El papel de los Equipos de Bienvenida en el modelo estadounidense de reasentamiento

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de otoño de 2017 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Si bien el reasentamiento de personas refugiadas en los Estados Unidos ha contado con el apoyo de muchos legisladores y comunidades desde hace mucho tiempo, en 2017 se han creado políticas dirigidas a limitar y disminuir las llegadas. Los esfuerzos de reasentamiento en los Estados Unidos involucran colaboraciones entre agencias gubernamentales, organizaciones sin fines de lucro conocidas como Voluntary Agency (o Volags) y comunidades. Las congregaciones y asociados religiosos han desempeñado un papel importante desde que los esfuerzos formales de reasentamiento de personas refugiadas comenzaron en 1975. Ahora, a pesar de que el reasentamiento de refugiados se ha convertido en un tema político candente, las iglesias continúan desempeñando un papel significativo en brindar la bienvenida, especialmente en términos de construir relaciones duraderas y servir como guías comunitarios para las personas recién llegadas de alrededor del mundo.

Desde sus inicios, el programa de refugiados de los Estados Unidos ha tenido el propósito de que los sectores público y privado se asociaran en la acogida e integración de las personas refugiadas. La Ley de Refugiados de 1980 formalizó estos esfuerzos de asociación para el reasentamiento de personas refugiadas, creando el Programa Federal de Reasentamiento de Refugiados. En la actualidad, nueve volags tienen contratos con el gobierno federal para acoger y ayudar a las personas refugiadas en sus transiciones iniciales a las comunidades de todo el país. Cada agencia administra sus oficinas locales en EE. UU., mientras que cada oficina interactúa estrechamente con la comunidad circundante. Cuando congregaciones como la Iglesia Menonita de Conestoga en Morgantown, Pensilvania, acoge a personas refugiadas, forman asociaciones con un Volag responsable de reasentar a las familias en su área. En Conestoga, el Volag fue mi empleador, el Servicio Mundial de Iglesias (CWS por sus siglas en inglés) de Lancaster, Pennsylvania.

En una tarde soleada de mayo de 2017, una casa en New Holland, Pennsylvania, tuvo una transformación especial. La casa de ladrillo, en la calle de una tienda de suministros de tractores, fue equipada para convertirse en el nuevo hogar de una familia congoleña. Mientras que el equipo de bienvenida de la Iglesia Menonita Conestoga trabajaba duro en la limpieza y organización de la casa en preparación para su llegada, la familia congoleña (madre, padre y sus cuatro hijos), todavía estaban esperando su vuelo de Tanzania a Nueva York.

Había pasado décadas desde que los miembros de la Iglesia Menonita Conestoga habían patrocinado a refugiados. A principios de 2016, la congregación comenzó conversaciones sobre la acogida de otra familia al este del condado de Lancaster. El pastor Bob Petersheim señala que “Conestoga tiene una larga historia de apoyo a la misión local y global… [Nosotros] tenemos profundamente en nuestro ADN congregacional las palabras de Jesús en Mateo 25 que declaran, ‘en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicieron’”.

Conestoga formó un comité, recibió un curso de actualización en los cambios que se habían dado en el sistema desde su último patrocinio y comenzó el trabajo de prepararse para una familia. La participación del equipo de bienvenida ha brindado apoyo adicional al viaje de reasentamiento de la familia, proporcionando más ayuda a los esfuerzos de integración. La directora de casos de CWS, Alyssa Anderson, señala que “la estabilidad y apoyo que el equipo de la Iglesia Menonita Conestoga proporciona a la familia son cruciales. La familia sabe que tiene una comunidad que no sólo da la bienvenida, sino que la ama, y eso hace una gran diferencia”.

Algunas iglesias quieren ayudar con el reasentamiento de personas refugiadas, pero no viven dentro del rango de reasentamiento permitido de un Volag registrado. Sin una manera de patrocinar una familia de manera privada, estas comunidades están limitadas en su capacidad de extender la acogida. Una de estas comunidades que atraviesa actualmente por esta situación es Gainesville, Florida. Richard y Eve MacMaster, miembros de la Iglesia Menonita Emanuel, comenzaron a organizar esfuerzos interreligiosos y comunitarios con la expectativa de que brindar acogida a personas refugiadas a Gainesville sería la mayor parte de su trabajo. Pronto se dieron cuenta de que su iglesia está a 75 millas de la agencia de reasentamiento más cercana. Los esfuerzos de la congregación ahora han cambiado hacia la organización de
voluntariado y donaciones para ser enviadas a las personas recién llegadas en la ciudad de reasentamiento más cercana. Si se les diera la oportunidad de fundar una agencia de reasentamiento en Gainesville o de patrocinar una familia privadamente, los MacMasters dicen que “muy definitivamente” lo harían.

Un desafío adicional para el programa de reasentamiento de refugiados de EE. UU. es que el trabajo de las agencias de reasentamiento está ligado a la voluntad política de la nación. La cobertura de los medios de comunicación de la crisis siria ha aumentado el interés de la comunidad de hacer trabajo voluntario con las personas refugiadas, pero ha disminuido la voluntad política de financiar el programa y permitir que las familias lleguen. Independientemente del apoyo de la comunidad y dinero recaudado, las agencias se enfrentan ahora a ser incapaces de realizar el trabajo vital al que han sido
llamadas.

El apoyo de los grupos asociados de la comunidad y de la fe es invaluable para el trabajo de las agencias de reasentamiento en los Estados Unidos. Muchas veces, las relaciones establecidas en los primeros meses de transición duran toda la vida. Aunque este ha sido un año turbulento para el reasentamiento de personas refugiadas en EE. UU., congregaciones como la iglesia Menonita Conestoga y comunidades como Gainesville están demostrando que hay espacio para tener personas refugiadas e inmigrantes como vecinas en nuestras comunidades.

Christine Baer es desarrolladora de recursos congregacionales para la oficina del Servicio Mundial de Iglesias, en Lancaster Pensilvania

Aprende más

United States State Department Bureau of Population, Refugees and Migration: https://www.state.gov/j/prm/about/index.htm.

United States Department of Health and Human Services Office of Refugee Resettlement: https://www.acf.hhs.gov/orr.

The role of Welcome Teams in the U.S. model of refugee resettlement

[Individual articles from the Fall 2017 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

While refugee resettlement in the United States has enjoyed longstanding support from lawmakers and communities, 2017 has seen the creation of policies aimed at limiting and decreasing arrivals. Resettlement efforts in the U.S. involve collaborations among governmental agencies, non-profit organizations known as Voluntary Agency (or Volags) and communities. Congregations and faith partners have played an important role since formal refugee resettlement efforts began in 1975. Now, even as refugee resettlement has become a political hot topic, churches continue to carry out a significant role in providing welcome, especially in terms of building lasting relationships and serving as community guides to newcomers from around the world.

From its inception, the U.S. refugee program intended for the public and private sectors to partner in the welcome and integration of refugees. The Refugee Act of 1980 formalized these partnership efforts at refugee resettlement, creating the Federal Refugee Resettlement Program. At present, nine Volags hold contracts with the federal government to welcome and assist refugees in their initial transitions to communities around the country. Each agency manages its local offices across the U.S., while each office interacts closely with the surrounding community. When congregations like Conestoga Mennonite Church in Morgantown, Pennsylvania, welcome refugees, they form partnerships with a Volag responsible for resettling families in their area. For Conestoga, the partnering Volag was my employer, Church World Service (CWS) of Lancaster, Pennsylvania.

