Integrando la protección en el apoyo psicosocial para las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Durante los últimos tres años, la Organización Libanesa para Estudios y Capacitación (LOST por sus siglas en inglés), en asociación con el CCM, ha estado implementando uno de sus mayores proyectos de protección en el área de Baalbeck-Hermel. Titulado “Ella Importa”, este proyecto tiene como objetivo proporcionar apoyo en trauma y psicológico a las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables. LOST enfrentó varios desafíos al presentar el proyecto en el área de Baalbeck-Hermel. Para garantizar el éxito del proyecto, el personal de LOST necesitaba abordar varias inquietudes relacionadas con la protección para garantizar la seguridad del personal del proyecto y participantes, así como para ganarse la confianza de las comunidades a las que pertenecían las participantes.

La situación de seguridad en Baalbeck-Hermel puede ser muy tensa, con conflictos tribales que surgen en cualquier momento junto con conflictos internos continuos que surgen de las tensiones políticas. LOST, por lo tanto, tomó las medidas necesarias para garantizar la seguridad de las participantes y del personal en los sitios del proyecto cerca de las zonas de conflicto, ajustando el cronograma de actividades a tiempos más seguros e incluyendo el transporte para las beneficiarias. Además, en algunas áreas, las participantes del proyecto corrían el riesgo de ser arrestadas mientras iban y venían de las actividades del proyecto porque carecían de un registro adecuado en el Líbano. En este caso, LOST contactó a las Fuerzas de Seguridad Libanesas para facilitar el movimiento de las participantes del proyecto, explicando el beneficio del proyecto a la región en su conjunto y evitando daños a las participantes del proyecto, al tiempo que fortalece las relaciones con las autoridades locales. LOST también creó una política de protección contra la explotación y abuso sexual (PEAS) en toda la organización que incluyó mecanismos confidenciales y privados mediante los cuales las participantes del proyecto pueden plantear inquietudes y presentar quejas sobre el proyecto y sobre las acciones del personal de LOST.

Cuántos más hombres se han involucrado, más se han beneficiado las mujeres de las capacitaciones, ya que usan sus nuevos conocimientos para mejorar la salud y bienestar de sus familias.

Cuando LOST presentó por primera vez este proyecto de apoyo psicosocial para refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables en la región de Baalbek-Hermel, los esposos de las posibles participantes del proyecto en la mayoría de las aldeas rechazaron inicialmente la iniciativa. Los hombres expresaron una gran incomodidad con la idea de que sus cónyuges asistieran a las sesiones, temiendo que el proyecto tuviera un efecto negativo en sus familias. Con base en las recomendaciones de las mujeres participantes, LOST trabajó para incluir a hombres en el proyecto. En algunos casos, LOST proporcionó incentivos para la participación, incluyendo la integración de estos hombres en otros proyectos de LOST, como programas de dinero-por-trabajo, programas de alimentos-por-capacitación y otras intervenciones de medios de vida. Estos resultaron ser beneficiosos para los hombres y luego aceptaron más la participación de sus esposas en las actividades del proyecto. LOST disminuyó los casos de hombres que abandonaran las actividades para ir a trabajar teniendo en cuenta sus horarios y realizando capacitaciones en un día libre o incluso después de la jornada laboral. LOST también ha comenzado a realizar algunas sesiones de sensibilización para los esposos de las participantes para que también reciban parte de la misma información sobre el trauma y conciencia de salud que las mujeres. Cuántos más hombres se han involucrado, más se han beneficiado las mujeres de las capacitaciones, ya que usan sus nuevos conocimientos para mejorar la salud y bienestar de sus familias.

A través de varias acciones de mitigación, LOST pudo superar con éxito todos los desafíos que surgieron al implementar el proyecto “Ella Importa” en Baalbek-Hermel. El proyecto ha sido capaz de empoderar a las mujeres al desarrollar sus capacidades para tener una vida mejor, más segura y más honorable y digna a través de talleres sobre prácticas seguras de salud e higiene, planificación familiar, primeros auxilios y cuidado infantil. A través de sus actividades de apoyo psicosocial, el proyecto ha demostrado que la sanidad del trauma es esencial para recuperar la compostura necesaria para avanzar en la vida. Los resultados han incluido la resiliencia para las refugiadas sirias y mujeres libanesas vulnerables a través de relaciones mejoradas y fortalecidas dentro de sus familias y comunidad en general.

Rabih Allam es coordinador de diseño, monitoreo y evaluación de la Organización Libanesa para Estudios y Capacitación (LOST), asociada del CCM.


Comité Permanente entre Organismos. “Manual de Género para la Acción Humanitaria”. IASC, 2017. Disponible en: https://interagencystandingcommittee.org/system/files/iasc_manual_de_genero_para_accion_humanitaria.pdf

Lebanese Organization for Studies and Training: https://lostlb.org/

Apoyo a la respuesta humanitaria local en Siria

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Acceso, capacidad local, manejo de tensiones con las comunidades de acogida y seguridad—estas son solo algunas de las muchas áreas para tener en cuenta al operar en entornos humanitarios complejos. El enfoque de asociación local del CCM para su trabajo a nivel mundial, a menudo, proporciona una ventaja comparativa al responder a las crisis, particularmente en casos como Siria, donde los conflictos activos y los problemas de seguridad y acceso dificultan que otros actores, como las organizaciones internacionales no gubernamentales (ONG) que participan en la implementación directa, coordinen fácilmente una respuesta. La comunidad internacional también ha reconocido formalmente la necesidad de aumentar el apoyo por parte de los gobiernos donantes, las Naciones Unidas y las ONG internacionales a las organizaciones locales en un acuerdo conocido como el Gran Pacto, iniciado en 2016 como un compromiso para mejorar la “efectividad y eficiencia” de la acción humanitaria. Mientras que muchas otras organizaciones no gubernamentales se apresuraron a buscar organizaciones asociadas locales con las cuales trabajar para responder a la guerra siria, el CCM ya tenía asociaciones establecidas de muchos años, algunas con más de 20 años, antes del comienzo de la guerra. Si bien esto le ha permitido al CCM responder a las necesidades básicas de muchos hogares y comunidades sirias en los últimos nueve años, esta oportunidad de responder no ha estado exenta de aprendizaje y desafíos propios.

