A lo largo de sus cien años de historia, el CCM ha apoyado oportunidades de aprendizaje para millones de personas en Estados Unidos, Canadá y en todo el mundo. En el proceso, el CCM ha pasado por su propia curva de aprendizaje transformacional a medida que nuevas experiencias abrieron los ojos de las personas trabajadoras, lo que llevó a muchas a verse a sí mismas bajo una nueva luz e incluso a repensar sus suposiciones más básicas sobre la educación misma.
El CCM ha apoyado la educación enviando docentes a otros países, otorgando becas para estudiantes, enviando millones de paquetes escolares y trabajando para fortalecer las escuelas locales asociadas. Este apoyo educativo ha sido impulsado por la creencia de que la educación mejora la vida individual y colectiva de las personas mediante el desarrollo de conocimientos, habilidades y valores que preparan a las personas para las vocaciones y las empoderan para encontrar nuevas soluciones a los problemas de la comunidad.

Las personas trabajadoras del CCM también han aprendido que la escolarización formal tiene un lado más problemático, uno de impactos negativos no deseados. En su reflexión de 1977 sobre Integración de la Educación y el Desarrollo (un estudio escrito 15 años después de que el CCM comenzara el apoyo intensivo a la educación formal como una solución clave para los problemas en África), Nancy Heisey llegó a esta sorprendente conclusión: “Hemos visto que la educación, definida como la escolarización, es una de las raíces del problema del desarrollo para las naciones que luchan con las demandas de un mundo moderno”.
Este artículo examina los enfoques educativos del CCM durante el siglo pasado, mientras analiza los éxitos y desafíos que el CCM ha enfrentado en su trabajo educativo. También explorará las preocupaciones que las personas trabajadoras del CCM, al igual que Heisey, han planteado sobre los programas educativos y la búsqueda continua del CCM de formas de apoyar una educación que sea liberadora y empoderadora en lugar de ser una “raíz del problema”.
Hemos visto que esa educación, definida como escolarización, es una de las raíces del problema del desarrollo para las naciones que luchan con las demandas de un mundo moderno.
-Nancy Heísey, 1977
Las primeras décadas del CCM se centraron en el alivio de la hambruna en Rusia, reasentamiento de personas refugiadas Menonitas en Paraguay y esfuerzos de ayuda posteriores a la Segunda Guerra Mundial en Europa. La educación no fue el enfoque principal del CCM en estas décadas, pero a veces fue parte de estos primeros esfuerzos-por ejemplo, el CCM apoyó los hogares de menores en Europa durante y después de la Segunda Guerra Mundial, así como las escuelas en las colonias Menonitas en Paraguay. En esta etapa, el énfasis en la educación era más como una herramienta para formar valores e identidad que como una herramienta para el desarrollo. Específicamente, estas iniciativas educativas buscaron dar forma a los valores e identidad de las comunidades Menonitas y personas trabajadoras del CCM.
Los grupos Menonitas que se habían establecido en Paraguay con el apoyo del CCM insistieron en tener sus propias escuelas. Un informe de 1944 citaba un dicho común: “Como la escuela, también la iglesia”, explicando que la iglesia está “vitalmente preocupada por mantener el control absoluto sobre los asuntos de la educación”. En la década de 1940, algunos maestros de las escuelas Menonitas paraguayas que se habían adherido a la ideología nacionalsocialista de Alemania estaban utilizando su influencia para promover los valores nazis entre los jóvenes de las colonias. Esto generó una gran preocupación tanto en las colonias Menonitas paraguayas como en el CCM y generó llamados para encontrar docentes que fueran “leales a los principios cristianos Menonitas”. En un informe de 1946 al Comité Ejecutivo, el director del CCM en Paraguay recomendó que el CCM “use su influencia [dentro de las colonias Menonitas paraguayas] en la dirección de asegurar el tipo correcto de maestros”.
Esta comprensión de la educación como una herramienta para dar forma a los valores e identidad también se reflejó en los programas de servicio alternativos operados por el CCM en las décadas de 1940 y 1950. El CCM y líderes de la iglesia Menonita reconocieron que los términos de servicio alternativos tuvieron efectos que cambiaron la vida de la juventud Menonita y comenzaron a crear intencionalmente orientaciones, capacitaciones y planes de estudio para maximizar esta oportunidad de aprendizaje transformador y así fortalecer el compromiso con las convicciones Menonitas tradicionales. La Sección de Paz del CCM se estableció en 1942 en parte para “dirigir y ayudar a nuestras iglesias en la educación de jóvenes en los caminos de la paz y la no resistencia de acuerdo con nuestra confesión de fe basada en la Palabra de Dios”.