On a sunny afternoon in May 2017, a home in New Holland, Pennsylvania, underwent a special transformation. The brick house, down the street from a tractor supply store, was outfitted to become the new home for a Congolese family. While the Conestoga Mennonite Church Welcome Team was hard at work cleaning and organizing in preparation for their arrival, the Congolese family (a mother, father and their four children), were still waiting for their flight from Tanzania to New York.

It had been decades since congregants of Conestoga Mennonite had sponsored refugees. In early 2016, the congregation began conversations about welcoming another family to eastern Lancaster County. Pastor Bob Petersheim notes that “Conestoga has a long history of mission support local and global. . . . [We] have deep in our congregational DNA the Matthew 25 words of Jesus that state, ‘if done to the least of these, it has been done to me.’’’

Conestoga formed a committee, received a refresher on system changes since they had last sponsored and began the work to prepare for a family. The Welcome Team involvement has added additional support to the family’s resettlement journey, providing further assistance to integration efforts. CWS case manager, Alyssa Anderson, notes that “the stability and support the Conestoga Mennonite Team provides to the family is so crucial. The family knows that they have a community that not only welcomes then, but loves them, and that makes such a difference.”

Some churches want to help with refugee resettlement, but do not live within the permitted resettlement range of a registered Volag to be involved. Without a way to privately sponsor a family, these communities are limited in their ability to extend welcome. One such community currently navigating this situation is Gainesville, Florida. Richard and Eve MacMaster, members of Emmanuel Mennonite Church, began organizing interfaith and community efforts with the expectation that welcoming refugees to Gainesville would be the bulk of their work. They soon realized that their church is 75 miles from the closest resettlement agency. The congregation’s efforts have now shifted towards organizing volunteers and donations to be sent to newcomers in the closest resettlement town. If given the opportunity to either welcome a resettlement agency to Gainesville or privately sponsor a family, the MacMasters say they would “very definitely” jump on board.

An additional challenge for the U.S. refugee resettlement program is that the work of resettlement agencies is tied to the political will of the nation. The media coverage of the Syrian crisis has seen an increase in community interest to volunteer with refugees, but a decrease in the political will to fund the program and allow families to arrive. Regardless of community support and money raised, agencies are now faced with being unable to perform the vital work to which they have been called.

Community and faith partner support is invaluable to the work of resettlement agencies in the U.S. Many times, the relationships established within the first months of transition last a lifetime. Although this has been a turbulent year for refugee resettlement in the U.S., congregations like Conestoga Mennonite and communities like Gainesville are stepping up to show that there is space for refugees and immigrants in our communities as our neighbors.

Christine Baer is congregational resource developer for Church World Service’s Lancaster, Pennsylvania, office.

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United States State Department Bureau of Population, Refugees and Migration: https://www.state.gov/j/prm/about/index.htm.

United States Department of Health and Human Services Office of Refugee Resettlement: https://www.acf.hhs.gov/orr.

Patrocinio privado de personas refugiadas en Canadá: una oportunidad para la transformación mutua

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de otoño de 2017 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

El reasentamiento de las personas refugiadas de un país de asilo a un tercer país es una de las tres soluciones duraderas para ellas, junto con la repatriación voluntaria y la integración local. En Canadá, el programa de Patrocinio Privado de Refugiados (PSR por sus siglas en inglés) del gobierno federal permite a ciudadanos particulares patrocinar refugiados a través de organizaciones que tienen acuerdos de patrocinio con el gobierno. Si bien el propósito central del programa es el reasentamiento exitoso de las personas refugiadas, una reciente evaluación del trabajo del CCM Manitoba con sus grupos patrocinadores muestra que también presenta la oportunidad de promover relaciones mutuamente transformadoras a medida que estos grupos aprenden lo que significa acompañar a las personas recién llegadas.

A finales de 2015, realicé una evaluación de la interacción entre lo que los patrocinadores aportan a la experiencia de reasentamiento y el papel del programa de migración y reasentamiento del CCM Manitoba para ayudar a los patrocinadores a navegar el proceso de reasentamiento. Los grupos constituyentes que patrocinan a las personas refugiadas tienen una influencia significativa sobre el proceso de patrocinio y los resultados del reasentamiento. El personal del CCM trabaja a través de estos grupos de patrocinio para atender a las personas refugiadas que son reasentadas en Canadá.

Cuando se les pedí que nombraran los retos clave que enfrentan en el proceso de patrocinio y reasentamiento, los patrocinadores recurren invariablemente a los detalles prácticos e instrumentales del reasentamiento. Las primeras semanas y meses son intensas y requieren apoyo práctico diario, desde obtener tarjetas de salud y números de seguro social hasta enseñar a las personas recién llegadas cómo manejar sus aparatos y tomar transporte público. Mientras que los patrocinadores tienen acceso a listas de verificación para cubrir estas tareas y prepararse para ellas antes de la llegada de las personas refugiadas, las variables más complejas entran en juego en el instante en que las personas recién llegadas salen del avión. Navegar las diferencias culturales y malentendidos, manejar las expectativas tanto de las personas recién llegadas como de los patrocinadores y aprender cómo las diferentes personalidades y experiencias impactarán el reasentamiento son factores que no se pueden predecir con antelación.

Muchos patrocinadores reconocen que sus respuestas a estas variables impredecibles son clave para lograr resultados satisfactorios en el reasentamiento y al mismo tiempo, a menudo, se sienten mal equipados en sus respuestas. Esto es particularmente el caso cuando intentan ayudar a las personas recién llegadas a procesar el trauma que han experimentado. Los grupos que han participado en múltiples patrocinios también han pasado por su propio proceso de lidiar entre hacer lo que pueden para asegurar un reasentamiento suave y permitir que las personas recién llegadas tomen sus propias decisiones y aprendan de sus errores. Investigaciones previas han identificado la necesidad de ser cautelosos en el lenguaje utilizado para caracterizar a las personas recién llegadas a fin de no afectar negativamente su capacidad de reasentamiento exitoso (Lamba y Krahn, 2003). En cambio, la relación entre el patrocinador y las personas recién llegadas debe ser enmarcada como una de colaboración e intercambio que reconoce los años de educación, experiencia profesional y redes sociales que las personas recién llegadas traen consigo cuando se reasentan (McKinnon, 2009; Lanphier, 2003).