Desde que comenzó su trabajo en Siria en 1991, las organizaciones asociadas del CCM han sido iglesias o agencias eclesiásticas cuyo trabajo principal era la educación, apoyo a las personas con discapacidad e iniciativas agrícolas, de servicio social y de ayuda humanitaria. Lo que cambió con el comienzo de la guerra no fue su deseo de responder a las necesidades de sus comunidades, sino las necesidades de esas comunidades. Una gran parte del trabajo del CCM con sus organizaciones asociadas en el período inicial de la respuesta fue desarrollar su capacidad y proporcionar capacitación sobre cómo distribuir paquetes de alimentos, artículos no alimenticios y subsidios de efectivo de acuerdo con los principios y estándares humanitarios internacionales. Para los grupos y organizaciones locales sirios más pequeños, los fondos puestos a disposición para la respuesta humanitaria de los países y organizaciones donantes eran nuevos y llevaban consigo expectativas y mecanismos de rendición de cuentas con los que no tenían experiencia previa. Con el tiempo, muchas organizaciones asociadas del CCM han podido acceder a nuevas fuentes de financiamiento de donantes desde que comenzó su respuesta al conflicto, gracias a haber adquirido competencia en la programación y presentación de informes sobre asistencia humanitaria de una manera que cumpla con las mejores prácticas mundiales y expectativas de los donantes.

El personal local de la organización asociada asume riesgos de seguridad significativos además de trabajar para mitigar los riesgos para quienes reciben asistencia. La elección de lugares de distribución, la decisión de distribuir asistencia ya sea en efectivo o en especie, las necesidades específicas de las personas con movilidad limitada, el acceso a las áreas para visitas de monitoreo—todo debe ser considerado y administrado por el personal y voluntarios locales.

El trabajar con asociaciones existentes también dicta, en cierta medida, los lugares donde se centrará la respuesta del CCM, ya que el acceso del CCM se limita al acceso que las organizaciones asociadas ya tienen o puedan adquirir. Esto no significa que la ayuda no esté dirigida a las personas más vulnerables dentro de una comunidad. Sin embargo, el hecho de que las áreas del proyecto dentro de Siria durante la guerra se hayan limitado a donde las organizaciones de la iglesia asociadas del CCM pueden operar libremente necesariamente ha dejado algunas partes del país fuera de la capacidad de respuesta del CCM. Esto ha incluido áreas sitiadas donde el acceso ha sido difícil para todos los actores, así como áreas bajo el control de grupos con los que el CCM y sus organizaciones asociadas no pueden obtener garantías para un acceso seguro. A pesar de estas restricciones, las áreas disponibles para las organizaciones asociadas del CCM han incluido, sin embargo, la mayoría de las gobernaciones de Siria y muchas comunidades que albergan hogares de personas desplazadas internamente de todos los rincones del país. La profundidad del conocimiento y la confianza que las organizaciones locales tienen en estas comunidades ha permitido que los proyectos apoyados por el CCM reduzcan las divisiones entre las personas de diferentes creencias religiosas, así como entre los hogares de personas desplazadas internamente y de la comunidad de acogida.

Las organizaciones internacionales también deben tomar en serio los riesgos de seguridad que corren las organizaciones asociadas locales en entornos operativos complejos como Siria. El personal local de la organización asociada asume riesgos de seguridad significativos además de trabajar para mitigar los riesgos de quienes reciben asistencia. La elección de lugares de distribución, la decisión de distribuir asistencia ya sea en efectivo o en especie, las necesidades específicas de las personas con movilidad limitada, el acceso a las áreas para visitas de monitoreo—todo debe ser considerado y administrado por el personal y voluntarios locales. Si bien los donantes internacionales requieren que las organizaciones asociadas participen y compartan información con las estructuras oficiales de coordinación de la ayuda, esto también puede conllevar riesgos cuando la prestación de asistencia podría incluir hogares de áreas que anteriormente estaban fuera del control del gobierno. El CCM y las agencias donantes de las cuales recibe fondos para la respuesta en Siria deben tomar en serio el deber de cuidado que conlleva trabajar en un contexto volátil y estar dispuestos a permitir las excepciones necesarias a las prácticas estándar. El CCM y las agencias donantes también deben cumplir con su deber de cuidado al ayudar a las organizaciones asociadas a desarrollar su capacidad para gestionar los riesgos y seguridad de manera efectiva.

A medida que el CCM continúa respondiendo a las necesidades humanitarias a corto y largo plazo en Siria, estos problemas de acceso, capacidad y seguridad permanecerán y evolucionarán. Las lecciones de los últimos nueve años de apoyo a organizaciones asociadas locales en Siria informarán la respuesta continua del CCM en el país. A medida que el CCM crece en su comprensión de la interacción entre acceso, capacidad de las organizaciones asociadas locales y seguridad, la experiencia de la crisis de Siria también le ayudará a responder de manera más efectiva a futuras crisis humanitarias en el Medio Oriente y otras partes del mundo.

Stephanie Dyck es coordinadora del programa de contribuciones externas para el CCM del Líbano y Siria.


Comité Permanente entre Organismos. “El Gran Pacto” Disponible en: https://interagencystandingcommittee.org/grand-bargain.

Pavanello, Sara with Larissa Fast and Eva Svoboda. “Fostering Local Partnerships in Remote Management and High-Threat Settings.” Report commissioned by the Humanitarian Policy Group. July 2018. Disponible en: http://odi.org/sites/odi.org.uk/files/resourcedocuments/12302.pdf.

La respuesta humanitaria del CCM al conflicto en Siria, Irak, Líbano y Jordania

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

En su mayor respuesta humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, el CCM ha programado más de US $63.4 millones para responder a los conflictos y desplazamientos en Siria desde 2012 e Irak desde 2014. El programa de respuesta del CCM abarca cuatro países, tanto Siria como Iraq, junto con sus vecinos el Líbano y Jordania, que albergan grandes poblaciones de refugiados en relación con su tamaño nacional. En estos países, el CCM trabaja en estrecha colaboración con organizaciones de ayuda eclesiástica, sociedades caritativas islámicas, organizaciones no gubernamentales nacionales y organizaciones comunitarias.

