El CCM, asociaciones locales y normas humanitarias

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Durante la primera respuesta del CCM en el sur de Rusia (actual Ucrania) a principios de la década de 1920, el CCM trabajó con instituciones y comités Menonitas locales para brindar asistencia humanitaria urgente para responder a la hambruna. Si bien el panorama humanitario ha cambiado drásticamente desde el inicio del CCM, el CCM ha seguido aumentando las asociaciones con organizaciones locales, incluyendo iglesias locales, organizaciones religiosas y otras organizaciones de la sociedad civil para proporcionar asistencia humanitaria a las personas afectadas por conflictos y desastres. En las últimas décadas, los principios y estándares humanitarios han evolucionado significativamente para garantizar una mayor responsabilidad y garantizar los derechos de las comunidades afectadas por el desastre. La fortaleza del CCM para responder a las crisis humanitarias es su amplia red de organizaciones asociadas locales. El CCM brinda apoyo basado en solicitudes de organizaciones locales que están bien conectadas con sus contextos locales y tienen acceso a las comunidades afectadas. Debido a que estas organizaciones tienen relaciones duraderas en sus comunidades, pueden responder rápidamente a las necesidades de emergencia y ofrecer una asistencia que sea apropiada y responda a las necesidades actuales y que sea sensible a los desafíos contextuales.

La dependencia del CCM en las asociaciones locales también presenta desafíos, incluso en la capacidad de ampliar una respuesta, y puede causar tensiones con los principios y estándares humanitarios. Este artículo proporciona un resumen general de las normas humanitarias clave y énfasis más reciente en la localización de la asistencia humanitaria. Destaca ejemplos de la respuesta del CCM a varias emergencias y cómo las organizaciones asociadas locales mejoran la calidad y rendición de cuentas de la asistencia humanitaria, al tiempo que señala áreas de tensión y crecimiento.

En junio de 1957, se distribuyeron harina y masa de maíz a las víctimas de la tormenta en Corea del Sur. En esta foto, el trabajador de servicio del CCM Joseph Smucker, de Goshen, Indiana, ayuda a levantar un tazón de harina (que pesa alrededor de 50 libras) sobre la cabeza de una mujer que también lleva un bebé en la espalda. A cada destinatario se le asignaron 5 libras de harina por miembro de la familia. (Foto del CCM).

La rendición de cuentas a las personas y comunidades afectadas por desastres se encuentra en el centro de la Norma Humanitaria Esencial (CHS por sus siglas en inglés) adoptada por las organizaciones internacionales no gubernamentales en 2015. Humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia son los principios clave que rigen la acción humanitaria. La CHS se basa en convenios humanitarios anteriores, códigos de conducta, principios y estándares desarrollados por la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja / Media Luna Roja (FICR), el proyecto Esfera y otras coaliciones humanitarias y organizaciones de estándares. La CHS describe nueve compromisos que se pueden agrupar en tres categorías generales: 1) acceso oportuno a la asistencia humanitaria de calidad que construya capacidades locales; 2) participación, comunicación y rendición de cuentas a las comunidades afectadas; y 3) un compromiso para aprender y desarrollar la capacidad y eficacia de los actores humanitarios. Los ejemplos y el debate a continuación muestran cómo el enfoque del CCM de asociarse con organizaciones locales interactúa con estos estándares.

En la Cumbre Humanitaria Mundial de 2017, los gobiernos, las organizaciones de ayuda internacional y las agencias de las Naciones Unidas se comprometieron a remodelar el sector humanitario, articulado en lo que se ha denominado los Compromisos del Gran Acuerdo. Uno de estos compromisos es aumentar el apoyo y financiación para las organizaciones locales y nacionales en la acción humanitaria, a menudo, denominada “agenda de localización”. El Secretario General de la ONU pidió que la asistencia humanitaria sea “lo más local posible e internacional como sea necesario”—esto incluye un llamado por recursos privados y gubernamentales para apoyar a las agencias locales, en lugar de depender de grandes agencias humanitarias internacionales, y para generar fondos multianuales que habiliten una mejor capacidad de respuesta. Estos compromisos se basan en el reconocimiento de que los actores locales de la sociedad civil, a menudo, son los primeros en responder a las crisis humanitarias y son una presencia continua en sus comunidades antes y después de estas crisis.

A veces, las solicitudes de las organizaciones asociadas pueden estar en desacuerdo con los estándares mínimos y los principios humanitarios. Las organizaciones locales, a menudo, enfrentan presiones políticas y sociales para responder a tantas comunidades y personas como sea posible, presiones que, de actuar conforme a ellas, pueden diluir la calidad de la asistencia.

El primer grupo de normas humanitarias se refiere a la importancia de proporcionar asistencia oportuna, de calidad y adecuada, incluyendo una asistencia que desarrolle la capacidad local y evite daños. La fortaleza de la respuesta de ayuda del CCM proviene de su amplia red de más de 500 asociaciones locales. Las organizaciones locales están más conectadas y responden a las necesidades de las personas afectadas en las comunidades a las que sirven. Debido a las asociaciones existentes del CCM en Siria, Irak, Líbano y Jordania, el CCM ha podido, durante la última década, facilitar su mayor respuesta a una crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. Después del terremoto de Nepal en 2015, las organizaciones asociadas de desarrollo comunitario existentes pudieron identificar rápidamente las comunidades afectadas en áreas remotas e identificar y abordar las necesidades más urgentes, a pesar de los enormes desafíos de comunicación y logística. Durante el bombardeo de Gaza por parte del ejército israelí en 2014, el CCM fue una de las primeras organizaciones internacionales en responder a las necesidades inmediatas de alimentos y albergue de las personas afectadas. En países como Etiopía, Kenia y Zimbabue, el trabajo continuo en agricultura y seguridad alimentaria del CCM con comunidades vulnerables ha allanado el camino para que el CCM también responda durante las crisis de seguridad alimentaria. Las asociaciones existentes de desarrollo comunitario y construcción de paz del CCM le permiten responder rápidamente a las crisis humanitarias debido al programa preexistente que estas organizaciones asociadas tienen con grupos vulnerables.

Al mismo tiempo, el CCM ha enfrentado desafíos en algunas respuestas a desastres de gran escala porque el CCM no tenía organizaciones asociadas locales existentes, como cuando respondió al terremoto de Japón en 2011 y al tifón Haiyan en Filipinas en 2013. Después del tsunami del Océano Índico en 2014, el CCM trabajó para formar nuevas asociaciones en Banda Aceh, Indonesia y Sri Lanka. El CCM también se ha basado en asociaciones locales en India con otras ONG canadienses para brindar una respuesta a través de una agencia de varias iglesias en el sur de India.

En el caso del terremoto de Haití de 2010, el CCM tenía una amplia red de organizaciones asociaciones locales y recursos importantes para el programa. En el transcurso de la respuesta de siete años, el CCM realizó respuestas de seguridad alimentaria, albergue, agua y saneamiento y sanidad del trauma a través de asociaciones con organizaciones haitianas. La amplia red de organizaciones asociadas existentes y nuevas del CCM le permitió organizar una respuesta inmediata, significativa y multisectorial de ayuda y recuperación. Sin embargo, la evaluación final señaló que el CCM debería haberse involucrado con menos organizaciones asociadas y centrarse en menos sectores. En una respuesta a desastres a gran escala en la que el CCM recauda recursos significativos y tiene una amplia red de organizaciones asociadas con solicitudes urgentes, puede ser un desafío mantener enfocada la respuesta general del CCM.

El 17 de julio de 2014, el proyecto Zakho Small Villages Project, asociado del CCM, distribuyó un camión lleno de paquetes de alimentos en un campamento de PDI (personas desplazadas internamente) en el norte de Irak – la mayoría de las personas desplazadas habían huido de la ciudad de Mosul después de ser tomada por el grupo del Estado Islámico (también conocido como ISIS). Más de 230 cabezas de hogar recibieron los paquetes que contenían alimentos básicos tales como arroz, lentejas, aceite y otros ingredientes, así como algunos artículos básicos de higiene. Nombres no utilizados por razones de seguridad. Foto del CCM / Ryan Rodrick Beiler.

La capacidad de proveer una asistencia oportuna y adecuada depende de si las organizaciones asociadas locales tienen una programación activa y relaciones sólidas en las áreas afectadas. Cuando las organizaciones asociadas locales tienen relaciones sólidas y activas con las comunidades afectadas, también es más probable que brinden asistencia de calidad y adecuada. La asistencia alimentaria es una de las solicitudes más comunes que el CCM recibe de las organizaciones asociadas locales. Estas organizaciones asociadas locales recomiendan asistencia alimentaria culturalmente apropiada y de calidad. Estas organizaciones asociadas locales del CCM también pueden ayudar a discernir la modalidad adecuada de la respuesta humanitaria (es decir, dinero, cupones o canastas de alimentos en especie). Cuando las canastas de alimentos se identifican como el mejor enfoque, las organizaciones asociadas locales están bien posicionadas para determinar la composición de la ración de alimentos. Luego, el CCM revisa las decisiones sobre el modo y el tipo de alimentos para garantizar que cumplan con los estándares mínimos de Esfera, incluyendo los estándares que tienen como objetivo garantizar que los hogares reciban la ración requerida para la dignidad y supervivencia. El CCM y sus organizaciones asociadas juntos evalúan qué forma deben tomar las iniciativas de asistencia humanitaria, las organizaciones asociadas aportan conocimiento local sobre lo que las comunidades nombran como las principales prioridades y sobre lo que entienden como apropiado, y el CCM evalúa tales solicitudes a través del lente de los estándares humanitarios globales.

A veces, las solicitudes de las organizaciones asociadas pueden estar en desacuerdo con los estándares mínimos y principios humanitarios. Las organizaciones locales, a menudo, enfrentan presiones políticas y sociales para responder a tantas comunidades y personas como sea posible, presiones que, de actuar conforme a ellas, pueden diluir la calidad de la asistencia. El CCM, a menudo, presiona a las organizaciones locales a enfocar sus respuestas para cumplir con los estándares humanitarios mínimos de un menor número de comunidades y hogares, en lugar de diluir la respuesta en demasiados receptores. Cuando se enfrentan a necesidades abrumadoras, el CCM y sus organizaciones asociadas deben mantener el principio general de humanidad, enfocándose en satisfacer las necesidades de las comunidades más afectadas según el estándar necesario.

El segundo grupo de principios de la CHS se relaciona con la participación, comunicación y rendición de cuentas. Las personas afectadas deben ayudar a dar forma a las respuestas humanitarias, dar retroalimentación y presentar quejas mientras esas respuestas están en marcha y contribuir a la evaluación de las respuestas humanitarias. El CCM ha trabajado con varias iglesias, organizaciones religiosas y otros grupos para establecer o fortalecer comités locales de desastres. Estos comités locales generalmente incluirán el liderazgo de la iglesia local junto con las requeridas habilidades, conocimiento y representación de la comunidad afectada. En el caso de la reciente respuesta del CCM a la crisis en la región de Kasai de la República Democrática del Congo, el CCM trabajó con tres denominaciones de iglesias anabautistas congoleñas para establecer comités de ayuda locales para desarrollar y supervisar la respuesta, una respuesta multifacética dirigida a las personas congoleñas desplazadas internamente que incluyó asistencia alimentaria, apoyo educativo, recuperación de medios de vida, sanidad del trauma y componentes de construcción de paz. El comité de ayuda local ofreció información sobre la forma de la respuesta, canalizando comentarios de líderes juveniles, comisión de mujeres de la iglesia, liderazgo de la iglesia y funcionarios del gobierno local.

En esta foto de 2009, Slavica Koncarevic (izquierda), personal de la organización asociada del CCM Bread of Life Belgrade (BOLB), distribuye pavo enlatado y colchas del CCM a los miembros de la comunidad romaní, un grupo étnico minoritario que enfrenta discriminación en la educación y empleo. (Foto del CCM/Tim Friesen).