El personal del CCM tiene mucho que ofrecer para apoyar a los grupos constituyentes a medida que acompañan a las personas recién llegadas y les ayudan a hacer una transición exitosa a la vida en Canadá. Sin duda, los grupos constituyentes que patrocinan a personas refugiadas aprenderán naturalmente ciertas lecciones durante el curso del compromiso mínimo de un año que hacen al proceso de reasentamiento. Los patrocinadores aprenden a esperar lo inesperado y a que sus visiones del mundo sean desafiadas y expandidas. Sin embargo, los patrocinadores también expresan su apertura para participar en una planificación más profunda y caminar a través del proceso de patrocinio. Específicamente, los patrocinadores han indicado que desean entender al inicio del proceso de reasentamiento cuáles podrían ser los criterios de evaluación para un reasentamiento exitoso. Esto proporciona un punto de entrada para que el personal del CCM proporcione información sobre las mejores prácticas para que los grupos de patrocinadores puedan trabajar junto con las personas recién llegadas en el establecimiento de metas, esto con el fin de ayudar a los grupos patrocinadores a comprender sus propios sesgos culturales y posiciones de poder y enfatizar los aspectos relacionales del patrocinio. La evaluación de un patrocinio también puede incluir mecanismos que obtengan retroalimentación de los patrocinadores y les brinden la oportunidad de reflejar no sólo el resultado del reasentamiento, sino también su papel de apoyo en el proceso. Estos aprendizajes pueden, a su vez, informar futuros patrocinios.

Una y otra vez, los patrocinadores han identificado la construcción de relaciones significativas como la parte más transformadora del proceso de patrocinio. Estudios de iniciativas de patrocinio pasados han demostrado que, a pesar de la dependencia que otros han argumentado está incrustada en el programa, la mayoría de las personas recién llegadas fueron capaces de establecer relaciones de suficiente confianza con los patrocinadores como para superar los desafíos del proceso (Neuwirth y Clark, 1981). Debido a sus casi cuatro décadas de experiencia con el patrocinio de personas refugiadas, el CCM está bien colocado para alentar a los grupos patrocinadores a moverse a niveles más profundos de compromiso con las personas y familias a las que patrocinan. A través de este apoyo, el patrocinio de personas refugiadas tiene el potencial de ser un proceso mutuamente transformador de integración y construcción comunitaria.

Stephanie Dyck es coordinadora de ayuda humanitaria y recuperación de desastres del CCM.

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Lamba, Navjot K. and Henry Krahn. “Social Capital and Refugee Resettlement: The Social Networks of Refugees in Canada.” Journal of International Migration and Integration. 4/3 (Summer 2003): 335-360.

Lanphier, Michael. “Sponsorship: Organizational, Sponsor, and Refugee Perspectives.” Journal of International Migration and Integration. 4/2 (Spring 2003): 237-256.

McKinnon, Sara L. “‘Bringing New Hope and New Life’: The Rhetoric of Faith-Based Refugee Resettlement Agencies.” Howard Journal of Communications, 20/4 (2009): 313-332.

Neuwirth, Gertrud and Lynn Clark. “Indochinese Refugees in Canada: Sponsorship and Adjustment.” International Migration Review. 15/1 and 15/2 (Spring and Summer 1981): 131-140.

Private Refugee Sponsorship in Canada: an opportunity for mutual transformation

[Individual articles from the Fall 2017 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Resettlement of refugees from a country of asylum to a third country is one of three durable solutions for refugees, alongside voluntary repatriation and local integration. In Canada, the federal government’s Private Sponsorship of Refugees (PSR) program allows private citizens to sponsor refugees through organizations who hold sponsorship agreements with the government. While the central purpose of the program is the successful resettlement of refugees, a recent evaluation of MCC Manitoba’s work with its sponsoring groups shows that it also presents an opportunity to promote mutually transformative relationships as these groups learn what it means to accompany newcomers.

In late 2015, I conducted an evaluation of the interaction between what sponsors bring to the resettlement experience and the role of MCC Manitoba’s migration and resettlement program in helping sponsors navigate the resettlement process. Constituent groups that sponsor refugees have significant influence over the sponsorship process and settlement outcomes. MCC staff work through these sponsorship groups to serve refugees being resettled in Canada.

When asked to name the key challenges faced in the sponsorship and resettlement process, sponsors invariably turn to the practical and instrumental details of resettlement. The first weeks and months are intense and require daily hands-on support, from obtaining health cards and social insurance numbers to teaching newcomers how to run their appliances and take public transportation. While sponsors have access to checklists to cover off these tasks and prepare for them in advance of the refugees’ arrival, more complex variables are at play the instant the newcomers step off the plane. Navigating cultural differences and misunderstandings, managing the expectations of both newcomers and sponsors and learning how different personalities and experiences will impact resettlement are all factors that cannot be predicted in advance.

Many sponsors recognize that their responses to these unpredictable variables are key to successful settlement outcomes and at the same time often feel ill-equipped in their responses. This is particularly the case when attempting to help newcomers process the trauma they have experienced. Groups that have participated in multiple sponsorships have also gone through their own process of grappling with doing what they can to ensure a smooth resettlement and allowing newcomers to make their own decisions and learn from their mistakes. Previous research has identified the need to exercise caution in the language used to characterize newcomers so as not to negatively impact their ability to resettle successfully (Lamba and Krahn, 2003). Instead, the relationship between sponsor and newcomer should be framed as one of sharing and partnership that recognizes the years of education, professional experience and social networks that newcomers bring with them when they resettle (McKinnon, 2009; Lanphier, 2003).

MCC staff have much to offer in supporting constituent groups as they accompany newcomers and help these recently resettled newcomers make a successful transition to life in Canada. To be sure, constituent groups sponsoring refugees will naturally learn certain lessons over the course of the minimum one-year commitment they make to the resettlement process. Sponsors learn to expect the unexpected and to have their worldviews challenged and expanded. However, sponsors also express openness to engage in deeper planning for and walking through the sponsorship process. Specifically, sponsors have indicated that they want to understand at the outset of the resettlement process what the evaluation criteria might be for a successful resettlement. This provides an entry point for MCC staff to provide information on best practices for how sponsor groups can work together with newcomers on goal setting, to help sponsor groups understand their own cultural biases and positions of power and to emphasize the relational aspects of sponsorship. The evaluation of a sponsorship can also include mechanisms that pull in feedback from sponsors and provide them an opportunity to reflect not only on the outcome of the resettlement, but also on their supporting role in the process. These learnings can in turn inform future sponsorships.

Time and again, sponsors have identified building meaningful relationships as the most transformative part of the sponsorship process. Studies of past sponsorship initiatives have shown that, despite the dependence that others have argued is embedded in the program, most newcomers were able to establish relationships with sponsors that were trusting enough to overcome the challenges in the process (Neuwirth and Clark, 1981). Given its nearly four decades of experience with refugee sponsorship, MCC is well placed to encourage sponsoring groups to move to deeper levels of engagement with the individuals and families they sponsor. Through this support, refugee sponsorship has the potential to be a mutually transformative process of integration and community building.

Stephanie Dyck is an MCC humanitarian relief and disaster recovery coordinator.

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Lamba, Navjot K. and Henry Krahn. “Social Capital and Refugee Resettlement: The Social Networks of Refugees in Canada.” Journal of International Migration and Integration. 4/3 (Summer 2003): 335-360.

Lanphier, Michael. “Sponsorship: Organizational, Sponsor, and Refugee Perspectives.” Journal of International Migration and Integration. 4/2 (Spring 2003): 237-256.

McKinnon, Sara L. “‘Bringing New Hope and New Life’: The Rhetoric of Faith-Based Refugee Resettlement Agencies.” Howard Journal of Communications, 20/4 (2009): 313-332.

