionarios bolcheviques en Halbstadt. Hasta el día de hoy, el destino de Kratz sigue siendo un misterio.

La victoria del Ejército Rojo obligó a los trabajadores de ayuda del CCM a idear un nuevo enfoque para la región. El establecer una base en Crimea ya no era una opción. Las negociaciones para acceder al territorio ahora tenían que llevarse a cabo en Moscú y en Kharkov, la capital de la nueva República Socialista de Ucrania, con funcionarios bolcheviques. La asistencia humanitaria del CCM a los menonitas y otros en el sur de Rusia terminaría llegando a través de los canales de la American Relief Administration dirigida por Herbert Hoover.

Octubre de 1922. Los tractores estadounidenses llegaron a Khortitsa, en el sur de Rusia, en octubre de 1922. La foto muestra la apertura oficial de los trabajos de reconstrucción con funcionarios del gobierno en el campo. El CCM envió dos embarques de 25 tractores a asentamientos menonitas en el sur de Rusia en 1922. Como parte del trabajo de rehabilitación del CCM, los menonitas en el sur de Rusia cultivaron una cantidad considerable de centeno y cebada. (Foto del CCM).

Aileen Friesen es profesora asistente de historia en la Universidad de Winnipeg.


Juhnke, James C. “Turning Points, Broken Ice, and Glaubensgenossen: What Happened at Prairie Street on July 27-28, 1920?” In A Table of Sharing: Mennonite Central Committee and the Expanding Networks of Mennonite Identity. Ed. Alain Epp Weaver, 66-83. Telford, PA: Cascadia, 2010.

Miller, Orie O. The Orie O. Miller Diary, 1920-1921. Kitchener, ON: Pandora Press, 2018.

Sharp, John. My Calling to Fulfill: The Orie O. Miller Story. Harrisonburg, VA: Herald Press, 2015. Toews, Paul, with Aileen Friesen. The Russian Mennonite Story:The Heritage Cruise Lectures. Winnipeg: Centre for Transnational Mennonite Studies, 2018.

A ministry of sharing: shifts in MCC humanitarian aid programming over 100 years

[Individual articles from the Winter 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Collecting humanitarian resources provides the opportunity for MCC supporters to actively and physically engage in the work of MCC, serving as a tool to connect diverse people around a common goal to demonstrate God’s love by sharing from our abundant resources.

In the summer of 1920, men from Mennonite relief organizations gathered in Elkhart, Indiana to hear of the urgent need for food, clothing and medicine among Mennonites in southern Russia (present-day Ukraine). Compelled to take unified action, they formed Mennonite Central Committee (MCC) to collect and ship food and clothing from the United States to distribute to Mennonites in need. Nearly 100 years later, MCC now serves communities worldwide through relief, development and peace. Since 1920, MCC has shipped an estimated 1.5 million tons of humanitarian resources to over 100 different countries. Shipments have included items such as: new and used clothing and shoes (1920-2012); assorted food, including milk powder, dried fruit and canned chicken, pork and beef, as well as beans, corn, soybeans and wheat donated by farmers (and shipped via Canadian Foodgrains Bank); medical equipment and medicine; “Christmas Bundles” with toys, hygiene supplies, a New Testament and other items for children (1946-78); United States government surplus commodities, including powdered milk, butter and cheese (1954-68); bedding and blankets (1946-ongoing); infant care kits (1961-ongoing); “Leprosy Bundles” (1963-80); and school kits (1979-ongoing). MCC currently collects and ships canned meat, blankets, comforters, soap, hygiene kits, relief kits, infant care kits, sewing kits and school kits.

MCC’s humanitarian assistance program has evolved over the past century in response to the changing contexts of its U.S. and Canadian constituencies and changes in the international context. MCC’s program has also responded to developing perspectives and best practices within the broader humanitarian and development sector. A 1957 report produced by the Material Aid Study Committee stated that MCC had to “seek ways of becoming more effective in this ministry of sharing. As world needs change, we must constantly seek to adapt the resources of our people to meet these needs in the most effective and permanent way.” MCC has shifted toward providing cash grants to local organizations and now ships significantly fewer in-kind kits and blankets and less food from Canada and the U.S. MCC continues to reflect on how it can best deliver humanitarian assistance while at the same time engaging MCC’s constituency in a hands-on ministry.