El personal del Middle East Council of Churches (MECC) descargó un envío de ayuda humanitaria que se envió en octubre de 2018 desde la Conferencia Regional Menonita de Europa Occidental y CCM a la bodega del MECC en Dara’a, Siria. El envío incluyó 368 edredones, 800 baldes de alivio y 4,976 paquetes escolares, junto con ropa de menores y otras mantas. Nombres no proporcionados por razones de seguridad. (Foto cortesía del Consejo de Iglesias del Medio Oriente).

A través de estas asociaciones, el CCM responde a las necesidades humanitarias urgentes y continuas de personas refugiadas y desplazadas internamente, incluyendo la asistencia alimentaria y en efectivo, rehabilitación de viviendas, apoyo con el alquiler y provisión de artículos esenciales para el hogar e higiene. Si bien la mayoría de los artículos se compran localmente, el CCM también envía artículos de higiene en especie, mantas y otra asistencia humanitaria de Canadá, Estados Unidos y Europa para distribuirlos como parte de su respuesta. En los últimos siete años, el CCM ha enviado ayuda humanitaria valorada en más de US $11 millones.

El CCM y sus organizaciones asociadas también abordan las necesidades de las personas afectadas por conflictos más allá de la provisión de alimentos y otro tipo de apoyo humanitario.

Las niñas y niños de 3 a 5 años disfrutan el truco del conejo del mago durante un espectáculo de magia en su escuela. Esta es una de las escuelas en el sur del Líbano que el CCM financia a través de su organización asociada la Popular Aid for Relief and Development (PARD). El personal del CCM colaboró con el personal de la escuela para invitar al mago a actuar en todas las escuelas apoyadas por el CCM como una extensión del proyecto de educación de kínder del CCM que incluye capacitación psicosocial. La PARD ha trabajado muchos años en áreas palestinas en el sur del Líbano y comenzó a incluir actividades psicosociales para brindar a las personas refugiadas sirias y palestinas herramientas para abordar el trauma y una oportunidad para expresarse y aumentar su confianza. Los nombres se retienen por razones de seguridad. (Foto cortesía de PARD).

A medida que el desplazamiento interrumpe o limita el acceso a la educación para las niñas, niños y jóvenes, el CCM brinda apoyo para programas educativos formales y de recuperación. El CCM también promueve relaciones positivas entre las comunidades de acogida y desplazadas y entre diferentes grupos étnicos y religiosos para evitar tensiones intercomunitarias y promover la paz. En reconocimiento del inmenso trauma experimentado por las familias afectadas por el conflicto, los programas del CCM brindan apoyo para la sanidad del trauma y atención psicológica, junto con el desarrollo de las habilidades de las organizaciones asociadas para responder a las necesidades psicológicas. A medida que la naturaleza del conflicto en Siria e Irak y las circunstancias de las personas afectadas cambian, el CCM ajusta su programa para abordar mejor las necesidades y situaciones en evolución en el campo. Ahora, a medida que algunas familias desplazadas comienzan a regresar a sus hogares, el CCM explora formas de proporcionar asistencia humanitaria sostenible y empoderadora.

Como es evidente en varios de los artículos dentro de este número de Intersecciones, la respuesta humanitaria a gran escala y a largo plazo al conflicto en Siria e Irak ha desafiado al CCM y sus organizaciones asociadas a desarrollar habilidades para responder efectivamente a las diferentes necesidades de mujeres, niñas, niños y hombres en circunstancias difíciles. Aunque las necesidades siguen siendo inmensas y los recursos son limitados, la respuesta del CCM en Siria, Irak, Jordania y Líbano ha llegado a cientos de miles de personas afectadas por los conflictos, inestabilidad política y desplazamiento — todo en el nombre de Cristo.

Amy Martens es coordinadora de asistencia humanitaria del CCM, con sede en Winnipeg.

Integrating protection into psychosocial support for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

For the past three years, the Lebanese Organization for Studies and Training (LOST), in partnership with MCC, has been implementing one of its largest protection projects in the area of Baalbeck-Hermel. Entitled “She Matters,” this project aims at providing trauma and psychosocial support for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women. LOST faced several challenges in introducing the project to the Baalbeck-Hermel area. In order to ensure the success of the project, LOST staff needed to address several protection-related concerns in order to ensure the safety of project staff and participants as well as gain the trust of the communities to which the participants belonged.

The security situation in Baalbeck-Hermel can be very tense, with tribal conflicts arising at any moment alongside ongoing internal conflicts emerging from political tensions. LOST therefore took the necessary steps to ensure the safety of participants and staff at project sites near conflict zones, adjusting the schedule of activities to safer times and including transportation for beneficiaries. Additionally, in some areas project participants faced the risk of arrest while going to and from project activities because they lacked proper registration in Lebanon. In this case, LOST contacted the Lebanese Security Forces in order to facilitate the movement of project participants, explaining the benefit of the project to the region as a whole and thus avoiding harm to project participants while also strengthening relationships with local authorities. LOST also created an organization-wide protection from sexual exploitation and abuse (PSEA) policy that included confidential and private mechanisms by which project participants can raise concerns and submit complaints about the project and about the actions of LOST staff.

The more men have been involved, the more the women benefited from the trainings, as they use their new knowledge to improve the health and wellbeing of their families.

When LOST first introduced this psychosocial support project for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women to the Baalbek-Hermel region, the husbands of potential project participants in most villages initially rejected the initiative. Men expressed strong discomfort with the idea of their spouses attending the sessions, fearing that the project would have a negative effect on their families. Based on the recommendations of female participants, LOST worked to include men in the project. In some cases, LOST provided incentives for participation, including integrating these men into other LOST projects, such as cash for work programs, food for training programs and other livelihood interventions. These proved to be beneficial to the men and they were then more accepting of their wives’ participation in the project activities. LOST mitigated the instances of men dropping out of activities in order to work by taking into consideration their schedules and conducting trainings on a day off or even after their return from day labor. LOST has also begun holding some awareness sessions for the spouses of female participants so that they also receive some of the same trauma and health awareness information as the women. The more men have been involved, the more the women have benefited from the trainings, as they use their new knowledge to improve the health and wellbeing of their families. Through several mitigation actions, LOST was successfully able to overcome all the challenges that arose while implementing the “She Matters” project in Baalbek-Hermel. The project has been able to empower women by building their capacity to have better, safer and more honorable and dignified lives through workshops about safe health and hygiene practices, family planning, first aid and childcare. Through its psychosocial support activities, the project has shown that trauma healing is essential for regaining the composure needed to move forward in life. The results have included resiliency for Syrian refugee and vulnerable Lebanese women through improved and strengthened relationships within their families and the broader community.