Neuwirth, Gertrud and Lynn Clark. “Indochinese Refugees in Canada: Sponsorship and Adjustment.” International Migration Review. 15/1 and 15/2 (Spring and Summer 1981): 131-140.

Historias de las personas refugiadas colombianas viviendo el reasentamiento

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de otoño de 2017 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Tener que huir del hogar como refugiado(a) es traumático. El reasentamiento, que puede estar lleno de esperanza y parecer una forma de salir de este trauma, es difícil también. En 2013, entrevisté a siete personas adultas, ahora todas ciudadanas canadienses, que emigraron a Canadá como refugiados de Colombia hace más de una década. El estudio exploró las experiencias de las personas participantes de ser refugiadas y comenzar nuevas vidas en Canadá. A lo largo de estas entrevistas se repitieron dos metáforas clave: desarraigo y renacimiento.

Una fuente del trauma de las personas refugiadas proviene del huir de casa. Las agencias que trabajan para reasentar a las personas refugiadas deben comprender y explicar este trauma. Un refugiado reasentado que entrevisté, que había trabajado por los derechos humanos de los campesinos y pequeños agricultores, ofreció una metáfora agrícola comúnmente utilizada por las personas desplazadas de las zonas rurales y agrícolas para explicar la esencia de convertirse en refugiado(a).

Los desplazados usan una palabra que expresa muy bien lo que significa—arrancados— ser desarraigados… arrancar es agarrar una planta y sacarla de raíz, tierra y todo, no importa si se magulla —¡magúllela! —pero sáquela de la tierra con su raíz. Creo que esto es como la realidad de un refugiado. Hemos sido rudamente arrancados de nuestra tierra, y esto obviamente crea profundas heridas. . . Y así, obviamente, llegas con sentimientos muy profundos de vacío.

Además, explicó que convertirse en un refugiado(a) es “un cambio total de vida y es algo que uno está obligado a hacer. No es una ‘decisión libre’ que tomas porque quieres buscar una vida mejor. No, es algo que haces porque tienes que hacerlo, porque no tienes otra opción”.

Numerosos participantes del estudio describieron la experiencia de reasentarse en Canadá como un nuevo nacimiento, usando metáforas como “renacer”, “estar recién nacido”, “comenzar de cero” o “reconstruir la propia vida”. Un participante del estudio explicó lo que entendía por un nuevo nacimiento:

Quiero dejar todo eso atrás. No quiero volver. Nunca. Quiero renacer. Quiero ser otra persona y quiero —sí, me gustaría empezar una nueva vida. Es decir, una vida nueva, un nuevo nacimiento. Como he dicho, no tienes inglés, no sabes hablar, no sabes caminar, sales —te perdiste . . . no sabes leer, no sabes nada. Eres un recién nacido aquí.

Otro participante hizo referencia a pérdidas en el proceso de renacer:

Todo estaba perdido. Pero todo tendría que regresar. . . Cuando aterrizamos en tierra canadiense le dije a mi esposa: “Aquí vamos a renacer”. Tenemos que aprender el idioma, tenemos que aprender a sobrevivir, tenemos que aprender a hacer amigos, tenemos que volver a ser una familia. Estas son las cosas grandes que suceden. Y así empezamos todos nosotros.

Explicando la metáfora de renacer un poco más, él elaboró:

Es como las etapas de la vida, creo que viene en etapas. ¿Cómo fue el nacimiento? ¿Qué tan difícil fue el trabajo de parto? Mi nacimiento fue difícil… con un montón de complicaciones, que eran como mi familia a mi lado. . . Entonces, nos desarrollamos y nosotros mismos nos convertimos en los médicos que trataron con la situación. Y empezamos a encontrar soluciones y hacer nuestros propios medicamentos. . . Después viene el proceso de madurar el inglés… entre cero y tres años estás aprendiendo a escuchar y aprender las palabras. Más tarde, es como conocer el mundo, saber quiénes van a ser tus padres, quiénes son tus hermanos. Es como el libro de la vida —renacer y hacer todo eso en un corto período de tiempo.

El desafío de comenzar de nuevo como adultos fue descrito por otro participante como “partiendo de cero, en todos los sentidos. Lo único es que somos cuerpos de 40 años, pero totalmente vacíos porque no tenemos el idioma, no tenemos amigos, no tenemos dinero, no tenemos absolutamente nada”. Tales descripciones metafóricas vívidas de partir de cero y renacer resaltan los desafíos que enfrentan las personas refugiadas al reconstruir sus vidas, a menudo, en la edad madura, en Canadá. Quizás no tan obviamente, estas representaciones de reasentamiento como renacimiento también contienen indicios de posibilidad, esperanza y determinación.

Habiendo comenzado de nuevo una vez antes, los participantes hicieron hincapié en que, aunque difícil, empezar de nuevo es de hecho posible. Al hablar de la idea del reasentamiento como un renacimiento, un participante describió lo que el renacer podría implicar a largo plazo: “Llegas aquí para renacer, para empezar a estudiar, para empezar a crecer. . . para aprender a ser voluntario, para ser más voluntario de lo que uno ya es… y dar lo que tienes para ayudar a las personas que llegan”. Varias mujeres en el estudio enfatizaron su habilidad para superar obstáculos y barreras en el proceso de reasentamiento y mencionaron la importancia de “tener tiempo para todo” (trabajo, familia, amigas y amigos, ayudar a otros) en la vida. Ella explicó “Tienes que dar para recibir. . . Nosotros decimos que ‘fuimos bendecidos, tenemos que bendecir a otros’. Y lo hemos hecho muchas veces”.

Las dos imágenes de desarraigo y renacimiento abren una ventana a las luchas de las personas refugiadas reasentadas. Si bien el comienzo de la experiencia de las personas refugiadas es el de ser, más o menos, desarraigadas y partir de cero, esto no define la totalidad de la experiencia. A medida que el nuevo país se convierte en el hogar y la vida se restablece, surge una oportunidad para el renacimiento. Mientras que el renacimiento está repleto de desafíos, puede ser una imagen llena de esperanza para guiar a las personas refugiadas a asentarse en sus nuevos hogares.

Shalom Wiebe es gerente de programa de HOPE International Development Agency. Anteriormente trabajó con el CCM en Colombia como trabajadora de apoyo para personas desplazadas internamente.

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Munoz, M. “Continuum of Success: A Case Study of Colombian Refugee Women in Canada.” Doctoral dissertation, Faculty of Social Work, University of Calgary, 2011.

Riaño-Alcalá, Pilar, with Patricia Diaz, Amantina Osorio, and Martha Colorado. The Forced Migration of Colombians: Colombia, Ecuador, Canada. Corporación Región: Medellin, Colombia and Vancouver: School of Social Work, University of British Columbia, 2008. Disponible en: https://yorkspace.library.yorku.ca/xmlui/ handle/10315/2592.

Wiebe, Shalom. “Colombian Refugees’ Stories of Navigating Settlement.” Master’s thesis, Faculty of Social Work, University of British Columbia, 2013. Disponible en http://hdl.handle.net/2429/44942.