Además de coordinar y brindar asistencia humanitaria, los comités de ayuda brindan un asesoramiento invaluable para identificar las necesidades prioritarias que la asistencia humanitaria buscará abordar y en seleccionar (o “focalizar”) los hogares prioritarios para recibir asistencia. En el caso de la respuesta de Kasai, los comités de ayuda local, con un fuerte acompañamiento del CCM, ayudaron a seleccionar las áreas geográficas en las que responderían, así como los hogares prioritarios para recibir asistencia. Sobre la base de los principios humanitarios de humanidad e imparcialidad, los comités seleccionaron hogares según las necesidades, centrándose en las personas más vulnerables, incluyendo los hogares con madres embarazadas o lactantes, niños y niñas no acompañados, personas con discapacidades y personas ancianas. La representación diversa en los comités de ayuda, y particularmente la participación de las mismas personas desplazadas, fortalece la rendición de cuentas y la focalización de la respuesta. Este modelo de comité de ayuda colabora a proteger a los líderes de la iglesia que pueden ser acusados de discriminación basada en la membresía o afiliación de la iglesia u otras características (por ejemplo, etnia o afiliación política). El CCM también ha trabajado duro para garantizar que haya una mejor representación de género en estos comités y ha trabajado para integrar el análisis de género en su respuesta humanitaria.

Además de supervisar la focalización de la respuesta, las organizaciones locales también solicitan retroalimentación y gestionan las quejas de las comunidades que reciben asistencia humanitaria. Su presencia en la comunidad significa que pueden recibir comentarios y quejas más directamente y son más accesibles que el personal de otras agencias externas. Una prioridad creciente para el CCM es ayudar a las organizaciones locales a establecer mecanismos formales de retroalimentación y presentación de quejas para aumentar la rendición de cuentas y la participación de la comunidad afectada, así como para prevenir la explotación y abuso sexual, el fraude y la corrupción. El CCM continúa desarrollando su capacidad para trabajar mejor al lado de las organizaciones asociadas locales para garantizar la participación de las personas afectadas en todo el proceso de diagnóstico, diseño, monitoreo y evaluación, como parte de un compromiso más amplio de que las respuestas humanitarias del CCM sean adaptativas y apropiadas.

El trabajo humanitario del CCM en las últimas décadas se ha basado cada vez más en asociaciones locales, y ahora el CCM trabaja casi exclusivamente con organizaciones asociadas locales en la respuesta a desastres.

La coordinación y colaboración también son fundamentales para este segundo grupo de principios de la CHS. Las organizaciones locales están conectadas con las comunidades, organizaciones y gobiernos donde operan y, a menudo, priorizan la coordinación con el gobierno local. Al mismo tiempo, las grandes organizaciones internacionales se coordinan a través del sistema de agrupación de la ONU que, a menudo, puede crear barreras para la participación de las organizaciones locales, incluyendo barreras de seguridad, idioma, sociales o culturales. Por ejemplo, en el caso del terremoto de Haití, las reuniones iniciales de coordinación de la ONU se llevaron a cabo en el complejo MINUSTAH (fuerza de paz de la ONU Haití), y las reuniones se llevaron a cabo en inglés o francés y no en criollo haitiano. Las reuniones, a menudo, estaban dominadas por representantes de las ONG internacionales del Norte Global de gran capacidad y no eran espacios accesibles para el personal de organizaciones locales más pequeñas. El CCM a veces representa a sus organizaciones asociadas locales dentro de estos mecanismos de coordinación de la ONU.

El último grupo de los tres principios de la CHS se relaciona con el aprendizaje organizacional, el desarrollo de capacidades y el uso efectivo de los recursos. En 2017, el CCM realizó una evaluación de su sistema de planificación, monitoreo y evaluación de programas. Los hallazgos y recomendaciones incluyeron la necesidad de que el CCM continúe aumentando la capacidad de las organizaciones asociadas y del personal del CCM en métodos de evaluación, diseño, monitoreo y evaluación, particularmente el uso de métodos de investigación de acción participativa. La encuesta de Keystone en 2013—una encuesta independiente de las organizaciones asociadas del CCM— descubrió que las organizaciones asociadas perciben que el CCM es una organización de aprendizaje y, al mismo tiempo, desearían más apoyo del CCM para el desarrollo de capacidades en los métodos de evaluación de monitoreo participativo.

El apoyo al desarrollo de capacidades del CCM ayuda a garantizar que el CCM tenga organizaciones asociadas capacitadas que puedan adherirse a los estándares humanitarios en la planificación, implementación, monitoreo y evaluación de iniciativas humanitarias. El CCM trabaja en el desarrollo de capacidades de organizaciones asociadas de múltiples maneras, incluyendo: a) patrocinio de capacitaciones en principios humanitarios y estándares mínimos, planificación, monitoreo y evaluación, y sanidad del trauma y construcción de paz; b) ayudando a las organizaciones a establecer comités diversificados de ayuda local; c) facilitando intercambios de aprendizaje entre diferentes grupos; y d) proporcionando un acompañamiento significativo en la evaluación, planificación y presentación de informes. Una de las críticas de trabajar a través de organizaciones locales es su capacidad de crecer—la habilidad (o la falta de ella) de estas pequeñas organizaciones locales de aumentar su trabajo para responder a grandes necesidades humanitarias. El enfoque del CCM ha sido comenzar en pequeña escala y aumentar a medida que estas organizaciones asociadas demuestren su capacidad para gestionar iniciativas más grandes.

El trabajo humanitario del CCM en las últimas décadas se ha basado cada vez más en asociaciones locales, y ahora el CCM trabaja casi exclusivamente con organizaciones asociadas locales en la respuesta a desastres. En nuestra experiencia, este modelo nos ha permitido cumplir con los estándares y principios humanitarios, incluyendo: garantía de una respuesta adecuada y de calidad, rendición de cuentas, participación y comunicación con las comunidades afectadas por el desastre. El CCM continúa desarrollando su capacidad con las organizaciones asociadas locales a largo plazo, lo que permite que el CCM, con el tiempo, amplíe y aumente su capacidad para responder a los desastres a través de las asociaciones locales mientras cumple con los estándares humanitarios.

Bruce Guenther es el director de respuesta a desastres del CCM, con sede en Winnipeg.

Sopa siendo servida en una escuela en Alemania, 1947– 48, como parte de los esfuerzos de ayuda del CCM al final de la Segunda Guerra Mundial. El CCM participó en un programa conjunto de alimentación infantil que alcanzó a 72,000 niñas y niños en ocho ciudades del sureste de Alemania. (Foto del CCM / Heinz Wagener).

The Sphere Handbook: Humanitarian Charter and Minimum Standards in Disaster Response. Geneva:

Sphere Association, 2018. Available at https://www. spherestandards.org/.

Barbelet, Veronique. “As Local as Possible, As International as Necessary: Understanding Capacity and Complementarity in Humanitarian Action”. HPG Working Paper. London: Overseas Development  Institute, 2018.

Bennett, Christian, et al. Time to Let Go: Remaking Humanitarian Action for the Modern Era. London: Overseas Development Institute, 2016.

El uso de asistencia en dinero y cupones para obtener resultados de protección en la asistencia humanitaria

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

La mayoría de la programación de asistencia humanitaria del CCM durante el siglo pasado ha involucrado la distribución de alimentos y artículos no alimentarios. Sin embargo, durante la última década, la distribución de asistencia en dinero y cupones (CVA por sus siglas en inglés para Cash and Voucher Assistance) se ha convertido en uno de los tipos de intervenciones humanitarias de más rápido crecimiento, incluso dentro del CCM. Si bien la CVA se ha establecido en el CCM y en todo el sector humanitario como una herramienta para mejorar la seguridad alimentaria, satisfacer las necesidades básicas y fortalecer las redes de seguridad social en las zonas propensas a las crisis en todo el mundo, el impacto de los programas de CVA todavía está siendo evaluado por el CCM y otros actores humanitarios. Este artículo analiza el impacto prometedor de la CVA en la programación de protección, examinando cómo la CVA tiene el potencial no solo de mejorar la seguridad alimentaria y económica para las familias desarraigadas y marginadas, sino que también puede ayudar a proteger a los grupos vulnerables (como mujeres, niñas y niños) de diferentes tipos de violencia avivada por condiciones económicas desesperadas.

Antes de implementar la asistencia en dinero y cupones en cualquier contexto, se debe realizar un análisis integral de género para comprender el impacto potencial que el dinero puede tener en la dinámica de la comunidad y el hogar y en la seguridad individual, particularmente para los grupos vulnerables en ese contexto. En algunos casos, la distribución de dinero puede aumentar las vulnerabilidades preexistentes (por ejemplo, contextos en los que los hombres de una familia controlan los recursos de dinero), lo que lleva a resultados de protección negativos y pone a las personas en mayor riesgo de sufrir daños. En todos los entornos humanitarios, se debe incluir un análisis de las relaciones de género anteriores a la crisis en el análisis de género para comprender mejor cómo funcionarían las expectativas en torno a los roles y responsabilidades en circunstancias normales y cómo esos roles han cambiado en situaciones de crisis. El análisis de género debe consultar a las mujeres, hombres, niñas, niños y otros grupos vulnerables locales para informar mejor la programación planificada y desafiar las ideas preexistentes de relaciones de género y la programación preferida que el personal del proyecto pueda tener. Es particularmente importante no asumir que la selección basada en el género es la estrategia ideal en todos los contextos; en algunos casos, este tipo de selección puede reforzar las normas de género tradicionales o colocar a las mujeres y niñas en mayor riesgo de violencia de género (VG).

El proveer una transferencia de dinero de una sola vez en forma individual o familiar, según la necesidad, puede permitir que los hogares cubran los gastos clave que, de lo contrario, podrían poner a las personas vulnerables en mayor riesgo de daño en situaciones de alto estrés.

Si bien el uso principal de dinero y cupones en la programación de asistencia, a menudo, busca satisfacer las necesidades básicas del hogar (como asistencia para el alquiler, artículos para el hogar y asistencia alimentaria), existen resultados secundarios relacionados con la equidad y protección de género que pueden vincularse a la implementación de asistencia en dinero. En una evaluación reciente de la programación de asistencia de cupones del CCM en Líbano, muchas mujeres que participaron en el programa mensual de cupones de alimentos indicaron que el cupón no solo había tenido un impacto directo en la cantidad y calidad de los alimentos que consumían sus familias, sino que también había un impacto en su sentimiento de autoestima dentro de la familia. La participación en el programa de cupones significó para estas mujeres que podían contribuir con algo sustancial al poder adquisitivo del hogar, incluyendo la capacidad de elegir y comprar alimentos, y que los niveles de estrés en el hogar disminuyeron debido al conocimiento de que los cupones mensuales predecibles estarían disponibles para cubrir sus necesidades alimentarias. Si bien no está explícitamente relacionado con la reducción de la violencia de género, es una suposición justificable que la reducción de los niveles de estrés dentro del hogar puede contribuir a reducir la tensión y violencia.

Otras respuestas emprendidas por otras agencias, como el Comité Internacional de Rescate (IRC por sus siglas en inglés), incluyen: proporcionar asistencia en dinero a personas desplazadas; ayudar a reemplazar documentos perdidos para obtener acceso a servicios gubernamentales y de las ONG; y proporcionar transferencias de dinero incondicionales a las adolescentes con el objetivo de reducir el matrimonio precoz, condiciones de trabajo inseguras y exposición al sexo transaccional. Un uso emergente de la asistencia en dinero para protección es el uso de dinero para respaldar una respuesta centrada en las personas sobrevivientes de la violencia de género. En este tipo de respuesta, el dinero se usa como parte de un programa más amplio de respuesta a la violencia de género, en el que las personas sobrevivientes reciben apoyo psicosocial y asistencia en dinero con el fin de ayudarles a acceder a servicios básicos de respuesta, como vivienda segura, atención médica y capacitación en medios de vida que de otra forma serían inaccesibles debido a sus altos costos o recursos financieros limitados.

En emergencias de aparición repentina, la programación en dinero se puede utilizar para proporcionar a las familias transferencias de efectivo a corto plazo para promover la recuperación temprana y abordar problemas relacionados con riesgos de protección, o problemas que dejarán a las personas más vulnerables a los riesgos de protección en el futuro. En estas respuestas, los programas de dinero y cupones se pueden usar para gastos no recurrentes, como el reemplazo de material para techos o la cobertura de necesidades médicas urgentes. El proveer una transferencia de dinero de una sola vez en forma individual o familiar, según la necesidad, puede permitir que los hogares cubran los gastos clave que, de lo contrario, podrían poner a las personas vulnerables en mayor riesgo de daño en situaciones de alto estrés.

