El CCM, asociaciones locales y normas humanitarias

[Articulos individuales de la edicion de Intersecciones de Invierno 2020 se publican dos veces blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Durante la primera respuesta del CCM en el sur de Rusia (actual Ucrania) a principios de la década de 1920, el CCM trabajó con instituciones y comités Menonitas locales para brindar asistencia humanitaria urgente para responder a la hambruna. Si bien el panorama humanitario ha cambiado drásticamente desde el inicio del CCM, el CCM ha seguido aumentando las asociaciones con organizaciones locales, incluyendo iglesias locales, organizaciones religiosas y otras organizaciones de la sociedad civil para proporcionar asistencia humanitaria a las personas afectadas por conflictos y desastres. En las últimas décadas, los principios y estándares humanitarios han evolucionado significativamente para garantizar una mayor responsabilidad y garantizar los derechos de las comunidades afectadas por el desastre. La fortaleza del CCM para responder a las crisis humanitarias es su amplia red de organizaciones asociadas locales. El CCM brinda apoyo basado en solicitudes de organizaciones locales que están bien conectadas con sus contextos locales y tienen acceso a las comunidades afectadas. Debido a que estas organizaciones tienen relaciones duraderas en sus comunidades, pueden responder rápidamente a las necesidades de emergencia y ofrecer una asistencia que sea apropiada y responda a las necesidades actuales y que sea sensible a los desafíos contextuales.

La dependencia del CCM en las asociaciones locales también presenta desafíos, incluso en la capacidad de ampliar una respuesta, y puede causar tensiones con los principios y estándares humanitarios. Este artículo proporciona un resumen general de las normas humanitarias clave y énfasis más reciente en la localización de la asistencia humanitaria. Destaca ejemplos de la respuesta del CCM a varias emergencias y cómo las organizaciones asociadas locales mejoran la calidad y rendición de cuentas de la asistencia humanitaria, al tiempo que señala áreas de tensión y crecimiento.

En junio de 1957, se distribuyeron harina y masa de maíz a las víctimas de la tormenta en Corea del Sur. En esta foto, el trabajador de servicio del CCM Joseph Smucker, de Goshen, Indiana, ayuda a levantar un tazón de harina (que pesa alrededor de 50 libras) sobre la cabeza de una mujer que también lleva un bebé en la espalda. A cada destinatario se le asignaron 5 libras de harina por miembro de la familia. (Foto del CCM).

La rendición de cuentas a las personas y comunidades afectadas por desastres se encuentra en el centro de la Norma Humanitaria Esencial (CHS por sus siglas en inglés) adoptada por las organizaciones internacionales no gubernamentales en 2015. Humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia son los principios clave que rigen la acción humanitaria. La CHS se basa en convenios humanitarios anteriores, códigos de conducta, principios y estándares desarrollados por la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja / Media Luna Roja (FICR), el proyecto Esfera y otras coaliciones humanitarias y organizaciones de estándares. La CHS describe nueve compromisos que se pueden agrupar en tres categorías generales: 1) acceso oportuno a la asistencia humanitaria de calidad que construya capacidades locales; 2) participación, comunicación y rendición de cuentas a las comunidades afectadas; y 3) un compromiso para aprender y desarrollar la capacidad y eficacia de los actores humanitarios. Los ejemplos y el debate a continuación muestran cómo el enfoque del CCM de asociarse con organizaciones locales interactúa con estos estándares.

En la Cumbre Humanitaria Mundial de 2017, los gobiernos, las organizaciones de ayuda internacional y las agencias de las Naciones Unidas se comprometieron a remodelar el sector humanitario, articulado en lo que se ha denominado los Compromisos del Gran Acuerdo. Uno de estos compromisos es aumentar el apoyo y financiación para las organizaciones locales y nacionales en la acción humanitaria, a menudo, denominada “agenda de localización”. El Secretario General de la ONU pidió que la asistencia humanitaria sea “lo más local posible e internacional como sea necesario”—esto incluye un llamado por recursos privados y gubernamentales para apoyar a las agencias locales, en lugar de depender de grandes agencias humanitarias internacionales, y para generar fondos multianuales que habiliten una mejor capacidad de respuesta. Estos compromisos se basan en el reconocimiento de que los actores locales de la sociedad civil, a menudo, son los primeros en responder a las crisis humanitarias y son una presencia continua en sus comunidades antes y después de estas crisis.