Colombian refugees’ stories of navigating settlement

[Individual articles from the Fall 2017 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

Having to flee one’s home as a refugee is traumatic. Resettlement, which can be full of hope and seem like a way out of this trauma, is difficult as well. In 2013, I interviewed seven adults, now all Canadian citizens, who immigrated to Canada as refugees from Colombia over a decade ago. The study explored participants’ experiences of being refugees and starting new lives in Canada. Two key metaphors recurred throughout these interviews: uprooting and rebirth.

One source of refugee trauma stems from fleeing home. Agencies working to resettle refugees must understand and account for this trauma. A resettled refugee I interviewed, who had worked for the human rights of rural, small-scale farmers, offered an agricultural metaphor commonly used by displaced people from rural, agricultural areas to explain the essence of becoming a refugee:

Displaced people use a word that expresses very well what it means—arrancados—to be uprooted. . .  To arrancar is to grab a plant and rip it out of the ground roots and all, it doesn’t matter if it is bruised—bruise it!—but pull it up with its roots from the ground. I think this is like the reality of a refugee. We are roughly ripped up from our land, and this obviously creates deep wounds . . .  And so obviously you arrive with very profound feelings of emptiness.

He further explained that becoming a refugee is “a total life change and it is something that you are forced to do. It’s not a ‘free decision’ that you take because you want to look for a better life. No, it is something that you do because you have to, because you have no other option.”

Numerous study participants described the experience of resettling in Canada as a new birth, using metaphors of “being reborn,” “being a newborn,” “starting from zero” or “rebuilding one’s life.” One study participant explained what he meant by a new birth:

I want to leave all of that behind. I don’t want to go back. Never. I want to be reborn. I want to be another person and I want—yes, I would like to start a new life. That is to say, a new life, a new birth. Like I said, you don’t have English, you don’t know how to speak, you don’t know how to walk, you go out—you get lost . . . you don’t know how to read, you don’t know anything. You are a newborn here.

Another participant made references to losses in the process of being reborn:

Everything was lost. But it had to return. . . When we touched down on Canadian soil I said to my wife, “Here we will be reborn.” We have to learn the language, we have to learn how to survive, we have to learn how to make friends, we have to return to being a family. These are the big things that happen. And so each of us started.

Explaining the metaphor of being reborn further, he elaborated:

It’s like the stages of life, I think that it comes in stages. How was the birth? How difficult was the labor? My birth was difficult . . . with a whole lot of complications, which were my family beside me. . .  Then, how we developed and how we ourselves became the physicians that dealt with the situation. And we began to find solutions and make our own medicines. . . After that comes the process of maturing in English . . . between zero and three years you are learning to listen and learning the words. Later, it’s like getting to know the world, knowing who are going to be your parents, who are your siblings. It’s like the book of life—being reborn and doing all that in a short period of time.

The challenge of starting over as adults was described by another participant as “starting from zero, in every sense. The only thing is that we are 40-year-old bodies, but totally empty because we don’t have the language, we don’t have friends, we don’t have money, we have absolutely nothing.” Such vivid metaphorical descriptions of starting from zero and being reborn highlight the challenges refugees face as they rebuild their lives, often in middle age, in Canada. Perhaps not as obviously, these depictions of resettlement as rebirth also contain hints of possibility, hope and determination.

Having started again once before, participants emphasized that, while difficult, starting again is in fact possible. In speaking about the idea of resettlement as rebirth, one participant described what being reborn could imply in the long run: “You arrive here to be reborn, to start to study, to start to grow. . . to learn to volunteer, to volunteer more than you already do. . . and to give what you have to help people who arrive.” Several women in the study emphasized their ability to overcome obstacles and barriers in the settlement process, and one mentioned the importance of “having time for everything” (work, family, friends, helping others) in life. She explained “You have to give to receive. . . We say ‘we were blessed, we have to bless others.’ And we have done so a lot of times.”

The two images of uprooting and rebirth open a window onto the struggles of resettled refugees. While the beginning of the refugee experience is one of being roughly uprooted and starting from zero, this does not define the entirety of the refugee experience. As the new country becomes home and as life is re-established, an opportunity for rebirth arises. While rebirth is fraught with challenge, it can be a hope-filled image to guide refugees to settlement in their new homes.

Shalom Wiebe is a program manager for HOPE International Development Agency. She previously served with MCC in Colombia as a support worker for internally displaced people.

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Munoz, M.  “Continuum of Success: A Case Study of Colombian Refugee Women in Canada.” Doctoral dissertation, Faculty of Social Work, University of Calgary, 2011.

Riaño-Alcalá, Pilar, with Patricia Diaz, Amantina Osorio, and Martha Colorado. The Forced Migration of Colombians: Colombia, Ecuador, Canada. Corporación Región: Medellin, Colombia and Vancouver: School of Social Work, University of British Columbia, 2008. Available at https://yorkspace.library.yorku.ca/xmlui/handle/10315/2592.

Wiebe, Shalom. “Colombian Refugees’ Stories of Navigating Settlement.” Master’s thesis, Faculty of Social Work, University of British Columbia, 2013. Available at http://hdl.handle.net/2429/44942.

Cambios en la dinámica de poder de las familias refugiadas reasentadas

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de otoño de 2017 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

Todas las familias con hijas e hijos probablemente experimentan tensiones delicadas a medida que se convierten en adolescentes, con sutiles luchas por poder que se desarrollan entre la madre, padre e hijas e hijos adolescentes. Para las familias refugiadas reasentadas (o familias recién llegadas), la inmersión en una nueva cultura, lenguaje, normas y valores agrava esos desafíos. Cuando una familia recién llegada ha experimentado la migración forzada, los desafíos son aún mayores. Las agencias encargadas de reasentar a las personas refugiadas deben atender el impacto del reasentamiento en la dinámica familiar, especialmente en las relaciones entre madres, padres y sus hijas e hijos adolescentes.

Las familias recién llegadas, a menudo, experimentan un cambio en la dinámica de poder dentro de sus unidades familiares. Las personas adolescentes se sumergen en la cultura, lenguaje, normas y valores dominantes a través de su participación en
la escuela. Así, rápidamente se convierten en maestras y maestros de su nuevo entorno. Las madres y padres, por el contrario, suelen tener menos exposición al nuevo contexto cultural, al tiempo que mantienen conexiones más profundas con sus contextos culturales nativos. Por lo tanto, no sorprendentemente a menudo, se adaptan más lentamente a su nuevo entorno que sus hijas e hijos adolescentes. Este contraste, en los períodos del ajuste, se presta para que la balanza de poder se incline en favor de la juventud.

Una forma en que este cambio de poder se desarrolla es en la adquisición del lenguaje. Las habilidades del lenguaje desarrollado de las personas adolescentes recién llegadas, a menudo, les colocan en el papel de intérpretes y navegadores culturales para sus madres y padres. Las madres y padres pueden depender de sus hijas e hijos adolescentes en las citas médicas, reuniones escolares, interpretación de documentos del gobierno y más, colocando a las personas adolescentes recién llegadas en una posición de responsabilidad y poder sobre sus madres y padres. La presión de la responsabilidad adicional que experimentan las personas adolescentes refugiadas reasentadas puede agravar las tensiones familiares. También puede conducir a una dinámica familiar incómoda. Por ejemplo, las hijas e hijos pueden ser puestos en una posición de comunicar la condición íntima de salud de su madre o padre a los profesionales médicos.