Humanitarian aid as an appropriate response to human need

Photograph of a young boy on his grandmother’s lap holding a MCC-supplied can of meat taken in Germany in 1947-48. In 1947, forty-three workers were responsible for the distribution of 4,538 tons of food, clothing, and other supplies in Germany. In the summer of 1947, MCC was reaching approximately 80,000 people in feeding operations. (MCC photo/ Deutscher Zentralausschuss)

A key characteristic of MCC’s current humanitarian assistance program is that it is needs-driven rather than supply-driven, with requests from local partner organizations and a careful analysis of local needs informing MCC’s response. This approach grew from the recognition that in order to be most effective, the items MCC collects and distributes need to align with the priority needs of communities and the capacity of MCC staff and partners. For example, in 1946 MCC shipped more than three million pounds of food and fifty thousand pounds of clothing to France, completely overwhelming the need for these items and the capacity of the program to distribute them. In another example, as MCC increasingly distributed humanitarian aid outside of Europe in the late 1950s and early 1960s, the cold-climate styles of clothing collected from supporters were not appropriate for the mild climates of the Global South and efforts were made to send clothing more suitable to local needs and styles. Clothing collection and distribution gradually tapered off and were discontinued in 2012 because shipping used clothing was no longer in keeping with the best practice of providing quality assistance.

MCC first formalized the principle of needs-driven humanitarian programming in 1957, when a Material Aid Study Committee was appointed to find out what the actual need for humanitarian aid was in the world. Upon recommendation of the committee, MCC committed to adapting the collecting of resources to effectively meet the present need. Again in 1978, an internal report on the role of humanitarian aid concluded that “the nature of the need . . . must influence the response.” Continuing discussions that culminated in 1989 resulted in MCC adopting several principles to guide its humanitarian aid work, including the principle of local partner involvement in planning the distribution and use of humanitarian assistance to ensure that the items shipped met local needs and were an appropriate response within the local context. In the late 1990s and early 2000s, MCC moved to be more deliberate about the assessment, monitoring and evaluation of its disaster response programming, conducting assessments in Ethiopia, Mozambique, El Salvador and other countries to guide its work there. Since 2004, MCC has worked to strengthen project planning in all sectors, including the distribution of gifts-in-kind, to ensure programming is relevant, appropriate and an effective response to human need. As with all MCC relief and development programming, humanitarian aid shipments are carried out at the request of local partners and are based on a prior assessment of needs and priorities.

The role of humanitarian resources in MCC’s relief and development programming

Germany 1948, Lohfelden Camp. The children in a refugee camp at Lohfelden near Kassel, Germany pose with grain sacks from different international aid agencies. In addition to MCC, far right, are CARE (Cooperative for American Remittances to Europe) and CRALOG (Council of Relief Agencies Licensed to Operate in Germany). (MCC photo)

Another source of significant discussion within MCC centered on the role of humanitarian resources gathered in Canada and the U.S. in relief and development programming. MCC increasingly saw the importance of pairing the distribution of humanitarian resources with development programming, such as vocational training or agricultural extension, to address long term needs. MCC was also concerned about creating dependency among communities on outside help and sought to increase self-reliance through a greater emphasis on development and disaster mitigation work. In the 1960s and 1970s, the role of humanitarian resource distributions shifted from entirely emergency response towards additionally supporting MCC development projects like sewing centers and food-for-work projects. Until the late 1980s, however, humanitarian resource distributions represented the primary mode of MCC’s emergency relief programming. Over the prior decades, internal conversations swirled within MCC about when shipping humanitarian resources from the U.S. and Canada was appropriate and when purchasing food and other items locally was a more effective and efficient emergency response.

Those in favour of continued significant humanitarian resource programming argued that humanitarian resources were a practical way to express care for people in need and build bridges between people and churches. Arguments for decreased emphasis on humanitarian resource shipments highlighted the need for longer-term solutions, stimulation of local economies through local purchase of emergency items and concern for creating dependency on outside aid.