El refugiado sirio Ahmad * compra víveres con cupones proveídos a través de un proyecto del CCM en Beirut, Líbano en 2014. La organización asociada del CCM Popular Aid for Relief and Development (PARD) distribuyó los cupones a las personas sirias que viven en el Líbano, para ayudar a aliviar la carga sobre las comunidades de acogida y reducir la tensión entre anfitriones y refugiados. Foto del CCM / Silas Crews.

* Nombre completo no utilizado por razones de seguridad.

En un estudio reciente llevado a cabo por Cash Learning Partnership (CaLP), los investigadores encontraron que la programación de dinero y cupones tuvo un impacto positivo en la reducción de la violencia de pareja íntima en el 80% de los proyectos encuestados cuando se programaron en conjunto con otras actividades de violencia de género que abordan las causas profundas del comportamiento violento. Se descubrió que la asistencia en dinero reduce las tensiones dentro del hogar relacionadas con la inseguridad de ingresos. También se descubrió que este tipo de asistencia retrasa o previene el matrimonio precoz y forzado en situaciones agudas donde el dinero en efectivo fue capaz de aliviar la desesperación familiar. Sin embargo, el dinero por sí solo no fue capaz de cambiar las creencias subyacentes que conducen al matrimonio temprano o forzado, destacando la necesidad de que la programación de dinero en efectivo se integre en un enfoque más integral de protección.

Dado que la programación de asistencia en dinero y cupones se ha reconocido como un componente creciente de la programación de respuesta humanitaria, es importante evaluar el impacto de esta asistencia para lograr resultados óptimos. El uso de asistencia en dinero y cupones en la programación de protección sigue siendo un área emergente de programación e investigación que muestra una gran promesa al proveer a las personas sobrevivientes de violencia de género y poblaciones vulnerables recursos adicionales y resultados tangibles en torno a la seguridad y protección en la programación de asistencia humanitaria.

Annie Loewen es coordinadora de asistencia humanitaria del CCM con sede en Winnipeg.

Cross, Allyson; Tenzin Manell and Melanie Megevand. November 2018. Humanitarian Cash Transfer Programming and Gender-Based Violence Outcomes: Evidence and Future Research Priorities.

Cash Learning Partnership (CaLP). Disponible en: http://www.cashlearning.org/downloads/genderandctpwrcirc.pdf Allen, Samantha. May 2019. “CVA for Protection: A Mapping of IRC’s Use of Cash and Voucher Assistance to Help Achieve Protection Outcomes.” May 2019. https://www.alnap.org/system/ files/content/resource/files/main/1559138467.IRC%20-%20CVA%20for%20Protection%20vf.pdf

MCC, local partnerships and humanitarian standards

Featured

[Individual articles from the Winter 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

During the first MCC response in southern Russia (present-day Ukraine) in the early 1920s, MCC worked with local Mennonite institutions and committees to deliver urgent humanitarian assistance to respond to famine. While the humanitarian landscape has changed dramatically since MCC’s inception, MCC has continued to increase partnerships with local organizations, including local churches, faith-based organizations and other civil society organizations to provide humanitarian assistance to people impacted by conflict and disaster. In the last few decades, humanitarian principles and standards have significantly evolved to ensure more accountability to and ensure the rights of disaster-affected communities. MCC’s strength in responding to humanitarian crises is its wide network of local partners. MCC provides support based on requests from local organizations who are well connected to their local contexts and have access to affected communities. Because these organizations have longstanding relationships in their communities, they can respond quickly to emergency needs and offer assistance that is appropriate and responsive to ongoing needs and is sensitive to contextual challenges.

In June 1957, flour and cornmeal were distributed to storm victims in South Korea. In this photo, MCC service worker Joseph Smucker, of Goshen, Indiana helps to lift a tub of flour (weighing about 50 lbs) onto the head of a woman who is also carrying a baby on her back. Each recipient was allotted 5 lbs of flour per family member. (MCC photo)

MCC’s reliance on local partnerships also presents challenges, including in the ability to scale-up, and can cause tensions with humanitarian principles and standards. This article provides an overall summary of key humanitarian standards and the more recent emphasis on the localization of humanitarian assistance. It highlights examples of MCC’s response to various emergencies and how local partners enhance the quality and accountability of humanitarian assistance, while also noting areas of tension and growth.

Accountability to the people and communities affected by disasters stands at the centre of the Core Humanitarian Standard (CHS) adopted by international non-governmental organizations in 2015. Humanity, impartiality, neutrality and independence form the key principles that govern humanitarian action. The CHS builds off earlier humanitarian conventions, codes of conduct, principles and standards developed by the International Federation of Red Cross/Red Crescent Societies (IFRC), the Sphere project and other humanitarian coalitions and standards organizations. The CHS outlines nine commitments which can be grouped into three overall categories: 1) timely access to quality humanitarian assistance which builds local capacities; 2) participation of, communication with and accountability to affected communities; and 3) a commitment to learning and building the capacity and effectiveness of humanitarian actors. The examples and discussion below show how MCC’s approach of partnering with local organizations interfaces with these standards.

At times, partner requests can be at odds with minimum standards and humanitarian principles. Local organizations are often faced with political and social pressures to respond to as many communities and people as possible, pressures which, if acted on, can dilute the quality of assistance.

At the World Humanitarian Summit in 2017, governments, international aid organizations and United Nations agencies committed to reshape the humanitarian sector, articulated in what has come to be called the Grand Bargain Commitments. One of these commitments is to increase support and funding for local and national organizations in humanitarian action, often referred to as the “localization agenda.” The UN Secretary General called for humanitarian assistance to be “as local as possible and as international as necessary”—this includes a call for private and government resources to support local agencies, rather than relying on large international humanitarian agencies, and to commit multi-year funding to enable better response capacity. These commitments are based on the recognition that local civil society actors are often the first to respond to humanitarian crises and are an ongoing presence in their communities before and after these crises.

The first group of humanitarian standards refers to the importance of providing timely, quality and appropriate assistance, including assistance that builds local capacity and avoids harm. The strength of MCC’s relief response stems from its wide network of over 500 local partners. Local organizations are more connected and responsive to the needs of people affected in the communities they serve. Due to MCC’s existing partnerships in Syria, Iraq, Lebanon and Jordan, MCC has been able over the past decade to facilitate its largest response to a humanitarian crisis since World War II. Following the Nepal earthquake in 2015, existing community development partners were able to quickly identify affected communities in remote areas and to identify and address the most urgent needs, despite huge communication and logistical challenges. During the Israeli military’s bombardment of Gaza in 2014, MCC was among the first international organizations to respond to the immediate food and shelter needs of affected people. In countries such as Ethiopia, Kenya and Zimbabwe, MCC’s ongoing agriculture and food security work with vulnerable communities has paved the way for MCC to also respond during food security crises. MCC’s existing community development and peacebuilding partnerships allow it to quickly respond to humanitarian crises because of the pre-existing program these partner organizations have with vulnerable groups.

On July 17, 2014, a truckload of food packages were distributed by MCC partner Zakho Small Villages Project at an IDP (internally displaced persons) camp in northern Iraq–most of the IDPs fled the city of Mosul after its takeover by Islamic State group (also known as ISIS). More than 230 heads of household received the packages which contained basic cooking staples such as rice, lentils, oil and other ingredients, as well as some basic hygiene items. Names not used for security reasons. (MCC photo/Ryan Rodrick Beiler)

At the same time, MCC has faced challenges in some large-scale disaster responses because MCC either did not have existing local partners, as when it responded to the Japan earthquake in 2011 and to Typhoon Haiyan in the Philippines in 2013. Following the Indian Ocean tsunami in 2014, MCC worked to form new partnerships in Banda Aceh, Indonesia and Sri Lanka. MCC also built on local partnerships in India with other Canadian NGOs to form a multi-church agency response in southern India.

In the case of the 2010 Haiti earthquake, MCC had a broad network of local partners and significant resources to program. Over the course of MCC’s seven-year response, MCC undertook food security, shelter, water and sanitation and trauma healing responses through partnerships with Haitian organizations. MCC’s wide network of existing and new partners allowed MCC to mount an immediate, significant and multi-sectoral relief and recovery response. However, the final evaluation noted that MCC should have engaged with fewer partners and focused on fewer sectors. In a large-scale disaster response in which MCC raises significant resources and has a wide network of partners with urgent requests, it can be challenging to keep MCC’s overall response focused.

The capacity to provide timely and appropriate assistance depends on whether local partners have active programming and strong relationships in affected areas. When local partners have robust and active relationships with affected communities, they are also more likely to deliver quality and appropriate assistance. Food assistance is one of the most common requests that MCC receives from local partners. Local partners recommend culturally appropriate and quality food assistance. MCC’s local partners can help discern the proper modality of the humanitarian response (i.e., cash, vouchers or in-kind food baskets). When food baskets are identified as the best approach, local partners are well-positioned to determine the make-up of the food ration. Decisions about the mode and type of food items are then reviewed by MCC to ensure that they meet Sphere minimum standards, including standards that aim to ensure that households receive the required ration for dignity and survival. MCC and its partners together assess what shape humanitarian assistance initiatives should take, with partners bringing local knowledge about what communities name as the top priorities and about what they understand as appropriate, and with MCC assessing such requests through the lens of global humanitarian standards.

At times, partner requests can be at odds with minimum standards and humanitarian principles. Local organizations are often faced with political and social pressures to respond to as many communities and people as possible, pressures which, if acted on, can dilute the quality of assistance. MCC often pushes local organizations to focus their responses to meet minimum humanitarian standards for fewer communities and households, rather than diluting the response across too many recipients. When faced with overwhelming needs, MCC and its partners must maintain the overall principle of humanity, focusing on meeting the needs of the most affected communities to the necessary standard.

In this 2009 photo, Slavica Koncarevic (left), staff of MCC partner Bread of Life Belgrade (BOLB), distributes MCC canned turkey and blankets to members of the Roma community, a minority ethnic group that faces discrimination in education and employment. (MCC photo/Tim Friesen)

The second group of CHS principles relates to participation, communication and accountability. Affected people must help shape humanitarian responses, provide feedback and lodge complaints while those responses are underway and contribute to the evaluation of humanitarian responses. MCC has worked with various churches, faith-based organizations and other groups to set up or strengthen local disaster committees. These local committees will typically include local church leadership along with required skills, knowledge and representation from the affected community. In the case of MCC’s recent response to the crisis in the Kasai region of the Democratic Republic of the Congo, MCC worked with three Congolese Anabaptist church denominations to set-up local relief committees to develop and oversee the response, a multifaceted response targeting internally displaced Congolese that included food assistance, education support, livelihood recovery, trauma healing and peacebuilding components. The local relief committee offered input into the shape of the response, channeling feedback from youth leaders, the women’s commission of the church, church leadership and local government officials.

In addition to coordinating and delivering humanitarian assistance, relief committees provide invaluable counsel in identifying the priority needs the humanitarian assistance will aim to address and in selecting (or “targeting”) the priority households for receiving assistance. In the case of the Kasai response, the local relief committees, with strong accompaniment from MCC, helped in selecting the geographic areas in which they would respond as well as the priority households to receive assistance. Building on the humanitarian principles of humanity and impartiality, the committees selected households based on need, focusing on the most vulnerable, including households with pregnant or nursing mothers, unaccompanied children, people living with disabilities and the elderly. Diverse representation on relief committees, and particularly the involvement of displaced people themselves, strengthens accountability and the targeting of the response. This relief committee model helps protect church leadership who may be accused of discrimination based on church membership or affiliation or other characteristics (e.g., ethnicity or political affiliation). MCC has also worked hard to ensure there is better gender representation on these committees and worked toward integrating gender analysis into its humanitarian response.

In addition to overseeing the targeting of the response, local organizations also solicit feedback and manage complaints from communities receiving humanitarian assistance. Their presence in the community means that they can receive feedback and complaints more directly and are more accessible than staff from other outside agencies. A growing priority for MCC is to help local organizations set up formal feedback and complaint mechanisms in order to increase accountability to and participation of the affected community, as well as to prevent sexual exploitation and abuse, fraud and corruption. MCC continues to build its capacity to better work alongside local partners to ensure the participation of affected people throughout the assessment, design, monitoring and evaluation process, as part of a broader commitment that MCC’s humanitarian responses be adaptive and appropriate.

MCC humanitarian work over the past decades has increasingly relied on local partnerships, with MCC now almost exclusively working with local partners in disaster response.