La escuela es otro lugar para las luchas de integración. Para las personas adolescentes que han experimentado una migración forzada, la escolaridad interrumpida tiene un impacto significativo en su capacidad para reasentarse. El sistema escolar canadiense alinea las edades de los estudiantes con los grados, lo que puede resultar en la colocación en un grado en conflicto con su experiencia escolar. Un estudiante de 16 años que sólo terminó el quinto grado puede ser colocado en un aula de décimo año. Estas personas adolescentes comprensiblemente experimentan, con frecuencia, sentimientos de aislamiento y frustración por su dificultad para adaptarse al currículo y a las expectativas del profesorado y colegas. Como resultado, las personas adolescentes recién llegadas, a veces, se vuelven vulnerables a participar en comportamientos destructivos.

Otro punto de tensión surge del conflicto entre los valores que tienen las familias de las personas estudiantes recién llegadas y los valores que adoptan las escuelas y proveedores de servicios. Zeinab (nombre ficticio), una joven en la secundaria cuya familia se había reasentado recientemente en Winnipeg después de huir de la guerra en Somalia, se alegró al descubrir que había clasificado para el equipo de baloncesto de su escuela. Sus profesoras/es y trabajadoras/es de apoyo del centro comunitario local celebraron con ella y la animaron a continuar con esta actividad extracurricular. A sus ojos, esto representaba una oportunidad para Zeinab de desarrollar amistades y encontrar su lugar en el nuevo ambiente escolar. La madre de Zeinab, sin embargo, no aprobó esta actividad. Como madre soltera con tres menores en casa, necesitaba la ayuda de Zeinab después de la escuela. Zeinab, sintiéndose frustrada y confundida ante las opiniones divergentes de las personas adultas de confianza en su vida, pronto comenzó a escaparse de casa para jugar baloncesto. Cuando su madre desafía este comportamiento, Zeinab amenaza con llamar al 911.

Las madres y padres recién llegados citan sentimientos de pérdida de autoridad en la crianza de sus hijas e hijos adolescentes. Las políticas de protección de la infancia destinadas a fortalecer las familias en Canadá pueden ser malinterpretadas por las madres/padres y mal usadas por parte de las personas adolescentes. Las historias de las autoridades gubernamentales que sacan a los menores de sus hogares circulan dentro de las comunidades recién llegadas—las amenazas de las niñas y niños, en el calor de una discusión con sus madres/padres, de llamar a una línea de emergencia, incita el miedo en las madres / padres y les despoja de confianza para imponer límites o expectativas. Este cambio en la dinámica de poder dentro de las familias de personas refugiadas reasentadas también puede conducir a una mayor vulnerabilidad de las personas adolescentes recién llegadas a emprender acciones destructivas.

Las organizaciones que trabajan con las personas recién llegadas buscan fortalecer los lazos familiares durante estos tiempos de estrés. En Winnipeg, la General Child and Family Services Authority [Autoridad General de Servicios para la Niñez y la Familia] trata de combatir los miedos asociados con sus servicios dentro de la comunidad de personas recién llegadas. La Autoridad desarrolló y distribuyó un video entre los organismos que trabajan con las personas recién llegadas para familiarizar a las madres/padres con el sistema de bienestar infantil de Manitoba y los derechos, responsabilidades y leyes de las madres/padres y para facilitar el diálogo, romper barreras y apoyar a las familias recién llegadas en su transición a la vida en Canadá. Las organizaciones que apoyan a las personas adolescentes refugiadas reasentadas en Winnipeg ofrecen programas que facilitan el establecimiento de relaciones entre las madres/padres y sus hijas e hijos, como el Programa del Centro de Servicios para el Empleo y Desarrollo Educativo de las personas recién llegadas (NEEDS por sus siglas en inglés), que une a la juventud recién llegada y a sus familias con un(a) mentor(a) residente de Canadá. Las excursiones a eventos y actividades locales permiten a las madres/padres y adolescentes interactuar en un ambiente neutral y crear recuerdos positivos juntos.

Las cambiantes dinámicas de poder experimentadas por las familias de personas refugiadas reasentadas pueden producir una considerable presión sobre la unidad familiar. Al apoyar las relaciones entre las madres/padres y adolescentes, los proveedores de servicios están sentando las bases para el éxito familiar de las personas recién llegadas y al mismo tiempo mitigan la vulnerabilidad de las personas adolescentes recién llegadas a una mayor participación en comportamientos destructivos.

Katie Froese es coordinadora del Programa de Intercambio de Voluntarios del CCM Manitoba. Ha trabajado con personas adolescentes refugiadas reasentadas en el Centro NEEDS en Winnipeg, Manitoba.

Aprende más

Fast, Matt. “Making a Way When There is No Way: The Experiences and Challenges of Gang Affected Young Adult Refugees in Winnipeg.” Master’s thesis, University of Manitoba, 2013. Disponible en: http://hdl.handle.net/1993/22126

General Child and Family Services Authority. “Sounds through the Wall.” Video disponible en: http://www.generalauthority.ca/sounds-through-wall.

Rezania, Shahrokh. “Refugee Fathers in a New Country: The Challenges of Cultural Adjustment and Raising Children in Winnipeg, Canada.” Master’s thesis, University of Manitoba, 2015. Disponible en: http://needsinc.ca/asset_library/page/yktt/RefugeeFathersInANewCountry.pdf.

Changing power dynamics for resettled refugee families

[Individual articles from the Fall 2017 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

All families with children probably experience delicate tensions as the children become teenagers, with subtle struggles for power unfolding between parents and their adolescent children. For resettled refugee families (or newcomer families), the immersion in a new culture, language, norms and values exacerbates those challenges. When a newcomer family has experienced forced migration, the challenges are even greater. Agencies tasked with resettling refugees must attend to the impact of resettlement on family dynamics, especially on relationships between parents and their adolescent children.

Newcomer families often experience a shift in power dynamics within their family units. Youth are immersed in mainstream culture, language, norms and values through their participation in school. As such, they quickly become masters of their new environment. Parents, in contrast, typically have less exposure to the new cultural context, while also holding deeper connections to their native cultural contexts. They therefore not surprisingly often adapt more slowly to their new environment than their teenaged children. This contrast in adjustment periods lends itself to the scales of power being tipped in favor of the youth.

One way this power shift plays out is in language acquisition. Teenage newcomers’ developed language abilities often place them in the role of translator and cultural navigator for their parents. Parents might rely on their teenaged children at doctor’s appointments, school meetings, interpretation of government documents and more, placing newcomer children in a position of both responsibility for and power over their parents. The pressure of added responsibility experienced by resettled refugee youth can exacerbate familial tensions. It can also lead to awkward family dynamics. For example, children may be put in a position of communicating a parent’s intimate health condition to medical professionals.

School is another place for integration struggles. For youth who have experienced forced migration, interrupted schooling has a significant impact on their ability to resettle. The Canadian school system aligns students’ ages with their grades, which can result in students’ grade placement conflicting with their school experience. A 16-year old who only completed grade 5 may be placed in a grade 10 classroom. Such young people understandably often experience feelings of isolation and frustration at their difficulty in adapting to the curriculum and the expectations of educators and peers. As a result, newcomer youth sometimes become vulnerable to participating in destructive behaviors.