A veces, las solicitudes de las organizaciones asociadas pueden estar en desacuerdo con los estándares mínimos y los principios humanitarios. Las organizaciones locales, a menudo, enfrentan presiones políticas y sociales para responder a tantas comunidades y personas como sea posible, presiones que, de actuar conforme a ellas, pueden diluir la calidad de la asistencia.

El primer grupo de normas humanitarias se refiere a la importancia de proporcionar asistencia oportuna, de calidad y adecuada, incluyendo una asistencia que desarrolle la capacidad local y evite daños. La fortaleza de la respuesta de ayuda del CCM proviene de su amplia red de más de 500 asociaciones locales. Las organizaciones locales están más conectadas y responden a las necesidades de las personas afectadas en las comunidades a las que sirven. Debido a las asociaciones existentes del CCM en Siria, Irak, Líbano y Jordania, el CCM ha podido, durante la última década, facilitar su mayor respuesta a una crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. Después del terremoto de Nepal en 2015, las organizaciones asociadas de desarrollo comunitario existentes pudieron identificar rápidamente las comunidades afectadas en áreas remotas e identificar y abordar las necesidades más urgentes, a pesar de los enormes desafíos de comunicación y logística. Durante el bombardeo de Gaza por parte del ejército israelí en 2014, el CCM fue una de las primeras organizaciones internacionales en responder a las necesidades inmediatas de alimentos y albergue de las personas afectadas. En países como Etiopía, Kenia y Zimbabue, el trabajo continuo en agricultura y seguridad alimentaria del CCM con comunidades vulnerables ha allanado el camino para que el CCM también responda durante las crisis de seguridad alimentaria. Las asociaciones existentes de desarrollo comunitario y construcción de paz del CCM le permiten responder rápidamente a las crisis humanitarias debido al programa preexistente que estas organizaciones asociadas tienen con grupos vulnerables.

Al mismo tiempo, el CCM ha enfrentado desafíos en algunas respuestas a desastres de gran escala porque el CCM no tenía organizaciones asociadas locales existentes, como cuando respondió al terremoto de Japón en 2011 y al tifón Haiyan en Filipinas en 2013. Después del tsunami del Océano Índico en 2014, el CCM trabajó para formar nuevas asociaciones en Banda Aceh, Indonesia y Sri Lanka. El CCM también se ha basado en asociaciones locales en India con otras ONG canadienses para brindar una respuesta a través de una agencia de varias iglesias en el sur de India.

En el caso del terremoto de Haití de 2010, el CCM tenía una amplia red de organizaciones asociaciones locales y recursos importantes para el programa. En el transcurso de la respuesta de siete años, el CCM realizó respuestas de seguridad alimentaria, albergue, agua y saneamiento y sanidad del trauma a través de asociaciones con organizaciones haitianas. La amplia red de organizaciones asociadas existentes y nuevas del CCM le permitió organizar una respuesta inmediata, significativa y multisectorial de ayuda y recuperación. Sin embargo, la evaluación final señaló que el CCM debería haberse involucrado con menos organizaciones asociadas y centrarse en menos sectores. En una respuesta a desastres a gran escala en la que el CCM recauda recursos significativos y tiene una amplia red de organizaciones asociadas con solicitudes urgentes, puede ser un desafío mantener enfocada la respuesta general del CCM.

El 17 de julio de 2014, el proyecto Zakho Small Villages Project, asociado del CCM, distribuyó un camión lleno de paquetes de alimentos en un campamento de PDI (personas desplazadas internamente) en el norte de Irak – la mayoría de las personas desplazadas habían huido de la ciudad de Mosul después de ser tomada por el grupo del Estado Islámico (también conocido como ISIS). Más de 230 cabezas de hogar recibieron los paquetes que contenían alimentos básicos tales como arroz, lentejas, aceite y otros ingredientes, así como algunos artículos básicos de higiene. Nombres no utilizados por razones de seguridad. Foto del CCM / Ryan Rodrick Beiler.