Coordination and collaboration are also central to this second group of CHS principles. Local organizations are connected to the communities, organizations and government where they operate and often prioritize coordination with local government. At the same time, large international organizations coordinate through the UN cluster system which can often create barriers to participation from local organizations, including safety, language, social or cultural barriers. As an example, in the case of the Haiti earthquake, the initial UN coordination meetings were held in the MINUSTAH (UN Haiti peacekeeping force) compound, with the meetings conducted in English or French and not Haitian Creole. The meetings were often dominated by representatives of international NGOs from the global North with large capacity and were not accessible spaces for staff from smaller local organizations. MCC sometimes represents its local partners within these UN coordination mechanisms.

The last group of three CHS principles relates to organizational learning, capacity building and the effective use of resources. In 2017, MCC conducted a review of its program planning, monitoring and evaluation system. The findings and recommendations included the need for MCC to continue to increase partner and MCC staff capacity in assessment, design, monitoring and evaluation methods, particularly the use of participatory action research methods. The Keystone survey in 2013—an independent survey of MCC’s local partners—found that partners perceive MCC to be a learning organization and at the same time would like more MCC capacity building support in participatory monitoring evaluation methods.

MCC’s capacity building support helps ensure that MCC will have skilled partners who can adhere to humanitarian standards in the planning, implementation, monitoring and evaluation of humanitarian initiatives. MCC works at partner capacity building in multiple ways, including: a) sponsoring training on humanitarian principles and minimum standards, planning, monitoring and evaluation, and trauma healing and peacebuilding; b) helping organizations set up diverse local relief committees; c) facilitating learning exchanges between different groups; and d) providing significant accompaniment in assessment, planning and reporting. One of the criticisms of working through local organizations is their surge capacity—the ability (or lack thereof) of these small local organizations to scale-up to respond to large humanitarian needs. MCC’s approach has been to start small and scale-up as these partners demonstrate their capacity to manage larger initiatives. MCC humanitarian work over the past decades has increasingly relied on local partnerships, with MCC now almost exclusively working with local partners in disaster response. In our experience this model has allowed us to meet humanitarian standards and principles including ensuring an appropriate and quality response, accountability to, participation of and communication with disaster affected communities. MCC continues to build its capacity with long-term local partners, allowing MCC to scale-up over time and increase its capacity to respond to disasters through local partnerships while meeting humanitarian standards.

Soup being served at a school in Germany, 1947–48, as part of MCC relief efforts at the end of the Second World War. MCC particpated in a joint childfeeding program that reached 72,000 children in eight cities in southeastern Germany. (MCC photo/Heinz Wagener)

Bruce Guenther is MCC’s disaster response director, based in Winnipeg.

Core Humanitarian Standard on Quality and Accountability. Available at https:// corehumanitarianstandard.org/ the-standard.

The Sphere Handbook: Humanitarian Charter and Minimum Standards in Disaster Response. Geneva: Sphere Association, 2018. Available at https://www.spherestandards.org/.

Barbelet, Veronique. “As Local as Possible, As International as Necessary: Understanding Capacity and Complementarity in Humanitarian Action”. HPG Working Paper. London: Overseas Development Institute, 2018. Bennett, Christian, et al. Time to Let Go: Remaking Humanitarian Action for the Modern Era. London: Overseas Development Institute, 2016.

Recuperación a través de la coordinación: CCM y el terremoto de Nepal 2015

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

El terremoto de abril de 2015 en Nepal es un evento grabado en los recuerdos de muchos nepalíes. El inmenso daño provocado por el terremoto de magnitud 7,8 cobró la vida de casi 9,000 personas, hirió gravemente a alrededor de 22,000 más y destruyó más de 600,000 casas. El epicentro del terremoto que golpeó la aldea de Barpak del distrito de Gorkha destruyó todas las casas de la aldea. Los distritos de trabajo del CCM Nepal, Dhading, Lalitpur, Ramechhap y Okhaldhunga, se encontraban entre las regiones de Nepal más afectadas por el terremoto. Después del terremoto, la gente de Nepal experimentó los efectos del trauma y se enfrentó al panorama de una recuperación larga y difícil.

En las semanas posteriores al terremoto, el CCM Nepal apoyó distribuciones de respuesta rápida de alimentos de emergencia, artículos de aseo personal y suministros de refugio en Dhading, Okhaldhunga y Lalitpur a través de sus organizaciones asociadas existentes. El CCM movilizó un equipo de evaluación para estudiar el daño causado por el desastre y evaluar la capacidad del CCM y sus organizaciones asociadas para responder a las necesidades de recuperación. El CCM hizo un llamado humanitario a su base de apoyo, lo que resultó en una recaudación de aproximadamente US $ 3 millones para atender las necesidades de las personas más afectadas por el terremoto. Debido a la magnitud de los daños sufridos y las abrumadoras solicitudes de asistencia de las comunidades locales, el gobierno de Nepal aflojó las restricciones a las organizaciones internacionales no gubernamentales (ONG internacionales) que deseaban responder, lo que provocó una afluencia de ONGI que buscaban ayudar a las comunidades devastadas por el desastre.

En un contexto impredecible como el de un escenario de respuesta a desastres, es útil eliminar tantas barreras como sea posible para que las personas participantes se recuperen exitosamente del desastre.

La coordinación con el gobierno a lo largo de la respuesta al terremoto fue una experiencia de aprendizaje para el CCM y nuestras organizaciones asociadas, particularmente cuando el gobierno estaba pasando por un proceso de reestructuración federal. Dado que el CCM ya era una ONG internacional registrada en Nepal, nuestras asociaciones con organizaciones locales nepalís y el acuerdo gubernamental existente del CCM permitieron un proceso más fluido para obtener la aprobación del organismo gubernamental que supervisó el trabajo de respuesta a terremotos en Nepal, la Autoridad Nacional de Reconstrucción (NRA por sus siglas en inglés). Sin embargo, más importantes fueron las relaciones gubernamentales existentes que nuestras organizaciones asociadas tenían con las partes interesadas del gobierno a nivel local. Una parte clave de la promulgación de la constitución de Nepal de 2015 fue una descentralización del poder del nivel federal al nivel local, donde nuestras organizaciones asociadas se relacionan diariamente con los funcionarios del gobierno local y, a través de estas relaciones, reciben la aprobación y aceptación de los organismos del gobierno local para sus proyectos continuos de desarrollo.

Un ejemplo conmovedor de esta estrecha coordinación con los funcionarios del gobierno local proviene de nuestra organización asociada, Shanti Nepal, que llevó a cabo dos proyectos de recuperación de terremotos relacionados con agua, saneamiento e higiene (WASH) en el distrito de Dhading. En una conversación sobre el trabajo de Shanti, Devi Prasad Silwal, vicepresidente del municipio rural, dijo: “Puedo confiar en Shanti Nepal con los ojos cerrados. No habrá dudas sobre la calidad y sostenibilidad de su trabajo”. Este elogio del gobierno local en Dhading va más allá de las palabras: tanto Shanti como el CCM han notado un aumento en las contribuciones financieras a los proyectos de los municipios ahora que los fondos también se están descentralizando y se están desembolsando más ampliamente a las ONG del nivel municipal.

Las relaciones sólidas con los funcionarios del gobierno local combinados con el uso de estructuras y grupos locales para planificar y administrar proyectos han llevado a un aumento en la apropiación comunitaria del trabajo de Shanti. Por ejemplo, uno de los proyectos de recuperación de terremotos de Shanti incluyó la reparación de un sistema de agua potable en la aldea de Baspur en el distrito de Dhading. Al igual que con la mayoría de sus otros proyectos, Shanti involucró al grupo local de madres y al comité de usuarios de agua existentes para ayudar en la reconstrucción y gestión continua del sistema de agua. Los grupos de madres son iniciativas dirigidas por el gobierno que utilizan grupos de mujeres organizados localmente para liderar y apoyar iniciativas de desarrollo comunitario. Estos grupos ya estaban establecidos antes del terremoto, desempeñando un papel clave en la gestión local del trabajo de Shanti. Para este sistema de agua en Baspur, el grupo de madres recolecta dinero de las usuarias cada mes para las necesidades de mantenimiento y también organiza educación comunitaria sobre prácticas de higiene y saneamiento.

Ashok Nepal trabaja en su campo de verduras en el Comité de Desarrollo de la Aldea Ragani del Distrito de Okhaldhunga, Nepal. Nepal participó en una capacitación sobre producción de cultivos comerciales y hortalizas realizada por la organización asociada del CCM SAHAS (Grupo de manos amigas). SAHAS le había proporcionado semillas para permitirle plantar repollo, chiles y cilantro. (Foto del CCM / Avash Karki).

La misma ventaja de descentralizar el poder político a nivel local también, a veces, sirvió como un desafío durante nuestro proyecto de recuperación del terremoto. Nuestra organización asociada, la Institución Rural para el Desarrollo de la Comunidad (RICOD por sus siglas en inglés), implementó un proyecto de recuperación en el distrito sur de Lalitpur que brindó apoyo complementario para la reconstrucción de viviendas para familias que habían sido certificadas por los ingenieros de la NRA como elegibles para asistencia. Esto requería que las familias presentaran adecuadamente un reclamo ante la NRA para recibir asistencia, lo cual fue un proceso confuso para muchas personas. Luego, las familias necesitaban reconstruir sus hogares por etapas, recibiendo una aprobación a incrementos de la NRA después de completar cada paso del proceso de reconstrucción. La complejidad de este proceso llevó a retrasos en los proyectos, y en 2017, en medio del proceso de reconstrucción, se celebraron elecciones locales en Nepal por primera vez en 20 años. En una comunidad en la que trabajaba RICOD, el presidente del barrio recién elegido exigió, repentinamente, que RICOD proporcionara apoyo para la vivienda a todos los hogares de su barrio o tendrían que retirarse del trabajo en su comunidad. A pesar de abogar ante este funcionario, RICOD creyó que la forma más adecuada y ética de avanzar era alejarse de esa comunidad para trabajar en otra área. Al buscar una nueva comunidad en la que trabajar, RICOD se enfrentó a intentos adicionales de funcionarios del gobierno local que intentaban influir en la selección de las personas participantes, y esos funcionarios, a menudo, priorizaban a las personas que no eran las más necesitadas. Alrededor de este tiempo, RICOD comenzó a aumentar su comunicación con los funcionarios locales de la NRA, lo que permitió una mayor confianza y coordinación y finalmente abrió la puerta a una nueva comunidad asociada donde RICOD pudo implementar con éxito el resto de su proyecto.

Al pensar en las lecciones aprendidas de nuestro programa de recuperación de terremotos, resumiríamos nuestros aprendizajes de esta manera: en un contexto impredecible, como un escenario de respuesta a desastres, es útil eliminar tantas barreras como sea posible para que las personas participantes se recuperen exitosamente del desastre. Algunas cosas, tales como la implementación de una nueva estructura federal y elecciones locales, no se pueden controlar. Sin embargo, podemos controlar si decidimos participar en un trabajo de recuperación que depende de la acción exitosa y oportuna del gobierno y otros actores. En el futuro, minimizaríamos este tipo de programación de recuperación porque simplemente hubo demasiados retrasos y riesgos introducidos en la implementación de los proyectos. En cambio, construiríamos en el éxito que nuestras organizaciones asociadas experimentaron en este esfuerzo de recuperación mediante la utilización de grupos y redes comunitarios existentes para llevar a cabo proyectos de recuperación. Los grupos de madres, los grupos de usuarios de agua y las organizaciones comunitarias parecen encajar perfectamente con el trabajo de nuestras organizaciones asociadas en la planificación, implementación y gestión continua de sus proyectos.

Si bien los aspectos de estos aprendizajes son exclusivos del contexto de Nepal, es un recordatorio general de que la asociación continúa siendo la mejor manera de responder a los desastres locales. Vemos a nuestras organizaciones asociadas como los vehículos principales para el trabajo del CCM Nepal, y estamos descubriendo que estas asociaciones se refuerzan aún más a través del involucramiento y construcción de relaciones con las partes interesadas del gobierno local y grupos comunitarios.

Avash Karki es oficial de apoyo al programa de terremotos del CCM Nepal. Ryan Fowler es el representante del CCM Nepal.


Bracken, Louise, Hannah Ruszczyk and Tom Robinson. Evolving Narratives of Hazard and Risk: The Gorkha Earthquake, Nepal, 2015. New York: Palgrave Macmillan, 2018.