Rabih Allam is a design, monitoring and evaluation coordinator with the Lebanese Organization for Studies and Training (LOST), an MCC partner.


Inter-Agency Standing Committee. “The Gender Handbook for Humanitarian Action.” IASC, 2017. Available at https://interagencystandingcommittee.org/system/files/2018-iasc_gender_handbook_for_humanitarian_action_eng_0.pdf

Lebanese Organization for Studies and Training: https://lostlb.org/

Construcción de paz y cohesión social en la respuesta humanitaria en Nigeria

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

El CCM Nigeria y sus organizaciones asociadas, los Equipos de Preparación y Respuesta ante Emergencias (EPRT por sus siglas en inglés) y Ekklesiya Yan’uwa A Nijeriya (EYN, o la Iglesia de los Hermanos en Nigeria), han encontrado que integrar la sensibilidad al conflicto en las iniciativas de asistencia humanitaria es fundamental para el éxito de estos proyectos y para promover la cohesión social dentro de sociedades desgarradas por conflictos violentos. El realizar un cuidadoso análisis de conflictos durante la fase de diseño del proyecto y luego desarrollar las capacidades locales para la paz durante la implementación del proyecto ayuda a que el proyecto evite agravar las tensiones dentro del contexto pluralista nigeriano en el que las relaciones intercomunitarias se han deteriorado y en las cuales la sospecha entre los grupos permite que la desconfianza mutua e incluso el odio y la enemistad florezcan, lo que lleva a la violencia.

Los actores humanitarios pueden tener objetivos dignos y tratar de satisfacer las necesidades humanas básicas, pero si no incorporan la sensibilidad al conflicto en la planificación e implementación del proyecto, pueden provocar daños graves para las personas participantes del proyecto.

En las últimas dos décadas, los conflictos violentos en y alrededor de Jos, Nigeria (donde se encuentra la oficina del CCM Nigeria), han aumentado, resultando en pérdidas devastadoras de vidas y destrucción de propiedad. Estos conflictos provienen principalmente de las luchas por el control y acceso a los recursos, incluso cuando se movilizan diferentes identidades (como las religiosas y étnicas) para encender estos conflictos. Hace casi dos décadas, el CCM trabajó con líderes nigerianos en el área de Jos para establecer una organización, la EPRT, comprometida con la prevención no violenta de conflictos. La EPRT, una red de líderes nigerianos musulmanes y cristianos en Jos y sus alrededores, emprende acciones proactivas para mitigar conflictos entre personas de diferentes religiones y grupos étnicos. La EPRT también a cabo asistencia humanitaria en el contexto mixto religioso y étnico de Jos. Al llevar a cabo estas iniciativas humanitarias de emergencia, la EPRT ha logrado el éxito al incorporar numerosas prácticas de sensibilidad al conflicto en sus iniciativas humanitarias, tales como: colaboración interreligiosa e interinstitucional, que crea un entorno propicio para desarrollar el programa y minimizar las sospechas entre líneas religiosas; inclusión de las mujeres como parte de los equipos de respuesta a emergencias, lo que ayuda a garantizar que las mujeres de las comunidades afectadas hablen sobre el diseño del proyecto y que las necesidades de las mujeres, niñas y niños sean consideradas en todas las etapas del ciclo del proyecto; y el uso de personas voluntarias de la comunidad que representan diferentes religiones. Estas estrategias han contribuido decisivamente al éxito del trabajo de EPRT.

Al desarrollar intervenciones en situaciones de crisis complejas, los actores humanitarios deben considerar los divisores (acciones que queremos detener o las actitudes que queremos cambiar) y los conectores (acciones y actitudes que queremos fomentar). Las intervenciones humanitarias en un contexto conflictivo se convierten en parte de ese contexto, lo que hace que sea esencial para las organizaciones humanitarias comprometerse con un enfoque de No Hacer Daño en su distribución de ayuda humanitaria. Al planificar sus intervenciones humanitarias, la EPRT primero analiza los divisores que impulsan los conflictos intercomunales y los posibles conectores que pueden ayudar a mitigar dicho conflicto y luego integra ese análisis en el diseño de sus respuestas humanitarias para que no aumente la tensión interreligiosa o intergrupal, sino que cree espacio para la coexistencia pacífica.

La EPRT colabora con 11 organizaciones nigerianas, con un equilibrio de organizaciones cristianas y musulmanas y de organizaciones dirigidas por mujeres y hombres. Esta red diversa de asociaciones de programas fortalece los esfuerzos de la EPRT para reducir las emergencias violentas en el estado del Estado de Plateau en Nigeria, donde se encuentra Jos. Las actividades de la EPRT incluyen el establecimiento de clubes de paz en las escuelas, realización de talleres del Proyecto Alternativas a la Violencia (PAV), realización de evaluaciones de necesidades y evaluaciones de impacto ambiental, distribución de ayuda humanitaria y mantenimiento de un sistema de alerta temprana que moviliza a líderes religiosos y constructores de paz nigerianos para responder proactivamente desde el principio para evitar que las tensiones entre comunidades se vuelvan violentas.

