[Articulos Individuales de la edicion de Intersecciones de otoño de 2017 se publican en este blog cada semana. La edicion completa puede ser encontrada en MCC’s website.]
A medida que los gobiernos consideran la actual crisis de refugiados, un área de especial preocupación debe ser el bienestar de la niñez y juventud. La investigación en esta área es escasa y los datos son limitados. Sin embargo, las organizaciones que trabajan en el reasentamiento deben continuar buscando mejores prácticas y sistemas de apoyo para reasentar a niñas, niños y jóvenes.
En mi trabajo con el CCM EE. UU., me encuentro con muchas niñas, niños y jóvenes en varias etapas de migración. Mis pensamientos sobre el tema comienzan con mi propia experiencia del reasentamiento de nuestra familia en 1986 de Guatemala a Canadá. En la tarde del 18 de febrero de 1986, mucha gente de nuestra comunidad eclesiástica y vecinos de la Ciudad de Guatemala vino a nuestra casa para despedirnos. Salíamos a la mañana siguiente para reunirnos con mi padre que había huido de Guatemala para México en mayo de 1980. Finalmente había sido aceptado como refugiado político en Canadá en enero de 1981. Yo tenía 15 años cuando salí de Guatemala. Recuerdo estar feliz de subirme en un avión por primera vez y viajar a Calgary, Alberta, y reunirme con mi padre. Esta reunificación había sido nuestro sueño familiar durante años. En retrospectiva, desearía que nuestra familia hubiera estado mejor informada sobre lo que iba a suceder.
A medida que reflexiono sobre nuestro proceso de migración y reasentamiento, lo he descrito, a menudo, como un nuevo nacimiento, con todo el dolor, empujones y tirones del parto. Sabíamos algunas cosas sobre Canadá. Mi madre tenía primos en Toronto que habían huido allí unos años antes, así que habíamos visto fotos de Canadá, incluyendo las majestuosas Montañas Rocosas donde estaríamos viviendo. Sin embargo, ninguna foto o relato podría habernos preparado para lo que íbamos a encontrar. A nuestra llegada, el gobierno proporcionó algún apoyo para ayudarnos a instalarnos. Recibimos ropa de invierno en el aeropuerto, junto con algo de dinero para ayudarnos a comenzar la vida en Canadá. Fuimos inscriptos en el sistema de salud y se nos asignó un trabajador social, aunque rara vez lo vimos y no hablaba español.
El primer desafío del que muchas personas recién llegadas a Canadá hablan es el clima. Estaba a -20 Celsius (-4 Fahrenheit) cuando aterrizamos en Calgary. Nunca habíamos experimentado ese tipo de clima en Guatemala. Al igual que los recién nacidos fuera de la comodidad de la tierra madre, estábamos con frío todo el tiempo y tuvimos que vestirnos de manera diferente. Mientras que los primeros meses de nieve formaban parte de nuestra luna de miel, el invierno extendido, seguido por una tormenta de nieve a principios de mayo, que nos dejó sin electricidad durante tres días, nos desafió. Empezamos a extrañar nuestro hogar. A los pocos meses de llegar, empezamos a preguntarle a nuestro padre, una y otra vez, si podíamos volver a Guatemala. Sin embargo, el clima no fue un desafío insuperable.
El sistema te hace creer que el principal obstáculo es aprender el idioma. Sin embargo, creo que se pone demasiado énfasis en el aprendizaje del idioma. El lenguaje vendrá con el tiempo y no merece la importancia que se le da. Un desafío más grande fue volver a ser una familia de nuevo. Mis padres tenían sus propios problemas de comunicación, a pesar de que hablaban un lenguaje en común. Habían vivido separados durante mucho tiempo y habían desarrollado sus propias formas de funcionar para sobrevivir. Nosotros, los menores, estábamos del lado de nuestra madre en sus argumentos y esto trastornaba a nuestro padre. Incluso cuando nuestra familia por fin se había reunido, estábamos más fragmentados y fracturados que cuando estábamos separados de nuestro padre. El apoyar a las familias con consejería y apoyo emocional a medida que se reúnen y reasentan debe ser una prioridad en el proceso de reasentamiento.
En conversaciones con personas refugiadas reasentadas, noto que una tendencia común es medir el éxito de la migración por lo que la familia ha logrado en la nueva patria. Mientras reflexiono sobre dónde estamos ahora como familia, no estoy tan seguro de que sea la mejor medida para una integración exitosa. En muchos aspectos soy exitoso, porque aprendí inglés, conseguí una serie de buenos trabajos y una educación. Sin embargo, treinta años después de que mi familia se reasentó de Guatemala a Canadá, todavía estoy tratando de entender los efectos de nuestra migración mediante diversas medidas. Nos tomó solamente un par de años adaptarnos al invierno de Calgary y dentro de los primeros cuatro años de nuestra llegada, ya mis hermanos y yo hablábamos bien el inglés. Sin embargo, nuestra familia se separó de nuevo. Mi madre ha sufrido de depresión que perdura en el presente. Mientras mis dos hermanos todavía viven en Calgary, mi madre y mi hermana regresaron a Guatemala. Mi padre tiene una nueva familia y vive en la Columbia Británica. Yo vivo en Goshen, Indiana.
Mirando hacia atrás, en nuestra experiencia de reasentamiento, creo que el apoyo a la reunificación familiar fue una parte importante del proceso de reasentamiento que no fue abordada adecuadamente. Debido a esta experiencia, sigo buscando formas de entender mejor cómo el reasentamiento afecta a las familias y especialmente a las niñas y niños. Mi esperanza es que las agencias de reasentamiento puedan ajustar las políticas y prácticas para disminuir los impactos adversos del reasentamiento en las familias de las personas refugiadas y capacitar a las familias con niñas y niños para tomar decisiones informadas sobre la reubicación.
Saulo Padilla es el coordinador de educación migratoria de CCM EE. UU.
Aprende más
El CCM EE. UU. aboga por los derechos de las personas solicitantes de asilo que buscan refugio en los Estados Unidos y, en algunos lugares, presta servicios legales para ayudar en el proceso de solicitud de asilo. Ver “7 Ways to Support Refugees” at: https://mcc.org/media/resources/3889.
Rousseau, Cécile, et al. “Remaking Family Life: Strategies for Re-Establishing Continuity among Congolese Refugees during the Family Reunification Process.” Social Science and Medicine 59/5 (2004): 1095-1108.
Choummanivong, C., et al. “Refugee Family Reunification and Mental Health in Resettlement.” Kōtuitui: New Zealand Journal of Social Sciences Online 9/2 (2014): 89-100. Disponible en: http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/1177083X.2014.944917.