Gautam, Dipendra and Hugo Rodrigues. Eds. Impacts and Insights of the Gorkha Earthquake. Amsterdam: Elsevier, 2018.

Lecciones aprendidas de las iniciativas de ayuda humanitaria del CCM Haití después del terremoto de 2010

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

El 12 de enero de 2010, un terremoto masivo azotó a Haití, matando a más de 100,000 personas (algunas estimaciones colocan la cifra de muertos mucho más alta), destruyendo decenas de miles de hogares y negocios y dañando gravemente la infraestructura del país. En los meses y años siguientes, el CCM, que ha estado operando en Haití desde 1958, emprendió una respuesta humanitaria y de rehabilitación a gran escala (para el CCM). A continuación se puede encontrar un resumen de las facetas clave de la respuesta al terremoto de varios años del CCM. En este artículo, Herve Alcina, coordinador de logística y ayuda humanitaria para la respuesta al terremoto, reflexiona sobre las lecciones que el CCM aprendió al unirse a las iglesias haitianas y organizaciones comunitarias para responder a las necesidades de las personas y comunidades devastadas por el terremoto.

Mary Sony se sienta junto a su puesto en el mercado en Puerto Príncipe, Haití, el cual perdió en el terremoto de enero de 2010, lo que hizo que le fuera muy difícil ayudar a mantener a su familia. Sony participó en un programa de recapitalización dirigido por la Fundación Ecuménica para la Paz y la Justicia (FOPJ por sus siglas en inglés), una organización asociada del CCM, para reabastecer productos y capacitar a los vendedores sobre cómo administrar el dinero y brindar servicio al cliente. (Foto del CCM / Silas Crews).

¿Cuáles fueron los éxitos en las distribuciones de asistencia humanitaria después del terremoto de 2010 en Haití?

Una de las cosas que el CCM hizo muy bien después del terremoto fue responder rápidamente. Mucha gente tenía necesidades apremiantes y el CCM estaba allí para responder de cualquier manera en que pudiéramos. Distribuimos lonas, baldes de ayuda, baldes para filtrar agua, carne enlatada, colchas, paquetes de higiene, alimentos de emergencia como arroz y frijoles y otros artículos que la gente necesitaba con urgencia. También trabajamos con comités locales en los campamentos. Esto nos ayudó a poder trabajar más directamente con la gente local y fue una fortaleza de nuestra respuesta.

¿Qué lecciones aprendió el CCM de su respuesta al terremoto de Haití?

Había tantas necesidades y tanto sufrimiento, por lo que decidimos hacer evaluaciones después de que el proyecto estaba en marcha y descubrimos que algunas personas habían recibido suministros de varias organizaciones. Algunas personas recibieron ayuda aunque ni ellas ni sus familias habían sido impactados por el terremoto. Aprendimos sobre la necesidad de realizar evaluaciones antes de que comiencen los proyectos, incluso si eso significa retrasar el proyecto unos días. Aprendimos que si vamos a dar una respuesta que requiera habilidades especializadas, como la construcción de casas, debemos asegurarnos de que nuestro equipo tenga la capacidad suficiente para administrar proyectos altamente técnicos. Deberíamos centrarnos más en lo que ya somos expertos y no comenzar a hacer nuevos tipos de trabajo después de un desastre, incluso si hay una gran necesidad.

Aprendimos que si vamos a dar una respuesta que requiera habilidades especializadas, como la construcción de casas, debemos asegurarnos de que nuestro equipo tenga la capacidad suficiente para administrar proyectos altamente técnicos. Deberíamos centrarnos más en lo que ya somos expertos y no comenzar a hacer nuevos tipos de trabajo después de un desastre, incluso si hay una gran necesidad.

Una de las cosas difíciles del terremoto fue programar cantidades tan grandes de dinero. Al ver hacia atrás, creo que, a veces, nuestros proyectos eran demasiado grandes para organizaciones asociadas que nunca habían manejado proyectos de ese tamaño. A veces, eso creó conflictos y condujo a proyectos que no funcionaron tan bien como nos hubiera gustado.

Un desafío en la distribución de asistencia humanitaria después del terremoto fue que no siempre había un sistema sólido de coordinación y comunicación entre las ONG. Eso es algo que creo que siempre podemos mejorar para cualquier respuesta a desastres.

¿Cómo ha integrado el CCM Haití las lecciones de la respuesta al terremoto de 2010 en respuestas de emergencia más recientes?

El CCM en Haití trabaja con personas vulnerables, y a veces es más difícil acceder a esas personas vulnerables —ya que están más lejos de las oficinas del CCM y puede que no haya un camino que nos lleve a ellas. Sin embargo, hemos trabajado duro para no olvidar estas comunidades aisladas, incluso cuando otras ONG las hayan abandonado.

Aprendimos muchas lecciones sobre la distribución de ayuda humanitaria después del terremoto de 2010. Desafortunadamente para Haití, hemos tenido tres respuestas a desastres en los últimos tres años donde hemos podido practicar la aplicación de las lecciones que aprendimos. Después del huracán Matthew (2016), el huracán Irma (2017) y el terremoto de 2018, realizamos evaluaciones rápidas de campo antes de considerar cualquier proyecto. La realización de estas evaluaciones fue muy útil y nos hizo más efectivos para llevar los recursos del CCM a las personas más vulnerables.

El CCM Haití ha estado trabajando arduamente a lo largo de los años desde el terremoto de 2010 para realizar más talleres de capacitación para nuestras organizaciones asociadas en temas como primeros auxilios psicológicos, cómo desarrollar mejores planes de proyectos y cómo proteger a las personas vulnerables. Todas estas cosas han resultado en mejores respuestas a desastres del CCM y nuestras organizaciones asociadas.

Los aprendizajes esenciales de la respuesta al terremoto de 2010 incluyen lo siguiente:

  • Hemos aprendido que necesitamos construir sobre la experiencia y especializaciones de nuestro personal. Hemos aprendido que no somos tan buenos en proyectos de vivienda, por lo que ya no los hacemos, pero somos muy buenos en el trabajo agrícola a corto y largo plazo, por lo que hemos incluido este aspecto en muchos de nuestros proyectos de desastres donde las personas perdieron sus huertos y medios de vida.
  • Aprendimos que, a veces, los proyectos pueden ser demasiado grandes para que las organizaciones asociadas los administren, y que necesitan proyectos de menor escala que se expandan gradualmente, por lo que el CCM ha trabajado para desarrollar la capacidad de nuestros asociados de manera más gradual e intencional con proyectos más pequeños que progresivamente se hacen más grandes, en lugar de buscar desarrollar proyectos muy grandes como después del terremoto de 2010, proyectos que resultaron difíciles de manejar para las organizaciones asociadas. Esto nos ha permitido construir organizaciones asociadas más fuertes en quienes confiamos más en su capacidad para implementar proyectos más grandes.
  • Una lección importante que aprendimos de la evaluación de la respuesta del CCM al terremoto es mantenernos fieles a nuestros valores. El CCM en Haití trabaja con personas vulnerables, y a veces es más difícil acceder a esas personas vulnerables —ya que están más lejos de las oficinas del CCM y puede que no haya un camino que nos lleve a ellas. Sin embargo, hemos trabajado duro para no olvidar estas comunidades aisladas, incluso cuando otras ONG las hayan abandonado. Por ejemplo, después del huracán Matthew en 2017, todas las grandes ONG fueron al sur de Haití, donde se produjo la peor destrucción, pero también hubo personas que perdieron sus hogares y huertos en el Valle Artibonite, personas que no tenían una voz para decir que necesitaban ayuda, pero nuestras organizaciones asociadas sabían que necesitaban nuestra ayuda y abogaron por estas personas para que no fueran olvidadas. El CCM les respondió, trayendo a estas comunidades carne enlatada, colchas y baldes de ayuda. A través de estas pequeñas acciones, el CCM se solidarizó con estas comunidades rurales frecuentemente descuidadas y reconoció su sufrimiento.
  • Una lección importante que hemos aprendido es almacenar previamente los recursos humanitarios, lo que permite distribuciones de ayuda más rápidas y eficientes. Cada año, el CCM Haití recibe un contenedor lleno de suministros básicos de emergencia que el CCM podría necesitar si un desastre golpeara a Haití nuevamente, suministros como colchas, baldes de ayuda y carne enlatada. Mantenemos estos recursos materiales almacenados en los terrenos de nuestra oficina, por lo que estamos listos en cualquier momento para responder. Este almacenamiento previo nos permitió responder dentro de las 48 horas a un desastre reciente. Me enorgullece haber podido ayudar a las personas rápidamente en su momento de necesidad.
Nicholas Mardoché lleva una caja de carne enlatada de un camión de reparto a un almacén en el Campamento Galilea, que se convirtió en el hogar de muchas personas, incluyendo a Mardoché, después del terremoto de enero de 2010 en Puerto Príncipe, Haití. En la tarde del 12 de enero de 2010, un terremoto de magnitud 7,0 MW devastó Puerto Príncipe, la capital de Haití y las áreas circundantes. Para el 24 de enero, hubo al menos 52 réplicas de 4.5 o más, lo que causó más daños y lentificó la recuperación. (Foto del CCM / Ben Depp).

Herve Alcina ha coordinado las respuestas de logística y ayuda material del CCM Haití al terremoto de 2010, al huracán Matthew (2016), al huracán Irma (2017 y al terremoto del 2018).



Dubois, Laurent. Haiti: The Aftershocks of History. New York: Picador, 2013.

Farmer, Paul. Haiti after the Earthquake. New York: Public Affairs, 2012.

Frerichs, Ralph R. Deadly River: Cholera and Cover-Up in Post Earthquake Haiti. Ithaca, NY: ILR Press, 2017.

Katz, Jonathan M. The Big Truck. That Went By: How the World Came to Save Haiti and Left Behind a Disaster. New York: St. Martin’s, 2014.

The use of cash and voucher assistance for protection outcomes in humanitarian assistance

[Individual articles from the Winter 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

The majority of MCC’s humanitarian assistance programming over the past century has involved the distribution of food and non-food items. However, over the past decade the distribution of cash and voucher assistance (CVA) has become one of the fastest growing types of humanitarian interventions, including within MCC. While CVA has become well-established within MCC and across the humanitarian sector as a tool for improving food security, providing for basic needs and strengthening social safety nets in shock-prone areas around the world, the impact of CVA programs is still being assessed by MCC and other humanitarian actors. This article discusses the promising impact of CVA on protection programming, examining how CVA has the potential not only to improve food and economic security for uprooted and marginalized families, but can also help protect vulnerable groups (such as women, girls and boys) from different types of violence stoked by desperate economic conditions.

Prior to implementing cash and voucher assistance in any context, one must undertake a comprehensive gender analysis to understand the potential impact cash may have on community and household dynamics and on individual safety, particularly for vulnerable groups in that context. In some instances, distributing cash may increase pre-existing vulnerabilities (e.g., contexts in which men in a family control cash resources), leading to negative protection outcomes and placing individuals at higher risk of experiencing harm. In all humanitarian settings, an analysis of pre-crisis gender relations should be included in the gender analysis to gain a better understanding of how expectations around roles and responsibilities would function under normal circumstances and how those roles have shifted in crisis situations. The gender analysis should consult local women, men, girls, boys and other vulnerable groups in order to better inform the planned programming and challenge pre-existing ideas of gender relations and preferred programming that project staff may have. It is particularly important not to assume that gender-based targeting is the ideal strategy in all contexts; in some instances, this type of targeting may reinforce traditional gender norms or place women and girls at increased risk of gender-based violence (GBV).

Providing a one-time cash transfer on an individual or household basis depending on need can allow households to cover key expenses that may otherwise put vulnerable individuals at greater risk of harm in high stress situations.

While the primary use of cash and vouchers in assistance programming often seeks to meet basic household needs (such as rental assistance, household items and food assistance), there are secondary outcomes related to gender equity and protection that can be linked back to the implementation of cash-based assistance. In a recent evaluation of MCC’s voucher assistance programming in Lebanon, many women participating in the monthly food voucher program noted that the voucher had not only had a direct impact on the amount and quality of food their families were consuming, but that there was also an impact on their feeling of self-worth within the family. Participation in the voucher program meant for these women that they were able to contribute something substantial to the household’s purchasing power, including the ability to choose and purchase food, and that stress levels in the household declined due to the knowledge that predictable monthly vouchers would be available to cover their food needs. While not explicitly linked to reduction of GBV, it is a justifiable assumption that reduced stress levels within the household can contribute to reduced tension and violence.