During this time, MCC was gaining an awareness that poorly directed humanitarian resources were ineffective at best and harmful at worst. A key concern was the potential for large food imports to disrupt local markets and impact the livelihoods of small-scale producers. In response to this concern, MCC in 1978 defined a philosophy and strategy for the use of humanitarian resources collected in Canada and the U.S. The resulting guidelines helped MCC make decisions about what type of humanitarian aid to deliver in response to crises, considering factors such as the price of different items, MCC’s ability to gather and deliver those items, the timeliness of responding to emergency needs and the impact imported items would have on local markets. Substantial increases in the value of MCC’s humanitarian resource shipments in the 1980s, primarily due to increased food shipments from the newly formed Canadian Foodgrains Bank (CFGB), prompted ongoing internal discussion on the matter of local purchase versus import of goods from the U.S. and Canada. The discussion came to the forefront in 1988 during what was dubbed by MCC staff as “the Great Debate”—what was the value of MCC’s humanitarian resources program and what priority should it have in MCC’s programming in the coming decade?

Those in favour of continued significant shipments from the U.S. and Canada argued that these resources were a practical way to express care for people in need and build bridges between people and churches. Arguments for decreased emphasis on the shipping of humanitarian resources highlighted the need for longer-term solutions, stimulation of local economies through local purchase of emergency items and concern about creating dependency on outside aid. The reevaluation of the humanitarian resources and shipping program at this time led MCC to further define its vision for the humanitarian resources it collected and to adopt guidelines for when such programming was appropriate, with the acknowledgement that “there will continue to be situations where purchasing material resources locally is more appropriate than sending material resources.” This was a turning point for MCC’s relief programming, spurring a gradual shift throughout the 1990s and early 2000s towards locally purchased food and other relief items. In 1999, MCC shipped a record number 120 containers with a value of over US$10.5 million compared to 49 containers with a value of nearly US$5 million in fiscal year 2019.

A Japanese family received this MCC quilt sometime around 1950. MCC and 12 other church agencies joined to provide rehabilitation assistance in Japan through a consortium called LARA (Licensed Agencies for Relief in Asia). LARA distributed about $400 million worth of relief supplies to 14 million people from November 1946 to June 1952. (Chinese newspaper photo)

Currently, MCC’s humanitarian assistance programming most frequently includes locally purchased items. Most significantly, the Canadian government completely untied food aid in 2009, meaning that MCC could now purchase all food locally for projects funded by CFGB and the Government of Canada. MCC’s food assistance program through CFGB represents the largest portion of MCC’s humanitarian assistance program, with MCC purchasing food locally while using vouchers and cash transfers to meet emergency food needs. Kits, blankets and canned meat shipped by MCC primarily support institutions (orphanages, hospitals, elderly care centers) and are distributed by local partners in times of disaster or crisis. MCC prioritizes shipments in cases where quality items are not easily available for local purchase at an affordable price. While the role of humanitarian resource shipments in relief and development programming has changed, these resources continue to play an important part in responding to crises, supporting longer-term development work and building bridges between MCC supporters and the communities in which MCC works.

Inset: A family in Moscow, Russia, opens a box of food shared with them by Mennonites and Brethren in Christ in Canada and the U.S. In March 1992, MCC shipped 9,000 food boxes to Moscow and St. Petersburg for distribution by an interdenominational relief committee. (Photo/Richard Lord)

Over nearly a century of striving to meet urgent human needs, MCC has continually reflected on how it carries out this work in order to use its resources effectively and efficiently. While the appropriateness and role of humanitarian resource shipments in the context of MCC’s work have been the subject of much discussion in decades past, MCC has consistently concluded that collecting, shipping and distributing such resources are vital to its mission and vision. These resources provide the opportunity for MCC supporters to actively and physically engage in the work of MCC, serving as a tool to connect diverse people around a common goal to demonstrate God’s love by sharing from our abundant resources.

Amy Martens is an MCC humanitarian assistance coordinator, based in Winnipeg. Tom Wenger is MCC’s material resources coordinator, based in Akron, Pennsylvania.