La capacidad de proveer una asistencia oportuna y adecuada depende de si las organizaciones asociadas locales tienen una programación activa y relaciones sólidas en las áreas afectadas. Cuando las organizaciones asociadas locales tienen relaciones sólidas y activas con las comunidades afectadas, también es más probable que brinden asistencia de calidad y adecuada. La asistencia alimentaria es una de las solicitudes más comunes que el CCM recibe de las organizaciones asociadas locales. Estas organizaciones asociadas locales recomiendan asistencia alimentaria culturalmente apropiada y de calidad. Estas organizaciones asociadas locales del CCM también pueden ayudar a discernir la modalidad adecuada de la respuesta humanitaria (es decir, dinero, cupones o canastas de alimentos en especie). Cuando las canastas de alimentos se identifican como el mejor enfoque, las organizaciones asociadas locales están bien posicionadas para determinar la composición de la ración de alimentos. Luego, el CCM revisa las decisiones sobre el modo y el tipo de alimentos para garantizar que cumplan con los estándares mínimos de Esfera, incluyendo los estándares que tienen como objetivo garantizar que los hogares reciban la ración requerida para la dignidad y supervivencia. El CCM y sus organizaciones asociadas juntos evalúan qué forma deben tomar las iniciativas de asistencia humanitaria, las organizaciones asociadas aportan conocimiento local sobre lo que las comunidades nombran como las principales prioridades y sobre lo que entienden como apropiado, y el CCM evalúa tales solicitudes a través del lente de los estándares humanitarios globales.

A veces, las solicitudes de las organizaciones asociadas pueden estar en desacuerdo con los estándares mínimos y principios humanitarios. Las organizaciones locales, a menudo, enfrentan presiones políticas y sociales para responder a tantas comunidades y personas como sea posible, presiones que, de actuar conforme a ellas, pueden diluir la calidad de la asistencia. El CCM, a menudo, presiona a las organizaciones locales a enfocar sus respuestas para cumplir con los estándares humanitarios mínimos de un menor número de comunidades y hogares, en lugar de diluir la respuesta en demasiados receptores. Cuando se enfrentan a necesidades abrumadoras, el CCM y sus organizaciones asociadas deben mantener el principio general de humanidad, enfocándose en satisfacer las necesidades de las comunidades más afectadas según el estándar necesario.

El segundo grupo de principios de la CHS se relaciona con la participación, comunicación y rendición de cuentas. Las personas afectadas deben ayudar a dar forma a las respuestas humanitarias, dar retroalimentación y presentar quejas mientras esas respuestas están en marcha y contribuir a la evaluación de las respuestas humanitarias. El CCM ha trabajado con varias iglesias, organizaciones religiosas y otros grupos para establecer o fortalecer comités locales de desastres. Estos comités locales generalmente incluirán el liderazgo de la iglesia local junto con las requeridas habilidades, conocimiento y representación de la comunidad afectada. En el caso de la reciente respuesta del CCM a la crisis en la región de Kasai de la República Democrática del Congo, el CCM trabajó con tres denominaciones de iglesias anabautistas congoleñas para establecer comités de ayuda locales para desarrollar y supervisar la respuesta, una respuesta multifacética dirigida a las personas congoleñas desplazadas internamente que incluyó asistencia alimentaria, apoyo educativo, recuperación de medios de vida, sanidad del trauma y componentes de construcción de paz. El comité de ayuda local ofreció información sobre la forma de la respuesta, canalizando comentarios de líderes juveniles, comisión de mujeres de la iglesia, liderazgo de la iglesia y funcionarios del gobierno local.

En esta foto de 2009, Slavica Koncarevic (izquierda), personal de la organización asociada del CCM Bread of Life Belgrade (BOLB), distribuye pavo enlatado y colchas del CCM a los miembros de la comunidad romaní, un grupo étnico minoritario que enfrenta discriminación en la educación y empleo. (Foto del CCM/Tim Friesen).