(Foto del CCM/Ryan Beiler)
En una reunión de la Sección de Paz de 1947, Rufos Franz hizo un llamado apasionado para fortalecer la educación para la paz del CCM. Argumentó que una persona no puede “vivir plenamente de acuerdo con los principios de paz” sin una “experiencia que cambie el corazón”. Admitió que la educación por sí sola no puede provocar esta transformación milagrosa del corazón de una persona, pero insistió en que la educación puede “hacer que las condiciones sean tan favorables que el milagro se pueda realizar”. Esto podría suceder a través del servicio cristiano: “debemos ayudarlas [ a las personas en servicio] a perderse para salvarse a sí mismas, en la actividad y servicio cristianos”.
A partir de la década de 1950, el CCM comenzó a apoyar iniciativas educativas encaminadas a promover el desarrollo económico garantizando la educación para más jóvenes en el llamado mundo en desarrollo. Entonces, por ejemplo, el CCM lanzó programas de becas para aumentar el acceso a la educación de grupos desfavorecidos. En 1954, el CCM comenzó a pagar los costos de escolaridad de las niñas y niños huérfanos en Corea. Este programa de becas individuales para ayudar a menores a acceder a la educación formal pronto se expandió a otros países. Estas becas fueron financiadas por donantes individuales que recibieron informes periódicos sobre las niñas y niños a los que apoyaban. Este modelo finalmente se conoció como Familia Global, creciendo a más de 2.000 estudiantes en 1968 y continuando durante casi cincuenta años en diferentes formas.
El CCM debatió con las tensiones relacionadas con el modelo de patrocinio. Por un lado, generó un gran interés por parte de algunos constituyentes debido a la sensación de conexión que creó, dando a los donantes una visión tangible del impacto de sus donaciones y, por supuesto, proporcionó oportunidades educativas que cambiaron la vida de muchos miles de niñas y niños. Por otro lado, el modelo de patrocinio individual tendió a reforzar una dinámica paternalista entre el donante y el receptor, creó desafíos relacionados con la selección de participantes y agregó una carga administrativa significativa para el personal del CCM al facilitar las conexiones individuales. En los primeros años de este siglo el CCM, en lugar de producir informes para los donantes sobre niñas y niños individuales, empezó a producir informes sobre el trabajo del CCM con escuelas específicas o programas de educación informal. Esto coincidió con un cambio programático dentro del programa educativo del CCM para fortalecer la calidad educativa y alejarse de un enfoque exclusivo en el acceso.
Ya sea en el África poscolonial o en el contexto de la supremacía blanca en Estados Unidos, las personas docentes blancas del CCM comenzaron a darse cuenta de que, si bien la educación tenía el potencial de empoderar, también estaba formando a otras personas a su imagen: se entendía que el éxito significaba que estudiantes podrían eventualmente convertirse en docentes y continuar el sistema que sus maestras y maestros blancos habían establecido.
El CCM también apoyó la educación como una herramienta para el desarrollo mediante la colocación de docentes en las escuelas. El primer esfuerzo a gran escala para colocar a docentes del CCM en las escuelas fue en Terranova y Labrador en Canadá a partir de 1956. Con base en esta experiencia, el CCM estableció el Programa de Maestros en el Extranjero (TAP) en 1962 en respuesta a un llamado de naciones africanas recientemente independientes que creían que la educación formal era la clave del desarrollo económico y modernización. TAP colocó a más de 200 docentes por año, proporcionando más de 2.800 “años de servicio educativo” durante un cuarto de siglo, principalmente en países de África. El CCM también colocó a muchas maestras y maestros en Estados Unidos durante los años sesenta y setenta a través del programa de Servicio Voluntario, incluyendo en Cleveland, Atlanta, Apalaches, San Luis y Misisipi.
Las reflexiones de docentes del CCM sobre su trabajo desde la década de 1950 en adelante cuentan la historia de la propia educación del CCM como organización. La mayoría de estos docentes eran personas Menonitas blancas graduadas universitarias y motivadas por el deseo de hacer del mundo un lugar mejor e inspiradas por los valores de paz y justicia cultivados por los colegios Menonitas, las iglesias y el propio CCM. Salieron con la mejor de las intenciones, motivadas por visiones de lo que podían lograr, sin embargo, sus experiencias de servicio suscitaron preguntas críticas, ya que los mundos de estas personas trabajadoras se volvieron al revés. Diciéndolo sin rodeos, para muchas personas docentes del CCM su propia educación transformadora consistió en la aparición de grietas en su sentido de superioridad interiorizado y subconsciente sobre la gente a la que estaban allí para servir. La primera grieta fue simplemente notar estas actitudes internalizadas. Ya sea en el África poscolonial o en el contexto de la supremacía blanca en Estados Unidos, las personas docentes blancas del CCM comenzaron a darse cuenta de que, si bien la educación tenía el potencial de empoderar, también estaba formando a otras personas a su imagen: se entendía que el éxito significaba que estudiantes podrían eventualmente convertirse en docentes y continuar el sistema que sus maestras y maestros blancos habían establecido. En 1970, un informe de TAP reconoció esta dinámica y describió la esperanza de la aparición gradual de un “sistema educativo que tenga un carácter y propósito más auténticamente kenianos”.