Una distribución de ayuda reciente realizada por la EPRT con el apoyo del CCM en cuatro campamentos informales para personas desplazadas nigerianas, así como en las comunidades anfitrionas circundantes de Rawuru, Kworos, Barkin-Ladi y Kassa, utilizó enfoques participativos durante el proceso de diseño, de modo que las personas beneficiarias se involucraron en todos los aspectos de la respuesta. Las personas beneficiarias se unieron activamente para identificar las fortalezas y capacidades de las familias y comunidad, priorizar las necesidades de los hogares y comunidad, asegurar el apoyo logístico y de planificación, implementar actividades del proyecto (con la implementación llevada a cabo por equipos interreligiosos con equilibrio de género) y monitorear la distribución de artículos de ayuda. La EPRT invierte tiempo y esfuerzos para asegurar el apoyo de varios líderes religiosos y comunitarios, dado el hecho de que estas partes interesadas críticas tienen un enorme poder social y capital que se puede utilizar para ayudar u obstaculizar las respuestas humanitarias. Al involucrar a las personas beneficiarias y líderes locales en el diseño, implementación, monitoreo y evaluación del proyecto, la EPRT mejora el sentido de pertenencia y aceptación local del proyecto. Este sentido de pertenencia local también significa que la EPRT recibe retroalimentación oportuna y sincera de las personas beneficiarias y líderes locales sobre las fortalezas y debilidades de sus respuestas humanitarias. Las intervenciones humanitarias de la EPRT no solo satisfacen las necesidades de las personas desplazadas y miembros vulnerables de las comunidades de acogida, sino que también buscan fortalecer la tolerancia interreligiosa y construir una base común mediante la creación de espacios seguros compartidos para la construcción de relaciones a través de líneas etno-religiosas. Aunque los cristianos nigerianos percibieron que las crisis violentas que habían estallado en el área de Jos eran impulsadas por musulmanes, la EPRT basó sus distribuciones de ayuda en la necesidad, no en la religión, credo o estatus social, reconociendo que las distribuciones imparciales de ayuda tienen el potencial de construir la cohesión social en un contexto en el que algunos actores buscan crear y ampliar las divisiones a lo largo de líneas religiosas.

Issa Chung, miembro del Equipo de Preparación y Respuesta ante Emergencias (EPRT) local en la comunidad de Bukuru de Jos, Nigeria, presentando en una reunión en marzo de Los equipos locales de EPRT, una colaboración entre el CCM y JDPC (Justice Development and Peace CARITAS) buscan construir y promover una paz sostenible, lo que resulta en la reducción de la violencia electoral, conflictos comunitarios y emergencias/crisis en el Estado de Plateau, creando una cultura de armonía y aceptación entre estudiantes de secundaria en todo el estado. (Foto del CCM / Allan Reesor-McDowell).

La experiencia de un intento de distribución de ayuda en el campo de Gurku por parte de una organización musulmana ofrece un segundo ejemplo de la importancia de un enfoque de sensibilidad al conflicto en la planificación de la distribución de artículos de ayuda en un contexto interreligioso. Este grupo musulmán había planeado distribuir ayuda solo a musulmanes durante el mes sagrado del Ramadán dentro de un campamento formal que incluía musulmanes y cristianos. Dado que los hogares en el campamento eran de diferentes grupos religiosos, los funcionarios musulmanes del campamento rechazaron los artículos de ayuda, insistiendo en que hasta que todas las PDI en el campamento se beneficiaran, independientemente de su afiliación religiosa, la distribución no podría realizarse. Los líderes del campamento habían participado en talleres organizados por la EYN sobre el enfoque de Sanidad y Reconstrucción de nuestras Comunidades (HROC por sus siglas en inglés) de Ruanda, que habían enfatizado la importancia de considerar los generadores de conflictos y los conectores al desarrollar respuestas humanitarias y, por lo tanto, prepararon a los líderes comunitarios para hacer preguntas críticas sobre iniciativas humanitarias como esta propuesta por una organización musulmana que habría tenido consecuencias negativas al fracturar la cohesión social.

Los actores humanitarios pueden tener objetivos dignos y tratar de satisfacer las necesidades humanas básicas, pero si no incorporan la sensibilidad al conflicto en la planificación e implementación del proyecto, pueden provocar daños graves para las personas participantes del proyecto. Se debe tener cuidado para garantizar que las normas culturales y doctrinas religiosas no interrumpan la distribución de la asistencia humanitaria y que el proyecto no cree más conflictos al ignorar las normas culturales.

Durante décadas, el CCM en Nigeria ha trabajado junto con organizaciones asociadas como la EPRT y EYN para satisfacer las necesidades humanas básicas, abordar las injusticias y reconstruir comunidades que anteriormente estaban segregadas por líneas religiosas. Gracias a estos esfuerzos, el CCM y sus organizaciones asociadas han descubierto que integrar la sensibilidad al conflicto y construcción de la paz en el corazón de cada proyecto, promover la cohesión social a través de las diferencias y construir capacidades interreligiosas para la paz son esenciales para el éxito de las intervenciones humanitarias.

Hyeladzira Balami es asistente administrativa y financiera del CCM Nigeria.


The Do No Harm Project. The “Do No Harm” Framework for Analyzing the Impact of
Assistance on Conflict: A Handbook.
Cambridge, MA: CDA Collaborative Learning Projects, 2004. Disponible en: https://www.cdacollaborative.org/publication/the-do-no-harm-framework-for-analyzing-the-impact-of-assistance-on-conflict-a-handbook/.

Supporting local humanitarian response in Syria

[Individual articles from the Fall 2019 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Local partner staff assume significant security risks on top of working to mitigate the risks of those receiving assistance. The choice of distribution locations, whether to distribute cash or in-kind assistance, the specific needs of those with limited mobility, access to areas for monitoring visits—all need to be considered and managed by local staff and volunteers.

Access, local capacity, managing tensions with host communities and security—these are just a few of many areas to consider when operating in complex humanitarian environments. MCC’s local partnership approach to its work globally often provides a comparative advantage when responding to crises, particularly in cases such as Syria, where active conflict and issues of security and access make it difficult for other actors, such as international non-governmental organizations (INGOs) involved in direct implementation, from easily coordinating a response. The international community has also formally recognized the need to increase support by donor governments, the United Nations and INGOs to local organizations in an agreement known as the Grand Bargain, launched in 2016 as a commitment to improving the “effectiveness and efficiency” of humanitarian action. While many other INGOs scrambled to find local partners to work with to respond to the Syrian war, MCC already had long-established partnerships in place, some established more than 20 years before the start of the war. While this has enabled MCC to respond to the basic needs of many Syrian households and communities over the past nine years, this opportunity to respond has not been without its own learning and challenges.