Además de coordinar y brindar asistencia humanitaria, los comités de ayuda brindan un asesoramiento invaluable para identificar las necesidades prioritarias que la asistencia humanitaria buscará abordar y en seleccionar (o “focalizar”) los hogares prioritarios para recibir asistencia. En el caso de la respuesta de Kasai, los comités de ayuda local, con un fuerte acompañamiento del CCM, ayudaron a seleccionar las áreas geográficas en las que responderían, así como los hogares prioritarios para recibir asistencia. Sobre la base de los principios humanitarios de humanidad e imparcialidad, los comités seleccionaron hogares según las necesidades, centrándose en las personas más vulnerables, incluyendo los hogares con madres embarazadas o lactantes, niños y niñas no acompañados, personas con discapacidades y personas ancianas. La representación diversa en los comités de ayuda, y particularmente la participación de las mismas personas desplazadas, fortalece la rendición de cuentas y la focalización de la respuesta. Este modelo de comité de ayuda colabora a proteger a los líderes de la iglesia que pueden ser acusados de discriminación basada en la membresía o afiliación de la iglesia u otras características (por ejemplo, etnia o afiliación política). El CCM también ha trabajado duro para garantizar que haya una mejor representación de género en estos comités y ha trabajado para integrar el análisis de género en su respuesta humanitaria.

Además de supervisar la focalización de la respuesta, las organizaciones locales también solicitan retroalimentación y gestionan las quejas de las comunidades que reciben asistencia humanitaria. Su presencia en la comunidad significa que pueden recibir comentarios y quejas más directamente y son más accesibles que el personal de otras agencias externas. Una prioridad creciente para el CCM es ayudar a las organizaciones locales a establecer mecanismos formales de retroalimentación y presentación de quejas para aumentar la rendición de cuentas y la participación de la comunidad afectada, así como para prevenir la explotación y abuso sexual, el fraude y la corrupción. El CCM continúa desarrollando su capacidad para trabajar mejor al lado de las organizaciones asociadas locales para garantizar la participación de las personas afectadas en todo el proceso de diagnóstico, diseño, monitoreo y evaluación, como parte de un compromiso más amplio de que las respuestas humanitarias del CCM sean adaptativas y apropiadas.

El trabajo humanitario del CCM en las últimas décadas se ha basado cada vez más en asociaciones locales, y ahora el CCM trabaja casi exclusivamente con organizaciones asociadas locales en la respuesta a desastres.

La coordinación y colaboración también son fundamentales para este segundo grupo de principios de la CHS. Las organizaciones locales están conectadas con las comunidades, organizaciones y gobiernos donde operan y, a menudo, priorizan la coordinación con el gobierno local. Al mismo tiempo, las grandes organizaciones internacionales se coordinan a través del sistema de agrupación de la ONU que, a menudo, puede crear barreras para la participación de las organizaciones locales, incluyendo barreras de seguridad, idioma, sociales o culturales. Por ejemplo, en el caso del terremoto de Haití, las reuniones iniciales de coordinación de la ONU se llevaron a cabo en el complejo MINUSTAH (fuerza de paz de la ONU Haití), y las reuniones se llevaron a cabo en inglés o francés y no en criollo haitiano. Las reuniones, a menudo, estaban dominadas por representantes de las ONG internacionales del Norte Global de gran capacidad y no eran espacios accesibles para el personal de organizaciones locales más pequeñas. El CCM a veces representa a sus organizaciones asociadas locales dentro de estos mecanismos de coordinación de la ONU.

El último grupo de los tres principios de la CHS se relaciona con el aprendizaje organizacional, el desarrollo de capacidades y el uso efectivo de los recursos. En 2017, el CCM realizó una evaluación de su sistema de planificación, monitoreo y evaluación de programas. Los hallazgos y recomendaciones incluyeron la necesidad de que el CCM continúe aumentando la capacidad de las organizaciones asociadas y del personal del CCM en métodos de evaluación, diseño, monitoreo y evaluación, particularmente el uso de métodos de investigación de acción participativa. La encuesta de Keystone en 2013—una encuesta independiente de las organizaciones asociadas del CCM— descubrió que las organizaciones asociadas perciben que el CCM es una organización de aprendizaje y, al mismo tiempo, desearían más apoyo del CCM para el desarrollo de capacidades en los métodos de evaluación de monitoreo participativo.