Fountain, Philip. “Development Things: A Case of Canned Meat.” Sites: A Journal of Social Anthropology and Cultural Studies and Mennonite Quarterly Review. 11 (2014): 39-73.

Hostetler, John. “Mennonite Central Committee Material Aid, 1941-1969.” Mennonite Quarterly Review 44/3 (July 1970): 318-323.

MCC in Russia: the first two months

[Individual articles from the Winter 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

The decision by Mennonite relief organizations representing diverse Mennonite churches to form a central committee in 1920 created a new approach to relief work among Mennonites. The material and physical devastation suffered by Mennonites during the Russian Civil War convinced existing relief organizations in the United States to pool their resources to help their co-religionists in Russia. The tragic situation of Mennonites in Russia dovetailed with a post-war commitment to relief aid within Mennonite communities. During the First World War, many young Mennonite men worked under the umbrella of the Red Cross and the Society of Friends to uphold the principle of nonresistance and to offer a proactive witness to peace during a time of suffering. After the war, a strong desire to establish a Mennonite-led international relief organization grew. The circumstances in Russia offered the opportunity for Mennonites to organize an independent relief effort on the international stage.

As many retellings of MCC’s origin story emphasize the famine relief of 1921-1922, after the Bolsheviks had established power, one can easily overlook that MCC started its work before the onset of famine conditions. The first two months of relief work in Russia demonstrate the challenges of MCC’s exploratory activities in a rapidly changing environment of civil war. When Orie O. Miller, Arthur Slagel and Clayton Kratz, the first group of MCC relief workers, arrived in Constantinople (present-day Istanbul), chosen as the most accessible point from which to coordinate relief measures into Russia, they represented a very small organization seeking to access a territory with a complex political landscape.

During the First World War, many young Mennonite men worked under the umbrella of the Red Cross and the Society of Friends to uphold the principle of nonresistance and to offer a proactive witness to peace during a time of suffering. After the war, a strong desire to establish a Mennonite-led international relief organization grew.

Miller astutely navigated the political and bureaucratic conditions by connecting with American officials and relief organizations on the ground. Even though the group only arrived in Constantinople at the end of September 1920, by the beginning of October, Miller and Kratz were on their way into the Crimean Peninsula with four thousand dollars in their luggage on an American destroyer. As soon as they arrived, Miller reached out to Admiral Newton McCully, who was stationed in Sevastopol to gather intelligence for the United States. Using a letter of introduction procured during their short-stay in Constantinople, Miller received a warm welcome from the admiral, who promised help and support from American state officials, including an offer of moving small amounts of goods on American ships and the use of their radio system for sending messages. Most importantly, Miller obtained another letter of introduction, which helped him to connect with representatives of General Piotr Wrangel’s government. These contacts agreed to provide Miller and Kratz with free rail passes in territory controlled by Wrangel’s forces for themselves and their goods. They were also given a translator and letters of introduction for their journey. Travelling by train allowed them to arrive the next day in Melitopol, where they were greeted by local Mennonites and attended a service in the local Mennonite church. From there they would continue their journey, spending several days in Halbstadt before arriving in Aleksandrovsk (present-day Zaporizhzhia).

As Miller and Kratz surveyed the needs of the local population, they found that Mennonites still had access to food, at least for one more winter, but they had little of anything else. Miller reported to MCC officials in the United States that “the country is literally stripped of all that civilized people usually consider the necessities of life outside of food. There is no soap, no thread, no needles, no buttons, no shoes, no farming implements, no horses, etc.” Access to clothing constituted one of the direst needs. Most of their clothing had been stolen during the civil war and many people simply had the clothes on their backs. “Just think of wearing all your clothes all the time, probably washing them in the evening in cold water without soap, letting them dry during the night and then put[ting] them on again,” Miller wrote. To address these conditions, Miller and Slagel purchased 4,000 yards of flannelette, six Singer sewing machines, 50 cases of milk, 100 bars of soap and 1,000 yards of bed ticking. For their next trip into the region, Miller also proposed helping the local Mennonite hospitals and establishing an orphanage to help Mennonite children whose parents had died as a result of the civil war.