En 1977, Nancy Heisey escribió su análisis de educación y desarrollo, destacando los problemas fundamentales del sistema educativo que el CCM apoyó y promovió: este sistema cultivó valores de individualismo y consumismo, reforzó una visión de mundo de la superioridad blanca y occidental y fomentó un modelo social piramidal en la que en la cumbre, pocas personas triunfan mientras que la mayoría es descartada sin preparación para una vocación o vida en un contexto rural. Tales sistemas educativos, observó Heisey, intensificaron en lugar de disminuir la desigualdad entre ricos y pobres, una observación que la llevó a la conclusión de que la escolarización formal era “una de las raíces del problema del desarrollo”.
Las lecciones de esta época condujeron a un enfoque un poco más humilde y autocrítico por parte del CCM a partir de la década de 1980. Cuando el CCM comenzó a enviar docentes de inglés a China a principios de la década de 1980, el lenguaje era muy diferente al de las primeras personas de TAP enviadas a África veinte años antes. En vez de ayudar a las “naciones emergentes … a reducir un siglo de desarrollo en el lapso de una década” (MCC Workbook 1962 sobre TAP) o ayudar a “las iglesias protestantes locales y misiones en el extranjero a heredar la tierra” (MCC Workbook 1965 sobre TAP), el nuevo Intercambio Educativo de China fue descrito en 1982 como “una oportunidad inusual para aprender y servir en este momento de la historia. Esta es una aventura de fe. En este programa está la expectativa, la alegría y la maravilla del crecimiento. Ni nuestros amigos chinos ni nosotros sabemos a dónde conducirán estos intercambios”.
En 1990, una reunión histórica en Lesoto reunió al personal del CCM y educadores africanos y líderes de la iglesia para una Conferencia de Educación de Toda África para evaluar la participación del CCM en la educación formal africana. El informe de esta conferencia hizo eco de las críticas que Nancy Heisey había articulado 13 años antes y concluyó con la afirmación de que “el CCM debe escuchar lo que dicen las personas africanas”. La conferencia pareció reconocer las fallas en el sistema educativo y afirmar que el CCM debería mantenerse comprometido y apoyar los esfuerzos africanos para mejorar y remodelar el sistema.
El despertar de la conciencia del privilegio colonial blanco en contextos internacionales fue paralelo al reconocimiento cada vez mayor por parte de la mayoría blanca dentro del CCM de su privilegio en los Estados Unidos y Canadá también.
En el último cuarto de siglo, el CCM comenzó a usar el lenguaje de la asociación
y enfatizó la idea de la apropiación local. Juntos, los énfasis en la asociación y apropiación local han resultado en una gran diversidad en los emprendimientos educativos apoyados por el CCM. Las organizaciones asociadas educativas de hoy incluyen centros de educación infantil, escuelas primarias y secundarias, programas extracurriculares, formación profesional, educación para la paz y educación para menores con discapacidades. En esta era de asociación, el papel del CCM en la educación ha cambiado de la colocación directa de docentes e implementación de programas educativos del CCM a ayudar a las escuelas y organizaciones locales a hacer su trabajo educativo de manera más efectiva. El apoyo del CCM ahora, a menudo, llega en forma de subvenciones a las organizaciones asociadas para comprar materiales, financiar actividades, capacitar personal y más. El personal del CCM facilita procesos de aprendizaje reflexivo—-comúnmente llamados planificación, monitoreo, evaluación e informes, o PMER-para ayudar a garantizar la rendición de cuentas y transparencia y para capturar las lecciones aprendidas que pueden fortalecer el trabajo o ser compartidas con otras organizaciones asociadas. Los énfasis dentro del programa educativo actual del CCM incluyen: fortalecer los comités de gestión escolar para aumentar la participación de madres, padres y comunidad local; mejorar la equidad de género en la educación; hacer la educación más relevante al enfocarse en habilidades vocacionales prácticas además de las materias académicas tradicionales; fortalecer las prácticas de protección infantil para prevenir y responder eficazmente al abuso infantil; y desarrollar la capacidad de docentes para trabajar con menores que han sufrido traumas.
El aprendizaje ha estado en el centro del trabajo del CCM durante cien años, ya que el CCM ha trabajado simultáneamente para brindar oportunidades de aprendizaje a otros y ha tratado intencionalmente de aprender de su propia experiencia. Es emocionante imaginar qué nuevas oportunidades y lecciones esperan en los próximos años.
Lynn Longenecker es coordinador de educación del CCM en Akron, Pennsylvania.
Heisey, Nancy. lntegrating Education and Development. Development Monograph Series. Volume 1. Akron, PA: MCC, 1977.
Theme issue on “Community Participation in Education.” lntersections: MCC Theory and Practice Quarterly. 7/3 (Summer 2019). Disponible en: https://mcc.org/media/resource/8812.