El apoyo al desarrollo de capacidades del CCM ayuda a garantizar que el CCM tenga organizaciones asociadas capacitadas que puedan adherirse a los estándares humanitarios en la planificación, implementación, monitoreo y evaluación de iniciativas humanitarias. El CCM trabaja en el desarrollo de capacidades de organizaciones asociadas de múltiples maneras, incluyendo: a) patrocinio de capacitaciones en principios humanitarios y estándares mínimos, planificación, monitoreo y evaluación, y sanidad del trauma y construcción de paz; b) ayudando a las organizaciones a establecer comités diversificados de ayuda local; c) facilitando intercambios de aprendizaje entre diferentes grupos; y d) proporcionando un acompañamiento significativo en la evaluación, planificación y presentación de informes. Una de las críticas de trabajar a través de organizaciones locales es su capacidad de crecer—la habilidad (o la falta de ella) de estas pequeñas organizaciones locales de aumentar su trabajo para responder a grandes necesidades humanitarias. El enfoque del CCM ha sido comenzar en pequeña escala y aumentar a medida que estas organizaciones asociadas demuestren su capacidad para gestionar iniciativas más grandes.

El trabajo humanitario del CCM en las últimas décadas se ha basado cada vez más en asociaciones locales, y ahora el CCM trabaja casi exclusivamente con organizaciones asociadas locales en la respuesta a desastres. En nuestra experiencia, este modelo nos ha permitido cumplir con los estándares y principios humanitarios, incluyendo: garantía de una respuesta adecuada y de calidad, rendición de cuentas, participación y comunicación con las comunidades afectadas por el desastre. El CCM continúa desarrollando su capacidad con las organizaciones asociadas locales a largo plazo, lo que permite que el CCM, con el tiempo, amplíe y aumente su capacidad para responder a los desastres a través de las asociaciones locales mientras cumple con los estándares humanitarios.

Bruce Guenther es el director de respuesta a desastres del CCM, con sede en Winnipeg.

Sopa siendo servida en una escuela en Alemania, 1947– 48, como parte de los esfuerzos de ayuda del CCM al final de la Segunda Guerra Mundial. El CCM participó en un programa conjunto de alimentación infantil que alcanzó a 72,000 niñas y niños en ocho ciudades del sureste de Alemania. (Foto del CCM / Heinz Wagener).

The Sphere Handbook: Humanitarian Charter and Minimum Standards in Disaster Response. Geneva:

Sphere Association, 2018. Available at https://www. spherestandards.org/.

Barbelet, Veronique. “As Local as Possible, As International as Necessary: Understanding Capacity and Complementarity in Humanitarian Action”. HPG Working Paper. London: Overseas Development  Institute, 2018.

Bennett, Christian, et al. Time to Let Go: Remaking Humanitarian Action for the Modern Era. London: Overseas Development Institute, 2016.

MCC, local partnerships and humanitarian standards

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[Individual articles from the Winter 2020 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

During the first MCC response in southern Russia (present-day Ukraine) in the early 1920s, MCC worked with local Mennonite institutions and committees to deliver urgent humanitarian assistance to respond to famine. While the humanitarian landscape has changed dramatically since MCC’s inception, MCC has continued to increase partnerships with local organizations, including local churches, faith-based organizations and other civil society organizations to provide humanitarian assistance to people impacted by conflict and disaster. In the last few decades, humanitarian principles and standards have significantly evolved to ensure more accountability to and ensure the rights of disaster-affected communities. MCC’s strength in responding to humanitarian crises is its wide network of local partners. MCC provides support based on requests from local organizations who are well connected to their local contexts and have access to affected communities. Because these organizations have longstanding relationships in their communities, they can respond quickly to emergency needs and offer assistance that is appropriate and responsive to ongoing needs and is sensitive to contextual challenges.