Since its work began in Syria in 1991, MCC’s partners have been churches or church agencies whose primary work was in education, support for persons with disabilities and agricultural, social service and humanitarian relief initiatives. What changed with the beginning of the war was not their desire to respond to the needs of their communities, but the needs of those communities. A large part of MCC’s work with its partners in the initial period of the response was to build their capacity and provide training on how to distribute food parcels, non-food items and cash allowances according to international humanitarian principles and standards. For smaller local Syrian groups and organizations, the funds made available for humanitarian response by donor countries and organizations were new and carried with them expectations and accountability mechanisms with which they had no previous experience. With time, many MCC partners have been able to access new sources of donor funding since their response to the conflict began, thanks to having gained proficiency in programming and reporting on humanitarian assistance in a way that meets global best practice standards and donor expectations.

Working with existing partners also dictates, to a certain extent, the locations where MCC’s response will be focused, as MCC’s access is limited to the access partners already have or are able to acquire. This does not mean that the assistance is not targeted to the most vulnerable within a community. However, the fact that the project areas inside Syria during the war have been limited to where MCC’s church partners can operate freely has necessarily left some parts of the country outside of MCC’s ability to respond. This has included besieged areas where access has been difficult for all actors as well as areas under the control of groups with whom MCC and its partners cannot obtain guarantees for safe access. Despite these restrictions, the areas available to MCC partners have nevertheless included a majority of Syria’s governorates and many communities that host internally displaced households from all corners of the country. The depth of knowledge and trust that local partners have in these communities has allowed MCC-supported projects to bridge divides between people of different religious beliefs as well as between displaced and host community households.

International organizations also need to take seriously the security risks that are passed on to local partners in complex operating environments such as Syria. Local partner staff assume significant security risks on top of working to mitigate the risks to those receiving assistance. The choice of distribution locations, whether to distribute cash or in-kind assistance, the specific needs of those with limited mobility, access to areas for monitoring visits—all need to be considered and managed by local staff and volunteers. While international donors require that partners participate in and share information with official aid coordination structures, this can also carry risks when the provision of assistance might include households from areas previously outside of government control. MCC and the donor agencies from which it receives funds for the response in Syria must take seriously the duty of care that comes with working in a volatile context and be willing to allow for necessary exceptions to standard practices. MCC and donor agencies also need to fulfill their duty of care in helping partners build their capacity to manage risk and security effectively.

As MCC continues to respond to short- and longer-term humanitarian needs in Syria, these issues of access, capacity and security will remain and evolve. The lessons of the last nine years of supporting local partners in Syria will inform MCC’s ongoing response in the country. As MCC grows in its understanding of the interplay of access, local partner capacity and security, the experience of the Syria crisis will also help it to more effectively respond to future humanitarian crises in the Middle East and other parts of the world.

Stephanie Dyck is external grants program coordinator for MCC Lebanon and Syria.


Inter-agency Standing Committee. “The Grand Bargain.” Available at https://interagencystandingcommittee.org/grand-bargain.

Pavanello, Sara with Larissa Fast and Eva Svoboda. “Fostering Local Partnerships in Remote Management and High-Threat Settings.” Report commissioned by the Humanitarian Policy Group. July 2018. Available at http://odi.org/sites/odi.org.uk/files/resource-documents/12302.pdf.

Respondiendo a los peligros naturales en una zona de conflicto: la experiencia del CCM

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de Otoño del 2019 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Con los años, el CCM Colombia ha descubierto que la forma más confiable de responder a los desastres naturales en zonas de conflicto es a través de grupos eclesiásticos locales respetados que cuentan con una profunda experiencia y una presencia duradera en las regiones en conflicto.

Especialmente en una región donde el tejido social se ha deshilachado significativamente por el conflicto armado, la compra de artículos de ayuda de las personas comerciantes locales genera confianza y garantías relacionales, en lugar de provocar sospechas al traer ayuda externa.

Durante más de 70 años, las comunidades de los Hermanos Menonitas han vivido, trabajado y adorado a lo largo de los ríos de la región del Chocó de Colombia, principalmente San Juan, pero también a lo largo de afluentes más pequeños y, más recientemente en el gran río Atrato. La región del Chocó es el segundo lugar más lluvioso del mundo y, a medida que llueve, los ríos de la región se hinchan y fluyen lentamente hacia los océanos Pacífico y Atlántico. La población del Chocó está agrupada a lo largo de los ríos, que durante mucho tiempo han servido como principales rutas de transporte, fuentes de sustento y fuerza social orientadora. Pero también son la fuente de inundaciones frecuentes, inundaciones agravadas por el cambio climático y cambios en el lecho del río provocados por la minería de dragado a escala industrial.

A medida que aumenta la gravedad y frecuencia de las inundaciones, la iglesia de los Hermanos Menonitas ha desarrollado experiencia en respuesta a emergencias. El CCM ha apoyado a la iglesia de los Hermanos Menonitas de Colombia en el Chocó en estos esfuerzos por tres razones principales. Primero, dado que las comunidades de los Hermanos Menonitas de la región, a menudo, se han visto afectadas por las inundaciones, se han convertido en expertos en realizar evaluaciones de la situación muy precisas. En segundo lugar, el estado colombiano tiene una presencia mínima en estas comunidades, y cualquier asistencia que llegue a través de organizaciones de ayuda internacional o el estado solo llega a las áreas más urbanas y, a menudo, se corrompe por la política local. Finalmente, a pesar de los acuerdos de paz de 2016 entre el estado colombiano y las guerrillas de las FARC, el conflicto armado y la presencia de grupos armados activos sigue siendo una realidad intrincada en el Chocó, lo que hace que los esfuerzos de ayuda humanitaria externa sean extremadamente difíciles.

En este contexto, los Hermanos Menonitas del Chocó se han convertido en expertos en brindar ayuda humanitaria en una zona de conflicto. Muchas de sus estrategias y prácticas reflejan las mejores prácticas para las operaciones de ayuda humanitaria en general: la diferencia es simplemente que los riesgos se plantean en una zona de conflicto.