Other responses undertaken by other agencies, such as International Rescue Committee (IRC), include: providing cash assistance to displaced individuals; helping to replace lost documents in order to gain access to government and NGO services; and providing unconditional cash transfers to adolescent girls with the goal of reducing early marriage, unsafe working conditions and exposure to transactional sex. An emerging use for cash assistance for protection is the use of cash to support a survivor-centered response to GBV. In this type of response, cash is used as part of a broader GBV response programme, in which survivors are provided with psychosocial support as well as cash assistance in order to help survivors access core response services such as safe housing, medical care and livelihoods training that would otherwise be inaccessible due to unaffordable costs or limited financial resources.

In sudden-onset emergencies, cash programming can be used to provide families with short-term cash transfers to promote early recovery and address issues related to protection risks, or issues that will leave individuals more vulnerable to protection risks down the line. In these responses, cash and voucher programing can be used for non-reoccurring expenses, such as replacing roofing material or covering urgent medical needs. Providing a onetime cash transfer on an individual or household basis depending on need can allow households to cover key expenses that may otherwise put vulnerable individuals at greater risk of harm in high stress situations.

Syrian refugee Ahmad* buys groceries with vouchers provided through an MCC project in Beirut, Lebanon in 2014. MCC partner Popular Aid for Relief and Development (PARD) distributed the vouchers to Syrians living in Lebanon, to help relieve the burden on host communities and reduce tension between hosts and refugees. (MCC photo/Silas Crews)

*Full name not used for security reasons.

In a recent study carried out by the Cash Learning Partnership (CaLP), researchers found that cash and voucher programming had a positive impact on reducing intimate partner violence in 80% of projects surveyed when programmed in conjunction with other GBV activities addressing root causes of violent behavior. Cash assistance was found to reduce tensions within the household related to income insecurity. This type of assistance was also found to delay or prevent early and forced marriage in acute situations where cash was able to alleviate family desperation. However, cash alone was not able to change the underlying beliefs that lead to early or forced marriage, highlighting the need for cash programming to be integrated into a more comprehensive approach to protection.

As cash and voucher assistance programming has become recognized as a growing component of humanitarian response programming, it is important to assess the impact of this assistance in order to achieve optimal results. The use of cash and voucher assistance in protection programming is still an emerging area of programming and research that shows a good deal of promise in providing survivors of GBV and vulnerable populations with additional resources and tangible outcomes around safety and protection in humanitarian assistance programming.

Annie Loewen is an MCC humanitarian assistance coordinator based in Winnipeg.


Cross, Allyson; Tenzin Manell and Melanie Megevand. November 2018. Humanitarian Cash Transfer Programming and Gender-Based Violence Outcomes: Evidence and Future Research Priorities. Cash Learning Partnership (CaLP). Available at http://www.cashlearning.org/downloads/genderandctpwrcirc.pdf

Allen, Samantha. May 2019. “CVA for Protection: A Mapping of IRC’s Use of Cash and Voucher Assistance to Help Achieve Protection Outcomes.” May 2019. https://www.alnap.org/system/files/content/resource/files/main/1559138467.IRC%20%20CVA%20for%20Protection%20vf.pdf

Escuchando (nuevamente) el Proceso de Escucha de Katrina del CCM

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Hace casi quince años, el huracán Katrina inundó Nueva Orleans y otras comunidades a lo largo de la costa del Golfo de los Estados Unidos. En cuestión de días, más de 2,000 personas murieron o desaparecieron, y al menos 1.5 millones de residentes de Nueva Orleans huyeron de la ciudad para esperar a que el agua retrocediera. Casi 500,000 personas permanecen en la diáspora—casi uno de cada tres residentes de Nueva Orleans pre-Katrina— la mayoría de los cuales formaban parte de una comunidad histórica afroamericana que ha sido parte de la ciudad durante generaciones. Para estos y otros pueblos históricamente marginados a lo largo de la costa del Golfo, el impacto del desastre natural de Katrina se multiplicó por los desastres antinaturales y continuos del racismo y otras formas de opresión sistémica ya presentes en la región. Estos problemas complejos y superpuestos hicieron que responder a Katrina fuera un proceso extremadamente desafiante, cuyo impacto continúa hoy.

Desde el tsunami, el apoyo psicosocial tiene prioridad en muchas respuestas a desastres del CCM, junto con el suministro de agua, alimentos y albergue de emergencia en los primeros días, y luego la recuperación de medios de vida, educación y albergue a largo plazo en los siguientes meses y años.

Este artículo se basa en documentos fuente primarios y evaluaciones secundarias de la respuesta del CCM a Katrina, que comenzó inmediatamente después del huracán. De acuerdo con el memorándum de entendimiento entre el CCM con el Servicio de Desastres Menonita, en el que MDS (por sus siglas en inglés) responde a desastres en los Estados Unidos y Canadá y el CCM responde a desastres en otras partes del mundo, MDS emprendió la respuesta Menonita inicial al desastre de Katrina. Sin embargo, pronto se hizo evidente que la devastación de Katrina no tenía precedentes. MDS invitó al CCM a responder con recursos materiales y financieros en asociación con MDS y otras agencias. Estos grupos proporcionaron una respuesta oportuna que, según las organizaciones asociadas locales, satisfizo efectivamente las necesidades humanas inmediatas. Sin embargo, evaluaciones posteriores plantearon dudas sobre el impacto a largo plazo de la respuesta humanitaria. Una revisión de estas evaluaciones revela cómo Katrina ofrece una lección importante pero desafiante sobre cómo los patrones predeterminados y los modos de operación institucional, a veces, pueden contribuir a aumentar el daño en una comunidad en lugar de contribuir a su sanidad.

En el caso de la respuesta del CCM a Katrina, surgió una brecha entre las buenas intenciones y el efecto real. Las evaluaciones sugirieron que durante las primeras etapas de Katrina, el CCM tuvo dificultades como institución para lidiar con las deficiencias en su competencia cultural y con su racismo internalizado. En particular, el CCM disminuyó el papel que las personas de color locales en las comunidades afectadas podrían tener en la configuración de la respuesta. Las evaluaciones encontraron que la toma de decisiones que dio forma a la respuesta del CCM generalmente estaba anidada en las oficinas del CCM lejos de la comunidad, dirigida por personal y liderazgo que eran predominantemente blancos, Menonitas y hombres, en lugar de con aquellas personas que tenían más en juego de llevar a cabo una respuesta que se ajustara a la escala y tipo de desastre que demandaba Katrina.

Después de la fase inicial, el personal del CCM de Paz & Justicia de EE. UU. formó un grupo llamado Proceso de Escucha de Katrina (KLP por sus siglas en inglés) para abordar las preocupaciones profundas y emergentes sobre la devastación de Katrina y la respuesta del CCM. La visión del KLP era “crear relaciones mutuamente auténticas y saludables siguiendo la sabiduría de las comunidades locales en la configuración de este y futuros proyectos… y desafiar amorosamente a la institución para que responda de acuerdo con su compromiso de convertirse en una organización antirracista”.

Escuchar adecuadamente el conocimiento de las comunidades marginadas depende de la capacidad del CCM como institución para desarrollar relaciones auténticas con las comunidades locales, incluyendo las comunidades de color.

En los meses siguientes, el KLP realizó entrevistas y consultas en Nueva Orleans y otras comunidades del Golfo. Los miembros del KLP escucharon historias de comunidades de color afectadas por Katrina, muchas de las cuales notaron cómo el material externo y la ayuda financiera durante la crisis pesaron mucho en sus comunidades. Si bien muchas personas entrevistadas expresaron su aprecio por los recursos inmediatos, también reconocieron que la afluencia abrumadora de personas y recursos equivalía a lo que una persona sobreviviente del huracán llamó un “caos de generosidad”, señalando cómo la respuesta aumentó la carga sobre sus comunidades. Otra persona sobreviviente comentó sobre la dificultad de lidiar con el trauma de perder el hogar, comunidad y tierra, mientras también se manejaba el trauma de gente desconocida recién llegada que buscaba ayudar. Lo que faltaba en la respuesta, dijeron estas personas entrevistadas, era un compromiso permanente de recibir instrucciones de las comunidades afectadas y, específicamente, abordar sus preocupaciones sobre el desplazamiento sistémico y despojo que se desarrollaba justo delante de sus ojos.

Lo que estas comunidades afectadas vieron como crítico para una respuesta humanitaria apropiada no era simplemente la provisión de ayuda material y financiera, sino la necesidad de una intensa incidencia y organización en torno a los problemas centrales de la opresión sistémica. A raíz de Katrina, las comunidades afroamericanas se enfrentaron a la eliminación tangible de su comunidad, una realidad en la que sus propios hogares y vecindarios estaban siendo aniquilados. Les preocupaba la prevalencia de la actividad policial que conducía al arresto y detención aleatorios de miembros de la comunidad. Tenían ansiedad por el creciente interés entre las personas recién llegadas en la reconstrucción y “revitalización” de una comunidad que históricamente era su hogar, una preocupación de que la reconstrucción enmascararía la gentrificación, o si no, el bloqueo económico y cultural del histórico Nueva Orleáns retornaría. Estas preocupaciones lamentablemente terminaron teniendo sentido. Las respuestas bien intencionadas pero las acciones mal dirigidas contribuyeron a formas sistémicas de eliminación y despojamiento.

La capacidad de acompañamiento antirracista, en gran medida, depende de la voluntad de un CCM de enfrentarse con sus propios patrones culturales y hábitos de racismo internalizado e institucional. En ausencia de tal enfrentamiento, sigue habiendo un riesgo inevitable de hacer daño.

Por supuesto, esto no significa que toda la historia de la respuesta de Katrina del CCM fuera perjudicial. El KLP resultó en una redirección reflexiva. Se estableció un proceso de discernimiento, por un ejemplo, que permitiría a los miembros de la comunidad local proveer información a la respuesta del CCM en desarrollo. Se identificaron y nombraron problemas sistémicos, cambiando la respuesta de satisfacer las necesidades inmediatas a una de seguir a las organizaciones asociadas que confrontaron esos problemas sistémicos. El personal reflexivo siguió escuchando y buscó elaborar una respuesta antirracista. La oficina del CCM en Washington, D.C., se volvió activa en algunos temas relacionados con Katrina, como abogar por un mayor acceso a viviendas asequibles y de bajo costo. No obstante, el KLP no tuvo el impacto duradero que sus participantes imaginaron que tendría. Muchas personas de las que formaron parte del proceso consideraron que el CCM dedicó muy poco esfuerzo al trabajo de escuchar y remodelar los patrones institucionales. Las evaluaciones muestran que el KLP se cerró sin un sentido claro entre sus miembros de que el CCM como institución había aprendido de sus errores.

A pesar de su efecto limitado, el KLP ofrece lecciones con las que el CCM lidia hoy. Nos recuerda, por ejemplo, que las comunidades más afectadas por los desastres saben íntimamente lo que necesitan. El conocimiento y experiencia locales, especialmente entre los segmentos más oprimidos y marginados de una comunidad, representan el genio e imaginación que son críticos para la resiliencia comunitaria. Uno podría imaginar cómo se vería una respuesta, por ejemplo, si las matriarcas afroamericanas pobres de una de las comunidades poderosas e históricas de Nueva Orleans tomaran la iniciativa para determinar los resultados deseados de las respuestas humanitarias desde el principio.

Escuchar adecuadamente el conocimiento de las comunidades marginadas depende de la capacidad del CCM como institución para desarrollar relaciones auténticas con las comunidades locales, incluyendo las comunidades de color. El KLP muestra que cuando una organización se está preparando para un proyecto a largo plazo o está respondiendo a una crisis de emergencia, las relaciones saludables, auténticas, antirracistas y cultivadas activamente importan—decisivamente. Las relaciones permiten la escucha que es esencial para los elementos más cruciales de una respuesta efectiva, y la escucha es aún más crucial en el contexto de un desastre.