In June 1957, flour and cornmeal were distributed to storm victims in South Korea. In this photo, MCC service worker Joseph Smucker, of Goshen, Indiana helps to lift a tub of flour (weighing about 50 lbs) onto the head of a woman who is also carrying a baby on her back. Each recipient was allotted 5 lbs of flour per family member. (MCC photo)

MCC’s reliance on local partnerships also presents challenges, including in the ability to scale-up, and can cause tensions with humanitarian principles and standards. This article provides an overall summary of key humanitarian standards and the more recent emphasis on the localization of humanitarian assistance. It highlights examples of MCC’s response to various emergencies and how local partners enhance the quality and accountability of humanitarian assistance, while also noting areas of tension and growth.

Accountability to the people and communities affected by disasters stands at the centre of the Core Humanitarian Standard (CHS) adopted by international non-governmental organizations in 2015. Humanity, impartiality, neutrality and independence form the key principles that govern humanitarian action. The CHS builds off earlier humanitarian conventions, codes of conduct, principles and standards developed by the International Federation of Red Cross/Red Crescent Societies (IFRC), the Sphere project and other humanitarian coalitions and standards organizations. The CHS outlines nine commitments which can be grouped into three overall categories: 1) timely access to quality humanitarian assistance which builds local capacities; 2) participation of, communication with and accountability to affected communities; and 3) a commitment to learning and building the capacity and effectiveness of humanitarian actors. The examples and discussion below show how MCC’s approach of partnering with local organizations interfaces with these standards.

At times, partner requests can be at odds with minimum standards and humanitarian principles. Local organizations are often faced with political and social pressures to respond to as many communities and people as possible, pressures which, if acted on, can dilute the quality of assistance.

At the World Humanitarian Summit in 2017, governments, international aid organizations and United Nations agencies committed to reshape the humanitarian sector, articulated in what has come to be called the Grand Bargain Commitments. One of these commitments is to increase support and funding for local and national organizations in humanitarian action, often referred to as the “localization agenda.” The UN Secretary General called for humanitarian assistance to be “as local as possible and as international as necessary”—this includes a call for private and government resources to support local agencies, rather than relying on large international humanitarian agencies, and to commit multi-year funding to enable better response capacity. These commitments are based on the recognition that local civil society actors are often the first to respond to humanitarian crises and are an ongoing presence in their communities before and after these crises.

The first group of humanitarian standards refers to the importance of providing timely, quality and appropriate assistance, including assistance that builds local capacity and avoids harm. The strength of MCC’s relief response stems from its wide network of over 500 local partners. Local organizations are more connected and responsive to the needs of people affected in the communities they serve. Due to MCC’s existing partnerships in Syria, Iraq, Lebanon and Jordan, MCC has been able over the past decade to facilitate its largest response to a humanitarian crisis since World War II. Following the Nepal earthquake in 2015, existing community development partners were able to quickly identify affected communities in remote areas and to identify and address the most urgent needs, despite huge communication and logistical challenges. During the Israeli military’s bombardment of Gaza in 2014, MCC was among the first international organizations to respond to the immediate food and shelter needs of affected people. In countries such as Ethiopia, Kenya and Zimbabwe, MCC’s ongoing agriculture and food security work with vulnerable communities has paved the way for MCC to also respond during food security crises. MCC’s existing community development and peacebuilding partnerships allow it to quickly respond to humanitarian crises because of the pre-existing program these partner organizations have with vulnerable groups.

On July 17, 2014, a truckload of food packages were distributed by MCC partner Zakho Small Villages Project at an IDP (internally displaced persons) camp in northern Iraq–most of the IDPs fled the city of Mosul after its takeover by Islamic State group (also known as ISIS). More than 230 heads of household received the packages which contained basic cooking staples such as rice, lentils, oil and other ingredients, as well as some basic hygiene items. Names not used for security reasons. (MCC photo/Ryan Rodrick Beiler)

At the same time, MCC has faced challenges in some large-scale disaster responses because MCC either did not have existing local partners, as when it responded to the Japan earthquake in 2011 and to Typhoon Haiyan in the Philippines in 2013. Following the Indian Ocean tsunami in 2014, MCC worked to form new partnerships in Banda Aceh, Indonesia and Sri Lanka. MCC also built on local partnerships in India with other Canadian NGOs to form a multi-church agency response in southern India.

