[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]
Hace casi quince años, el huracán Katrina inundó Nueva Orleans y otras comunidades a lo largo de la costa del Golfo de los Estados Unidos. En cuestión de días, más de 2,000 personas murieron o desaparecieron, y al menos 1.5 millones de residentes de Nueva Orleans huyeron de la ciudad para esperar a que el agua retrocediera. Casi 500,000 personas permanecen en la diáspora—casi uno de cada tres residentes de Nueva Orleans pre-Katrina— la mayoría de los cuales formaban parte de una comunidad histórica afroamericana que ha sido parte de la ciudad durante generaciones. Para estos y otros pueblos históricamente marginados a lo largo de la costa del Golfo, el impacto del desastre natural de Katrina se multiplicó por los desastres antinaturales y continuos del racismo y otras formas de opresión sistémica ya presentes en la región. Estos problemas complejos y superpuestos hicieron que responder a Katrina fuera un proceso extremadamente desafiante, cuyo impacto continúa hoy.
Desde el tsunami, el apoyo psicosocial tiene prioridad en muchas respuestas a desastres del CCM, junto con el suministro de agua, alimentos y albergue de emergencia en los primeros días, y luego la recuperación de medios de vida, educación y albergue a largo plazo en los siguientes meses y años.
Este artículo se basa en documentos fuente primarios y evaluaciones secundarias de la respuesta del CCM a Katrina, que comenzó inmediatamente después del huracán. De acuerdo con el memorándum de entendimiento entre el CCM con el Servicio de Desastres Menonita, en el que MDS (por sus siglas en inglés) responde a desastres en los Estados Unidos y Canadá y el CCM responde a desastres en otras partes del mundo, MDS emprendió la respuesta Menonita inicial al desastre de Katrina. Sin embargo, pronto se hizo evidente que la devastación de Katrina no tenía precedentes. MDS invitó al CCM a responder con recursos materiales y financieros en asociación con MDS y otras agencias. Estos grupos proporcionaron una respuesta oportuna que, según las organizaciones asociadas locales, satisfizo efectivamente las necesidades humanas inmediatas. Sin embargo, evaluaciones posteriores plantearon dudas sobre el impacto a largo plazo de la respuesta humanitaria. Una revisión de estas evaluaciones revela cómo Katrina ofrece una lección importante pero desafiante sobre cómo los patrones predeterminados y los modos de operación institucional, a veces, pueden contribuir a aumentar el daño en una comunidad en lugar de contribuir a su sanidad.
En el caso de la respuesta del CCM a Katrina, surgió una brecha entre las buenas intenciones y el efecto real. Las evaluaciones sugirieron que durante las primeras etapas de Katrina, el CCM tuvo dificultades como institución para lidiar con las deficiencias en su competencia cultural y con su racismo internalizado. En particular, el CCM disminuyó el papel que las personas de color locales en las comunidades afectadas podrían tener en la configuración de la respuesta. Las evaluaciones encontraron que la toma de decisiones que dio forma a la respuesta del CCM generalmente estaba anidada en las oficinas del CCM lejos de la comunidad, dirigida por personal y liderazgo que eran predominantemente blancos, Menonitas y hombres, en lugar de con aquellas personas que tenían más en juego de llevar a cabo una respuesta que se ajustara a la escala y tipo de desastre que demandaba Katrina.
Después de la fase inicial, el personal del CCM de Paz & Justicia de EE. UU. formó un grupo llamado Proceso de Escucha de Katrina (KLP por sus siglas en inglés) para abordar las preocupaciones profundas y emergentes sobre la devastación de Katrina y la respuesta del CCM. La visión del KLP era “crear relaciones mutuamente auténticas y saludables siguiendo la sabiduría de las comunidades locales en la configuración de este y futuros proyectos… y desafiar amorosamente a la institución para que responda de acuerdo con su compromiso de convertirse en una organización antirracista”.
Escuchar adecuadamente el conocimiento de las comunidades marginadas depende de la capacidad del CCM como institución para desarrollar relaciones auténticas con las comunidades locales, incluyendo las comunidades de color.
En los meses siguientes, el KLP realizó entrevistas y consultas en Nueva Orleans y otras comunidades del Golfo. Los miembros del KLP escucharon historias de comunidades de color afectadas por Katrina, muchas de las cuales notaron cómo el material externo y la ayuda financiera durante la crisis pesaron mucho en sus comunidades. Si bien muchas personas entrevistadas expresaron su aprecio por los recursos inmediatos, también reconocieron que la afluencia abrumadora de personas y recursos equivalía a lo que una persona sobreviviente del huracán llamó un “caos de generosidad”, señalando cómo la respuesta aumentó la carga sobre sus comunidades. Otra persona sobreviviente comentó sobre la dificultad de lidiar con el trauma de perder el hogar, comunidad y tierra, mientras también se manejaba el trauma de gente desconocida recién llegada que buscaba ayudar. Lo que faltaba en la respuesta, dijeron estas personas entrevistadas, era un compromiso permanente de recibir instrucciones de las comunidades afectadas y, específicamente, abordar sus preocupaciones sobre el desplazamiento sistémico y despojo que se desarrollaba justo delante de sus ojos.