El KLP también reconoció que sin un trabajo continuo y transformador interno, arraigado en un profundo compromiso con el antirracismo, el desafiar viejos patrones y hábitos que bajo presión causan daño resulta muy difícil. Los lentes y conjuntos de habilidades para trabajar de manera antirracista deben compartirse ampliamente en el CCM. En resumen, la capacidad de acompañamiento antirracista depende en gran medida de la voluntad del CCM de enfrentarse con sus propios patrones culturales y hábitos de racismo internalizado e institucional. En ausencia de tal enfrentamiento, sigue habiendo un riesgo inevitable de hacer daño.

En octubre de 2005, los voluntarios del Servicio de Desastres Menonita (MDS por sus siglas en inglés) Duane y Joan Kauffman, de Harlan, Kentucky, reparan el techo del centro para niños ubicado junto a la Iglesia Amor Viviente en Metairie, Louisiana. Los vientos del huracán Katrina habían arrancado muchas de las tejas del edificio. (Foto del CCM / LaShinda Clark).

Finalmente, el KLP muestra precisamente por qué la memoria institucional y lecciones del pasado importan. El CCM tuvo una unidad -a intervalos- durante casi veinticinco años en Nueva Orleans, llevando a cabo trabajos contra el racismo. Sin embargo, esta historia no dio mucha forma a la respuesta del CCM a Katrina. Como se indicó en otra evaluación, las instituciones como el CCM deben priorizar la preservación de historias. Se deben preservar las lecciones del pasado para que los(as) futuros(as) trabajadores(as) puedan reclamarlas significativamente y aprender de ellas, y así ver mejor las dificultades de los patrones y hábitos institucionales en el futuro.

Cuando ocurra el próximo desastre, ¿responderá el CCM de manera diferente? Algunos de nuestros aprendizajes indican que podemos. Sin embargo, hay que tener en cuenta las formas en que la crítica histórica es más fácil que lidiar con el presente. El KLP ofrece un recordatorio de que una organización verdaderamente antirracista debe esforzarse continuamente para cambiar. Con ese fin, el KLP y otros procesos de aprendizaje como este representan la crítica interna que es necesaria para que el CCM persista en una difícil lucha para convertirse en una institución capaz de trabajar contra el racismo.

Andrew C. Wright es director de programa para el CCM Central States.


Chambers, Robert. Whose Reality Counts? Putting the First Last. Second Edition. London: Intermediate Technology Publications, 1999.

Crutcher, Jr., Michael E. Tremé: Race and Place in a New Orleans Neighborhood. Athens, GA: University of Georgia Press, 2010.

Enarson, Elaine. “Women and Girls Last? Averting the Second Post-Katrina Disaster,” Social Science Research Council. June 11, 2006. Disponible en: https://items.ssrc. org/understanding-Katrina/ women-and-girls-last-averting-the-second-post-Katrina-disaster/

Gavin, Alice. “Reading Katrina: Race, Space and an Unnatural Disaster,” New Political Science, 30/3 (September 2008): 325-346.

Klein, Naomi. The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism. New York: Picador, 2008. Woods, Clyde A. Development Drowned and Reborn: The Blues and Bourbon Restorations in Post-Katrina New Orleans. Eds. Jordan T. Camp and Laura Pulido. Athens, GA: University of Georgia Press, 2017.

Lecciones de la respuesta del CCM al tsunami de 2004

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

En mi mente, siempre pienso en “El Tsunami”, con E y T mayúsculas, aunque hayan acontecido otros tsunamis. El tsunami que azotó el Océano Índico el 26 de diciembre de 2004 se convirtió en un importante punto de referencia de antes y después para mi esposo, Dan, y para mí en el transcurso de nuestros 12 años como representantes del CCM en Indonesia. Al reflexionar sobre la respuesta del CCM al tsunami que continuó durante los años siguientes, varios aprendizajes duraderos se destacan.

El contexto importa: el tsunami no fue solo un desastre natural. La provincia Aceh de Indonesia había estado involucrada en una guerra civil por la independencia de Indonesia durante casi treinta años en el momento del terremoto del Océano Índico. El presidente indonesio en ese momento, Megawati Sukarnoputri, había declarado la ley marcial el año anterior. El gobierno impedía que las organizaciones internacionales de derechos humanos y organizaciones humanitarias ingresaran a la provincia y las agencias de noticias internacionales estaban restringidas a la capital provincial. Durante los primeros seis meses después del tsunami, la respuesta tuvo lugar en una zona de guerra con personas que sufrían múltiples traumas. Recuerdo una visita inicial en Aceh a un campamento de personas desplazadas en una colina boscosa y soleada con vistas al océano. Solo más tarde supimos que las personas en el campamento estaban aterrorizadas con una serie de temores— no solo por el tsunami que acababan de experimentar, incluyendo sentimientos de pérdida profunda, incertidumbre y réplicas continuas, sino también el peligro de estar cerca del bosque con guerra activa a su alrededor. En los primeros días de la respuesta, pasamos tiempo con una organización asociada de Indonesia que trabajaba con un grupo de estudiantes de enfermería de Aceh. Recuerdo el miedo y la preocupación cuando dos valientes jóvenes se prepararon para salir en un camión cargado de suministros por las montañas para encontrar un camino a Meulaboh a través de la zona de conflicto. La apertura de Aceh a periodistas y trabajadores humanitarios fue un factor que contribuyó a la firma de un acuerdo de paz el 12 de agosto de 2005, seis meses después del tsunami.

El tsunami no fue solo un desastre natural. La provincia indonesia de Aceh había estado involucrada en una guerra civil por su independencia de Indonesia durante casi treinta años en el momento del terremoto del Océano Índico.

Las conexiones interreligiosas son importantes: recientemente, un trabajador indonesio del CCM vino a visitar Ohio. Cuando se le preguntó en un culto: “¿Por qué el CCM construyó una escuela para musulmanes después del tsunami?”, su respuesta fue simple. “Porque la necesitaban”. Aceh es conocida como la “Veranda de La Meca”. Su población es 98% musulmana. Muchos musulmanes en Aceh continúan asociando el cristianismo con las cruzadas. El CCM tomó la decisión consciente de nunca ocultar nuestra identidad organizacional como personas cristianas motivadas para ayudar porque seguimos el camino de Jesús. El tsunami fue una oportunidad para que el CCM y sus organizaciones asociadas presentaran una nueva visión de los cristianos como aquellos que buscan el bien de los demás.

La asociación es importante: debido al conflicto y al aislamiento de Aceh, el CCM no tenía asociados en la provincia en el momento del tsunami. El CCM se comprometió a trabajar con organizaciones asociadas indonesias en lugar de ejecutar nuestros propios programas operativos en Aceh. Antes del tsunami, a través de conexiones menonitas de Indonesia, el CCM se había asociado con universidades y el Foro Interreligioso para la Paz a través de Religiones y Grupos. Por medio de esas conexiones interreligiosas menonitas indonesias, el CCM pudo conectarse con asociados potenciales. Las relaciones de confianza entre cristianos y musulmanes en Java ayudaron a construir relaciones de confianza con los musulmanes en Aceh. En algunos casos, esto sucedió cuando los Menonitas Indonesios “acreditaron” el CCM a los musulmanes en Java quienes luego hicieron conexiones para el CCM entre comunidades musulmanas y asociados potenciales en Aceh. Un mes después del tsunami, el CCM abrió una oficina en Aceh con personal del CCM de Indonesia, Canadá y Estados Unidos. La oficina permitió relaciones de trabajo en persona con organizaciones asociadas locales de Indonesia y Aceh durante los tres años de duración de la respuesta. Las relaciones, a menudo, eran complejas e imperfectas, pero la experiencia de asociación en tiempos de desastre solidificó una forma de trabajo que tiene sentido en una era poscolonial. Los grupos que se asociaron con el CCM, incluyendo el Servicio de Diaconía Menonita de Indonesia, se han fortalecido y han crecido como resultado de sus experiencias para responder al tsunami en Aceh.

El tsunami del Océano Índico destruyó muchos barcos de pesca en la costa sureste de la India. Junto con la organización asociada india Auxiliar de Acción Social de la Iglesia (CASA por sus siglas en inglés), el CCM proporcionó botes a colectivos pesqueros de cuatro familias que anteriormente no habían sido dueños de sus propios botes. El pescador en esta foto (nombre completo no disponible) dijo que ser parte de un colectivo pesquero le dio independencia financiera y seguridad”. (Foto del CCM / Dirk Eitzen).

La recuperación social y emocional es importante: las pérdidas inimaginables de comunidades enteras por el tsunami llevaron el importante trabajo de sanidad del trauma a primer plano en el trabajo de ayuda del CCM. Desde el tsunami, el apoyo psicosocial tiene prioridad en muchas respuestas a desastres del CCM, junto con el suministro de agua, alimentos y albergue de emergencia en los primeros días, y luego la recuperación de medios de vida, educación y albergue a largo plazo en los siguientes meses y años. En los primeros días después del tsunami, nadie en Aceh se saludó de la manera normal. Ni siquiera expresaron simpatía por las pérdidas de la manera habitual. En cambio, cuando la gente se veía por primera vez después del tsunami, el saludo era: “¿Cuántos quedaron?”. El CCM trabajó con organizaciones asociadas interreligiosas para desarrollar enfoques de sanidad del trauma para contextos tanto musulmanes como cristianos. En los años posteriores al tsunami, las organizaciones asociadas del CCM han perfeccionado y desarrollado aún más esos enfoques de sanidad del trauma.

Desde el tsunami, el apoyo psicosocial tiene prioridad en muchas respuestas a desastres del CCM, junto con el suministro de agua, alimentos y albergue de emergencia en los primeros días, y luego la recuperación de medios de vida, educación y albergue a largo plazo en los siguientes meses y años.

El año pasado, hablé con un grupo de estudiantes de séptimo grado sobre cómo el tsunami del Océano Índico de 2004 había afectado a cientos de miles de personas en varios países. Me sorprendió darme cuenta de que El Tsunami que continúa ocupando un lugar tan prominente en mi memoria ocurrió antes de que esa clase de curiosos alumnos de séptimo grado incluso hubieran nacido. Aquellas personas que formamos parte de la respuesta del CCM al Tsunami no olvidaremos las profundas pérdidas ni el nuevo crecimiento que surgió de ese desastre.

Jeanne Zimmerly Jantzi es superintendente de Central Christian School en Kidron, Ohio. Trabajó durante más de 25 años con el CCM en múltiples funciones en RD Congo, Nigeria, Indonesia y Tailandia.


Fountain, Philip. “Mennonite Disaster Relief and the Interfaith Encounter in Aceh, Indonesia.” Asian Ethnology 75/1 (June 2016): 163-190.

Karan, Pradyumna P. and Shanmugam P. Subbiah. The Indian Ocean Tsunami: The Global Response to a Natural Disaster. Lexington, KY: University of Kentucky Press, 2010.

Menonitas de Indonesia y sanidad del trauma a raíz del tsunami de 2004 en Aceh

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

El terremoto y el tsunami en Aceh, ocurridos el 26 de diciembre de 2004, representa uno de los desastres más mortales en la historia de Indonesia. El tsunami del Océano Índico mató a 280,000 personas en 14 países, con el mayor número de víctimas en Aceh, donde más de 150,000 personas murieron y desaparecieron. Miles y miles de casas y otros edificios fueron destruidos, con una gran devastación en la infraestructura.

El 26 de diciembre de 2004, ocurrió un terremoto frente a la costa oeste del norte de Sumatra que causó un tsunami, una serie de grandes olas sísmicas, que devastó las áreas costeras circundantes, matando a más de 260,000 personas y dejando a cinco millones de personas sin hogar. El CCM respondió en India, Indonesia, Sri Lanka, Somalia y otros países con ayuda inmediata y a largo plazo, incluyendo alimentación, salud, vivienda, generación de ingresos y sanidad del trauma. (Foto del CCM / Dan Marschka).

El tsunami desplazó a decenas de miles de acehnenses. Agencias de ayuda internacionales e indonesias llegaron a Aceh para ayudar. Una de estas agencias fue el Servicio de Diaconía Menonita de Indonesia, o IMDS (por sus siglas en inglés), establecido en 2005 por una de las iglesias Menonitas de Indonesia (Sínodo GKMI). Junto con el Foro de Hermandad Humanitaria e Indonesia (FKPI), el IMDS se movilizó para proporcionar servicios de sanidad del trauma a los acehnenses desplazados que habían vivido el tsunami. El IMDS atrajo voluntarios interreligiosos de la facultad de teología de Duta Wacana Yogyakarta y de la facultad de psicología de Soegiyopranoto Semarang y la Universidad Cristiana Satya Wacana en Salatiga para ayudar a diseñar e implementar el programa de respuesta al trauma. Mientras tanto, el CCM trajo al psicólogo Karl y psicóloga Evelyn Bartsch para ayudar a preparar módulos de respuesta al trauma y capacitar al personal de IMDS en programación informada sobre el trauma. Al ingresar a Aceh, el equipo de IMDS se conectó con el internado islámico Al-Muayat Windan para revisar los módulos sobre el trauma para asegurar que las respuestas al trauma que IMDS promovería serían aceptadas dentro de la cultura islámica de Aceh. Ustad Dian Nafi, del internado, demostró ser invaluable en este proceso.