In the case of the 2010 Haiti earthquake, MCC had a broad network of local partners and significant resources to program. Over the course of MCC’s seven-year response, MCC undertook food security, shelter, water and sanitation and trauma healing responses through partnerships with Haitian organizations. MCC’s wide network of existing and new partners allowed MCC to mount an immediate, significant and multi-sectoral relief and recovery response. However, the final evaluation noted that MCC should have engaged with fewer partners and focused on fewer sectors. In a large-scale disaster response in which MCC raises significant resources and has a wide network of partners with urgent requests, it can be challenging to keep MCC’s overall response focused.

The capacity to provide timely and appropriate assistance depends on whether local partners have active programming and strong relationships in affected areas. When local partners have robust and active relationships with affected communities, they are also more likely to deliver quality and appropriate assistance. Food assistance is one of the most common requests that MCC receives from local partners. Local partners recommend culturally appropriate and quality food assistance. MCC’s local partners can help discern the proper modality of the humanitarian response (i.e., cash, vouchers or in-kind food baskets). When food baskets are identified as the best approach, local partners are well-positioned to determine the make-up of the food ration. Decisions about the mode and type of food items are then reviewed by MCC to ensure that they meet Sphere minimum standards, including standards that aim to ensure that households receive the required ration for dignity and survival. MCC and its partners together assess what shape humanitarian assistance initiatives should take, with partners bringing local knowledge about what communities name as the top priorities and about what they understand as appropriate, and with MCC assessing such requests through the lens of global humanitarian standards.

At times, partner requests can be at odds with minimum standards and humanitarian principles. Local organizations are often faced with political and social pressures to respond to as many communities and people as possible, pressures which, if acted on, can dilute the quality of assistance. MCC often pushes local organizations to focus their responses to meet minimum humanitarian standards for fewer communities and households, rather than diluting the response across too many recipients. When faced with overwhelming needs, MCC and its partners must maintain the overall principle of humanity, focusing on meeting the needs of the most affected communities to the necessary standard.

In this 2009 photo, Slavica Koncarevic (left), staff of MCC partner Bread of Life Belgrade (BOLB), distributes MCC canned turkey and blankets to members of the Roma community, a minority ethnic group that faces discrimination in education and employment. (MCC photo/Tim Friesen)

The second group of CHS principles relates to participation, communication and accountability. Affected people must help shape humanitarian responses, provide feedback and lodge complaints while those responses are underway and contribute to the evaluation of humanitarian responses. MCC has worked with various churches, faith-based organizations and other groups to set up or strengthen local disaster committees. These local committees will typically include local church leadership along with required skills, knowledge and representation from the affected community. In the case of MCC’s recent response to the crisis in the Kasai region of the Democratic Republic of the Congo, MCC worked with three Congolese Anabaptist church denominations to set-up local relief committees to develop and oversee the response, a multifaceted response targeting internally displaced Congolese that included food assistance, education support, livelihood recovery, trauma healing and peacebuilding components. The local relief committee offered input into the shape of the response, channeling feedback from youth leaders, the women’s commission of the church, church leadership and local government officials.

In addition to coordinating and delivering humanitarian assistance, relief committees provide invaluable counsel in identifying the priority needs the humanitarian assistance will aim to address and in selecting (or “targeting”) the priority households for receiving assistance. In the case of the Kasai response, the local relief committees, with strong accompaniment from MCC, helped in selecting the geographic areas in which they would respond as well as the priority households to receive assistance. Building on the humanitarian principles of humanity and impartiality, the committees selected households based on need, focusing on the most vulnerable, including households with pregnant or nursing mothers, unaccompanied children, people living with disabilities and the elderly. Diverse representation on relief committees, and particularly the involvement of displaced people themselves, strengthens accountability and the targeting of the response. This relief committee model helps protect church leadership who may be accused of discrimination based on church membership or affiliation or other characteristics (e.g., ethnicity or political affiliation). MCC has also worked hard to ensure there is better gender representation on these committees and worked toward integrating gender analysis into its humanitarian response.