A través de la colaboración y cooperación con los Hermanos Menonitas, el CCM Colombia ha encontrado que varias prácticas son cruciales. Primero, ha sido importante utilizar los recursos y las cadenas de suministro locales, en lugar de traer bienes de fuera de la región. Al utilizar recursos locales, la respuesta humanitaria beneficia a la comunidad de múltiples maneras, tanto al proporcionar la ayuda necesaria como al patrocinar a las personas comerciantes y vendedoras locales. Esto ha ayudado a garantizar la adecuación cultural de la ayuda que se distribuye, así como a fortalecer las redes relacionales en la región afectada. En algunos casos, fue necesario comprar los artículos de ayuda en un área urbana más grande y transportarlos a las comunidades afectadas por la inundación, pero los Hermanos Menonitas nunca han traído recursos de fuera del departamento o desconectados de las iglesias. Especialmente en una región donde el tejido social se ha deshilachado significativamente por el conflicto armado, la compra de artículos de ayuda de las personas comerciantes locales genera confianza y garantías relacionales, en lugar de provocar sospechas al traer ayuda externa.

Una segunda estrategia empleada por los Hermanos Menonitas ha sido mantener una comunicación clara con las autoridades municipales locales, a la vez que se mantiene independiente de ellas en la distribución de la ayuda. Tal y como se considera una mejor práctica, los Hermanos Menonitas siempre aclaran con las autoridades municipales qué poblaciones han recibido ayuda estatal y qué planes adicionales tiene el municipio para responder a las inundaciones. Pero en lugar de coordinar directamente su respuesta a través del municipio, los Hermanos Menonitas implementan independientemente su respuesta de emergencia. De esta manera, han evitado que partes de su ayuda se redirijan a lo largo de las líneas de patrocinio locales o se utilicen como pago a diferentes grupos. Esta ha sido una práctica especialmente importante durante las temporadas electorales. Debido a que los Hermanos Menonitas están comprometidos con la región a largo plazo y tienen una identidad de fe distinta, son extremadamente cuidadosos al asociar sus actividades con cualquier entidad política temporal. Esto les permite mantener una postura de no colusión e independencia que, en última instancia, sirve como una forma de protección tanto para la iglesia como para su respuesta al desastre.

Tercero, en cualquier zona de conflicto habrá efectos a largo plazo del trauma experimentado por la población, además del trauma y estrés generados por el desastre natural en sí. Los Hermanos Menonitas reconocen esta dinámica y han tratado de incluir el apoyo psicosocial y asesoramiento pastoral como parte de sus esfuerzos de respuesta en casos de desastres. Viajar en el Chocó, particularmente en las regiones rurales, es costoso y arriesgado; sería difícil mantener un programa de apoyo en trauma que tuviera el mismo alcance geográfico que los esfuerzos de ayuda humanitaria. Al combinar el apoyo en trauma con los esfuerzos de ayuda, la iglesia puede abordar las necesidades emocionales de muchas más comunidades que si intentaran un esfuerzo similar aparte de una respuesta humanitaria.

La iglesia de los Hermanos Menonitas siempre ha rechazado las escoltas militares para sus misiones humanitarias, porque entonces ya no serían vistas como un grupo neutral y pacifista.

Finalmente, y lo más importante, la respuesta de emergencia en zonas de conflicto no se puede hacer sin una comunicación clara y relaciones con los actores de la comunidad local. Esto es cierto tanto para la evaluación de la situación como para las etapas de implementación de la respuesta humanitaria. En el contexto del Chocó, las principales rutas de transporte son controladas y monitoreadas tanto por el estado como por grupos armados ilegales. El mover grandes cantidades de ayuda alimentaria y no alimentaria a lo largo de estas rutas requiere que se obtenga el permiso adecuado, que las comunidades hayan aprobado la llegada de la ayuda y que la organización asociada local que distribuye la ayuda —en este caso, la Iglesia Menonita de los Hermanos— sea respetada y conocida por todos los actores locales. En el Chocó, por ejemplo, los Hermanos Menonitas insisten en una comunicación clara, pero de una manera que enfatiza su neutralidad como grupo religioso basado en la fe. Entonces, para transportar fertilizantes más allá de cierto punto, la iglesia debe contar con la autorización del gobierno, ya que se considera una sustancia monitoreada, debido a su uso en la producción de coca. Otras veces, la iglesia ha tenido que registrar sus embarcaciones con el gobierno, junto con la ayuda que transportan, como una misión humanitaria. Pero la iglesia siempre ha rechazado las escoltas militares para sus misiones humanitarias, porque entonces ya no serían vistas como un grupo neutral y pacifista. En cambio, se comunican directamente con los líderes comunitarios que pueden confirmar cuándo sería seguro viajar y entregar la ayuda humanitaria. Si un líder de la comunidad informa a los Hermanos Menonitas que no viajen a la hora propuesta, respetarán la recomendación y pospondrán su visita.

Todo esto es posible solo porque la Iglesia Menonita de los Hermanos en el Chocó ha desarrollado y alimentado un testimonio histórico y consistente en la región. Al presentarse constantemente como testigo de paz, trabajando para el beneficio y bienestar de las comunidades a las que pertenecen y absteniéndose de afiliaciones abiertas con grupos armados, ejército o gobiernos locales, los Hermanos Menonitas
responden con habilidad y prudencia a los desastres naturales y crisis humanitarias dentro de su región. Ha sido un honor para el CCM Colombia aprender y trabajar junto a ellos.

Elizabeth Miller es representante del CCM Colombia y vive en Bogotá.

Climate change and food security in Latin America and the Caribbean

[Individual articles from the Summer 2017 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

MCC partners and their communities in Latin America and the Caribbean increasingly feel the effects of climate change on food security. In February 2017, MCC hosted partner representatives from eleven countries across Latin America and the Caribbean for an encounter to share experiences and knowledge around the themes of climate change and food security and to learn how MCC can best support them in climate change adaptation. While the challenges they face are many, MCC partners and their communities are responding by strengthening collective efforts for disaster mitigation and increased food security, including employing innovative agriculture and natural resource management practices and advocating to influence policies that affect their natural resources.