A further point of tension arises from conflict between the values held by newcomer students’ families and the values espoused by schools and service providers. Zeinab (not her real name), a young woman in high school whose family had recently resettled in Winnipeg after fleeing war in Somalia, was delighted to find out that she made the high school basketball team. Teachers and support workers at the local community center celebrated with her and encouraged her to pursue this extracurricular activity. In their eyes, this represented an opportunity for Zeinab to develop friendships and find her place in the new school environment. Zeinab’s mother, however, did not approve of this activity. As a single mother with three young children at home, she needed Zeinab’s help after school. Zeinab, feeling frustrated and confused at the diverging opinions of trusted adults in her life, soon began sneaking away from home to play basketball. When her mother challenges her behavior, Zeinab threatens to call 911.

Newcomer mothers and fathers cite feelings of a loss of authority in parenting their teenage children. The child protection policies meant to strengthen families in Canada can be misunderstood by parents and misused by youth. Stories of government authorities removing children from their homes circulate within newcomer communities—children’s threats in the heat of an argument with their parents to call an emergency helpline incites fear into newcomer parents and simultaneously strips them of their confidence to enforce boundaries or expectations. This shift in power dynamics within resettled refugee families can also lead to greater vulnerability of newcomer youth to engaging in destructive actions.

Organizations working with newcomers seek to strengthen newcomer family bonds during these times of stress. In Winnipeg, the General Child and Family Services Authority seeks to combat fears associated with their services within the newcomer community. The Authority developed and circulated a video resource among newcomer-serving agencies to familiarize newcomer parents with Manitoba’s child welfare system and parenting rights, responsibilities and laws and to facilitate dialogue, break down barriers and support newcomer families in their transition to life in Canada. Organizations supporting resettled refugee youth in Winnipeg provide programming that facilitates relationship building between parents and their children, such as the Newcomers Employment and Education Development Services (NEEDS) Centre’s Mentorship Program, which pairs newly arrived refugee youth and their families with a Canadian-resident mentor. Field trips to local events and activities allow parents and youth to interact in a neutral environment and create positive memories together.

The changing power dynamics experienced by resettled refugee families can produce considerable strain on the family unit. By supporting parent-youth relationships, service providers are laying a foundation for newcomer family success and simultaneously mitigating the vulnerability of newcomer youth to increased participation in destructive behaviors.

Katie Froese is MCC Manitoba International Volunteer Exchange Program coordinator. She has worked with resettled refugee youth at NEEDS Centre in Winnipeg, Manitoba.

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Fast, Matt. “Making a Way When There is No Way: The Experiences and Challenges of Gang Affected Young Adult Refugees in Winnipeg.” Master’s thesis, University of Manitoba, 2013. Available at http://hdl.handle.net/1993/22126

General Child and Family Services Authority. “Sounds through the Wall.” Video available at http://www.generalauthority.ca/sounds-through-wall.

Rezania, Shahrokh. “Refugee Fathers in a New Country: The Challenges of Cultural Adjustment and Raising Children in Winnipeg, Canada.” Master’s thesis, University of Manitoba, 2015. Available at http://needsinc.ca/asset_library/page/yktt/RefugeeFathersInANewCountry.pdf.

Reasentamiento de personas refugiadas y retos de reunificación familiar

[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de otoño de 2017 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]

A medida que los gobiernos consideran la actual crisis de refugiados, un área de especial preocupación debe ser el bienestar de la niñez y juventud. La investigación en esta área es escasa y los datos son limitados. Sin embargo, las organizaciones que trabajan en el reasentamiento deben continuar buscando mejores prácticas y sistemas de apoyo para reasentar a niñas, niños y jóvenes.

En mi trabajo con el CCM EE. UU., me encuentro con muchas niñas, niños y jóvenes en varias etapas de migración. Mis pensamientos sobre el tema comienzan con mi propia experiencia del reasentamiento de nuestra familia en 1986 de Guatemala a Canadá. En la tarde del 18 de febrero de 1986, mucha gente de nuestra comunidad eclesiástica y vecinos de la Ciudad de Guatemala vino a nuestra casa para despedirnos. Salíamos a la mañana siguiente para reunirnos con mi padre que había huido de Guatemala para México en mayo de 1980. Finalmente había sido aceptado como refugiado político en Canadá en enero de 1981. Yo tenía 15 años cuando salí de Guatemala. Recuerdo estar feliz de subirme en un avión por primera vez y viajar a Calgary, Alberta, y reunirme con mi padre. Esta reunificación había sido nuestro sueño familiar durante años. En retrospectiva, desearía que nuestra familia hubiera estado mejor informada sobre lo que iba a suceder.

A medida que reflexiono sobre nuestro proceso de migración y reasentamiento, lo he descrito, a menudo, como un nuevo nacimiento, con todo el dolor, empujones y tirones del parto. Sabíamos algunas cosas sobre Canadá. Mi madre tenía primos en Toronto que habían huido allí unos años antes, así que habíamos visto fotos de Canadá, incluyendo las majestuosas Montañas Rocosas donde estaríamos viviendo. Sin embargo, ninguna foto o relato podría habernos preparado para lo que íbamos a encontrar. A nuestra llegada, el gobierno proporcionó algún apoyo para ayudarnos a instalarnos. Recibimos ropa de invierno en el aeropuerto, junto con algo de dinero para ayudarnos a comenzar la vida en Canadá. Fuimos inscriptos en el sistema de salud y se nos asignó un trabajador social, aunque rara vez lo vimos y no hablaba español.

El primer desafío del que muchas personas recién llegadas a Canadá hablan es el clima. Estaba a -20 Celsius (-4 Fahrenheit) cuando aterrizamos en Calgary. Nunca habíamos experimentado ese tipo de clima en Guatemala. Al igual que los recién nacidos fuera de la comodidad de la tierra madre, estábamos con frío todo el tiempo y tuvimos que vestirnos de manera diferente. Mientras que los primeros meses de nieve formaban parte de nuestra luna de miel, el invierno extendido, seguido por una tormenta de nieve a principios de mayo, que nos dejó sin electricidad durante tres días, nos desafió. Empezamos a extrañar nuestro hogar. A los pocos meses de llegar, empezamos a preguntarle a nuestro padre, una y otra vez, si podíamos volver a Guatemala. Sin embargo, el clima no fue un desafío insuperable.

El sistema te hace creer que el principal obstáculo es aprender el idioma. Sin embargo, creo que se pone demasiado énfasis en el aprendizaje del idioma. El lenguaje vendrá con el tiempo y no merece la importancia que se le da. Un desafío más grande fue volver a ser una familia de nuevo. Mis padres tenían sus propios problemas de comunicación, a pesar de que hablaban un lenguaje en común. Habían vivido separados durante mucho tiempo y habían desarrollado sus propias formas de funcionar para sobrevivir. Nosotros, los menores, estábamos del lado de nuestra madre en sus argumentos y esto trastornaba a nuestro padre. Incluso cuando nuestra familia por fin se había reunido, estábamos más fragmentados y fracturados que cuando estábamos separados de nuestro padre. El apoyar a las familias con consejería y apoyo emocional a medida que se reúnen y reasentan debe ser una prioridad en el proceso de reasentamiento.