In addition to overseeing the targeting of the response, local organizations also solicit feedback and manage complaints from communities receiving humanitarian assistance. Their presence in the community means that they can receive feedback and complaints more directly and are more accessible than staff from other outside agencies. A growing priority for MCC is to help local organizations set up formal feedback and complaint mechanisms in order to increase accountability to and participation of the affected community, as well as to prevent sexual exploitation and abuse, fraud and corruption. MCC continues to build its capacity to better work alongside local partners to ensure the participation of affected people throughout the assessment, design, monitoring and evaluation process, as part of a broader commitment that MCC’s humanitarian responses be adaptive and appropriate.

MCC humanitarian work over the past decades has increasingly relied on local partnerships, with MCC now almost exclusively working with local partners in disaster response.

Coordination and collaboration are also central to this second group of CHS principles. Local organizations are connected to the communities, organizations and government where they operate and often prioritize coordination with local government. At the same time, large international organizations coordinate through the UN cluster system which can often create barriers to participation from local organizations, including safety, language, social or cultural barriers. As an example, in the case of the Haiti earthquake, the initial UN coordination meetings were held in the MINUSTAH (UN Haiti peacekeeping force) compound, with the meetings conducted in English or French and not Haitian Creole. The meetings were often dominated by representatives of international NGOs from the global North with large capacity and were not accessible spaces for staff from smaller local organizations. MCC sometimes represents its local partners within these UN coordination mechanisms.

The last group of three CHS principles relates to organizational learning, capacity building and the effective use of resources. In 2017, MCC conducted a review of its program planning, monitoring and evaluation system. The findings and recommendations included the need for MCC to continue to increase partner and MCC staff capacity in assessment, design, monitoring and evaluation methods, particularly the use of participatory action research methods. The Keystone survey in 2013—an independent survey of MCC’s local partners—found that partners perceive MCC to be a learning organization and at the same time would like more MCC capacity building support in participatory monitoring evaluation methods.

MCC’s capacity building support helps ensure that MCC will have skilled partners who can adhere to humanitarian standards in the planning, implementation, monitoring and evaluation of humanitarian initiatives. MCC works at partner capacity building in multiple ways, including: a) sponsoring training on humanitarian principles and minimum standards, planning, monitoring and evaluation, and trauma healing and peacebuilding; b) helping organizations set up diverse local relief committees; c) facilitating learning exchanges between different groups; and d) providing significant accompaniment in assessment, planning and reporting. One of the criticisms of working through local organizations is their surge capacity—the ability (or lack thereof) of these small local organizations to scale-up to respond to large humanitarian needs. MCC’s approach has been to start small and scale-up as these partners demonstrate their capacity to manage larger initiatives. MCC humanitarian work over the past decades has increasingly relied on local partnerships, with MCC now almost exclusively working with local partners in disaster response. In our experience this model has allowed us to meet humanitarian standards and principles including ensuring an appropriate and quality response, accountability to, participation of and communication with disaster affected communities. MCC continues to build its capacity with long-term local partners, allowing MCC to scale-up over time and increase its capacity to respond to disasters through local partnerships while meeting humanitarian standards.

Soup being served at a school in Germany, 1947–48, as part of MCC relief efforts at the end of the Second World War. MCC particpated in a joint childfeeding program that reached 72,000 children in eight cities in southeastern Germany. (MCC photo/Heinz Wagener)

Bruce Guenther is MCC’s disaster response director, based in Winnipeg.

Core Humanitarian Standard on Quality and Accountability. Available at https:// corehumanitarianstandard.org/ the-standard.

The Sphere Handbook: Humanitarian Charter and Minimum Standards in Disaster Response. Geneva: Sphere Association, 2018. Available at https://www.spherestandards.org/.

Barbelet, Veronique. “As Local as Possible, As International as Necessary: Understanding Capacity and Complementarity in Humanitarian Action”. HPG Working Paper. London: Overseas Development Institute, 2018. Bennett, Christian, et al. Time to Let Go: Remaking Humanitarian Action for the Modern Era. London: Overseas Development Institute, 2016.