Lo que estas comunidades afectadas vieron como crítico para una respuesta humanitaria apropiada no era simplemente la provisión de ayuda material y financiera, sino la necesidad de una intensa incidencia y organización en torno a los problemas centrales de la opresión sistémica. A raíz de Katrina, las comunidades afroamericanas se enfrentaron a la eliminación tangible de su comunidad, una realidad en la que sus propios hogares y vecindarios estaban siendo aniquilados. Les preocupaba la prevalencia de la actividad policial que conducía al arresto y detención aleatorios de miembros de la comunidad. Tenían ansiedad por el creciente interés entre las personas recién llegadas en la reconstrucción y “revitalización” de una comunidad que históricamente era su hogar, una preocupación de que la reconstrucción enmascararía la gentrificación, o si no, el bloqueo económico y cultural del histórico Nueva Orleáns retornaría. Estas preocupaciones lamentablemente terminaron teniendo sentido. Las respuestas bien intencionadas pero las acciones mal dirigidas contribuyeron a formas sistémicas de eliminación y despojamiento.
La capacidad de acompañamiento antirracista, en gran medida, depende de la voluntad de un CCM de enfrentarse con sus propios patrones culturales y hábitos de racismo internalizado e institucional. En ausencia de tal enfrentamiento, sigue habiendo un riesgo inevitable de hacer daño.
Por supuesto, esto no significa que toda la historia de la respuesta de Katrina del CCM fuera perjudicial. El KLP resultó en una redirección reflexiva. Se estableció un proceso de discernimiento, por un ejemplo, que permitiría a los miembros de la comunidad local proveer información a la respuesta del CCM en desarrollo. Se identificaron y nombraron problemas sistémicos, cambiando la respuesta de satisfacer las necesidades inmediatas a una de seguir a las organizaciones asociadas que confrontaron esos problemas sistémicos. El personal reflexivo siguió escuchando y buscó elaborar una respuesta antirracista. La oficina del CCM en Washington, D.C., se volvió activa en algunos temas relacionados con Katrina, como abogar por un mayor acceso a viviendas asequibles y de bajo costo. No obstante, el KLP no tuvo el impacto duradero que sus participantes imaginaron que tendría. Muchas personas de las que formaron parte del proceso consideraron que el CCM dedicó muy poco esfuerzo al trabajo de escuchar y remodelar los patrones institucionales. Las evaluaciones muestran que el KLP se cerró sin un sentido claro entre sus miembros de que el CCM como institución había aprendido de sus errores.
A pesar de su efecto limitado, el KLP ofrece lecciones con las que el CCM lidia hoy. Nos recuerda, por ejemplo, que las comunidades más afectadas por los desastres saben íntimamente lo que necesitan. El conocimiento y experiencia locales, especialmente entre los segmentos más oprimidos y marginados de una comunidad, representan el genio e imaginación que son críticos para la resiliencia comunitaria. Uno podría imaginar cómo se vería una respuesta, por ejemplo, si las matriarcas afroamericanas pobres de una de las comunidades poderosas e históricas de Nueva Orleans tomaran la iniciativa para determinar los resultados deseados de las respuestas humanitarias desde el principio.
Escuchar adecuadamente el conocimiento de las comunidades marginadas depende de la capacidad del CCM como institución para desarrollar relaciones auténticas con las comunidades locales, incluyendo las comunidades de color. El KLP muestra que cuando una organización se está preparando para un proyecto a largo plazo o está respondiendo a una crisis de emergencia, las relaciones saludables, auténticas, antirracistas y cultivadas activamente importan—decisivamente. Las relaciones permiten la escucha que es esencial para los elementos más cruciales de una respuesta efectiva, y la escucha es aún más crucial en el contexto de un desastre.
El KLP también reconoció que sin un trabajo continuo y transformador interno, arraigado en un profundo compromiso con el antirracismo, el desafiar viejos patrones y hábitos que bajo presión causan daño resulta muy difícil. Los lentes y conjuntos de habilidades para trabajar de manera antirracista deben compartirse ampliamente en el CCM. En resumen, la capacidad de acompañamiento antirracista depende en gran medida de la voluntad del CCM de enfrentarse con sus propios patrones culturales y hábitos de racismo internalizado e institucional. En ausencia de tal enfrentamiento, sigue habiendo un riesgo inevitable de hacer daño.

Finalmente, el KLP muestra precisamente por qué la memoria institucional y lecciones del pasado importan. El CCM tuvo una unidad -a intervalos- durante casi veinticinco años en Nueva Orleans, llevando a cabo trabajos contra el racismo. Sin embargo, esta historia no dio mucha forma a la respuesta del CCM a Katrina. Como se indicó en otra evaluación, las instituciones como el CCM deben priorizar la preservación de historias. Se deben preservar las lecciones del pasado para que los(as) futuros(as) trabajadores(as) puedan reclamarlas significativamente y aprender de ellas, y así ver mejor las dificultades de los patrones y hábitos institucionales en el futuro.
Cuando ocurra el próximo desastre, ¿responderá el CCM de manera diferente? Algunos de nuestros aprendizajes indican que podemos. Sin embargo, hay que tener en cuenta las formas en que la crítica histórica es más fácil que lidiar con el presente. El KLP ofrece un recordatorio de que una organización verdaderamente antirracista debe esforzarse continuamente para cambiar. Con ese fin, el KLP y otros procesos de aprendizaje como este representan la crítica interna que es necesaria para que el CCM persista en una difícil lucha para convertirse en una institución capaz de trabajar contra el racismo.
Andrew C. Wright es director de programa para el CCM Central States.
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