En conversaciones con personas refugiadas reasentadas, noto que una tendencia común es medir el éxito de la migración por lo que la familia ha logrado en la nueva patria. Mientras reflexiono sobre dónde estamos ahora como familia, no estoy tan seguro de que sea la mejor medida para una integración exitosa. En muchos aspectos soy exitoso, porque aprendí inglés, conseguí una serie de buenos trabajos y una educación. Sin embargo, treinta años después de que mi familia se reasentó de Guatemala a Canadá, todavía estoy tratando de entender los efectos de nuestra migración mediante diversas medidas. Nos tomó solamente un par de años adaptarnos al invierno de Calgary y dentro de los primeros cuatro años de nuestra llegada, ya mis hermanos y yo hablábamos bien el inglés. Sin embargo, nuestra familia se separó de nuevo. Mi madre ha sufrido de depresión que perdura en el presente. Mientras mis dos hermanos todavía viven en Calgary, mi madre y mi hermana regresaron a Guatemala. Mi padre tiene una nueva familia y vive en la Columbia Británica. Yo vivo en Goshen, Indiana.

Mirando hacia atrás, en nuestra experiencia de reasentamiento, creo que el apoyo a la reunificación familiar fue una parte importante del proceso de reasentamiento que no fue abordada adecuadamente. Debido a esta experiencia, sigo buscando formas de entender mejor cómo el reasentamiento afecta a las familias y especialmente a las niñas y niños. Mi esperanza es que las agencias de reasentamiento puedan ajustar las políticas y prácticas para disminuir los impactos adversos del reasentamiento en las familias de las personas refugiadas y capacitar a las familias con niñas y niños para tomar decisiones informadas sobre la reubicación.

Saulo Padilla es el coordinador de educación migratoria de CCM EE. UU.

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El CCM EE. UU. aboga por los derechos de las personas solicitantes de asilo que buscan refugio en los Estados Unidos y, en algunos lugares, presta servicios legales para ayudar en el proceso de solicitud de asilo. Ver “7 Ways to Support Refugees” at: https://mcc.org/media/resources/3889.

Rousseau, Cécile, et al. “Remaking Family Life: Strategies for Re-Establishing Continuity among Congolese Refugees during the Family Reunification Process.” Social Science and Medicine 59/5 (2004): 1095-1108.

Choummanivong, C., et al. “Refugee Family Reunification and Mental Health in Resettlement.” Kōtuitui: New Zealand Journal of Social Sciences Online 9/2 (2014): 89-100. Disponible en: http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/1177083X.2014.944917.

Refugee resettlement and family reunification challenges

[Individual articles from the Fall 2017 issue of Intersections will be posted on this blog each week. The full issue can be found on MCC’s website.]

As governments consider the current refugee crisis, one area of special concern must be the well-being of children and youth. Research in this area is scarce and data is limited. Nevertheless, organizations working at resettlement must continue to search for better practices and support systems for resettling children and youth.

In my work with MCC U.S., I encounter many children and youth in various stages of migration. My thoughts on the topic of resettling children and youth start with my own experience of the resettlement of our family in 1986 from Guatemala to Canada. On the evening of February 18, 1986, many people from our church community and neighbors in Guatemala City came to our home to say farewell. We were departing the next morning to reunite with my father who had fled Guatemala for Mexico in May 1980. He was ultimately accepted as a political refugee in Canada in January 1981. I was 15 years old when I left Guatemala. I remember being happy to jump on an airplane for the first time and travel to Calgary, Alberta, and reunite with my father. This reunification had been our family dream for years. In retrospect, I wish our family had been better informed regarding what was about to happen.

As I reflect on our migration and resettlement process, I have often described it as a new birth, with all the pain, pushes and pulls of labor. We knew a few things about Canada. My mother had cousins in Toronto who had fled there a few years earlier, so we had seen photos of Canada, including of the majestic Rocky Mountains where we would be living. However, no photos or stories could prepare us for what we were going to encounter. Upon our arrival, the government provided some support to help us settle. We received winter clothes at the airport, along with some money to help us start life in Canada. We were enrolled in the health care system and a social worker was appointed to us, although we rarely saw him and he did not speak Spanish.

The first challenges that many newcomers to Canada speak of is the weather. It was -20 Celsius (-4 Fahrenheit) when we landed in Calgary. We had never experienced that kind of weather in Guatemala. Like newborns out of the comfort of the mother land, we were cold all the time and had to be clothed differently. While the first few months of snow were part of our honeymoon, the extended winter, followed by a blizzard in early May, which left us stuck without electricity for three days, challenged us. We started to miss home. Within a few months of arriving, we started asking our father over and over if we could go back to Guatemala. Nevertheless, the weather was not an insurmountable challenge.

The system makes you believe that the one major hurdle is learning the language. However, I believe that too much emphasis is put on language learning.  Language will come with time and does not deserve the amount of importance that it is given. A bigger challenge for us was to become family again. My parents had their own communication issues, even though they spoke a common language. They had lived apart for a long time and developed their own survival modes of functioning. We children would side with our mother in their arguments and this would upset our father. Even when our family was reunited, we were more fragmented and fractured than when we were separated from our father. Supporting families with counseling and emotional support as they reunite and resettle must be a priority in the resettlement process.

In conversations with resettled refugees, I notice that a common tendency is to measure the success of the migration by what the family has accomplished in the new homeland. As I reflect on where we as a family are now, I am not so sure that is the best measure of successful integration. In many ways I am a success, because I learned English, got a series of good jobs and an education. However, thirty years after my family resettled from Guatemala to Canada, I am still trying to unpack the effects of our migration by different measures. It took only a couple of years to adapt to a Calgary winter and within four years of arrival my brothers and I were speaking English well. However, our family separated again. My mother has suffered from depression which lingers into the present. While my two brothers still live in Calgary, my mother and my sister returned to Guatemala. My father has a new family and lives in British Columbia. I live in Goshen, Indiana.

Looking back on our resettlement experience, I believe that supporting family reunification was an important piece of the resettlement process that was not adequately addressed. Because of this experience, I continue to seek ways to better understand how resettlement affects families and children. My hope is that resettlement agencies can adjust policies and practices to lessen the adverse impacts of resettlement on refugee families and to empower refugee families with children to make informed decisions about movement.

Saulo Padilla is the immigration education coordinator for MCC U.S.

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MCC U.S. advocates for the rights of asylum seekers who seek refuge in the United States and, in some locations, provides legal services to assist in the process of applying for asylum. See “7 Ways to Support Refugees” at: https://mcc.org/media/resources/3889.

Rousseau, Cécile, et al. “Remaking Family Life: Strategies for Re-Establishing Continuity among Congolese Refugees during the Family Reunification Process.” Social Science and Medicine 59/5 (2004): 1095-1108.

Choummanivong, C., et al. “Refugee Family Reunification and Mental Health in Resettlement.” Kōtuitui: New Zealand Journal of Social Sciences Online 9/2 (2014): 89-100. Available at
http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/1177083X.2014.944917.