Después de una extensa consulta, el IMDS, con el apoyo del CCM, publicó un libro que contiene módulos de sanidad del trauma con raíces culturales. Titulado The Wounded Healer (Sanidad del estrés y del trauma), este libro fue desarrollado para capacitar al IMDS y otros trabajadores de respuesta al trauma en Java antes de ir a Aceh para ofrecer talleres sobre las formas en que las víctimas del tsunami pudieran hacerle frente y recuperarse del trauma, así como para ayudar a familiares y vecinos a recuperarse de un trauma. El modelo de sanidad del trauma empleado por IMDS incluyó los siguientes componentes:

Lugar seguro: proporcionar alivio del trauma requería construir buenas relaciones con las comunidades traumatizadas por el tsunami, con buenas relaciones que fomentaran una sensación de comodidad y confianza y fortalecieran la paz dentro de las comunidades al fomentar lazos a través de líneas de diferencia.

Apoyo a la sanidad del trauma: las iniciativas terapéuticas promovieron la recuperación psicológica y espiritual.

Apoyo espiritual: se entendió que la religión era un recurso importante para ayudar a las comunidades a sobrellevar y recuperarse del trauma. Los voluntarios musulmanes ayudaron a garantizar que el programa de IMDS ofreciera apoyo espiritual a las víctimas acehnenses del tsunami que les habló desde lo más profundo de la tradición islámica.

El IMDS entendió que la religión era un recurso importante para ayudar a las comunidades a enfrentar y recuperarse del trauma.

Apoyo a la actividad: la sanidad del trauma involucra no solo la mente y el espíritu, sino también el cuerpo. Por lo tanto, IMDS organizó deportes, artesanías y otras actividades diseñadas para mujeres, niñas, hombres y niños desplazados por el tsunami que energizaron sus cuerpos y espíritus.

Asistencia a consejeros / psicólogos: El IMDS brindó capacitación especializada a consejeros y psicólogos en Aceh para que estuvieran equipados para brindar apoyo en la sanidad de traumas a miles de acehnenses cuyas vidas habían sido trastornadas por el tsunami.

El IMDS inició su respuesta de sanidad del trauma en Aceh a principios de 2005, tres semanas después del tsunami. Los acehnenses inicialmente respondieron al programa de sanidad del trauma con sospecha, dada la profunda tristeza de pérdida por el tsunami, el ser invitados a participar en actividades en las que tenían espacio para reír, jugar y contar historias les parecía muy extraño. Con el tiempo, sin embargo, llegaron a valorar el programa, reconociendo cómo las actividades de sanidad del trauma habían mejorado sus vidas construyendo su resiliencia.

La sanidad del trauma involucra no solo la mente y el espíritu, sino también el cuerpo. Por lo tanto, IMDS organizó deportes, artesanías y otras actividades diseñadas para mujeres, niñas, hombres y niños desplazados por el tsunami que energizaron sus cuerpos y espíritus.

El IMDS ofreció servicios intensivos a las víctimas del tsunami que enfrentaban desafíos particularmente intensos. Uno de esos ejemplos fue una mujer acehnense a quien llamaré Tini. Tini sentía una culpa excesiva por perder a su único pariente cercano, su hermana. Previo al tsunami, la hermana de Tini había salido de casa para comprar materiales de cocina. Después de sentir el terremoto que provocó el tsunami, Tini salió a buscar a su hermana, pero no pudo encontrarla. A medida que el agua del mar comenzó a subir rápidamente, Tini se unió a otros en el caos corriendo hacia un terreno más alto, con gente cayendo, siendo pisoteada y pidiendo ayuda, pero todos prestando atención solo a su propia seguridad. Cuando no se pudo encontrar a su hermana después del tsunami, Tini no pudo soportar la tristeza y el sentimiento de culpa por haber sobrevivido. Luchaba con sentimientos de aislamiento y tenía dificultades para comprender cómo podría continuar con su vida. Por recomendación de una amiga, Tini asistió a un taller de IMDS sobre sanidad del trauma y luego recibió un intenso apoyo psicológico y consejería. Con el tiempo, el espíritu de vida brotó en Tini y pudo volver a interactuar con su comunidad. La historia de Tini destaca que las respuestas efectivas a los desastres no solo atienden las necesidades físicas de las personas cuyas vidas han sido devastadas por la guerra, los tsunamis, los huracanes y más, sino que también prestan atención a sus necesidades psicológicas y espirituales. En los siguientes quince años, las iniciativas de sanidad del trauma se han convertido en un componente estándar de las iniciativas de ayuda humanitaria del CCM e IMDS.

Paulus Hartono es pastor en GKMI Solo (Gerjea Kristen Muria Indonesia, o Iglesia Cristiana Muria en Indonesia) en Java Central, Indonesia. Fundó y actualmente se desempeña como director del Servicio de Diaconía Menonita de Indonesia (IMDS).



Hyndman, Jennifer. Dual Disasters: Humanitarian Aid after the 2004 Tsunami. Sterling, VA: Kumarian Press, 2011.

Régnier, P., Neri, B., Scuteri, S., and Miniati, S. “From Emergency Relief to Livelihood Recovery.” Disaster Prevention and Management 17/3 (2008): 410-430.

Telford, John and John Cosgrave. “The International Humanitarian System and the 2004 Indian Ocean Earthquake and Tsunamis.” Disaster 31/1 (2007):1-28.

Recovery through coordination: MCC and the 2015 Nepal earthquake

[Individual articles from the Winter 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

The April 2015 earthquake in Nepal is an event etched in the memories of many Nepalis. The immense damage brought on by the 7.8 magnitude earthquake took the lives of nearly 9,000 people, severely injured around 22,000 more and destroyed over 600,000 homes. The earthquake’s epicenter that struck Barpak village of Gorkha district destroyed every house in the village. MCC Nepal’s working districts of Dhading, Lalitpur, Ramechhap and Okhaldhunga were among the regions in Nepal highly affected by the earthquake. In the aftermath of the earthquake, the people of Nepal experienced the effects of trauma and faced the prospect of a long and difficult recovery.

In the weeks following the earthquake, MCC Nepal supported rapid response distributions of emergency food, toiletries and shelter supplies in Dhading, Okhaldhunga and Lalitpur through its existing partner organizations. MCC mobilized an assessment team to survey the damage caused by the disaster and assess the ability of MCC and its partners to respond to recovery needs. MCC launched a humanitarian appeal to its supporters, resulting in about US$3 million raised to address the needs of those most affected by the earthquake. Due to the magnitude of damage sustained and the overwhelming requests from local communities for assistance, the government of Nepal loosened restrictions on international non-governmental organizations (INGOs) wishing to respond, leading to an influx of INGOs seeking to aid communities devastated by the disaster.

Coordination with the government throughout the earthquake response was a learning experience for MCC and our partners, particularly as the government was going through a federal restructuring process. Since MCC was already a registered international NGO in Nepal, our partnerships with local Nepali organizations and MCC’s existing government agreement allowed for a smoother process of obtaining approval from the government body that oversaw earthquake response work in Nepal, the National Reconstruction Authority (NRA). More significant, however, were the existing government relationships that our partners had with local-level government stakeholders. A key part of the enactment of Nepal’s 2015 constitution was a decentralization of power from the federal level to the local level, where our partners relate daily with local government officials and through these relationships receive approval and buy-in from local government bodies for their ongoing development projects.

One poignant example of this close coordination with local government officials comes from our partner, Shanti Nepal, which carried out two earthquake recovery projects related to water, sanitation and hygiene (WASH) in Dhading district. In a discussion of Shanti’s work, Devi Prasad Silwal, the vice-chair of the rural municipality, said, “I can trust Shanti Nepal with my eyes closed. There will be no question about the quality and sustainability of their work.” This praise from the local level of government in Dhading goes beyond words: both Shanti and MCC have noticed an uptick in financial contributions to projects from municipalities now that funds are also being decentralized and more widely disbursed to NGOs from the municipality level.

In an unpredictable context like a disaster response scenario, it is helpful to remove as many barriers as possible for participants to successfully recover from the disaster.

Solid relationships with local government officials combined with using local structures and groups to plan and manage projects have led to an increase in community ownership of Shanti’s work. For example, one of Shanti’s earthquake recovery projects included the repair of a drinking water system in Baspur village in Dhading district. As with most of its other projects, Shanti involved the existing local mothers’ group and water user committee to aid in the reconstruction and ongoing management of the water system. Mothers’ groups are government-led initiatives that use locally organized groups of women to lead and support community development initiatives. These groups were already in place prior to the earthquake, playing a key role in the local management of Shanti’s work. For this water system in Baspur, the mothers’ group collects money from users each month for maintenance needs and also organizes community education around hygiene and sanitation practices.

The very same advantage of decentralizing political power to the local level also served as a challenge at times during our earthquake recovery project. Our partner, the Rural Institution for Community Development (RICOD), implemented a recovery project in southern Lalitpur district that provided top-up support for housing reconstruction for families who had been certified by the NRA’s engineers as eligible for assistance. This required families to properly file a claim with the NRA for assistance, which was a confusing process for many. The families then needed to rebuild their homes in stages, receiving incremental approval along the way from the NRA after completing each step of the reconstruction process. The complexity of this process led to project delays, and in 2017, in the middle of the reconstruction process, local elections were held in Nepal for the first time in 20 years. In one community where RICOD was working, the newly elected ward chair suddenly demanded that RICOD provide housing support for all households in his ward or they would have to withdraw from working in his community. Despite advocating to this official, RICOD believed the most appropriate and ethical way forward was to transition away from that community towards work in another area. As RICOD sought out a new community in which to work, they faced additional attempts of local government officials trying to influence participant selection, with those officials often prioritizing persons who were not those with the greatest need. Around this time, RICOD began increasing its engagement with local NRA officials, which allowed for greater trust and coordination, eventually opening the door to a new partner community where RICOD was able to successfully implement the rest of its project.

Ashok Nepal works in his vegetable field in the Ragani Village Development Committee of Okhaldhunga District, Nepal. Nepal participated in cash crop and vegetable production training conducted by MCC partner SAHAS (Group of Helping Hands). SAHAS had provided seed materials to enable him to plant cabbages, chilies and corianders. (MCC photo/Avash Karki)

As we think about the lessons learned from our earthquake recovery program, we would summarize our learnings in this way: in an unpredictable context like a disaster response scenario, it is helpful to remove as many barriers as possible for participants to successfully recover from the disaster. Some things, like the implementation of a new federal structure and local elections, cannot be controlled. Yet we can control whether we decide to engage in recovery work that is dependent on successful and timely action of governmental and other actors. Going forward, we would minimize this type of recovery programming because there were simply too many delays and risks introduced into the implementation of the projects. Instead, we would build on the success our partners experienced in this recovery effort through the utilization of existing community groups and networks to carry out recovery projects. Mothers’ groups, water user groups and community-based organizations seemed to be great fits for our partners in the planning, implementation and ongoing management of their projects.

While aspects of these learnings are unique to the context of Nepal, it is an overall reminder that partnership continues to be the best way for us to respond to local disasters. We view our partner organizations as the primary vehicles for MCC Nepal’s work, and we are discovering that these partnerships are bolstered even further through engagement and relationship building with local government stakeholders and community groups.

Avash Karki is MCC Nepal earthquake program support officer. Ryan Fowler is the MCC Nepal representative.


Bracken, Louise, Hannah Ruszczyk and Tom Robinson. Evolving Narratives of Hazard and Risk: The Gorkha Earthquake, Nepal, 2015. New York: Palgrave Macmillan, 2018.

Gautam, Dipendra and Hugo Rodrigues. Eds. Impacts and Insights of the Gorkha Earthquake. Amsterdam: Elsevier, 2018