Although participants in this consultation represented organizations from a variety of contexts, common themes emerged in their conversations related to climate change and its effect on food security in their communities. Climate change impacts observed by partners included drought conditions, unpredictable rainfall patterns and elevated temperatures. Dates when rains have typically arrived, signaling the start of planting time, have become unreliable, while rains later in the season have become sporadic. Scientific research confirms the anecdotal evidence presented by these organizations that climate change is occurring. The Intergovernmental Panel on Climate Change reports temperature increases in Central and South America, as well as decreased rainfall in Central America. Already vulnerable regions are expected to see continued changes in water availability due to decreased rainfall overall. In addition, unusual extreme weather events have severely affected the Latin America region, increasing the vulnerability of communities to disaster. While studies suggest that, thanks to climate change, it may in the future be possible to grow maize, cassava, rice and sorghum in areas where such cultivation is not currently possible, almost half of municipalities will lose some climatic suitability to sustain current crops, especially coffee, beans and plantains. Climate change has had a significant negative impact on food security in the region due to droughts, unpredictable seasonal patterns and new insect infestations affecting agricultural production. Increasing numbers of people, especially youth, are migrating to cities or other countries because they no longer view rural livelihoods as viable options.

Second, MCC’s partners and their communities struggle to know how to balance immediate hunger needs arising from crop losses with the implementation of strategies for long-term development and care for the environment. A number of organizations have provided short-term food assistance to help their communities bridge the gap in food needs during periods of hunger. This strategy, however, raises questions about long-term vision, with partners asking how long food assistance can or should be carried out and how seasonal food assistance might be better integrated into long-term food security efforts.

In response to these challenges, MCC’s partners deploy common strategies to protect and strengthen food security in the face of climate change. These organizations emphasize the importance of developing structures that link small-scale farmers and their communities with one another. By working together in an organized fashion, farmers can be more effective in adapting to climate change and improving food security by increasing small-scale farmer marketing opportunities as well as through collective efforts to seek support from local and national government. Partners also highlight agro-forestry as a strategy that, through the planting of fruit trees, provides food and income, while also mitigating the risk of landslides by reforesting degraded and landslide-prone areas. MCC partners seek increased training on crop diversification and improved agricultural techniques, the use of drought-resistant crops or seed varieties, improving value chains through the processing or transformation of agriculture products and strategies for water and soil conservation. Improved training and learning will allow farmers to strengthen their potential for food production and adapt to climate change impacts. Finally, these partners recognize the importance of advocating to different levels of government to influence policies and practices that will be key to the protection of local water and soil resources and thus to climate change adaptation.

One of MCC’s partners in Bolivia, OBADES (Baptist Organization of Social Development), is using some of these strategies to improve agriculture production in the highland region of Cocapata in order to increase income and food security for families impacted by drought. OBADES supports communities in constructing water infiltration ditches in order to collect water runoff from steep slopes. This water is in turn used to irrigate potato and other vegetable crops, as well as to feed aquifers in lower-lying areas. Staff provide trainings to farmers on organic crop production, natural resource management, soil conservation and the efficient use of water runoff. The project also promotes the production of maca (a root high in nutritional value) as a cash crop and strengthens community-producer associations to provide increased opportunities to process and sell maca products. These strategies provide additional income for farming families and help them cope with drought, thus reducing poverty, decreasing migration rates and improving food security in the community.

In Haiti, agro-forestry efforts have helped mitigate disaster. MCC currently works with 22 vulnerable communities in the Artibonite Valley to improve food security by working with local small-holder farmers and tree nursery committees to grow and distribute fruit and non-fruit tree seedlings, establish family agro-forestry gardens and reforest degraded mountainous areas. As part of its agro-forestry program, MCC has established kids’ clubs to provide experimental, hands-on gardens to get children involved in learning about food security, nutrition and environmental protection. Children in turn influence their parents, who make household choices around food. In addition, farmers improve their farmland by using intercropping methods and planting a diversity of crops to increase and diversify production. Agricultural production is supported through grain banks that enable farmers to store seeds for the upcoming season and that can serve as food storage in case of future droughts. The long-term reforestation work MCC has supported over the last 30 years in Haiti likely mitigated impacts of Hurricane Matthew in 2016. Post-hurricane, MCC staff noted that communities with significant reforestation work had fewer destroyed gardens and houses, along with fewer landslides. The additional tree cover from reforestation efforts likely slowed down winds at ground level and secured the soil to prevent landslides. Lower-lying areas that had reforested land above them also experienced less flooding, likely resulting from the additional trees upslope helping water absorb into the ground more quickly, leading to less runoff rushing down to lower areas.

Partners call on MCC to come alongside them as they develop strategies to respond to climate change and support food security in their communities. During the Haiti encounter this past winter, partners emphasized the need for MCC to support collaboration and strengthen alliances, networks and connections among local partners, communities and countries to help encourage people in their work and promote sharing of knowledge. Partners asked MCC to focus more on disaster prevention and mitigation work and to produce educational materials related to the causes of climate change and key strategies for food security. They encouraged MCC to use its position as an international organization to support local, regional, national and international advocacy efforts with and on behalf of its partners. While climate change and its impact on food security present a myriad of challenges for partners in Latin America and the Caribbean, their daily efforts in climate-affected communities encourage and challenge MCC to support partners as they carry out this work.

Darrin Yoder is regional disaster coordinator for Central America and Haiti with MCC. He lives in Managua, Nicaragua.

Learn more

Carballo Escobar, C., Montiel Fernandez, W., and Ponce Lanza, R. Impactos y Alternativas de los Granos Básicos en Nicaragua ante el Cambio Climático. 2014. Available at http://www.humboldt.org.ni/node/1681.

Intergovernmental Panel on Climate Change. Climate Change 2014: Impacts, Adaptation, and Vulnerability. Part B: Regional Aspects. Contribution of Working Group II to the Fifth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change. 2014. Available at http://www.ipcc.ch/report/ar5/wg2/.

Schmidt A., Eitzinger, A., Sonder, K., and Sain, G. Tortillas on the Roaster (ToR) Central American MaizeBean Systems and the Changing Climate: Full Technical Report. 2012. Available at https://www.researchgate.net/publication/276099395_Tortillas_on_the_roaster_ToR_Central_American_maize-bean_systems_and_the_changing_climate_full_technical_report.

World Bank; CIAT. Climate-Smart Agriculture in Nicaragua. CSA Country Profiles for Africa, Asia, and Latin America and the Caribbean Series. Washington D.C.: The World Bank Group, 2015. Available at https://ccafs.cgiar.org/publications/climate-smart-agriculture-nicaragua#.WRMKKGnyuUk.