October 1922. American tractors arrived in Khortitsa, southern Russia, in October 1922. Photo shows the official opening of reconstruction work with government officials on the ground. MCC sent two shipments of 25 tractors to Mennonite settlements in southern Russia in 1922. As part of MCC’s rehabilitation work, Mennonites in southern Russia cultivated a considerable amount of rye and barley. (MCC photo)

These initial relief workers struggled to accurately assess the military situation. Before his first trip into Russia, Miller felt confident that General Wrangel, who commanded White Army forces against the Bolshevik Red Army, would maintain control of much of southern Russia (in present-day Ukraine). As Miller wrote to MCC’s executive secretary-treasurer, Levi Mumaw: “The Bolshevists probably have passed the high-water mark in their career and will never be able again to drive [General Wrangel] back, in which case lines to Halbstadt can be opened rather quickly with a little diplomacy.” This interpretation of the situation would prove to be wrong. Soon after Miller and Kratz arrived in Aleksandrovsk, the Bolsheviks pushed through the line, causing a harrowing evacuation from the city. In his diary, Miller described mortar shells exploding two hundred yards from their train car: “I still feel tingling nerves from the experience, not so much from fear for myself and my own body, as from what might have resulted to [my family] so far away, if bursting shrapnel would have severely wounded or killed me or should we have fallen into the hands of the Reds.” Miller managed to escape from Aleksandrovsk and return to Sevastopol, where he rented office space for their forthcoming relief work and left US$1,200 with the American Foreign Trade for Kratz, who had decided to remain behind and travel back to Halbstadt.

During Miller’s second trip to Crimea in mid-November, the entire operation quite suddenly became completely unfeasible. Although Wrangel’s troops had suffered defeats near the Mennonite colonies, no one had expected that the entire territory of the Crimea would fall into the hands of the Bolsheviks. As he arrived on the shores of Sevastopol, the evacuation of the city was fully underway. Miller had a mere five hours in the city to complete his tasks. Despite such setbacks, Miller showed a talent in reacting on the ground to rapidly changing circumstances. Instead of accepting the cessation of MCC’s work, Miller worked with a local Mennonite leader, Kornelius Hiebert, to devise a plan for work under Bolshevik rule. As Miller understood that it would take time to establish a new system by which MCC could move money and goods into the region, he proposed that Russian Mennonites should gather money among themselves and be issued promissory notes for these contributions which would be repaid once channels could be opened. This money would be used for the relief effort under the authority of Kratz. This idea, however, hinged on the appearance of Kratz. Since they parted ways in Aleksandrovsk, Miller had not heard from the 23-year-old. In fact, no one knew the location of Kratz after he was arrested by Bolshevik officials in Halbstadt. To this day, the fate of Kratz remains a mystery.

The victory of the Red Army forced MCC relief workers to devise a new approach for the region. Establishing a base in Crimea was no longer an option. Negotiations for access to the territory now had to be conducted in Moscow and in Kharkov, the capital of the new Ukrainian Socialist Republic, with Bolshevik officials. MCC humanitarian assistance to Mennonites and others in southern Russia would end up coming through the channels of the American Relief Administration led by Herbert Hoover.

Aileen Friesen is assistant professor of history at the University of Winnipeg.


Juhnke, James C. “Turning Points, Broken Ice, and Glaubensgenossen: What Happened at Prairie Street on July 27-28, 1920?” In A Table of Sharing: Mennonite Central Committee and the Expanding Networks of Mennonite Identity. Ed. Alain Epp Weaver, 66-83. Telford, PA: Cascadia, 2010.

Miller, Orie O. The Orie O. Miller Diary, 1920-1921. Kitchener, ON: Pandora Press, 2018.

Sharp, John. My Calling to Fulfill: The Orie O. Miller Story. Harrisonburg, VA: Herald Press, 2015.

Toews, Paul, with Aileen Friesen. The Russian Mennonite Story:The Heritage Cruise Lectures. Winnipeg: Centre for Transnational Mennonite Studies, 2018.